Tema 4

Tema 4. La filosofía en la hora presente.

1. Sentido actual de la filosofía.

2. La filosofía ante la ciencia y la técnica.

3. Filosofía y política.

4. Humanismo y filosofía.

5. ¿Crisis del humanismo, crisis de la modernidad?

Textos de lectura: Nietzsche y Ortega y Gasset (los textos de ambos autores recogidos en el libro recomendado).

SENTIDO ACTUAL DE LA FILOSOFÍA

La pregunta esencial de la filosofía es: ¿qué es la vida humana?

Hoy la respuesta se ha complicado, pero a la vez se cuentan con unas herramientas inimaginables para responderla,

el problema está en que la filosofía se encuentra en un callejón sin salida, alejada de los centros de decisión que controlan el destino del mundo y lanzando mensajes sin interés.

Eso nos hace preguntarnos, ¿cómo ha evolucionado la filosofía?

Pues, 1.− Una parte se ha convertido en ciencia,

apoyándose en el experimento científico, pero la ciencia y la técnica no han construido un mundo de hombres realizados,

han solucionado muchos problemas, pero han abierto las puertas a otros.

2.− ¿Qué le queda aún a la filosofía?,

solventar los problemas creados por la ciencia

y trazar el camino que lleva a la realización humana usando los avances de la ciencia;

es decir, estamos donde estábamos al comenzar, con los mismos objetivos PERO la filosofía está atravesada hoy en día por un caos y una desorientación que la incapacitan.

La filosofía necesita encontrar su sentido para luchar contra las nuevas formas de tiranía e injusticia que atraviesan las sociedades.

Como características de la filosofía extraídas de ésta mirada al pasado, se puede decir:

que la filosofía ha sido siempre solidaria con su tiempo,

que ha estado comprometida con la búsqueda neutral y libre de la verdad objetiva,

que la filosofía no se reduce a una contemplación sino que ha estado vinculada a una acción.

Un filósofo no puede ser un hombre retirado del mundo, un místico o un visionario

sino que ha de aplicar al presente lo que la filosofía del pasado nos ha enseñado, que su misión es pensar la época actual, analizando críticamente los problemas filosóficos, buscando soluciones.

En este sentido Popper nos dice que “Sólo puedo decir que si no tuviera serios problemas filosóficos y ninguna esperanza de resolverlos, no tendría excusa para ser filósofo”.

Ser filósofo obliga a enfrentarse a los problemas que la sociedad científico−técnica plantea.

La implantación del imperio de la técnica nos llevaría a una nueva época de barbarie,

por lo que es necesaria una revisión crítica de nuestra responsabilidad moral y política, es tarea de la reflexión filosófica la de proporcionar nuevos caminos de realización humana.

Entre los problemas actuales Marcuse señala el masivo adoctrinamiento ideológico practicado por las sociedades avanzadas que está dejando al hombre, sin herramientas para elegir su propio destino;

la filosofía ha de ser una fuerza que contrarreste la supeditación del individuo a centros de poder ajenos a sí mismo.

Marx veía la filosofía como la encargada de gestionar la emancipación del hombre y no puede quedarse cruzada de brazos ante una sociedad opulenta que:

1.−Dispone de los medios técnicos para evitar la miseria, la pobreza, la represión... pero no tiene voluntad política y moral para hacerlo.

2.− Ha creado el estamento social de las personas superfluas (desempleo crónico), ha decidido mantenerles como seres humanos excedentarios (robándoles su dignidad).

Otro problema es la necesidad de construir la paz, no por la vía de la carrera armamentística que lleva indefectiblemente a una muerte universal,sino como dice Bobbio mediante la formación de una conciencia atómica.

La filosofía no puede perder el vínculo con la realidad y esta condición obliga a entablar un diálogo permanente con la ciencia y la técnica,

y a prevenir contra el fanatismo que acecha tras la tecnificación.

La filosofía no puede desviarse de los grandes temas que el pensamiento tiene hoy planteados,

como son las grandes diferencias de poder,

el materialismo que se esconde tras las decisiones políticas,

la radical diferencia entre la organización del mundo y cómo ésta debería de ser

o el hecho de que la vida está cada vez más complicada para las masas de los pueblos europeos.

La respuesta que la filosofía produzca ha de estar atravesada por las ideas de que la filosofía es de siglos, no de días como señaló Schlick,

y si buceamos en el pasado,

los problemas filosóficos eran muy similares a los actuales y las respuestas filosóficas, seguirán siendo abiertas y posibles, pero nunca definitivas,

pero ello nos las invalida:

La tarea de los filósofos hoy es la repensar hasta el fondo las cosas, no la de continuar pensando sus propios pensamientos, y aquí aparece otro problema que atraviesa la propia filosofía: su academicismo inútil que la ha convertido en una nueva escolástica.

En este sentido, Horkheimer nos dice que la filosofía no ejerce ninguna función práctica, por lo que pierde su fuerza.

Este olvido de su función práctica la ha llevado a quedarse fuera de las vanguardias ilustradas y a que el mundo pierda el interés por ella.

LA FILOSOFÍA ANTE LA CIENCIA Y LA TÉCNICA

B. Russell nos dice que “La filosofía es capaz de sugerir diversas posibilidades que amplían nuestros pensamientos y nos liberan de la tiranía de la costumbre... rechaza el dogmatismo y... guarda vivo nuestro sentido de la admiración.”

Nuestra época es producto de la ciencia y la técnica, Ortega y Gasset nos dice que los hombres de hoy día viven de la fe en la ciencia que junto con la técnica han trasformado nuestras vidas modificando nuestra forma de ser y de pensar.Ciencia y técnica se han convertido en el nuevo dios;

el hombre religioso ha dado paso al hombre técnico.

Vivimos en el imperio de la técnica cuyo motor es la innovación,

la novedad que pretende satisfacer las necesidades internas de desarrollo y la expansión del sistema tecnológico que empujan al hombre hacia una evolución vertiginosa

donde se cambia la percepción del tiempo, la comprensión de futuro,

donde se nos obliga a vivir no el presente, sino en función de las expectativas de futuro.

Todo ello nos empuja hacia una profunda trasformación vital donde la tecnología exige nuevas formas de concebir y valorar la realidad,

imponiendo patrones culturales que afectan a la civilización.

El desarrollo de la técnica exige la vigencia de determinados valores en la sociedad, como son la coherencia lógica en los sistemas de preferencias,

una cierta vigencia de los principios de eficacia y de racionalidad económica

y en general una forma de moralidad racionalmente aceptable.

El creciente poder adquirido por la tecnología dificulta su control,

con lo que se restringe el marco de la libertad humana y la convierte en deshumanizadora;

de esta manera se diluye la responsabilidad moral de la toma de decisiones

y se aleja al ser humano de los mecanismo de control de la sociedad.

El creciente desarrollo de la tecnología permite:

ampliar las posibilidades reales humanas

y extender nuestro dominio sobre la naturaleza,

así como la capacidad de realizar nuevos sueños, de proyectar nuestro futuro.

Hoy es técnicamente posible acabar con la pobreza, con la miseria, tanto material como intelectual, la enfermedad y la muerte prematura.”

Hoy, como al inicio de la Modernidad la esperanza del hombre está en la ciencia y la técnica, PERO en este tiempo,

hemos descubierto que trae bienestar, pero también trae destrucción y muerte.

Las palabras de Aristóteles tienen aún hoy vigencia cuando escuchamos, que la técnica es algo maravilloso cuando va destinada a satisfacer las necesidades humanas,

que la máquina puede ser utilizada para liberarnos, pero también para esclavizarnos.

Sófocles ya hablaba de las dos caras del conocimiento, la admiración y el temor.

Y es que la civilización científico−técnica contemporánea está atravesada por estas contradicciones:

bienestar junto a destrucción y muerte,

opulencia junto a miseria,

liberación junto a opresión;

pero sobre todo está el peligro de la atrofia de un pensamiento incapaz de buscar alternativas.

La solución a tales contradicciones, pasa por la ciencia

que ha posibilitado que técnicamente se pueda alcanzar la paz y la liberación de todos;

pero también es necesario reconocer que con la sola ciencia no basta,

es necesario recurrir la razón filosófica

como herramienta clave para luchar contra la intolerancia y la barbarie y orientar hacia el camino de la paz y la prosperidad.

Ciencia y filosofía

Nunca ha habido filosofía al margen de la ciencia.

Hoy esa afirmación se hace más tajante aún,

y es que la filosofía del futuro ha de asumir la revolución científico tecnológica de las últimas décadas.

Hoy la cuestión es si tras el enorme desarrollo de la ciencia, ¿queda algo en el terreno de la filosofía?, o ¿la filosofía ha sido absorbida por la ciencia?

La conservación del espacio filosófico exige señalar problemas que escapen a la ciencia y que demanden la necesidad de la filosofía tanto para la ciencia como para la sociedad.

A la hora de responder hay que cuidarse de: no tomar la filosofía como un saber enciclopédico “un poco de todo”, pues esa concepción de la filosofía desapareció tras la Ilustración,

y reduciría a la filosofía a una criada para todo (Ortega).

No tomar la filosofía como un saber profundo frente a la ciencia tomada como saber superficial.

No tomar la filosofía como una esclava de la ciencia, como en otro tiempo lo fue de la teología.

Y es que la filosofía ha de seguir siendo un pensamiento independiente y libre,

ha de recoger el gran problema de la filosofía como es su relación con la ciencia misma.

La ciencia pretende ser la única forma de conocimiento, pensamiento posible, pero olvida la raíz filosófica de sus fundamentos metodológicos,

olvida que necesita de la filosofía para dotar de validez al método científico.

Hoy la verdad científica ha muerto, puesto que se reconoce que el conocimiento científico no es definitivo ni infalible

y que lo verdadero ha dado paso a lo razonable o lo probable, la coherencia ha sustituido a la verdad.

Y es que como dice Ortega y Gasset “El suelo sobre el cual el hombre está siempre no es la tierra, ni ningún otro elemento, sino la filosofía. El hombre vive en y desde una filosofía.”

Es necesaria una filosofía de la ciencia, para proporcionar los cimientos a la ciencia,

para elaborar toda una teoría del conocimiento,

para crear un lenguaje científico

y para, como señala Habermas, criticar a la ciencia.

La ciencia necesita de la filosofía para defenderse de los ataques que sufre hoy y que apuntan a su intención de convertirse en un pensamiento, en un saber único.

Las dos razones en las que se apoya para pretender ser un saber único:

1.− Que tiene un método apto para hallar respuestas satisfactorias a sus interrogantes y

2.− Que el enorme volumen de resultados garantiza la idoneidad de dicho método.

El punto de partida de estos ataques está en Thomas Kuhn La estructura de las revoluciones científicas, donde sostiene que en la evolución de la ciencia, no solo intervienen los hechos, la lógica y la metodología,

sino también la argumentación persuasiva, y razones de carácter sicológico;

comparó las revoluciones científicas (cambio de paradigma) con las revoluciones políticas.

Sobre este discurso se asienta el anarquismo metodológico de Feyerabend que sostiene que no existe ningún método científico que garantice la etiqueta de “científica”. “La idea de un método universal y estable que sea medida inmutable de adecuación, así como la idea de una racionalidad universal y estable, son tan fantásticas como la idea de un instrumento de medición universal y estable que mida cualquier magnitud con independencia de las circunstancias.”

El anarquismo metodológico recoge el todo vale como nueva metodología científica y se ha atrevido a relacionar las revoluciones científicas con las revoluciones estéticas.

Así la elección de un paradigma u otro, si en cuestiones estéticas depende del gusto,

en cuestiones científicas depende de la funcionalidad,

si es o no operativo y útil para determinado sistema de vida.

Se habla del carácter retórico de la ciencia, lo que supone reducir la lógica científica a retórica,

sobre la base de que se eligen los métodos demostrativos de las ciencias en función de su coherencia con determinadas formas de vida, o evidencias retóricas.

Körner señala la íntima relación existente entre los distintos aspecto de la vida intelectual. El futuro de la filosofía se haya vinculado a toda la vida intelectual humana,

la filosofía se desarrolla dando origen a nuevas disciplinas, como la partera de Sócrates,

reaccionando ante los cambios que se producen en el medio social e intelectual.

Los filósofos continuarán con su tradicional acción pionera por tierras de nadie y pensando sobre todo en sus temas más urgentes,que para la filosofía de la ciencia son:

mostrar que la ciencia no es una perfección aislada y estática, sino que es un miembro más de un mundo cambiante, material y social;

y situar críticamente a la ciencia, dejando espacio para el desarrollo humano.

Y es que como decía B. Russell: “El conocimiento científico es una bebida embriagadora y puede que la raza humana no pueda soportarla.” “Puede que los hombres que buscan los secretos del átomo sean castigados recibiendo por accidente los medios de exterminar la raza humana y tal vez la vida en este planeta.”

La filosofía ha de procurarnos una ciencia civilizada,

ha de procurar que la finalidad de la ciencia sea producir la liberación del hombre en lugar de amenazar la existencia de la humanidad.

Eliminar la opresión y el miedo trayendo prosperidad y paz.

Técnica y filosofía

La vida en la sociedad tecnológica plantea nuevos problemas y preguntas a la filosofía.

La tarea del filósofo es que la técnica se presente como liberadora, nunca como opresora y deshumanizadora.

La pregunta de la filosofía es ¿qué va a ser del hombre tecnológico?

Sófocles decía: “El mundo está lleno de peligros, pero no hay ninguno que sea tan formidable como el hombre”

Hoy se critica a la sociedad tecnológica desde la filosofía porque el dominio de la naturaleza no implica una liberación del hombre,

porque la existencia de una sociedad opulenta no implica la superación de la miseria

y porque el factor más negativo está en la pérdida de independencia y autarquía del individuo.

Adorno habla de esta pérdida de la subjetividad como el factor demoníaco de la técnica y la tarea de la filosofía sería la de resistencia ante los atentados de la racionalidad tecnológica.

Horkheimer habla de la atrofia del pensamiento, puesto que en la sociedad tecnológica, el hombre no necesita comprender las cosas, tan solo manejarlas,

así el pensamiento desaparece por innecesario. Es el fin del pensamiento libre.

Sin embargo no hay que ser catastrofista y anunciar la revolución de los robots,

puesto que la tecnología es una relación unívoca, hombre−máquina

hay que recordar que los sistemas tecnológicos nunca están completos,

lo que permite introducir variables que controlen elementos perjudiciales.

Lo que hay que evitar es producir máquinas sin prever las consecuencias que pueden ocasionar y así controlar el desarrollo social y técnico.

Por tanto la elección entre una opción técnica u otra es humana, moral y política, no exclusivamente técnica.

Ortega decía sobre la técnica: “…de puro llena de posibilidades es una forma hueca incapaz de determinar el contenido de la vida.”

Cómo llenemos nuestra vida depende de nuestras decisiones, que deben guiarse por el criterio de que la tecnología ha de estar al servicio de las necesidades sociales e individuales.

La tarea de guía de la vida humana corresponde a la filosofía

y hay que evitar que otros ocupen su lugar pues podrían llevar al hombre a viejas formas de superstición.

La filosofía aspira a ilustrar al hombre y a contribuir al bien de la humanidad, y debe ser ella quien nos oriente a la acción.

FILOSOFIA Y POLÍTICA

La técnica posee sus propias exigencias internas de desarrollo,

que satisface cambiando valores culturales, formas de concebir la realidad, trasformando la forma de vida de los individuos.

Por ello, los cambios que se producen en el entorno de la técnica trascienden a la sociedad

convirtiéndose en productos culturales que configuran las posibilidades que se abren a nuestro futuro.

Una de las instancias que más modifican las funciones sociales, es la política.

Cuando se habla del peligro de la técnica, de su acción deshumanizadora, se está aludiendo a su automatismo,

que puede llevarla a actuar con independencia del hombre, al margen de los objetivos humanos;

el mayor miedo es que el hombre sea absorbido por la técnica, que se hace así deshumanizadora.

En este contexto hay que entender a Horkheimer cuando dice que “a la técnica no se le puede hacer frente únicamente desde la técnica.”

Lo que hay que hacer es poner en marcha una disposición políticamente eficaz que ponga en relación

el potencial social del saber y poder técnicos

con nuestro saber y poder prácticos, morales.

Todo poder encierra a un tiempo calamidad y prosperidad,

el que sea una u otra cosa depende de la voluntad moral y política,

a cuya praxis compete el presente y futuro de la humanidad.

Es aquí donde entra en juego la filosofía como elemento reflexivo de la realidad social.

Los problemas técnicos en el fondo son problemas políticos. Marcuse

nos dice que los proyectos utópicos del pasado son hoy técnicamente realizables

y si no se materializan es por falta de voluntad política o por decisiones políticas inadecuadas o maliciosas.

El filósofo no puede mantenerse al margen de la política, no se trata de que sea un activista político,

sino que como actor social ha de ser el encargado de hacer inteligible la realidad

y de orientar conocimiento y acción hacia la emancipación y libertad humanas.

La filosofía ha de recordar que la realidad se gobierna por sus propios recursos y el pensamiento filosófico autónomo termina en obediencia civil.

La filosofía ha de asumir que, en política, el realismo es una exigencia práctica.

Maquiavelo recogió los principios de una política realista donde la reflexión sobre los fines ha de ir necesariamente acompañada de una reflexión sobre los medios.

Y es que la reflexión filosófica sobre la política tiene que ver con el uso de los medios en relación con los objetivos propuestos.

En política lo que cuentan son los resultados, así si los resultados no se alcanzan, entonces es que los medios eran los inadecuados.

Salvar el estado supone actuar de acuerdo con las conveniencias y olvidarse de la ética.

Sin embargo, hoy tenemos que pensar que

la política tiene ante sí, gracias a la técnica, la posibilidad de lograr la eficacia, a la vez que nos mantenemos políticamente dentro de la moral.

Hoy uno de los grandes problemas es la violencia política, el poder coercitivo, al cual no basta con condenar,

sino que hay que tratar de sustituir y utilizar la reflexión filosófica para arbitrar soluciones a conflictos sociales y políticos.

La política, ha de reconocer la magnitud del problema de la guerra

y tratar de solucionarlo no mediante la violencia, sino con planteamientos creativos y reflexivos más propios de la naturaleza humana

como el de Bobbio que sugiere la “formación de una conciencia atómica” para erradicar la guerra, como forma de solventar conflictos.

HUMANISMO Y FILOSOFÍA

Para Ortega la realidad primaria y decisiva del hombre consiste en ocuparse de su futuro, del futuro de la humanidad. Hoy en día, esto supone reflexionar entre otras cosas sobre la guerra,

y en este sentido quiere recoger reflexiones ya hechas por Kant,

quien habló de la paz perpetua y

dejó dicho que conseguirla exige cambios

en el mundo exterior,

en el contexto social,

en las instituciones,

pues esos cambios generan cambios internos a la naturaleza humana;

si conseguimos una sociedad sin conflictos sociales,

la naturaleza humana poco a poco irá empapándose de ese mismo espíritu, parecía querer decir. Había que aprender a pensar y ser de otro modo.

La paz perpetua, exige eliminar el recurso a la violencia como forma de redención.

Este planteamiento kantiano nos lleva a hacernos la siguiente pregunta: ¿es posible la trasformación de los seres humanos?

Una respuesta pesimista nos la ofrecen:

Maquiavelo, del que ya recogimos su idea sobre la maldad de la propia naturaleza humana

Así Bertrand Russell propone lo siguiente: “para poner fin a la Guerra, no debemos presionar únicamente a los gobiernos, sino que debemos eliminar también de nuestros corazones los venenos que hacen que la guerra parezca razonable: el orgullo, el miedo, la codicia, la envidia y el desprecio”

y el Sicoanálisis que distingue en el hombre por un lado el instintos de Eros, que tienden a unir y a conservar y por otro el instinto de Thanatos, que tienden a destruir y a matar.

Freud propone la domesticación de los instintos destructivos mediante la cultura.

Una respuesta más optimista la encontramos en el Renacimiento,

con Pico de la Mirandola quien nos propone al hombre como modelador y escultor de sí mismo,

“Lo que cada cual cultivare, aquello florecerá y dará su fruto dentro de él”.

Ortega y Gasset por su parte, niega la naturaleza humana y afirma su historicidad.“En vez de naturaleza, el hombre, tiene historia... para intentar ser lo que quiera. Por eso el hombre es libre”.

En la antigüedad, había príncipes entregados al centauro Quirón, para que educase las dos mitades del hombre: la mitad bestia y la mitad humana;

autores posteriores hablan del hombre como miembro del reino de la necesidad (naturaleza) y del reino de la moral o de la historia.

En nuestra mano está alimentar la bestia o desarrollar los impulsos creativos y expansivos de la vida.

Hoy la tarea del nuevo hombre es crear relaciones de cooperación entre los seres humanos.

Este hombre nuevo, solidario, sin odio, sin crueldad exige cambios en la mentalidad cientifico−técnica,

sobre todo se trata de reemplazar el afán de triunfo y dominio por la cooperación y la solidaridad.

Una vez comprendida esta meta, solo cabe encauzar la educación hacia su logro.

Probablemente si hoy miramos hacia la juventud envuelta en proyectos de ONGs, veamos esa apuesta por el hombre del futuro.

¿CRISIS DEL HUMANISMO, CRISIS DE LA MODERNIDAD?

La crisis actual afecta a los conceptos de Modernidad y Humanismo. A la Modernidad porque el proyecto de vida que trazó el hombre moderno del siglo XVII y XVIII se ha agotado en la razón científico−técnica. Y al Humanismo porque aquel hombre que veían los autores utopistas del Renacimiento como sujeto libre y creador, hoy ha visto restringida su libertad y creatividad.

Por todo ello surge una pregunta: ¿se puede sostener el ideario del hombre moderno en la sociedad postindustrial? La crisis del humanismo se inicia con su nacimiento. El humanismo renacentista sustituye el teocentrismo por el antropocentrismo, Más adelante, la Ilustración supone la sustitución de Dios por la diosa razón y a finales del XIX, Nietzsche nos muestra la muerte de Dios en su humanismo nihilista que divide la historia en dos: unos hombres sustituirán al Dios muerto por nuevos dioses, como la ciencia; otros sin embargo, aceptarán la muerte definitiva de Dios y proclamarán ¡Viva el superhombre!

A finales del XIX Marx también nos muestra su humanismo marxista que tiene su raíz en Hegel que reivindicó la realización del hombre aquí abajo, y no en el más allá nebuloso y lejano. Continúa con Feuerbach, quien lleva a la filosofía desde la teología a la antropología y culmina con Marx quien ve la crítica a la religión como la premisa de toda crítica; quien encuentra en la situación material del hombre la razón de la alienación religiosa y proclama que hay que eliminar el estado de cosas que necesita de falsas ilusiones en la mente de los hombres para sostenerse. “La superación de la religión como la dicha ilusoria del pueblo es la exigencia de dicha real”.

Con Marx, la filosofía se convierte en práctica, abandona la contemplación, para ser cabeza de la emancipación del hombre. El hombre científico técnico, fue el asesino de la religión, atravesado por un espíritu práctico y utilitarista, abandona la esperanza del más allá por las ofrendas que a él le hacen los nuevos poderes, la técnica. No es un ateismo teórico, sino práctico. Dios no es negado sino olvidado.

Pero aquella esperanza de paraíso terrenal fue fulminada por las dos Guerras Mundiales. De ahí surge el pesimismo hacia la condición de la naturaleza humana que se reflejará en el nuevo humanismo, el existencialismo. Heidegger confirma el fracaso del proyecto vital ideado por los hombres en la modernidad y nos habla del hombre como un ser para la muerte. Solo resta el puro existir en la conmoción de ese estar suspenso en que no hay nada donde agarrarse. Desde este momento la filosofía se presenta como una reflexión impotente y claudicadora ante la nada.

Tras las grandes guerras, nuevas esperanzas vinieron de la mano del desarrollo científico−técnico, la nueva fase cultural tecnológica, trajo bienestar, pero acompañado de nuevos problemas que ponen en peligro la supervivencia de la humanidad y degradan la naturaleza hasta límites insostenibles. Pronto aparecen las críticas frente a la concepción técnica de la realidad y del hombre, donde todo está regido por el cálculo, el rendimiento, la utilidad, donde el peligro de una final destrucción atómica convive con el sometimiento del hombre a la técnica de un modo cotidiano. De ahí que muchos autores pregonen el final del ideal de la modernidad y propongan el inicio de la postmodernidad. Entre ellos Vattimo quien la caracteriza como la disolución de la categoría de lo nuevo, como la experiencia del “fin de la historia”, como vivir bajo la continua amenaza de una catástrofe atómica.

La postmodernidad tiene como tarea crear una nueva imagen de la existencia, una nueva concepción del hombre, como algo que nace y muere, sin dimensiones metafísicas en su existencia. Nietzsche anunciaba que este hombre desnudo comenzará a mostrar “...colores y bellezas, enigmas y riquezas de significados... cosas en las que la humanidad ni siquiera soñaba.” La filosofía de la postmodernidad ha de orientarse a lo próximo y ha de reconocerle al desarrollo científico−técnico su capacidad de liberación humana; a la vez que reclamar de la sociedad, que sus resultados no han sido utilizados de un modo adecuado para la reforma de la sociedad.

Hay que desarrollar una línea de pensamiento encaminada a solventar los problemas que en la actualidad tiene pendientes la sociedad. Para ello hay que unir la razón a la decisión y convertir la ciencia y la técnica en fuerzas emancipadoras. Para ello, han de crecer de la mano la discusión y el consenso (Habermas). La filosofía ha de impedir que el fin de la conciencia religiosa degenere en una huida hacia las nuevas religiones subculturales y nos conduzca, por el contrario, hacia una confianza en una razón comunicativa, creativa y vigilante.