2. Piedad

Aparición de la imagen

D. Luis Magaña sobre el hallazgo de la Virgen de la Piedad incorpora algunos detalles:

El 4 de diciembre de 1489 un grupo de albañiles estaban removiendo los escombros y cascotes de una antigua iglesia mozárabe, donde los musulmanes nazaríes encarcelaban y martirizar a los mozárabes de la época de esplendor y dominio islámico. Un peón accitano, Juan Pedernal con el pico golpeó un muro y en ese momento se oyo una exclamación ¡Baza, Guadix, piedad de mí! Junto con otros vecinos de Guadix subió a un carro para llevarlo a su ciudad pero los animales no quisieron avanzar.

Sin embargo, es la descripción de la aparición la que reclama nuestra atención; puesto que podemos recoger fácilmente de la tradición popular, dos versiones más sobre el descubrimiento.

Por un lado, la que se relata de fuentes accitanas, donde cambia tanto el lugar como el protagonista del descubrimiento. Nos dice que "…un atochero de Guadix se dirigió a los montes a trabajar y disponiéndose a hacer la carga para su jumento en el término jurisdiccional de Baza tropezó con el azadón en algo extraño, siguió cavando y oyó "Ten piedad de mí...". Y por otro, la narración que nos ofrece Torcuato Tárrago en una serie de artículos publicados en "El Porvenir" de Guadix en diciembre de 1883:

Hace ya siglos (no citaré la fecha en obsequio de la brevedad) salió al romper el alba un pobre leñador con el objeto de vender después el mísero fruto de su trabajo.

Se dirigió al vecino monte áspero y espeso pues entre la ciudad de Guadix y la de Baza se extendía este poblado de encinas y de pinos.

El leñador cuyo nombre ignoramos siguió su camino y se fue introduciendo en los parajes más fragosos con el fin de buscar alguna vieja encina dónde descargar los golpes de su hacha. El infeliz tenía hambre: el sol se había levantado radiante y puro. El aire perfumado con la resina de los pinos aumentaba el deseo de terminar su fatigosa tarea.

Al cabo de mucho andar llegó a los márgenes de un arroyo; el parage era solitario y se encontraba en el corazón del monte. Sentóse descontento, pues no había encontrado un arbusto a propósito para hacer su leña, cuando advirtió que en la opuesta orilla del arroyo una vieja encina, cuyo tronco mutilado por la intemperie y la acción de los siglos parecía a propósito para ser herida por su hacha.

Animóse el leñador y se dirigió al árbol. Era su esperanza y la esperanza de su familia. Este tenía hambre y desde allí creía oír la voz de sus hijos pidiéndoles pan. Esta idea le hizo consagrarse al trabajo con todas sus fuerzas. Levantó el hacha e irió a la Encina. Dio un golpe, después otro y luego otro. Pero en el momento de dar el tercero, sintió una voz lastimera en el corazón del árbol, que dijo:

- ¡Piedad de mí!

El leñador quedó asombrado y el hacha estuvo próxima al caérsele de las manos. Sin embargo entre las entre la vaga realidad de aquella voz que tenía un sonido celestial, y la duda que naturalmente broto en su alma, pudo más esto y volvió a golpear la encina.

Entonces al arrancar una gruesa astilla, quedó como petrificado. En medio del tronco descubrió una virgen con la mejilla ensangrentada, ¡hermosa imagen, escondida en el nicho de la Naturaleza, la que al ser herida por el hacha del leñador, había pronunciado aquella exclamación dolorosa.

El mismo autor, nos aclara en una nota a pie de página que en Baza circula otra historia distinta.

La ciudad de Baza refiere esta bella tradición de modo distinto, atribuyendo a un albañil el descubrimiento de la imagen; pero nosotros contamos la historia del modo que ha llegado a nuestros oídos en nuestro país natál sin que por eso queramos destruir la narración bastetana. Nosotros los dejamos en su derecho como Guadix tiene el su yo de creer lo que les parezca mejor.

De D. Pedro Suárez, en su Historia del obispado Guadix-Baza, podemos leer el siguiente fragmento sobre la aparición de Nuestra Sra. de la Piedad:

Continúa el texto de D. Antonio:

Trabajando en tal obra, aparece un trozo enorme de yeso incrustado entre los muros de la casa vieja, y un albañil de Guadix llamado Juan Pedernal rompe con un pico aquel conglomerado, y al hundirse el hierro, en la oquedad del mismo escucha una voz de dolor sobrenatural que exclama suplicante: “¡Ten piedad de mí!”

Y a poco trabajo apareció en una grande oquedad una imagen pequeña (de unos 45cms.) de María Santísima con el Niño en brazos y con un desconchado en una mejilla. Los propios albañiles fueron a la iglesia más próxima (a la parroquia de San Juan Bautista, la que fuera antaño antigua mezquita menor) y trajeron seis velas para alumbrar a la efigie y un sacerdote para que rezara la primera Salve a la aparecida imagen de la Virgen, que se la llamó desde entonces la Virgen de la Piedad.

Sin embargo, los datos históricos, parecen indicar que la primera imagen de la Virgen de la Cabeza que llegó a nuestra comarca, fue traída por D. Rodrigo Ximénez de Rada, arzobispo de Toledo, en 1230 durante una incursión que convertiría a Baza de nuevo en cristiana durante solo dos años, como podemos leer en este fragmento.

No pudiendo acceder a la fortaleza de Baza, aún sin conquistar, la imagen de la Virgen se tuvo que quedar en Benamaurel, como bien lo reza el poema sobre la Imagen Milagrosa Ntra. Sra. Santa María de la Cabeza:

“Al principio, a la Señora, se le puso su morada al pasar Benamaurel, en el cerro de la Andrada, para ser Virgen vigía sobre la grande explanada”.

Cuando Baza fue tomada, la Imagen fue trasladada a la capital de la comarca, a una capilla al aire libre como se desprende del documento de 1567que dice:

“faga hazer un velo para que se ponga en la ymagen que está en la abaxada de san francisco, que es nuestra señora de la Cabeça, se lo faga poner con brevedad porque el señor se hecha a perder el barniz de la dicha imagen”.

Poco después el rastro de la Imagen de la Virgen de la Cabeza se pierde para siempre en la capital de la comarca, quedando como único vestigio, la calle Cabeza, cerca de donde se encontraba dicha capilla al aire libre. (RODRÍGUEZ MARTÍNEZ 2012).

Otras apariciones.

Me gustaría traer aquí otras apariciones que tienen lugar en la zona, para destacar la existencia de una profunda preocupación, por parte de las autoridades eclesiásticas y civiles, en la tarea de atribuir patrón o patrona a la ciudad conquistada. Al parecer se asignaba a las localidades conquistadas como patrón/a, aquel santo/a que brillase en el calendario el día en que cada ciudad era tomada, en otros casos, eran los conquistadores quienes las traían de sus tierras de origen. Finalmente, había situaciones donde había que crear la veneración y para ello había que llenar de misticismo su hallazgo, o rodear de milagros la santidad.

Lo que queda claro, es la existencia de una necesidad de crear a la vez que satisfacer, la expectativa de los fieles de rendir culto a un santo o patrón cercano que lo proteja, la necesidad de devoción, de advocación, de levantar templos, altares, capillas a los santos o vírgenes bajo cuya protección se encuentran; urge proporcionarles iconos que satisfagan su inquietud divina, quedando convertidos en señas de identidad religiosa y a la vez social que sirven para asentar a los nuevos pobladores.

Si nos detenemos en la aparición de la virgen de la Piedad de Almendralejo, acaecida por

las mismas fechas, en torno a 1500, podemos encontrar ciertos paralelismos.

Cuenta la leyenda que a media legua y algunas varas de la ciudad ( una legua equivale a 4 ,4 Kilómetros y vara es una antigua medida española y portuguesa que equivale a 0,83 metros) se encontraba un agricultor labrando sus tierras. El calor sofocante del mes de agosto hacía mella en sus rudos brazos, pero el trabajo agotador no permitía descanso. Mientras seguía avanzando en el recorrer de sus tierra y a la altura donde hoy se encuentra la actual ermita de la Piedad, su azadón se hundió en la tierra chocando violentamente con un objeto de piedra. En ese momento escuchó una voz divina que le decía ¡piedad, piedad! El agricultor receloso y con cierto miedo hincó sus rodillas en el suelo, apartó unos matojos y desenterró ávidamente el objeto. Su sorpresa fue mayúscula al encontrar la imagen de una virgen antigua tallada en piedra.

El agricultor, tras finalizar la jornada se llevó a casa el hallazgo y le comentó a su esposa lo ocurrido. María tomó los hechos por una alucinación o confusión debido al impacto del sol de agosto en la cabeza de su tosco marido. Dejaron la imagen en la alacena y tras cenar se fueron a descansar.

Al día siguiente, ambos observaron sorprendidos que la imagen había desaparecido, atribuyéndolo a un milagro más que a un robo que difícilmente podían realizar en su humilde morada. Ambos se arrodillaron y rezaron varias oraciones.

Como cualquier otro día, el hortelano volvió a su trabajo en la misma zona del día anterior. Anselmo no salía de su asombro... La imagen apareció como por arte de magia en el mismo sitio que él la encontró el día anterior. La cogió entre sus brazos y corriendo se desplazó de nuevo al pueblo. Una vez más le contó lo sucedido a María, su mujer, y ambos decidieron llevar la imagen al párroco del pueblo y explicarle el extraño suceso.

El párroco, mientras escuchaba el relato de los dos fieles de la villa, esbozaba una sutil sonrisa que denotaba una cierta incredulidad por los hechos relatados. Más tarde, ya con gesto serio, calmó a la longeva pareja y le dijo que depositaría la imagen en un lugar privilegiado de la sacristía.

Al día siguiente era el párroco el que no daba crédito a lo que veían sus ojos. La imagen, una vez más, había desaparecido. Creyendo entonces la historia de Anselmo y Maria, se fue rápidamente a casa de estos y preguntó dónde había encontrado la imagen exactamente. Anselmo y el párroco encaminaron sus pasos y tras recorrer media legua y algunas varas llegaron al lugar señalado. Efectivamente una vez más, semienterrada, estaba la imagen de la Piedad en el mismo lugar de la aparición del primer día. Achacándolo a un milagro y entendiéndolo como un mensaje divino, el párroco decidió que había que construir una ermita en ese lugar bajo el nombre de la Piedad. Para ello puso en marcha una colecta popular.

El primer real (cuyo valor era de tres maravedíes) fue el del propio Anselmo. A este le siguieron muchos más, hasta conseguir los peculios necesarios para la construcción de la ermita.

La imagen

Para comprender mejor este párrafo, podemos aportar, que no hay documentación escrita que de indicios de que San Pablo estuviese en estas tierras, una de las pruebas que aportan quienes lo sostienen es la existencia del topónimo paulenca, la rambla de Paulenca que aparece en los términos municipales de Gádor y de Guadix y donde se tiene constancia de la existencia de antiguas comunidades cristianas, a mediados del siglo I. Para algunos puede derivar de Pablo y aparecer para conmemorar su estancia en esta zona, para otros, dicho topónimo, carece de antecedentes y se ignora su significado.

San Tesifón fue uno de los siete Varones Apostólicos, (son siete discípulos -Torcuato, Segundo, Indalecio, Tesifonte, Eufrasio, Cecilio y Hesiquio- de los apóstoles San Pedro y San Pablo, que fueron enviados a España por sus maestros para que predicaran el Evangelio en la Península) pudo llegar en torno al año 66 a Berja, huyendo de las persecuciones que Nerón iniciara en Roma contra las comunidades cristianas. Pudo ser esta una de las vías de entrada de la imagen, sin embargo, como indicaremos a continuación también pudo ser una estrategia y hasta una falsificación de la historia, para establecer con vigor un cristianismo debilitado.

Tenemos aquí la aparición de una imagen que fue enterrada tres siglos atrás, y que para algunos procede del mismo Jerusalén. Pero pensemos por un momento que la escultura no es tan antigua, sino que está hecha en talleres castellanos por estas mismas fechas; y que en estos momentos de repoblación cristiana, es necesario asentar poblaciones, fortalecer la fe y crear sentimientos de pertenencia y de identidad local. Para eso, nada mejor que los milagros y las apariciones. La institución eclesiástica a la que muchos filósofos, sobre todo Nietzsche le atribuye la virtud de la astucia, es consciente de que crearía más fervor entre los futuros fieles haciendo aparecer la imagen en algún lugar de la nueva ciudad conquistada, que entregándosela como institución eclesiástica a las nuevas autoridades religiosas de la ciudad.

Por eso, podemos imaginar que la imagen pudo ser depositada en ese lugar de manera clandestina, para que fuese encontrada y conseguir así una mayor advocación entre los futuros fieles. Cómo podemos afianzar esta idea que ahora es solo fruto de la imaginación. Por lo pronto, porque es una sospecha que abunda en la mente de investigadores de esta temática, como podemos entrever en el siguiente fragmento del artículo Aproximación a la historia de la Virgen de la Piedad de fray Juan Barroso.

De la misma manera, se persiguió con tesón la recuperación de todas las excelencias que tuvieron estas antiguas sedes episcopales en tiempos preislámicos. En Granada, Guadix y Baza se pretendió recuperar, e incluso darle carácter de verdad histórica llegando a falsear la historia, la leyenda de los Siete Varones Apostólicos, que eran discípulos del apóstol Santiago: san Torcuato, obispo de Acci (Guadix); san Cecilio, obispo de Granada; o san Tesifón, obispo de Basti (Baza). Estrategias destinadas sin duda a reforzar el cristianismo y a superar cierto complejo de inferioridad. Esto mismo se pretende realizar en la tierra de Baza con la instauración de la devoción a la Virgen de la Piedad. Restaurar el culto a una imagen que según los documentos y la tradición se remontaría a tiempos de Leovigildo y Recaredo, allá por el siglo VI. (CASTAÑO JIMÉNEZ y DÍAZ SÁNCHEZ 2012).

Otra forma de defender dicha hipótesis sería datando la imagen; ésta terea es muy difícil, dado que la imagen actual, fue restaurada tras la dura batalla que le tocó librar durante la Guerra Civil, y de la original sólo le queda una parte de la cabeza, todo lo demás es un añadido. Pero existe otra posibilidad, y es, mediante las fotos antiguas tratar de que especialistas en arte la sitúen en función de las características que ofrece. He recogido testimonio de dos dataciones: una nos dice que “Nos encontramos con una escultura de finales del siglo XV o comienzos del XVI, según un informe que elaboraron al final de la guerra civil Emilio Orozco Díaz y Jesús Bermúdez Pareja, ratificado este por Antonio Gallego Burín.” (CASTAÑO JIMÉNEZ y DÍAZ SÁNCHEZ 2012). Y otra de la mano de la historiadora del arte Dª. Lázaro Damas, caracteriza la imagen como una escultura tardogótica, lo que nos lleva al siglo XV. (LAZARO DAMAS 2005). Además aporta la siguiente consideración:

Las advocaciones elegidas en esta primera etapa, merecen también una pequeña reflexión. Si se consideran en su conjunto y también de manera individualizada, se comprueba que reproducen el complejo religioso existente en otros lugares del reino de Castilla. Se trata de advocaciones protectoras vinculadas al mundo agrario y ganadero y con especiales poderes preventivos y sanadoras contra las enfermedades de la época. Caso aparte es el de Santa María de la Piedad, una advocación muy extendida entre la religiosidad hispana del siglo XV, particularmente en tierras castellanas, de donde eran originarios muchos de los caballeros que participaron en el cerco y particularmente Luis de Acuña, natural de Dueñas, (Palencia). (LAZARO DAMAS 2014).

Esa idea producto de la imaginación, se podría asentar aún más, si resultase que la versión del origen del Cascamorras no fuese la única, y resulta que hasta hoy han llegado dos y hasta tres versiones del origen del descubrimiento y por tanto de esta fiesta. Por un lado la que hemos descrito, y por otro la que a continuación se relata de fuentes accitanas, donde cambia tanto el lugar como el protagonista del descubrimiento. No dice que "…un atochero de Guadix se dirigió a los montes a trabajar y disponiéndose a hacer la carga para su jumento en el término jurisdiccional de Baza tropezó con el azadón en algo extraño, siguió cavando y oyó "Ten piedad de mí...". Semejante es la narración que ya hemos relatado y que nos ofrece D. Torcuato Tárrego.

Dejemos continuar a D. Antonio con su narración, cuando empieza a hablarnos de la imagen.

Se tiene por cierto que la imagen llamada Virgen de la Piedad fue confeccionada en Jerusalén en el taller de Nicudemus y traída per los Varones Apostólicos, y como es lógico, puesta al culto en Baza por su primer obispo San Tesifón. Parece, según ello, que al caer Baza en poder de los moros, la Virgen y otros objetos del culto los llevaron a esconder a una pobre iglesia suburbana.