Estética

Estética

La Estética filosófica y la capacidad simbólica del ser humano.

La capacidad simbólica o la función simbólica, como es llamada por Piaget,

es la función que consiste en poder representar algo,

un significado cualquiera, por medio de un significante diferenciado que sólo sirve para esa representación. Se trata de una función evocadora de un objeto ausente, que aparece en el curso del segundo año de vida del ser humano.

Sobre esta capacidad simbólica del ser humano hay que entender gran parte de la evolución y la especificidad humana.

Podemos encontrar la función simbólica en algunas especies, pero mientras ellos tienen la limitación del aquí y ahora, del presente inmediato,

el hombre ha sabido desarrollarla para evocar el pasado, intuir el futuro y quizá lo más importante, construir referentes, significantes para ideas abstractas, para símbolos e imágenes ideados por él.

El hombre adquirió la capacidad de simbolizar, por tanto de transmitir información mediante mecanismos simbólicos, de trasmitir conocimiento.

La simbolización es la capacidad donde radican el resto de las capacidades culturales elaboradas: aprender, comunicar, almacenar, procesar y utilizar información. Víctor Turner

Ahí está la base sobre la que se desarrolla la cultura, que es definida (una de muchas definiciones de cultura) como sistemas de símbolos y significados compartidos. Desde ese momento, a la evolución natural, la herencia genética va acompañada de la herencia cultural que cada generación va aportando a la humanidad y entra en un proceso de incorporación de innovaciones vertiginoso a la vida humana.

La cultura como ese todo complejo que comprende conocimientos, creencias, arte, moral, derecho, costumbres y cualquier otro hábito o capacidad adquirido por el hombre en tanto que miembro de una sociedad; una forma de vivir y de interpretar la realidad que nos parece absolutamente natural y que raramente nos cuestionamos.

La gente crea, recuerda y maneja ideas, controlando y aplicando sistemas específicos de significado simbólico. La representación simbólica por excelencia es el lenguaje.

El propio lenguaje posee una estructura simbólica mayor que la de los propios símbolos que lo componen. Posibilita la capacidad de simbolizar nuestro entorno, y sobre todo, la tendencia a hablar y pensar en símbolos, de tal modo que en lugar de pensar en objetos del mundo real, pensamos en símbolos que remiten a ellos, enriqueciendo aún más el universo cultural humano y generando relaciones entre los símbolos que serían inimaginables entre los objetos.La capacidad simbólica no se desarrolla por sí sola, es necesario un proceso de socialización y enculturación para poder alcanzar el nivel de ser humano. Está ligada a procesos de aprendizaje que se prolongan durante toda la vida, mediante los cuales adquirimos el conjunto complejo de referencias espaciales, temporales, lingüísticas, emocionales y cognitivas que necesitamos. Ello significa, además de una gran versatilidad de respuestas (múltiples formas de adaptarse o posicionarse en el entorno social), una gran capacidad de transformación, de evolución lo que conduce a cambios progresivos y cohesistentes de modelos culturales.

(Hoy en día asistimos a un rápido proceso de homogeneización cultural, porque los contactos socializadores se han extendido a prácticamente todo el mundo y se hacen cada vez más intensos y efectivos, de modo que caminamos hacia una cultura global común. Hace 2000 años, a Alejandro Magno, lo pudieron conocer quizá millones de personas, hace 300 años, a Napoleón, lo pudieron conocer otros millones de personas, pero hoy, a Messi, lo conocen miles de millones de personas, y con el conocen hábitos, estilos de vida, aspiraciones, metas, sueños deseos, que se comparten y se convierten en únicos, unificando así los patrones culturales.)

Signos y símbolos: códigos y significados.

Tenemos que detenernos en el análisis de los símbolos. La mayoría de los autores sostienen que los símbolos pueden ser o verbales (lenguaje) o no verbales (imágenes, objetos como las banderas, gestos, disposiciones corporales como la forma de dar la mano o de sentarse, ideas o valores que se infieren y, las formas de relacionarse).

Hemos partido de que la capacidad de simbolización es universal, sin embargo, los símbolos sólo tienen significado dentro de su lengua o su cultura particular, fuera de su contexto, el símbolo puede no ser comprensible o ser malinterpretado.

La clasificación más tradicional de los símbolos es la de Charles Morris, que distingue tres tipos de signos:

Índices: hay una conexión natural entre representante y representado: humo-fuego, ladrido-perro.Iconos: hay un parecido formal entre representante y representado; una fotografía, la imagen de un santo, las palabras onomatopéyicas. Símbolos: relación arbitraria o abstracta entre significante y significado; rojo-peligro (se entiende porque se comparte un código común).

El símbolo actúa como estímulo sensorial o mental que tiene valor y significado en función del código cultural (conjunto de signos, de leyes que regulan su combinación, y que permite crear símbolos o cadenas de símbolos significativas y coherentes; -lenguaje-).

Esta consideración será fundamental a la hora de hablar de la belleza y del arte. Los símbolos presentan una alta condensación de asociaciones culturales, racionales y emocionales y están siempre abiertos a la posibilidad polisémica.

Además del lenguaje, considerado el producto simbólico por excelencia, encontramos otros productos culturales y sociales, como valores, modelos de conducta, corrientes de pensamiento, cánones estéticos que forman el universo simbólico de cada individuo, y que como hemos dicho solo tiene sentido dentro de la sociedad, o de la cultura que lo ha creado. La función simbólica, es tan importante en el hombre, que toda acción humana es simbólica. Dentro de este universo simbólico que construye cada cultura, si analizamos la relación entre el pensamiento y el símbolo, podemos establecer los siguientes tipos de símbolos:

Símbolos de solidaridad: símbolos de etnia y nación (la bandera de España con el toro negro de Osborne), o símbolos locales (la Giralda en Sevilla, el Cascamorras), los partidos políticos también tiene una eficacia simbólica (consignas, carteles, líderes, lemas…

Símbolos de jerarquía: rango y poder podemos verlos en el ejército, en la Iglesia (galones, color del solideo), clases, estratos, prestigio (marcas de coches, tiendas de ropa, bares alimentación…)

Símbolos del pasado: origen, historia, identidad, memoria colectiva, personajes, fechas, sucesos, mitología… (¿Baza? ¡Qué!)

Corrientes de pensamiento que analizan la capacidad simbólica

De entre las líneas de investigación que trabajan el simbolismo, nos vamos a detener en:

Símbolos religiosos y mágicos: orden sobrenatural, distinciones, solidaridad mística, ceremonias, magia, religión, magia y sociedad.

Ernst Cassirer (1874/1945) Entiende al ser humano como un animal simbólico y racional; en el que los rasgos característicos de la vida humana serían el pensamiento simbólico y la conducta simbólica; y su universo simbólico estaría formado por lenguaje, mitos, arte y religión.

El símbolo, que etimológicamente significa acuerdo o reunión, es una representación sensible de ideas, y las ideas son representaciones subjetivas de diferentes tipos de realidades. Estas representaciones, tanto las simbólicas (remiten a la realidad material) como las ideales (remiten a ideas y asociaciones de ideas), pueden ser compartidas por un grupo humano hasta otorgarles cierto grado de objetividad.

Los símbolos pueden y deben ser compartidos, ya que sólo así pueden llegar a funcionar como tales. Los símbolos son una parte esencial de la comunicación humana y, como tal, se pueden transmitir de unos individuos a otros, de unos grupos a otros, de unas tradiciones a otras, de unas civilizaciones a otras… Y es, precisamente, en este movimiento continuo, donde lo simbólico adquiere su plenitud de significado. Porque la importancia del símbolo no reside tanto en transmitir una imagen cerrada, un mensaje unidireccional o un dogma estático, como en enriquecerse con las vivencias, reflexiones y opiniones de todos aquellos que comparten un imaginario común.

Cada sujeto reinterpreta lo simbólico a la luz que, previamente, esos mismos símbolos han arrojado sobre las cosas y sobre sí mismos, de forma que el círculo de lo simbólico se cierra constantemente sin llegar a detenerse nunca. Desde esta perspectiva, los símbolos son algo vivo y en constante evolución, una realidad inmaterial que nace para instalarse en el consciente colectivo y reinterpretar la realidad continuamente bajo una óptica cada vez más compleja.

Decía Cassirer que el ser humano es un animal simbólico, lo que quiere decir que pensamos y actuamos simbólicamente. A base de símbolos, vamos construyendo un universo propio que va más allá del mundo físico captado por nuestros sentidos. Este universo simbólico se acaba convirtiendo en el verdadero hogar del ser humano, el cristal desde el que miramos hacia el mundo físico, la tierra sobre la que germinan las diferentes culturas y el vehículo de nuestro progreso o retroceso, según el caso.

Lenguaje, mitología, música, arte, religión… todas ellas, y muchas más, son representaciones de ese mundo interior que sólo sale a la luz a través de lo simbólico al mismo tiempo que dan forma a la red con la que capturamos nuestras percepciones de lo real. Pensamos el mundo, lo simbolizamos y compartimos esos símbolos con los demás. Somos autores de un mundo humanizado donde nos sentimos cómodos y seguros -coherencia- ante la intuición de lo desconocido, ante lo que escapa a nuestro control.Desde el mismo momento en que el ser humano comenzó a habitar en este mundo cultural, los símbolos ejercieron sobre las personas una influencia tan fuerte que aún perdura. Los mismos símbolos que las personas utilizaron para construir una realidad acorde a sus propias dimensiones serían los encargados de modificar las identidades individuales y colectivas de manera irreversible. En la construcción del mundo dimos forma a nuestra propia identidad, esa identidad quedó a merced de las variaciones de lo simbólico y cada símbolo apareció como una nueva creación que demostraba la existencia de múltiples identidades cambiantes. Las posibilidades eran infinitas. Así, como consecuencia, dibujamos un círculo a nuestro alrededor y lo hicimos crecer con cada nuevo giro que daba. Y, mientras tanto, nuestra manera de ver el mundo giraba al mismo ritmo que la rueda de los símbolos.

El animal simbólico abre una nueva perspectiva antropológica que rompe con el animal racional, con el raciocentrismo clásico. El animal racional de Aristóteles se convierte, a través de este nuevo punto de vista, en un animal capaz de representar y comunicar el mundo a través de símbolos. Y, lo más importante, un animal que no sólo crea símbolos sino que también vive en ellos. Ya no somos animales cuya característica principal es la razón, sino que, además, ahora también somos capaces de crear y descifrar símbolos. Ahora bien, esta capacidad para lo simbólico implica de manera necesaria la capacidad de razonar: somos animales simbólicos porque previamente somos racionales; creamos e interpretamos signos porque somos capaces de pensar en ellos; trazamos los límites de nuestro mundo humano y simbólico porque somos capaces de imaginarlo. Es decir: somos capaces de representar el mundo a base de símbolos porque previamente hemos sido capaces de pensarlo y, en la medida de nuestras capacidades, comprenderlo. Los símbolos son nuestra herramienta y nuestro lenguaje. Y sin ellos quedaríamos abocados a los impensables peligros que nos depara la jungla del caos y la irracionalidad. Francisco García Morales Profesor de Filosofía, en

http://agorafec.blogspot.com.es/2012/10/el-animal-simbolico-de-ernst-cassirer.html

- E. Sapir (1884/1939): es un antropólogo influenciado por Freud. Para él, el lenguaje es el fenómeno cultural por excelencia. La hipótesis de Sapir-Whorf sostiene que la lengua determina fuertemente el pensamiento del hablante (relación entre lengua y cultura).

- C. G. Jung (1875/1961): es un discípulo de Freud. Habla de un incosciente personal y una incosciencia colectiva (simbolismo ritual). Sostiene que todos los seres humanos tienen tendencias innatas a formar símbolos generales o arquetipos (origen colectivo universal). La sociología del conocimiento estudia el simbolismo del grupo, mientras el sicoanálisis estudia el simbolismo individual.

- E. Durkheim (1858/1917): tuvo una especial trascendencia en el estudio del simbolismo de grupo (armonía individuo-sociedad).Estudió las representaciones colectivas, el símbolo totémico como vía de cohesión e identificación (incluso sacralización) del grupo.

Ve en el simbolismo la dimensión colectiva.

Entiende la religión como un sistema simbólico que mantiene sentimientos y valores sociales.

El simbolismo es la dimensión colectiva fundamental sobre la que descansa la supervivencia y la reproducción del conjunto social.

En definitiva, Durkheim se centra en los símbolos como mecanismos de cohesión de los grupos sociales, de hecho, en su estudio sobre el culto totémico destacaba la importancia del tótem para una determinada comunidad (de identificación colectiva o pertenencia al grupo).

La Estética filosófica.

Estética, es un término de origen griego, de aísthesis, sensación o sensibilidad, e icá, una partícula final que significa relativo a.

De ese significado inicial griego, donde intentaría establecer características de la sensibilidad, evoluciona gracias al filósofo

Alexander Gottlieb Baumgarten (siglo XVIII) quien la funda en la modernidad y la trasforma en el estudio de la esencia de la belleza, del modo en que la percibimos, de la forma en que se percibe en las diferentes manifestaciones del arte y de los valores, en el estudio de las emociones estéticas y la búsqueda de sus causas y cánones. Hasta finalmente, la concepción actual, una faceta de la filosofía que se detiene en el análisis de la experiencia de la belleza en el ser humano.

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El artista, la realidad, la creación y la obra de arte.

El artista es tomado como una subjetividad, un sujeto, que realiza la obra de arte y es capaz de crear arte desde sí mismo, que interpreta el mundo y codifica en un objeto su interpretación de la realidad. El proceso implica un doble componente: de un lado la inspiración, el duende, elgenio posee al artista que entra en un estado que le empuja a crear, donde necesita crear, algunos hablan de la creación como una necesidad de interior o como una voz de la conciencia. Es la faceta irracional de la creatividad, donde interviene la intuición, la creatividad y la imaginación. De otro, es necesario el esfuerzo, como reconocía Picasso, cuando afirmaba: "si la inspiración baja, que me coja trabajando", para explicar que la creación es una combinación de inspiración y de esfuerzo mano.

Hay que añadir también que todo artista es hijo de su época y ha de expresar lo que le es propio a esa época, el artista no puede sustraerse al mundo en el que vive; eso sí, puede interpretar, reinterpretar el mundo descubriendo en él elementos nuevos, incorporando nuevos códigos significativos al grupo, puede ver el mundo que le rodea con ojos nuevos.La realidad es otro elemento de la obra de arte, la objetividad toda creación artística pretende conocer, atravesar, interpretar, intuir la realidad; construir una realidad nueva. Si analizamos buena parte de la historia del arte, podemos entenderlo como expresión de la belleza de la realidad;

sin embargo buena parte de las creaciones del arte actual quedaría fuera de esta concepción. El arte no trata por tanto de reflejar la belleza, sino de reflejar la esencia de la realidad misma o de avanzar una perspectiva de la realidad que sea reconocida por todos los espectadores a la vez que creativa. Podemos entrar aquí en el debate ontológico de la realidad, que sostiene que la realidad para confirmar su existencia tiene que ser contemplada, y en ese sentido, la obra de arte sería algo así como la realidad que se mira a sí misma, como el espejo en el cual se contempla la realidad. De este modo es como se puede entender el arte como una reflexión sobre la realidad, es una forma de responder a la pregunta, ¿qué es la realidad para el artista? Tenemos que buscar qué perspectiva de la realidad nos ofrece la obra de arte.

El arte no es objetivo y si alguna vez fue objetivo en su contemplación de la realidad hoy en día desde luego no pretende serlo. Podemos traer aquí la distinción entre obra de arte, cualquier obra de un creador, de un artista que se ajuste a los cánones de un determinado arte puede serlo; y una obra maestra que es una recreación de la realidad que supera a la realidad misma, que se impone por sí misma en su tarea de expresar y captar la realidad.

La creación artística es otro elemento del arte en la que se unen el hombre que lanza su perspectiva y la realidad que ofrece su ser.

Al hablar de creación, podemos hablar de creación racional, que sería una creación puramente intelectual, científica; y de, creación poética, que sería una expresión, una creación artística. Mientras la primera expresa verdades, la segunda expresa belleza, desvela lo bello, pero también desvela perspectivas de la verdad que escapan a la creación racional y sin embargo están en la realidad; supone un traspasar los límites que la razón impone al concimiento.Mientras para el mundo griego en la creación artística no existía, el artista se limitaba a una seguir unas leyes establecidas que le permitía crear o recrear, imitar o copiar la naturaleza; es en el Renacimiento cuando el concepto de creación aparece. Una de sus primeras exigencias es dotar de libertad al individuo para crear nuevas normas, nuevos cánones que incorporen más belleza más verdad más desvelamiento al arte. La obra de arte es el final de este proceso. Desde otras materias quizá lo importante sea los elementos pictóricos, las técnicas pictóricas, la época histórica que describe... nosotros dónde nos vamos a detener es en la dimensión de trascendencia que podemos encontrar en la obra de arte, en el significado en la dimensión ontológica-epistémica y cacológica de la obra de arte, en su modo de enriquecer la realidad y de sumar al universo simbólico humano.

La obra de arte es esa creación que nos deja sin palabras. Desde la filosofía de Martin Heidegger podemos decir que la obra de arte es donde se recoge la esencia más íntima de la realidad, donde se expresa de una forma total y grandiosa el ser en su plenitud. La obra de arte es un descubrimiento, una creación dónde lo más íntimo y lo más profundo de la realidad se muestra, se desvela; a la vez, la obra de arte lo que hace es crear nuevos mundos, nuevos caminos que se convierten en marcos de referencia de la misma realidad.

La obra de arte nace separada del artista, es como si tuviese vida propia, adquiere una personalidad, una entidad independiente que le hace tener una vida material y real. No es simplemente un fenómeno indiferente y causal, sino que, posee una fuerza y creatividad tal que la hacen vivir y actuar en el mundo, colaborar en la creación de una atmósfera simbólica nueva, que a su vez favorece la reinterpretación de la realidad. La obra de arte es el producto que nos conduce a una situación exclusiva de éxtasis.

UNA REFLEXIÓN FILOSÓFICA SOBRE EL ARTE de Rubén Muñoz Martínez. Sevilla

La revolución estética de duchamp.

“Marcel Duchamp (1887-­‐ 1968) es un importante pintor francés de la alta Normandía. En 1917 Duchamp envió de manera anónima un urinario (fountain en inglés) a un jurado artístico norteamericano —del que, por otra parte, era miembro—.

Escogió el objeto entre centenares de ellos, todos parecidos, en una fábrica de productos sanitarios que los manufacturaba en serie. Solo una cosa distingue ese urinario, que ha llegado a ser célebre en todo el mundo, de otro producto de la misma fábrica pero utilizado para sus fines habituales: la firma. Duchamp no firmó con su nombre sino con un seudónimo: R. Mutt, en referencia a un héroe de cómic (un pequeño gordo divertido, conocido entonces por la mayoría de los norteamericanos). Los miembros del jurado ignoraban la identidad del autor de ese gesto a medio camino entre la broma sin más trascendencia y la revolución estética que desencadena.Las vanguardias quieren acabar con la vieja forma de pintar, esculpir y exponer consiguen imponer el objeto como una pieza superior en la historia del Arte. Entonces, los antiguos y los modernos se enfrentan, los conservadores y los revolucionarios, los trasnochados y los progresistas libran una batalla sin cuartel. La historia del siglo XX da la razón a Marcel Duchamp: su golpe de estado ha triunfado, su revolución metamorfosea la mirada, la creación, la producción, la exposición artística. No obstante, algunos ‐todavía hoy- rechazan a Duchamp y su herencia, apelan al retorno de una época en la que bastaba representar lo real, figurarlo, transmitirlo de la manera más fiel posible.

Tras este artista, no abordamos el arte teniendo en la cabeza la idea de belleza, sino la del sentido, del significado. Una obra de arte no tiene por qué ser bella, se le pide generar sentido. Durante siglos, se creaba no para representar una cosa bella, sino para lograr la bella representación de una cosa; no una puesta de sol, frutos en un frutero, un paisaje marino, un cuerpo de mujer, sino un bello tratamiento de todos esos objetos posibles. Duchamp retuerce el pescuezo a la belleza e inventa un arte radicalmente cerebral, conceptual e intelectual.

El meadero da muerte a esta visión platónica del mundo estético. Duchamp asesta otro golpe mortal a los soportes. Antes de él, el artista trabaja materiales nobles —el oro, la plata, el mármol, el bronce, la piedra, el lienzo, el muro de una iglesia, etc.-­‐. Tras él, todos los soportes se hacen posibles.

Y vemos, en la historia del arte del siglo xx, surgir materiales en modo alguno nobles, incluso innobles en el sentido etimológico: así, excrementos (Manzoni),

cuerpos (los artistas del Body-­‐Art francés o del Accionismo vienés), sonido (Cage, La Monte Youg), el meadero (Duchamp), la grasa, fieltro hecho con pelo de conejo (Beuys), luz (Viola, Turrell), plástico, tiempo, televisión (Nam Jun Paik), concepto

(On Kawara) y lenguaje (Kosuth), basura (Arman), carteles desgarrados (Hains), etc. De donde viene otra revolución integral, la de los objetos posibles y las combinaciones pensables.