Tema 1

Tema 1. El lugar de la filosofía en la cultura.

1. ¿Qué es eso de la filosofía?

2. La pluralidad de las filosofías.

3. Los orígenes del pensamiento filosófico.

4. Los sofistas y Sócrates.

5. La organización de la ciudad en Platón: Política, verdad y justicia.

6. La búsqueda y la organización de la felicidad en Aristóteles: ética y política.

Textos de lectura: Platón y Aristóteles (los textos de estos autores que están recogidos en el libro recomendado).

1.1 ¿Qué es eso de la filosofía?

Definir qué es la filosofía es el primer problema filosófico al que ha de enfrentarse alguien que se inicie en esta disciplina. Se podría decir que la filosofía, aparte de ser lo que hacen los filósofos, ha ido recibiendo respuestas diferentes, e incluso contradictorias, a lo largo de la historia.

Para poder comprender la naturaleza de esta pregunta hay que hacer la

siguiente consideración previa: todas las disciplinas científicas disponen de un método y de un objeto de estudio; de tal modo que, dicha concreción ha sido la que les ha permitido crecer como ciencias, incrementar su corpus de conocimientos. Ninguna ciencia ha tenido que definirse a sí misma en cada momento histórico para iniciar su actividad; sin embargo, la filosofía se ve obligada a responder a la pregunta, ¿qué es filosofía? cada vez que comienza a trabajar, lo cual es un hándicap comparativo. No ha podido construir cuerpo alguno de verdades filosóficas, sino que se ha visto obligada a responder a los mismos problemas e interrogantes cada vez que se han producido a lo largo de la historia, de un modo cada vez más profundo y riguroso. Si a eso le añadimos que en filosofía no se puede hablar de método filosófico, puesto que no existe uno único, sino múltiples métodos y, muchos de ellos en absoluto desacuerdo entre sí, nos damos cuenta de la problemática que tiene tanto la definición de esta materia como su crecimiento.

En filosofía tan solo podemos hablar de la continuidad de las preguntas que trata de responder: ¿origen y finalidad del universo?, ¿qué es el hombre?, ¿cuál es el sentido de la vida?... Todas ellas preguntas a las que la ciencia no logra responder de un modo efectivo; a la vez que convierten a la filosofía en un saber irrenunciable puesto que las preguntas que se hacen los filósofos, pertenecen a lo más profundo del ser humano y a ellas no se puede responder desde ningún otro campo del saber.

Cuando un científico se cuestiona sobre su propia disciplina abandona el campo de acción de la misma para convertirse en filósofo. Esto sucedió, por ejemplo, con Heisenberg o Einstein, cuando se interrogan por los fundamentos de la física. En ese preciso momento se adentran en el campo de la filosofía. Así podemos determinar como tarea propia de la filosofía, la de proporcionar el objeto de conocimiento y también la metodología a las demás disciplinas científicas.

Lo hasta ahora dicho nos permite avanzar que la filosofía es un saber reflexivo, consciente de sí mismo, de su propio alcance. Para hacer filosofía hay que partir siempre de la pregunta ¿Qué es filosofía? La cuestión por la filosofía forma parte de la propia naturaleza filosófica. Otro rasgo que ha de asumir la filosofía es el reconocimiento de su larga vida dentro de la historia humana; toda investigación filosófica ha de comprender el papel que la filosofía ha cumplido en el pasado y desde ahí proyectar el que le atañe en el presente.

Podemos ahora añadir otro rasgo característico de la filosofía, y es el radical desacuerdo que parece existir entre los planteamientos filosóficos, el modo de enfocar el problema; la forma, el método de analizar los problemas; así como las soluciones propuestas a los problemas filosóficos. En este sentido es difícil recoger bajo el nombre de filosofía un conjunto único y homogéneo de características y principios. Algunos autores como Adam Schaff, descubre tantos quehaceres dentro del nombre de filosofía que reconoce la dificultad para “comprender por qué todos llevan el mismo nombre”; y C. Smart se atreve a decir que “el problema de la filosofía es que llega a veces al desacuerdo total, a la total incomprensión”. Todo ello se traduce en una pérdida de respetabilidad dentro de la cultura.

La filosofía no se puede reducir a ciencia, puesto que, ofrece un escenario reflexivo sobre ámbitos de la naturaleza humana a los que el método científico no llega a comprender. Todos los intentos de reducir la filosofía a ciencia, como los llevados a cabo por Spinoza, con su filosofía more geométrica, o Edmund Husserl con su filosofía como ciencia estricta han terminado en fracaso. Y es que condenan a la filosofía a un reduccionismo que le exige abandonar gran parte de su legado histórico que aún no ha sido absorbido por ninguna disciplina científica.

En la actualidad, la filosofía está sufriendo un intento de trasformación en un saber de segundo orden; se trata de convertirla en un saber sobre el saber, asignándole como tareas la reflexión sobre el lenguaje, el desenmascarar mal-construcciones y prejuicios asentados en él que impiden la captación de otros problemas o que son en sí mismos un problema. Sin embargo, si aceptamos dicho reduccionismo, supondría para la filosofía dejarla sin un campo de conocimiento propio, por no hablar de que tampoco acaba con las controversias filosóficas.

La filosofía ha de conservar su manifestación personalista, su posibilidad de estar ligada a un maestro, a un filósofo. En ella ha de haber lugar para la subjetividad. Habermas, reconoce que la filosofía nunca ha sido ciencia. Hoy parece que es necesario mostrar que la filosofía puede salir de la crisis en la que se encuentra, pero para ello, tiene que mostrar que tiene un lugar dentro de la cultura. Y que bajo el epígrafe de filosofía encontramos dos caracteres que son fundamentales para la evolución y conservación de la cultura, como son: la propia diversidad filosófica, la existencia de múltiples escuelas filosóficas y diferentes líneas de pensamiento, que lejos de verlas como un problema hay que verlas como una riqueza que posibilita diversidad de vías de pensamiento frente a un pensamiento único; y el análisis recurrente a lo largo de la historia del mismo tipo de problemas, el modo de enfrentarse a ellos y sobre todo la necesidad de afrontarlos. Estos caracteres constituyen la atmósfera que nos hace clasificar a determinadas obras como filosóficas y a determinados autores como filósofos.

1. 2 Pluralidad de filosofías

La diversidad filosófica aparece como algo connatural a la filosofía. No hay paso que demos en filosofía que no nos topemos de frente con la diversidad, con el desacuerdo filosófico. Pero ello no debe hacernos pensar en la falta de respeto hacia sí misma, ni los modernos historiadores deben de pensar en ella en los términos en los que hace C. Smart cuando afirma que “Cuando contemplamos la profesión de la filosofía empezamos a dudar de esta supuesta respetabilidad… por no haber criterios estándar admitidos”. Por tanto, lo mejor es que cuanto antes, tratemos de comprenderlo y valorarlo como un elemento positivo de la misma.

La filosofía, no es ciencia, no nos puede proporcionar un conocimiento

genuino, ni de ella podemos tener una definición definitiva y univoca. Todos los intentos de llevar a cabo una definición única de la filosofía han terminado en fracaso. Es necesario aceptar que la historia de la filosofía es una sucesión de definiciones opuestas; y que hay que ver la historia de la filosofía al modo en que la ve Hegel, como un campo de batalla en el que van cayendo una tras otra definiciones filosóficas que nacieron con afán de inmortalidad y apenas duraron unas décadas, o en el mejor de los casos unas centurias. Un campo de batalla en el que aparecen los más diversos y dispares pensamientos de las múltiples filosofías que se contradicen y refutan entre sí. Hegel lo resumen con una frase: “los pies de quienes han de sacarte de aquí están ya en la puerta”. En filosofía hay un radical desacuerdo entre: planteamientos filosóficos, métodos de análisis y soluciones propuestas. Adam Schaff se pregunta ¿Cómo es posible que tal diversidad de métodos y quehaceres lleven el mismo nombre? Los filósofos llegan al desacuerdo total, a la total incomprensión y se produce así una pérdida de respeto hacia esta disciplina en la sociedad actual.

Cada filosofía se ha creído en posesión de la verdad y para consolidarse se ha visto en la necesidad de refutar a la anterior. Pero ello no nos puede llevar, como nos hacer ver Hegel, a considerar la historia como una sucesión de opiniones. Simplemente es una muestra del sinsentido que puede ser la tarea de definir la filosofía de modo absoluto; pero no es indicativo de que la filosofía sea una herramienta inútil dentro de nuestra cultura. Es más, nos empuja hacia la búsqueda de un camino nuevo, y es reconocer la diversidad filosófica como una virtud, como una riqueza, un rasgo esencial y no como un inconveniente de la filosofía.

Para ello debemos adentrarnos en la historia de la filosofía buscando: la función histórica que ha cumplido en cada momento para descubrir así cuál es la necesidad humana que la ha creado y tratar de comprender el sentido y validez que tuvo la filosofía en cada época intentando ver si ese sentido y validez puede servir para justificar su vigencia en la actualidad.

Se trataría de contemplar los textos filosóficos como contenedores de tesoros del pensamiento, útiles para nuestra reflexión; puesto que, nos aportan líneas de reflexión sin eximirnos de nuestra responsabilidad de pensar por nosotros mismos la época actual. Los textos filosóficos nos obligan a entablar un diálogo, un debate con ellos buscando; por un lado, soluciones a los problemas actuales y por otro, la actualidad de las ideas del pasado.

S. Hook, nos dice que cuando leemos a Hobbes, a Hume, a Locke y a Kant, vemos en ellos los problemas perennes de la vida social y de la condición del hombre; en los textos de Platón y Aristóteles, vemos los temas que aún preocupan a la cultura humana.

Moisés González propone analizar la actividad de las filosofías desde el pasado, desde la historia, tratando de comprender el sentido que querían darle a los textos sus autores, tratando de responder a la cuestión de por qué y para qué filosofaron; sometiéndose no al escándalo de la filosofía, sino al enriquecimiento que produce la pluralidad filosófica, y al fortalecimiento que provoca su aceptación o rechazo.

1.3 Los orígenes del pensamiento filosófico

¿POR QUÉ SURGE LA FILOSOFÍA?

Los problemas filosóficos, no han surgido de la nada, sino que tienen una continuidad histórica, como reconocen pensadores como Heidegger cuando nos dice que la palabra filosofía está en la partida de nacimiento de nuestra propia historia.

Si nos preguntamos ¿por qué surgió la filosofía?, tenemos que decir que nace vinculada a la necesidad humana de convertir un mundo extraño y ajeno en algo habitable y confortable. En palabras de Hegel, la tarea de la filosofía es hacer que el hombre se sienta en el mundo como en su propia casa. En esta tarea comparte origen con la religión y con los mitos, todos ellos pretendían el mismo objetivo.Pero la filosofía supera a los anteriores, puesto que, contiene el razonamiento filosófico; es decir, está dotada de una nueva lógica, el logos, que utiliza a la razón como instrumento para descubrir el orden de la naturaleza. El logos dispone de un lenguaje demostrativo, sobrio, austero, pero capaz de comunicar sus descubrimientos y de atraer y ofrecer soluciones a la sociedad.

La filosofía nace en Grecia y por eso se puede hablar de Grecia como cuna de la humanidad y como la instauradora de un nuevo orden, el de la razón.

Este giro supone que la religión cede paso a la filosofía, que Dios cede terreno al hombre y que la lógica mítica da paso a la reflexión racional humana a la hora de hacer más comprensible el mundo, a la hora de transformarlo y de modificarlo. La iluminación divina de los sacerdotes es sustituida por el examen racional de los filósofos que inicia la ciencia y la filosofía.

Puesto que la filosofía nace para responder a necesidades prácticas, ¿qué nueva necesidad humana provoca el nacimiento de la filosofía? Aquí hay que dar una respuesta doble:

Por un lado la incapacidad manifiesta del mito y de la religión para asegurar el control sobre el mundo, lleva a un intento de sustituirlos por la filosofía de un modo progresivo y lento; instaurar una vida plenamente racional es una tarea aún pendiente.

Por otro, la confianza que poco a poco se va acrecentando en la filosofía, en la razón, para buscar respuestas satisfactorias. La trasformación del mundo exige una interpretación del mismo en términos racionales, de ahí que la actividad filosófica y científica, unidas, se convierta en la única garantía de progreso para hombres y civilización. Cuando la teoría huye del saber práctico, ambos quedan enormemente limitados.

Los primeros filósofos emprendieron dos tareas: por un lado la construcción de una nueva y real imagen del universo y por otro la formación de un nuevo orden moral y político basado en la objetividad y la racionalidad. Y lo hicieron, no viendo en la filosofía solamente una crítica, una actividad puramente especulativa, “conocer por conocer”; sino también práctica, que era capaz de ofrecer soluciones concretas a los problemas sociales, era capaz de conocer y modificar el medio natural, social y humano para aportar bienestar. Así, para Platón, conseguir una sociedad en la que todos sus habitantes sean felices y se logre la justicia, se presenta como objetivo, Epicuro sostenía que “vana es la palabra de aquel filósofo que no alivie el sufrimiento humano”. Más adelante, Kant nos dirá que “La filosofía no es solo un sistema de conocimientos” sino también “…la ciencia de referencia de todos los conocimientos, para lograr los fines esenciales de la razón humana”

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Probablemente el olvido de esta función práctica de la filosofía sea la causa de su actual situación de abandono y lejanía de la vida cotidiana. Ésta es también la excusa que esgrimen quienes pretenden abolir la filosofía y mostrar que es una disciplina superada. Por ello, es necesario reivindicar la filosofía en términos platónicos, llevando la acción al ámbito de la filosofía. “Una adecuada y justa ordenación de la vida humana a nivel individual y colectivo sólo es posible a partir del verdadero conocimiento, del mundo, de la sociedad y de uno mismo”. La filosofía no puede ser absorbida por la acción, sino que debe dirigirla.

Si trasladamos este esquema a nuestros días, tendremos que concluir que: primero, la tarea de la filosofía es pensar la época actual y segundo tomar conciencia, y aplicar su capacidad racional crítica y creativa al desarrollo deshumanizado de la técnica y de la ciencia. Hoy día es necesaria la aportación de la filosofía, para establecer las prioridades al progreso, para seguir respondiendo a la pregunta ¿A dónde vamos?, que parece poder transformarse en ¿A dónde queremos ir? Y las respuestas que proporcione le exigen revisar su papel y sentido en la sociedad actual, conservando su mirada sobre el pasado, su capacidad racional, crítica; y sobre todo, creadora de nuevas formas de vida.

EL FILOSOFAR DE LOS INICIADORES

La civilización tal y como hoy la conocemos nació en Grecia, allí está la cuna de la filosofía y de la ciencia. Grecia era un lugar abierto al mar, donde se daban cita hombres de diferentes culturas que no sólo intercambiaban mercancías, sino también experiencias y episodios culturales. En un ambiente en el que el comercio primaba, fermenta la libertad política, el hombre se siente libre de trabas religiosas y es capaz de cuestionar y hacer autocrítica sobre sus propias creencias y valores.

Los primeros filósofos fueron hombres prácticos, fueron consejeros políticos, fundadores de colonias, hombres preocupados por dominar el mundo a través de su conocimiento y hombres capaces de poner en jaque a los mitos cuando estos no solucionaban el misterio que encerraba la naturaleza. Su objetivo era descubrir la causa objetiva de los fenómenos, responder a preguntas concretas tales como, ¿cómo se produce un eclipse? Llegaron a predecir uno (Tales de Mileto). Dejaron en los hombres la idea de que existe un orden natural en el universo, que con nuestra razón somos capaces de descubrir.

Un ejemplo es Anaximandro, capaz de elaborar un mapa de navegación y de llenar sus explicaciones de la naturaleza de una atmósfera secular y profana, de un aire de racionalidad científica libre de superstición divina, cuando afirmaba, por ejemplo, que las lluvias nacían del vapor de agua que brotaba de la naturaleza cuando estaba calentada por el sol.

Otro iniciador va a ser Anaxímenes, que elimina todo lo sobrenatural en su explicación sobre cómo se ha originado el mundo, y trata por todos los medios de hacerlo inteligible, controlable y manipulable por el ser humano.

Y es que la previsibilidad es una de las características que van buscando los milesios, a los que ante todo hay que considerarlos unos humanistas. Su primera tarea fue quitar protagonismo a los dioses mitológicos para dárselo a los hombres. Con ellos se inicia la historia de la filosofía y de la ciencia, ellos dan los primeros pasos para elaborar un modelo conceptual del mundo, que llevan al hombre hacia el bienestar y la libertad.

1.4 Los sofistas y Sócrates.

Atenas, tras la victoria de los griegos sobre los persas en el siglo V a. C., se convertirá en la gran potencia del mundo griego. En ella se produjo una gran revolución; la aparición del gobierno democrático, que va a tener en Atenas y en la figura de Pericles su máxima expresión. Se trata del fin de las viejas aristocracias dictatoriales y oligárquicas; y la aparición de un tipo de gobierno popular, la democracia directa en la que todos los que eran considerados ciudadanos – los metecos, los esclavos, las mujeres y los extranjeros no lo eran- eran considerados iguales ante la ley e iguales a la hora de poder tomar la palabra ante la asamblea. Tenían voz y voto en la dirección de los asuntos de la ciudad. Esta dimensión democrática de Atenas se recrea en el escenario de la polis, la ciudad estado griega, y dentro de ella en la asamblea, donde los ciudadanos toman la palabra y defienden sus intereses. Este escenario explica la afirmación de Vico, que sitúa el nacimiento de la filosofía en la plaza pública de Atenas.

En este marco los grandes protagonistas de la escena filosófica ateniense, durante el siglo V a. C., fueron los sofistas, un conjunto de pensadores griegos que tienen en común dos características fundamentales: entre sus enseñanzas incluyen un conjunto de disciplinas humanísticas (retórica, lingüística, etimología, moral, derecho...) y que son los primeros profesionales de la enseñanza. Su método de investigación era inductivo, acumulando datos e informaciones en sus viajes a lo largo de los pueblos del mediterráneo, de los que derivan conclusiones de carácter práctico.

Su objetivo es formar a sus discípulos, los jóvenes ciudadanos, para que alcancen la virtud, entendida como desarrollo de la capacidad para triunfar en los asuntos de la polis. Eran maestros de la palabra, que pretendían entusiasmar, convencer, argumentar con ella. Se interesan por el modo en que se desarrollan opiniones en la sociedad, investigan la verdad y niegan la existencia de una verdad o una moral universal. Siembran la sociedad de relativismo, subjetividad y escepticismo. Los sofistas, por tanto, fueron los responsables del giro antropológico en filosofía; es decir, el cambio de problemas relevantes, desde las preguntas presocráticas por el origen y la estructura de la naturaleza, hasta las nuevas preguntas sofistas por el conjunto de las instituciones y normas humanas. El nomos (ley) para los sofistas era una cuestión subjetiva y relativa, producto de las convenciones humanas. Frente a este relativismo de los sofistas se levantó Sócrates, el maestro de Platón, una figura legendaria de la filosofía, y que en su búsqueda de definiciones universales y absolutas puso las bases para la posterior filosofía de Platón.

Dos son los grandes sofistas: Protágoras defiende un relativismo de los valores y la convencionalidad de las leyes. Cada pueblo posee leyes y costumbres diversas, la ley es por tanto creada por los legisladores, fruto de la convención, no de la naturaleza. Es modificable, y la preferencia por un sistema moral u otro, está en función de su utilidad.

Ante el relativismo de la verdad, piensa Protágoras, que lo que el político ha de hacer, es plantearse cómo puede cambiar la opinión de la gente en torno a determinados temas, buscar los mecanismos para cambiar la opinión de la gente en la asamblea, o sea, ha de aprender a persuadir a los demás. En esta línea se le atribuye la afirmación: "hacer más fuerte el argumento más débil", es decir, cree en el poder de la oratoria, de la erística, para conseguir que los intereses que defiende el orador se lleven a cabo, al margen de lo que sea mejor o peor para la comunidad. "El hombre es la medida de todas las cosas, de las que son en tanto que son y de las que no son en tanto que no son".

Gorgias, en un conocido escrito va a oponerse a la identificación de Parménides del ser con lo cognoscible. La oposición baraja las tesis siguientes.1. - Nada hay o es. Nihilismo del ser.

2. - Si algo hubiera, no sería cognoscible ni pensable para el hombre. Nihilismo del pensar.

3. - Si algo hubiera y fuese cognoscible, no sería comunicable. Nihilismo del decir.

Gorgias, mantiene un relativismo semejante al de Protágoras, y plantea un conocimiento donde la razón se limita a conocer hechos, circunstancias o situaciones de la vida de los hombres, la realidad es la realidad experimentada. Y no hay que buscar afirmaciones absolutas, sino que las afirmaciones, el deber, la ética varía en función de las personas, la edad, su posición…

Añade que el lenguaje, no tiene capacidad para significar nada, el lenguaje no tiene nada que ver con la realidad. La única capacidad del lenguaje es mostrar opiniones convincentes. El lenguaje sirve para manipular y dominar a los demás. Las palabras son capaces de persuadir y engañar.

La palabra es un arma ante la cual están indefensos quienes no son capaces de utilizarla con habilidad. Por eso en sus cursos era fundamental la retórica, como arte de persuadir. Quien domina la palabra dispone de un instrumento para dominar a los demás.

Frente al universo cultural levantado por los sofistas, lleno de relativismo y subjetividad, Sócrates tratará de ocupándose de los mismos temas, devolverle a la verdad y a la moral su expectativa de universalidad. Cicerón dirá sobre Sócrates: que "Hizo bajar la filosofía desde el cielo, la estableció en las ciudades, la introdujo en los hogares y la convirtió en el instrumento necesario para las investigaciones sobre la vida y la moral, el bien y el mal". Lo que conocemos de él es debido al testimonio de autores que han sido sus discípulos y sus adversarios, sobre todo Platón que lo convierte en protagonista de sus diálogos.

Llega Sócrates, a la identificación de que la virtud es ciencia y el vicio es ignorancia. De ahí deduce que nadie hace el mal a sabiendas, sino por ignorancia de lo que es el bien. Este planteamiento es el intelectualismo moral, que rezuma un exceso de confianza en la razón, tanto, que coloca a la razón como condición necesaria y suficiente para hacer el bien. Que sea necesaria es comprensible, pero que sea suficiente para hacer el bien es una ingenuidad y un no tener en cuenta la intervención de la voluntad, como ya le echó en cara Aristóteles.

El camino para alcanzar esa verdad universalmente válida es el método educativo que poseía Sócrates y que consistía en "Ayudar a parir la verdad". Sócrates se confiesa partero (oficio de su madre) porque ayuda a los demás a parir la verdad a través del diálogo.

En la dialéctica, la investigación es una recurrencia al arte de la pregunta y la respuesta. Preguntar para deducir entre todos la verdad. Para que el interlocutor para la verdad. Se aprende dialogando y para ello propone un diálogo cíclico, progresivo que obliga a discurrir por uno mismo y en muchas ocasiones a desnudar el alma propia ante los demás. Dos son los momentos del método: la ironía con la que pretendía mediante una serie de preguntas breves poner de relieve lo superficial del conocimiento del interlocutor, (del naturalista, del sofista, del político) o de las ideas dominantes acríticamente admitidas. El objeto de este momento es hacer ver al interlocutor la debilidad de sus planteamientos, lo inseguro de sus ideas, que comprenda, que reconozca, que tome conciencia de su ignorancia. Trasladarlo al "Sólo sé que no sé nada", como punto inicial a partir del cual se puede empezar a construir el verdadero conocimiento. Su función está en crear un estado de ignorancia, de duda colectiva; que entre todos se superará. "Yo no sé, pero tú sí que sabes".

El reconocimiento de la propia ignorancia es el principio del conocimiento; puesto que, al admitirla nos pondremos en disposición de investigar sobre el tema, si no permaneceremos en nuestra supuesta sabiduría ficticia. La segunda parte es la mayéutica, el logro de una definición, la dialéctica nos lleva hasta la definición, la verdad, que no es hallazgo de la mente, sino descubrimiento de la realidad. Definir es delimitar, reducir los términos. Suponer un acuerdo en torno a nociones que manejaban los hombres en su vida en la polis.

Sócrates va a defender frente al relativismo de los sofistas, frente a la consideración de que existían diversos criterios y normas morales, que sí podemos aplicar un predicado general a una pluralidad de individuos o situaciones será porque, en todos ellos se da algo común, y por tanto el predicado no será algo vacío, sino que tendrá su referente, su significado en la realidad. Ej. Si podemos decir "es justo" de una serie diferente de situaciones, será porque en todas ellas se da algo en común. De esta manera encuentra Sócrates que existen los objetos estables del conocimiento. El habla de lo universal, como aquello que está más allá de los entes particulares percibidos sensorialmente. Es lo expresado por el concepto, la definición fruto de la dialéctica, del diálogo.

1.5 La organización de la ciudad en Platón; política, verdad y justicia.

La principal preocupación de Platón habría sido su participación en la vida política, especialmente en Atenas. La ciudad que se encontró Platón, acaba de pasar por la Guerra del Peloponeso, una de las múltiples guerras contra Esparta y se encuentra en un período de crisis. Estaba gobernada por una democracia que, a juicio de Platón, tenía dos graves defectos: la incompetencia de los gobernantes y el hecho de que los intereses de quienes había en el poder eran más tenidos en cuenta que los intereses de los ciudadanos. Para colmo, condenan a muerte a Sócrates, a quien Platón considera el mejor de todos los hombres. A partir de ese momento Platón confiesa que dedicará todos sus esfuerzos a la construcción de una ciudad con un orden político que no permita que ese desmán se vuelva a producir, y para ello pretende establecer en ella un orden basado en el orden del ser, en el orden del universo. “Es obligado decir en alabanza de la correcta filosofía, que sólo con su luz se puede reconocer donde está la justicia en la vida pública y en la vida privada.” Su proyecto filosófico va a ser sobre todo un proyecto político.

Este período político se va a caracterizar por un dominio, en la vida política, de las formas sofistas, donde lo importante no es la búsqueda de la verdad, sino convencer a los demás de que mi verdad es la verdad. Los sofistas se tildaban a sí mismos de ser conductores de almas, y de convertir los argumentos más débiles en argumentos sólidos y fuertes. Eran diestros en el arte de persuadir, de convencer a los demás. Platón, por su parte, buscaba una verdad sólida, universal, absoluta, no cambiante y relativa como pretendían los sofistas, en un entorno de sociedad atravesada por una fuerte decadencia de los valores y degeneración de las costumbres.

Embarcado en esta tarea, funda la Academia, cuyo objetivo es formar hombres de estado, políticos y gobernantes, cargo que ha de recaer sobre los filósofos. En esta tarea educativa, hay que ver la dialéctica, que aparece entre otros lugares de su obra, en el mito de la caverna, dentro de República. El sistema de conocimiento que proporciona al alma la posibilidad de elevarse desde los objetos más simples y los niveles de conocimiento más bajos, la conjetura y la creencia hasta las ideas más elevadas, ayudándose del puente, que son las matemáticas y el pensamiento discursivo, entre el mundo sensible y el mundo inteligible y, llegar a través de la facultad dialéctica al conocimiento de las ideas para contemplar por fin la idea de Bien como el principio último de explicación y el más alto grado de sabiduría, que ha de ser alcanzado por los filósofos en su objetivo de conducir las ciudades hacia él de un modo justo.

La política y la ética se cruzan en Platón y ambas se fundan en la idea de Justicia. Su teoría del conocimiento tiene una misión moral. Pero para comprender más claramente el concepto de Justicia manejado por Platón en su teoría política hay que conocer también su concepción antropológica. El hombre es para Platón un compuesto de cuerpo y alma, donde el alma es tripartita y representa los distintos aspectos de la realidad sicológica del hombre: los apetitos, las pasiones y la razón. La razón, es el alma racional, el puro pensar, por ella podemos alcanzar la contemplación de las ideas, y ha de cultivar la prudencia y la sabiduría; el alma irascible, es la fuente de pasiones nobles, y ha de tender hacia la fortaleza, el valor; y el alma concupiscible es la sede de las pasiones innobles como el instinto de conservación y el sensual, apetitos groseros y bajas pasiones. Le corresponde aspirar a la virtud de la templanza.

El alma tiene como misión dirigir al hombre hacia la virtud, y en este camino, se ve obligada a lograr la armonía. La virtud como armonía, sostiene la pretensión de que ha de lograr el acuerdo entre las tres partes del alma, (racional, irascible y concupiscible) la armonía surge cuando "cada parte hace lo que le es propio". En ese momento tendremos un alma justa, “cuando cada parte domine o sea dominada entre sí conforme a naturaleza”. Lo cual quiere decir que la parte racional, siendo prudente ha de guiar a la parte irascible que deberá de ser valerosa, y entre ambas dominaran la concupiscible que ha de ser atemperada. El hombre que así lo consiga será armonioso y justo.

Platón deriva de esta imagen de la virtud como armonía, una concepción político de justicia, como es “hacer cada uno lo suyo”, ese será el objetivo a lograr en la sociedad. Y si a ello añadimos la distinción de clases sociales que hace Platón basada en la propia naturaleza de cada individuo que habita en la ciudad, donde distingue lo siguiente: “Vosotros, todos cuantos habitáis en el estado, sois hermanos. Pero el dios que os modeló puso oro en la mezcla con que se generaron cuantos de vosotros son capaces de gobernar, por lo cual son los que más valen; plata, en cambio, en la de los guardias y hierro y bronce en las de los labradores y demás artesanos.”

Se puede ver así una sociedad estratificada y jerarquizada en la que los gobernantes serán los más dotados de razón, puesto que el gobierno ha de estar en manos de los mejores, de los más sabios, en los filósofos, por sus capacidades naturales y por su educación. Los guerreros serán los ciudadanos más valerosos, los más dotados de fortaleza, los irascibles; y los productores los más dotados de templanza, los concupiscibles. De este modo tendremos una sociedad justa, donde cada cual hará aquello para lo cuál mejor le ha dotado la naturaleza.

De este modo entiende Platón que el hombre solo puede ser justo en la medida en que lo es su ciudad, y que en su ciudad, no una clase, sino todas han de ser felices, puesto que cada uno persigue una felicidad distinta.

1.6 La búsqueda y la organización de la felicidad en Aristóteles: ética y política.

Aristóteles con respecto a Platón supone un cambio considerable, el que hay desde el idealismo platónico al realismo aristotélico. Mientras Platón daba más importancia a las Ideas del mundo inteligible; Aristóteles supone la reivindicación de lo sensible y de las apariencias. Con él se inicia una reivindicación del mundo de los sentidos. Abandona la Académica, y funda el Liceo, donde se instala un jardín botánico, un museo de ciencias naturales; se respira una preocupación por lo observable. La actividad filosófica de Aristóteles también va a ser más extensa que la de Platón, ocupándose de campos como la lógica, la física, ciencias, metafísica, ética y política. Todo ello desde la perspectiva que concibe el conocimiento como la adecuación de lo particular a los principios generales; la deducción desde unos axiomas absolutamente verdaderos y universales de conclusiones verdaderas siempre y cuando sigan unas normas lógicas determinadas.

La época aristotélica, se caracterizaba políticamente por una crisis en el sistema político de las polis griegas. Para superar esta decadencia, Aristóteles propone la necesidad de crear una amplia clase media y el hecho de situar como finalidad de la política el logro del bien común.

La ciudad nace por una inclinación natural que el hombre tiene a vivir en sociedad; el vivir del hombre, es un convivir. El hombre es un animal político, social, como prueba el hecho de que esté dotado de un lenguaje tan complejo que posibilita la comunicación a un nivel que ningún animal es capaz de lograr.

La primera tendencia es a agruparse en la comunidad primitiva que supone la familia, la casa “del mismo comedero”. A continuación se agrupa en la aldea, a la que se refieren como “hijos de la misma leche”; y una comunidad de aldeas constituirá la ciudad. Por tanto el estado es un todo, del que el individuo y la familia serán tan solo una parte. Eso sí, la ciudad, la polis, la política, tiene un compromiso con el hombre, y es proporcionarle un escenario para vivir bien. El objetivo de la política es hacer posible una vida humana lo más excelente y plena que sea posible; donde los hombres deben actuar y elegir de forma equilibrada, buscando el término medio y armonizando intereses individuales e intereses colectivos.

La ciudad es una entidad dinámica que tiende a conseguir un fin determinado, concreto y este es la felicidad. Es el bien del hombre y es el bien de la ciudad. Los ciudadanos viven en la polis para vivir bien, para vivir conforme a la virtud, para llevar una vida de plenitud racional. La razón es lo exclusivamente humano, lo que caracteriza al ser humano, lo que no comparte con ningún otro miembro de la naturaleza; por lo que entiende Aristóteles que es tarea del hombre dedicar su vida a cultivar la racionalidad. Aristóteles está dotando a la política de un claro contenido ético, al quedar bajo la tutela de la virtud. La virtud se convierte en el fin y en el ideal al que debe de aspirar la ciudad. La tarea pues del estado es crear las condiciones para que se dé una vida buena y perfecta, (la vida dedicada a la racionalidad) que además de satisfacer las necesidades primarias y materiales de los ciudadanos, vele para que la ciudad alcance la felicidad, puesto que, el bien, la felicidad del individuo está ligada al bien y la felicidad de la ciudad.

Hay diversas formas de conseguir el bien común, diferentes sistemas políticos. Los sistemas políticos, justos, como la monarquía: gobierno de uno solo, aristocracia, gobierno de los mejores y república gobierno de la comunidad; en los que se busca la justicia absoluta y los sistemas políticos injustos como la tiranía, que sería una desviación de la monarquía; la oligarquía como una desviación de la aristocracia y la democracia una desviación de la república, en los que tan solo tienen en cuenta el interés de los gobernantes; son defectuosos y todos ellos desviaciones de los primeros, pues son despóticos y pierden de vista que la ciudad es una comunidad de hombres libres.

Vamos a hacer un comentario:

Platón: Sobre el rey filósofo.

"—A menos que los filósofos reinen en los Estados, o los que ahora son llamados reyes y gobernantes filosofen de modo genuino y adecuado, y que coincidan en una misma persona el poder político y la filosofía, y que se prohíba rigurosamente que marchen separadamente por cada uno de estos dos caminos las múltiples naturalezas que actualmente hacen así, no habrá, querido Glaucón, fin de los males para los Estados ni tampoco, creo, para el género humano; tampoco antes de eso se producirá, en la medida de lo posible, ni verá la luz del sol, la organización política que ahora acabamos de describir verbalmente. Esto es lo que desde hace rato titubeo en decir, porque veía que era un modo de hablar paradójico; y es difícil advertir que no hay otra manera de ser feliz, tanto en la vida privada como en la pública."

1. Extraiga la idea o ideas principales del texto.

2. Relacione estas ideas con el resto pensamiento del autor.

3. Relaciones el pensamiento del autor con el contexto histórico y filosófico del mismo.

4. Señale la influencia de sus ideas en la historia posterior y/o en la actualidad.

5. Diga críticamente justificada su opinión personal sobre el texto y la filosofía del autor.

Coloque encima de cada apartado los epígrafes siguientes:

1. Comentario interno; apartados 1 y 2.

2. Contexto histórico, filosófico y cultural del pasaje; apartado 3.

3. Comentario externo; apartados 4 y 5.

Más textos para practicar:

Mito de la caverna

- Después de eso -proseguí- compara nuestra naturaleza respecto de su educación y de su falta de educación con una experiencia como ésta. Represéntate hombres en una morada subterránea en forma de caverna, que tiene la entrada abierta, en toda su extensión, a la luz. En ella están desde niños con las piernas y el cuello encadenados, de modo que deben permanecer allí y mirar sólo delante de ellos, porque las cadenas les impiden girar en derredor la cabeza. Más arriba y más lejos se halla la luz de un fuego que brilla detrás de ellos; y entre el fuego y los prisioneros hay un camino más alto, junto al cual imagínate un tabique construido de lado a lado, como el biombo que los titiriteros levantan delante del público para mostrar, por encima del biombo, los muñecos.

Y otro texto

- Examina ahora el caso de una liberación de sus cadenas[1] y de una curación de su ignorancia qué pasaría si naturalmente les ocurriese esto: que uno de ellos fuera liberado y forzado a levantarse de repente, volver el cuello y marchar mirando a la luz, y al hacer todo esto, sufriera y a causa del encandilamiento fuera incapaz de percibir aquellas cosas cuyas sombras había visto antes. ¿Qué piensas que respondería si se le dijese que lo que había visto antes eran fruslerías y que ahora, en cambio está más próximo a lo real, vuelto hacia cosas más reales y que mira correctamente? Y si se le mostrara cada uno de los objetos que pasan del otro lado del tabique y se le obligara a contestar preguntas sobre lo que son, ¿no piensas que se sentirá en dificultades y que considerará que las cosas que antes veía eran más verdaderas que las que se le muestran ahora?

- Mucho más verdaderas.

Y ahora de Aristóteles:

20. Aristóteles: La felicidad como supremo bien.

"El hombre que en Delos, en la morada del dios, manifestando su opinión personal, la hizo inscribir en el pórtico del templo de Leto, precisaba que lo bueno, lo bello y lo agradable no pueden pertenecer a la misma persona, diciendo: "Lo más hermoso es lo más justo; lo mejor, la salud; pero lo más agradable es lograr lo que uno ama". Mas nosotros no estamos de acuerdo con él, porque la felicidad, que es la más hermosa y la mejor de todas las cosas, es también la más agradable.

Ahora bien, acerca de cada asunto y de cada naturaleza hay muchas cuestiones que presentan dificultad y precisan examen; de estas cuestiones, unas atañen sólo al conocimiento del asunto, mientras que otras también a su adquisición y a la acción. Así pues, sobre cuantas presentan solamente un interés filosófico especulativo hemos de decir, en el momento oportuno, lo que puede ser apropiado a este estudio. Ante todo, se ha de examinar en qué consiste el bien vivir y cómo adquirirlo: si por naturaleza llegan a ser felices todos los que obtienen esta denominación (como ocurre con los grandes y pequeños de estatura y de aspectos diferente), o bien por medio del estudio (como si la felicidad fuera una cierta ciencia), o por algún ejercicio (pues muchas cosas no existen entre los hombres ni por naturaleza ni por el estudio, sino que son adquiridas por medio de los hábitos, las malas por medio de malos hábitos, las buenas por medio de hábitos buenos); o si la felicidad no viene por ninguno de estos medios, sino por uno de los dos siguientes: por la inspiración de algún ser demoníaco, a manera de "transportados", como es el caso de las personas poseídas de ninfas o de dioses, o por obra de la fortuna (mucha gente, en efecto, identifica la felicidad con la buena suerte).

Es evidente, por tanto, que la felicidad aparece entre los hombres en virtud de todas estas causas o de algunas o de una sola, pues casi todas las génesis caen dentro de estos principios. De hecho, también todos los actos que proceden del conocimiento pueden incluirse entre los que proceden de la ciencia. Con todo, el ser feliz y el vivir dichosa y bellamente consistirían principalmente en tres cosas al parecer las más deseables: unos dicen, en efecto, que la prudencia es el mayor bien, otros la virtud, otros el placer. Y con relación a la felicidad, algunos discuten acerca de su importancia respectiva, afirmando que una contribuye a la felicidad más que otra. Así, unos sostienen que la prudencia es un bien mayor que la virtud; otros, que ésta es superior a aquélla, y otros, en fin, que el placer es superior a las otras dos; y algunos creen también que la vida feliz es una consecuencia de todas estas cosas, otros que lo es de dos de ellas, y otros que consiste en una sola de ellas.» (ARISTÓTELES, Ética Eudemia I 1214a-1214b, Ed. Gredos, Madrid, 1985.)

Y otro más de Aristoteles.

21. Aristóteles: El fin de la comunidad civil

"Vemos que toda ciudad es una comunidad y que toda comunidad está constituida en vista de algún bien, porque los hombres siempre actúan mirando a lo que les parece bueno; y si todas tienden a algún bien, es evidente que más que ninguna, y al bien más principal, la principal entre todas y que comprende todas las demás, a saber, la llamada ciudad y comunidad civil [...].

La comunidad perfecta de varias aldeas es la ciudad, que tiene, por así decirlo, el extremo de toda suficiencia, y que surgió por causa de las necesidades de la vida, pero existe ahora para vivir bien. De modo que toda ciudad es por naturaleza, si lo son las comunidades primeras;

porque la ciudad es el fin de ellas, y la naturaleza es fin. En efecto, llamamos naturaleza de cada cosa a lo que cada una es, una vez acabada su generación, ya hablemos del hombre, del caballo o de la casa. Además, aquello para lo cual existe algo y el fin es lo mejor, y la suficiencia es un fin y lo mejor.

De todo esto resulta, pues, manifiesto que la ciudad es una de las cosas naturales, y que el hombre es por naturaleza un animal social, y que el insocial por naturaleza y no por azar o es mal hombre o más que hombre, como aquel a quien Homero increpa: "sin tribu, sin ley, sin hogar", porque el que es tal por naturaleza es además amante de la guerra, como una pieza aislada en los juegos. La razón por la cual el hombre es, más que la abeja o cualquier animal gregario, un animal social es evidente: la naturaleza, como solemos decir, no hace nada en vano, y el hombre es el único animal que tiene la palabra. La voz es signo del dolor y del placer, y por eso la tienen también los demás animales, pues su naturaleza llega hasta tener sensación de dolor y de placer y significársela unos a otros; pero la palabra es para manifestar lo conveniente y lo dañoso, lo justo y lo injusto, y es exclusivo del hombre, frente a los demás animales, el tener, él solo, el sentido del bien y del mal, de lo justo y de lo injusto, etc., y la comunidad de estas cosas es lo que constituye la casa y la ciudad.

La ciudad es por naturaleza anterior a la casa y a cada uno de nosotros, porque el todo es necesariamente anterior a la parte; en efecto, destruido el todo, no habrá pie ni mano, a no ser equívocamente, como se puede llamar mano a una de piedra: una mano muerta será algo semejante. Todas las cosas se definen por su función y sus facultades,

y cuando éstas dejan de ser lo que eran no se debe decir que las cosas son las mismas, sino del mismo nombre. Es evidente, pues, que la ciudad es por naturaleza y anterior al individuo, porque si el individuo separado no se basta a sí mismo será semejante a las demás partes en relación con el todo, y el que no puede vivir en sociedad, o no necesita nada por su propia suficiencia, no es miembro de la ciudad, sino una bestia o un dios. Es natural en todos la tendencia a una comunidad tal, pero el primero que la estableció fue causa de los mayores bienes; porque así como el hombre perfecto es el mejor de los animales, apartado de la ley de la justicia es el peor de todos: la peor injusticia es la que tiene armas, y el hombre está naturalmente dotado de armas para servir a la prudencia y la virtud, pero puede usarlas para las cosas más opuestas. Por eso, sin virtud, es el más impío y salvaje de los animales, y el más lascivo y glotón. La justicia, en cambio, es cosa de la ciudad, ya que la Justicia es el orden de la comunidad civil, y consiste en el discernimiento de lo que es justo.» (ARISTÓTELES, Política 11252a 1253b, Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1970.)

De estos últimos, es conveniente tomar solo un fragmento de unas 10 líneas aproximadamente.