El ser humano II

El ser humano desde la filosofía II

Marx: el trabajo como fuente de valor

Karl Marx (1818–1883). Fue un filósofo, sociólogo, economista y periodista. Alemán de origen judío, fue militante comunista. Considerado hoy el padre del llamado marxismo. Sus obras más importantes e influyentes son Manifiesto Comunista, coescrito con F. Engels, y El capital. En filosofía destaca su obra Manuscritos: Economía y Filosofía.

El hombre como ser natural.

Marx creerá respecto al ser humano que no existe ninguna esencia espiritual que defina lo que propiamente es. Por el contrario dirá que “el hombre es inmediatamente ser natural”. El hombre es su naturaleza en tanto que corpóreo, sensible y objetivo. En cuanto tal, sus necesidades están relacionadas con lo corpóreo, con los objetos reales. Él mismo cita un ejemplo que reza así: el hambre, como necesidad natural necesita, para satisfacerse, una naturaleza fuera de sí, la comida (cuya característica es que es un objeto natural y sensible). El ser humano interactúa para vivir con objetos naturales como él mismo.

En definitiva, el ser humano para vivir necesita de la interacción con el mundo, aunque Marx va más allá y dice que el ser humano es el único ser capaz de transformar la realidad que le rodea a su antojo.

Esto es, que, el hombre para ser hombre (y realizarse) sólo puede serlo a través del trabajo, esto es, de la interacción y transformación con aquello que le rodea. De hecho expresa que “el hombre no es sólo ser natural, sino ser natural humano” que no se confirma solo en su ser sino, también, en su saber. Esto nos dice que es el trabajo lo que dignifica al hombre, lo que le hace ser hombre. Los animales también interactúan con el medio, ya que presentan, de la misma forma, necesidades físicas, pero el hombre es capaz de crear cosas que perduran en el tiempo y crean historia. Es capaz de crear mundo humano.

Como vemos, Marx va en contra de los esencialismos y si acaso ha de reconocer algún tipo será material, a saber, que de haber alguna esencia en el ser humano, ésta será el trabajo.

¿Qué ocurre cuando ese trabajo, en lugar de convertirse en una fuente de valor, repercute negativamente en el ser humano?

Entre el modelo ilustrado de hombre, dueño de sí mismo y eje de su propio destino, y el hombre real hay un abismo. El ser humano está "alienado". Alienación significa, en sentido estricto, tanto como desposesión, que puede ser entendida en dos sentidos:

  • Significa hacerse otro o extraño (no ser dueños de nosotros mismos).

  • También significa transferir a otro algo propio, de modo que, por virtud de esa transferencia lo que es propiedad y producto de uno es apropiado por otro que, así, disfruta de dicho producto.

Alienación significa, pues, el no estar en posesión de sí mismo ni de lo que es, en verdad, su propiedad. Es un concepto que se refiere fundamentalmente al trabajo y al orden económico de producción: alienación económica.

Pero también se refiere a otros modos de alienación como la religiosa, social o política, todas ellas expresión de la alienación fundamental y originaria: la económica. Todas las demás alienaciones, así, desaparecerán cuando se elimine ésta, que es la raíz de las otras.

B. Antropología marxista: el hombre como homo faber.

Para Marx el sujeto de la historia es el hombre concreto, de carne y hueso, que intenta realizarse en su trabajo. Por tanto, el hombre, fundamentalmente, no se define por la interioridad y la conciencia, sino por el trabajo productivo de bienes materiales: hombre como "homo faber", como ser productor (trabajador).

El trabajo es el hecho fundamental y fundante de la vida humana: trabajando nos humanizamos (nos hacemos humanos, nos perfeccionamos) a la vez que "humanizamos" la naturaleza, la perfeccionamos. Su verdadero ser consiste en sus relaciones con los demás hombres y con la naturaleza. Pero el hombre moderno, según Marx, es un trabajador alienado. Veamos por qué.

El hombre en su trabajo o actividad transformadora enajena, pone fuera de sí "en algo ajeno" su energía, su imaginación, por lo que de alguna manera se desposee de algo de sí mismo. En esta actividad enajenadora (trabajo productivo) es en lo que consiste el ser humano: constituye su naturaleza, por lo que es ineliminable o insuperable.

El hombre, al trabajar, al realizar su actividad transformadora, se proyecta en los productos de su trabajo poniendo en cada producto algo de su ser. Podríamos decir que los productos del trabajador tienen rostro humano. Al exteriorizarse el hombre en la naturaleza ésta queda como humanizada.

El superhombre de Nietzsche.

Nietzsche pretende un tipo de hombre superior, el genio del espíritu libre, el superhombre, el héroe del futuro "El hombre es una cuerda tendida entre el animal y el superhombre", nos dice. Y para formar a ese tipo de hombres hay que llevar a cabo la transmutación de todos los valores, que quite la alienación de la vida del hombre; por tanto, su crítica a los valores morales tradicionales de la cultura occidental es quizá lo más duro de su filosofía. Y Zarathustra habló así a su pueblo:

Yo os enseño el superhombre. El hombre es algo que debe ser superado ¿Que habéis hecho para superarlo? Todos los seres han creado hasta ahora algo por encima de ellos mismos: y ¿queréis ser vosotros el reflejo de esa gran marea y retroceder al animal más bien que superar al hombre? ¿Qué es el mono para el hombre? Una irrisión o una vergüenza dolorosa.

Habéis recorrido el camino que lleva desde el gusano hasta el hombre y muchas cosas en vosotros, continúan siendo gusano. En otro tiempo fuisteis monos, y aún continúa siendo el hombre más mono que cualquier mono. Y el más sabio de vosotros es tan sólo un ser escindido.

Mirad, yo os enseño el superhombre. El superhombre es el sentido de la tierra. El hombre es una cuerda tendida entre el animal y el superhombre, una cuerda sobre un abismo. La grandeza del hombre es ser un puente y no una meta. Lo que en el hombre se puede amar es un tránsito y un ocaso.

El superhombre se va a caracterizar por:

1/ Asumir la muerte de Dios, tomar conciencia de su propia finitud y considerar lo limitado como algo grande, tal y como dice en Así Habló Zarathustra:

"La grandeza del hombre esta en ser un puente y no una meta lo que en el hombre se puede amar es que es un tránsito y un ocaso".

2/ Su actitud va a ser la de "la vuelta a la tierra". Como ya no hay trasmundos, se trata de valorar lo sensible, lo terrenal, lo instintivo. El hombre se ha trascendido siempre hasta ahora en dirección a Dios sacando de la tierra todo aquello con que ha engalanado a Dios. El superhombre que conoce la muerte de Dios, devuelve a la tierra lo que se le había robado.

3/ Sus valores están orientados a hacer la vida más rica y poderosa, debe darse él mismo un sentido, por eso será un creador que tendrá que alejarse de la masa, apartarse del tipo "animal de rebaño". En "Voluntad de Poder" dice Nietzsche que "el hombre grande necesita la hostilidad de la masa, de los nivelados".

Así tenemos que el superhombre es el hombre que resiste la muerte de Dios, que sabe que la voluntad de poder es la esencia de lo existente y que en el eterno retorno experimenta la infinitud de la existencia.

Prefiguraciones del superhombre.

Hay tres prefiguraciones del superhombre a lo largo de la obra de Nietzsche. En el primer período de su obra, la filosofía de la noche, podemos ver la imagen del "genio" que se caracteriza por la grandeza, y que consiste en estar abierto al juego dionisíaco y expresarlo con la palabra, la figura o la música. El genio es el instrumento en el que se manifiesta el fondo creador de la vida, es el artista la vía del genio.

En el segundo período, la filosofía de la mañana, o el período ilustrado el lugar que ocupaba el genio, lo vendrá a ocupar el "sabio" o el "científico". Este giro lo representa la figura del "librepensador", "espíritu libre", audaz y experimentador, que no respeta nada y es capaz de desenmascarar lo que se oculta tras las ideas. Utiliza la ciencia como un medio para liberarse de las esclavitudes de la existencia: los ideales, la religión, la metafísica y la moral.

Por último, en el momento central de su obra, en la filosofía del medio día, en "Así habló Zarathustra", nos presenta la figura del "superhombre" como el hombre que conoce la muerte de Dios, asume su la voluntad de poder y el eterno retorno, el devenir. El superhombre, no existe aún, es una esperanza.

El ser humano en la filosofía contemporánea.

El hombre como perspectiva de Ortega y Gasset

La perspectiva es una condición gnoseológica de lo real, es decir, la perspectiva es una condición que nos permite y posibilita el conocimiento de la realidad. La realidad se nos presenta perspectivamente, es decir, desde puntos de vista determinados. Lo que tenemos es una pluralidad de perspectivas, nos dice Ortega. Pluralidad que es irreductible puesto que para cada uno de nosotros, la perspectiva, es "mi perspectiva", y no puedo absolutizarla, convertirla en verdad única. Tengo que entender que el mundo, la realidad, no es algo perfectamente definido, no es una verdad omnímoda, eterna, inmutable, sino que es algo que tan sólo puedo contemplar desde mi propio horizonte. No puedo reducir esa multiplicidad de perspectivas porque cada una de esas perspectivas son un componente de la propia realidad. Detrás de cada perspectiva, detrás de cada punto de vista hay siempre un individuo, una vida individual que las hace supremamente valiosas un punto de vista esencial sobre el universo.

El yo, no es un yo puro, trasparente, no es una razón pura, sin contaminar como plantea el racionalismo, sino que "somos insustituibles, somos necesarios". El yo aporta significatividad y sentido la circunstancia. El yo, es un elemento activo que interactúa en su circunstancia, que trabaja y elabora en ella su proyecto humano, su vida. Y por otra parte el sujeto, la perspectiva, carece de sentido sin la circunstancia en la que está inmerso. El sujeto, carece de sentido sin el objeto, ambos están mutuamente implicados.

Hay perspectivas porque el sujeto tiene un "lugar" en la realidad. No está sobre ella ni la sobrevuela, sino que pertenece a la misma carne y textura del mundo. El concepto de circunstancia quiere mostrar que no existe un "yo" aislado del mundo real sino que el punto de vista, el sujeto es hijo de la circunstancia, hijo de la historia. Circunstancia y perspectiva, se articulan en una peculiar concepción de la verdad; ambas son correlativas.

La circunstancia es ante todo histórica, se mueve en coordenadas espacio-temporales, sería el aquí y el ahora de cada uno. Para Ortega, la realidad radical de la vida del hombre está en que somos "herederos", es decir, a cada generación sus predecesores le han trasmitido una considerable hacienda, compuesta de ideas y de creencias acumulados durante milenios. Esta herencia, consta al mismo tiempo de aciertos y errores del pasado: “A fuerza de errar, se va acotando el área del posible acierto.” – nos dirá Ortega. “De ahí la importancia de conservar los errores, y esto es la historia.”

Ortega desarrolla la idea de las generaciones como modo de ver el pasado. El hombre está sujeto a la circunstancialidad de la época, es un hombre que se da en una comunidad humana o sociedad. Y para comprender y hacer comprensible el proceso histórico, recurre a la división pormenorizada de las generaciones. La generación, sería algo así como la molécula de la historia, la unidad molecular en que la historia se divide. Se puede definir por el hecho de ser una sensibilidad vital a los problemas de la realidad, puesto que los miembros de una generación, "vienen al mundo dotados de ciertos caracteres típicos", hay unas notas comunes entre todos los miembros de una misma generación. Esto es debido, a que participa de una herencia común, de un mismo depósito cultural. Ello hace que cada miembro de la generación viva los mismos presupuestos teóricos. Es lo que Ortega llamará las convicciones de una generación.

En un mismo plano histórico, nos encontramos conviviendo tres generaciones, es la constatación de la coexistencia de hombres que comulgan con diferentes ideas y creencias entre sí. Esta convivencia permite que pueda haber innovaciones o retrocesos en la historia.

El humanismo ateo y existencialista de Sartre

"Estoy condenado a ser libre. Lo cual significa que no es posible encontrar a mi libertad más límites que ella misma, o, si se prefiere, que no somos libres de dejar de ser libres... Para la realidad-humana, ser significa elegirse: nada le viene de fuera o de dentro que pueda recibir o aceptar. El hombre está enteramente abandonado, sin ayuda alguna, a la insostenible necesidad de hacerse "ser" hasta en el menor detalle... El hombre no podría ser libre en unos casos y esclavos en otros: o es siempre y todo entero libre, o no es nada."(J P.Sastre. El ser y la nada). París, Gallimard, 1943, pp. 515-516.)

Jean Paul Sartre (1905-1980), es uno de los mayores representantes del existencialismo ateo y humanista del siglo XX. Sartre en su conferencia El existencialismo es un humanismo (1946), se plantea la siguiente cuestión: ya que Dios no existe, ¿qué ser hay en el mundo cuya existencia preceda a su esencia? La respuesta es el hombre. Veamos qué significa esta afirmación. El hombre empieza por existir, sin tener ninguna esencia (a modo de alma, de virtud o naturaleza común…) que lo determine a priori, sino que el hombre nace siendo nada y, a partir de ahí, se va configurando lo que es a medida que va existiendo. El primer principio del existencialismo de Sartre será que el ser humano es el único ser que es “lo que él se hace”.Según este esquema, el hombre es totalmente responsable de lo que es o llega a ser. Está en su mano el configurarse como lo que él quiera ser.

Es una teoría, pues, subjetiva, puesto que las elecciones que cada uno realiza parten del sujeto en cuestión y no hay posibilidad de trascender, en el ser humano, esa dimensión subjetiva.

Ahora bien, que sea una teoría subjetivista no quiere decir que sea individualista ya que, para Sartre, cuando el hombre elige (subjetivamente) elige con ello a todos los hombres o, de otra manera, que cuando el ser humano elige, elige consigo un ideal de lo que debe ser el hombre. De este modo, la responsabilidad se convierte en un pilar aún mayor porque cuando elegimos no solo nos comprometemos a nosotros mismos en la decisión sino que afecta a la humanidad entera.

Sartre también afirmará que el ser humano está condenado a ser libre.

El hecho de que Dios no exista es bastante incómodo, ya que con ello se desvanece la posibilidad de que existan valores fijos. De ahí el desamparo y el abandono que sufre el hombre desde el momento primero de su existencia. La libertad es aquí algo extremadamente abierto, tanto, que conlleva casi mayor responsabilidad que otra teoría cualquiera. Uno es responsable hasta de su propia desventura. Así, el cobarde, por ejemplo, es responsable o culpable de su cobardía. No cabe la resignación o la excusa de “bueno, he nacido así, cobarde, qué le vamos a hacer, viene de familia”. Esto es una excusa para el existencialismo. Somos libres y, más aún, somos conscientes de esa libertad que tenemos para ir configurándonos. El que diga lo contrario estará actuando de mala fe.Ante este panorama, el hombre puede optar por una vida inauténtica, por la pasividad, lo que Sartre llama la mala fe, “La mala fe es evidentemente una mentira, porque disimula la total libertad del compromiso”. La mala fe es mentirse a sí mismo, buscar excusas en nuestras acciones para no aceptar la total responsabilidad de las mismas. Es la despersonalización. Es una conducta verdaderamente inmoral que Sartre llamará inautenticidad.

Frente a esa actitud que despierta el sentimiento de libertad Sartre defiende la buena fe, la autenticidad, que incita a la más profunda responsabilidad: a escoger cada uno de nuestros actos, a responder ante nosotros y ante la sociedad que nos rodea. “Hace falta comprometerse", luchar contra la injusticia, el desorden social para que nuestro breve, instantáneo existir sea más humano.

Soy libre, por tanto soy responsable de mí mismo y de todos:

eligiéndome a mí mismo, elijo al hombre y a la sociedad en la que este hombre quiere vivir.

La tarea moral del hombre libre existencialista consistirá en ser auténtico e intentar realizarse plenamente como “hombre”.

La tarea del individuo está en realizarse, en llevar a cabo el proyecto vital que cada uno ha elegido libremente,

cada uno seremos lo que hemos elegido ser y, a partir de ahí, le estamos

dando valor a nuestra vida e inventamos nuestros propios valores. Esto es lo que llama Sartre asumir su proyecto y responsabilizase del mismo mediante una conducta de buena fe.

La pregunta ahora es, ¿por qué el existencialismo es un humanismo? Porque, como dice el propio Sartre, el ser humano no está encerrado en sí mismo, sino que está inmerso en un universo humano. Es humanismo porque en el hombre no hay otro legislador que él mismo.

Personalismo

Fue una corriente filosófica llamada Personalismo quien acentuó esta dimensión del ser humano. Para el personalismo lo esencial del ser humano es ser “persona” que ellos entienden como una realidad a la vez individual y comunitaria. Fue Emmanuel Mounier quien inició esta corriente, sobre todo con su Manifiesto al servicio del personalismo (1936). Martin Bubber y Emmanuel Levinas recuerdan que la relación con otros seres humanos es constitutiva del ser personal.A continuación exponemos algunos rasgos de la persona siguiendo a Mounier:

  • Existencia encarnada. La persona es de carne y hueso (encarnada), pero abierta al mundo desde su intimidad (existente).

  • Comunicación. A diferencia de otros seres, la persona es capaz de salir de sí, adoptar el punto de vista de otro, asumir tareas de otros, ser fiel a los compromisos…

  • Libertad condicionada. Ser libre es aceptar el carácter condicionado de la libertad, no como un límite que imposibilita, sino como una posibilidad en la que apoyarse. A diferencia del existencialismo de Sartre, que considera la libertad como una condena, el personalismo entiende la libertad como una propuesta que se acepta o se rechaza.

  • Compromiso. La identidad de una persona se forja a través de los compromisos que adquiere. El compromiso define a la persona porque la acción personal es rechazo de la abstención, de la neutralidad y de la indiferencia.

  • Capacidad crítica. Ser persona es ser capaz de decir no, tratando de transformar el mundo desde la propias convicciones.

  • Eminente dignidad. En el conjunto de los seres, la persona ocupa el grado más alto, porque ni se subordina a las cosas ni tiene precio.

  • Proximidad y amistad. La persona no sólo vive en sociedad, sino también en proximidad a los otros y en amistad. La relación de proximidad consiste en la donación de algo del propio ser a otra persona, sea quien sea, sólo por el hecho de necesitarlo. En cambio, la amistad consiste en querer el bien de otra persona, en hacerle el bien ayudándola a ser lo que debe ser y en compartir su intimidad, por ser quien es.

Postmodernidad

El hombre posmoderno se ha transformado en un hombre desvinculado de casi todo aquello que le rodea, totalmente descomprometido excepto con su televisor y con los diversos productos que consume vorazmente. En otras palabras, un individuo rebajado a la categoría de un objeto, de una mera cosa. Al decir del viejo Marx, un sujeto alienado, enajenado, pero, ahora, repleto de consumo y bienestar, cuyo fin es despertar admiración y superioridad sobre el resto. El hombre posmoderno es un individuo errante que antes o después se irá quedando huérfano de humanidad. Sin referencias y completamente desorientado ante las inevitables interrogantes de la existencia será aplastado por los grandes problemas y por las más mínimas cosas.

De ahí se explica que se le haga difícil soportar o llevar una vida conyugal estable o asumir con dignidad cualquier tipo de compromiso más o menos serio. Sumido en una vida familiar que obedece a una cultura que es cada día más nihilista y donde el hombre va perdiendo sus vínculos hasta con las cosas que les son más propias, incluso sus familiares más directos. Vivirá solo para sí mismo, pensando en el placer sin restricciones, enseñanza de modelo que, sin duda, asimilarán prontamente sus propios hijos.Nos encontramos ante una nueva inmadurez, pero no una inmadurez trivial o efímera, sino una inmadurez que se vuelve congénita.

Es el signo de una de las mayores contradicciones del hombre posmoderno, en donde el conocimiento inútil es lo que más resalta, todo ello, en medio de una avalancha de información que, mientras por un lado lo desculturiza, por el otro, lo desinforma.

La actitud pasiva del hombre posmoderno es solamente el síntoma de una alienación llevada a su grado extremo. Así, siendo pasivo no se relaciona activamente con el mundo y se ve obligado a someterse a sus ídolos y a las exigencias de éstos. Se siente, por tanto, impotente, solo, angustiado. Posee escaso sentido de su integridad y de su propia identidad. El conformismo parece ser el único recurso para eludir la angustia intolerable de ya no tener ideas, pero ni aún la conformidad es capaz de aliviar su angustia.Un hombre nuevo que vive al compás de las urgencias de las máquinas, con su utilitarismo y su eficacia, con sus ciudades industriales que enferman, con sus cultos a la salud y a la belleza, con sus supermercados frenéticos y sus numerosos espectáculos. En suma, un hombre pos-moderno ávido de goces intensos, despojado de toda espiritualidad y desamparado en esta sociedad de consumo.

Pero, si el hombre moderno ha sido incapaz de detener el confinamiento de los seres humanos en grandes ciudades y ha asistido atónito al espectáculo de cómo la industria gasta la materia de la naturaleza, a menudo, en procesos que se tornan irreversibles, bien podemos presentir que nuestra civilización se encuentra ante una crisis de proporciones incalculables.

Sin embargo, allí donde el hombre moderno se ha mostrado incapaz, el hombre posmoderno no le va en menos.

La Posmodernidad, entonces, no sólo redescubre, sino que asienta, que el ser humano no es exclusivamente un ser racional. La racionalidad es una de las dimensiones del hombre, toda vez que éste no es sólo un ser pensante, sino un hombre sensible, un ser con corazón que percibe, que imagina, que intuye, que crea; en definitiva, un ser simbólico integral.