Tema 3

Tema 3. Filosofía y modernidad.

TEMA III. Filosofía y Modernidad.

1. Los orígenes de la Modernidad.

2. El hombre protagonista de su destino.

3. El hombre constructor de la sociedad política.

4. El camino hacia un pensamiento secular y libre.

5. Revalorización del mundo humano: el amor a la vida.

6. Nueva actitud ante la naturaleza.

7. Progreso e Historia.

Textos de lectura: G. Pico della Mirandola y Maquiavelo (los textos de los dos filósofos que están recogidos en el libro recomendado).

Orígenes de la modernidad

A lo largo de todo el período medieval se ha arrasado con la razón, y la fe ha ocupado su lugar. El Renacimiento es la vuelta al orden de la razón y el descubrimiento de la razón científica.

El Renacimiento comienza en 1.400 y acaba en 1.650,

momento en que se inicia la Modernidad. Período histórico en el que se inicia el proyecto de sociedad en que hoy nos desenvolvemos, o según otros, que hoy ha llegado (estamos asistiendo) a su fin.

El Renacimiento para Agnes Heller es un proceso social global en el que se produce un cambio en el sistema de valores, en la concepción de la vida:

los cambios se producen desde la esfera económica, social, cultural y hasta en el ámbito cotidiano.

Herder dirá que es una época de luz, pero también de confusión,

esta opinión, está más en la línea de lo que pensaba Ortega y Gasset, quien dirá del Renacimiento que es una época de crisis donde lo nuevo y lo viejo se cruzan:

Por un lado es persistencia en la vida medieval... y por otro es germinación oscura de vida nueva”.

Como decía Pico de la Mirandola se “Se está en la divisoria de dos mundos, de dos formas de vida y el individuo va y viene de la una a la otra”.

Los hombres del Renacimiento se caracterizan por: interesarse más por este mundo que por el otro, veían este mundo no ya como un lugar de paso, sino como un lugar en el que vivir;

interesarse más por el hombre, que por Dios o por sus instituciones (Iglesia).

El hombre confía en sí mismo, en su grandeza, en su dignidad, en su inteligencia y así va a coger las riendas de su propio destino.

En este ambiente de libertad y de exaltación del hombre aparece un espíritu crítico carente de prejuicios que todo se lo cuestiona: el modo de hacer ciencia, las verdades basadas en el criterio de autoridad (Biblia o Aristóteles).Otros autores como Gilson ven el Renacimiento como “La Edad media menos Dios”.

Sin embargo, el hombre no abandonó a Dios, sino a la autoridad eclesial, como muestra el protestantismo.

La religión comenzó a sentirse como algo privado, se conserva la fe, pero va desapareciendo la veneración eclesiástica;

como demuestra el hecho de que son frecuentes las conversiones paganismo-cristianismo y cristianismo-paganismo.

La renovación cultural pasa por recuperar el pensamiento griego, porque se veía en ellos un modelo de uso autónomo de la razón,

pero siempre desde la perspectiva, desde la consideración de que los hombres del Renacimiento sabían más (nuevos descubrimientos geográficos, científicos y técnicos) de lo que sabían los griegos,

con lo que se les reconoce su labor, pero no se les otorga autoridad científica.

Esto lleva a una confianza en la experiencia, en la reflexión racional, y un poner en duda al modo cartesiano todos los conocimientos hasta ahora recibidos;

para construir un nuevo edificio del conocimiento cimentado enteramente con pilares sólidos,racionales, reflexivos. Esa va a ser la tarea que se va a encomendar la Modernidad. Así, aparece el interés por las investigaciones concretas y precisas sobre las ciencias humanas y de la naturaleza.

Ortega dirá: “La vida antigua fue cosmocéntrica,

la medieval geocéntrica,

y la moderna antropocéntrica.”

El hombre protagonista de su destino

Pico della Mirandola (1463-1494)

afirma que el destino del hombre no desciende de lo alto, no está determinado por nada espiritual o material, sino que surge del hombre mismo. En el Medioevo el hombre era un mero espectador, su destino era confiar en Dios.

En el Renacimiento aparece un nuevo concepto de hombre, que recupera su dignidad: confiado en sí mismo, en su razón, en su capacidad de construirse a sí mismo, de forjar su propio destino (Hamlet pág. 182).

Filosofía de Pico de la Mirandola

La gran aventura de Pico de la Mirandola es la Disputa, de la cual, la obra: Oración por la dignidad del hombre, es solo el preámbulo. La Disputa es una especie de concilio filosófico internacional, un intento de debatir 900 tesis filosóficas, científicas y teológicas, sobre los conocimientos que hasta ese momento había alcanzado la humanidad, con el fin de que fuese la discusión, el debate quien determinase su verdad, abandonando así la autoridad, -la Biblia y la palabra de los filósofos clásicos- como la gran dictadora de la verdad.

La Disputa fue interrumpida por el papado y se creo una Comisión que condenó, entre otras cosas, a Pico a retractarse de varias de sus tesis.

En La oración sobre la dignidad del hombre − Pico della Mirandola−, se pregunta por el lugar del hombre en el que reside tal dignidad y la coloca en su libertad, que permite al hombre hacerse a sí mismo: “Libre escultor y modelador de sí mismo”.

Aquí Pico recrea el mito de Prometeo (Pág. 182) y dibuja al hombre como un ser que no tiene una naturaleza fija y determinada, como un punto de libertad en el universo, una infinita posibilidad abierta.

Ello implica asumir la responsabilidad de decidir que ser, si una cosa u otra, de evitar convertir en perniciosa la libertad.

Por ello hay que utilizar la libertad para acercarnos a lo sumo y no a lo mediocre.

Pico no cree que la depravación y el mal formen parte de la naturaleza humana; para él, el mito del pecado original carece de sentido. Sí cabe, sin embargo, un mal uso de la libertad.

Aquí está la radical diferencia con el medioevo, que ve en el pecado original la pérdida de la dignidad humana.

De ahí que Pico no comulgase con la reforma protestante que mantiene en su lectura de la Biblia la depravación y pecaminosidad de la naturaleza humana.

La libertad humana que descubre Pico es para hacerse y para obrar, para elegir, para serlo todo y apropiarse de todo.

El hombre ha de enseñorearse de la propia naturaleza, “Si queremos podemos”.

De este modo se construye un hombre “dueño y señor de todas las cosas, modelador de sí mismo y del mundo”.

Su imagen de un hombre libre le lleva a enfrentarse a los escritos astrológicos que imponían al hombre un destino escrito en los cuerpos celestes,

se enfrenta a cualquier tipo de causalidad física que afecte al hombre, a cualquier tipo de determinismo externo al hombre mismo.

La libertad es convertida en una auténtica categoría antropológica que antecede y posibilita la revolución científica. Es el instrumento de la realización efectiva de la libertad humana.

Bruno, en la línea de Pico sostiene que: no podemos someternos a poderes ajenos a nosotros mismos (Pág. 186). Hay que vencer supersticiones y prejuicios, colocados por los hombres sobre sí mismos.

L. B. Alberti reconoce que para hacer efectiva la libertad humana es necesario esfuerzo y perseverancia, pero sobre todo desarrollar los poderes intelectuales.

“El hombre no ha nacido para entristecerse en el ocio sino para actuar en cosas magníficas y amplias”.

En De incantationibus −Pomponazzi− representa otro modo de ver la excelencia de la libertad humana. Pretende reducir a causas naturales todos los fenómenos atribuidos a causas sobrenaturales. Así ofrece una concepción rígidamente determinista que afecta tanto a la naturaleza como al hombre. El hombre está atado al orden y a la necesidad que la naturaleza impone.

Así, la polémica con Pico estará servida y le acusará de moverse por razones extracientíficas.

Pomponazzi habla del hombre como “miraculum mágnum”, pero “miraculum in natura” y la excelencia del hombre la situará en:

1.- Su intelecto especulativo, con él puede conocer el orden del mundo y el límite de su libertad dentro de la naturaleza.

2.- En su intelecto operativo que le permite intervenir en la naturaleza.

3 º En su intelecto ético que sustituye al orden natural en la conducta humana.

Todo ello en un reconocimiento de la temporeidad humana, donde la inmortalidad humana es “un perfume y un sueño”

y la auténtica grandeza del hombre reside en su virtud moral, no en la inmortalidad.

El hombre constructor de la sociedad política

La excelencia humana se extiende también al plano político. La libertad y razón servirán para construir la sociedad política, serán el punto de apoyo en el que se tratará de construir un estado justo y una sociedad de bienestar para el colectivo humano.

El gran descubrimiento humanista fue el de la humanidad como un ente, como un todo. Por encima de las comunidades particulares, estaba la especie humana (Pomponazzi pág. 190).

Bacon pondrá como objetivo del filósofo no incrementar el patrimonio de su país, sino extender el imperio del género humano sobre la naturaleza.

Tomás Campanella habla en La ciudad del sol de la creación de una república universal. A ella se llega por convencimiento, nunca mediante la violencia.

El recurso de la violencia tan solo es justificable para defender la propia libertad y para liberar a pueblos oprimidos.

El antecedente inmediato de estas ideas está en los florentinos del siglo XIV. Salutati declara su patria y sus conciudadanos libres y defensores de la paz,

las discrepancias se producían en el ordenamiento de ese nuevo cosmos político.

Giordano Bruno es un defensor del ingenio y del esfuerzo del individuo, y ello implica necesariamente diferencias y desigualdad entre los ciudadanos. (Donde llegan los ciudadanos más avezados, no llega el resto.) Pero eso paradójicamente es un bien para toda la sociedad (porque de sus logros se beneficia toda la humanidad) y todo conduce hacia un infinito progreso;

puesto que, el mal que se genera creando desigualdad es un mal menor que el beneficio que este sistema produce.

Campanella sostenía otro modelo de organización, apostaba por la convivencia de seres libres e iguales. Pretende hacer compatible que lo más útil para la comunidad sea lo más grato para el individuo,

propone una sociedad libre de servidumbre donde todos sean iguales ante el trabajo y ante el goce de los bienes.

Trata de evitar que el hombre se convierta en esclavo de las cosas. (Campanella pág. 193.)

De esta manera la organización social es la más racional y convierte a los hombres en dueños y creadores de su propio destino y de su ciudad.

Maquiavelo en su obra El Principe plantea que el conocimiento de los hombres es la condición imprescindible para una acción política y cree en la naturaleza malvada y perversa de los hombres (son egoístas, mezquinos, miedosos, vengativos, ambiciosos, inconscientes...).

Desde esta humanidad, la sociedad que se produce está llena de desorden y de violencia.

El estado, entendido como orden estatal, lo presenta como garante de la convivencia humana,

y la violencia del estado es la garante de la libertad de todos.

El camino hacia un pensamiento secular y libre.

El Renacimiento nos ofrece el descubrimiento del valor de la libertad. No como ejercicio racional, sino como actividad teórica y práctica.

El logro de la libertad de pensamiento fue fruto de la lucha de muchos humanistas que cayeron en la batalla, por señalar algunos episodios:

las abjuraciones de Galileo, la hoguera de Bruno y Vanini, cautiverio de Campanella... Y es que como señala Pompanazzi “Para ser filósofo había que ser hereje”.

En la lucha por el pensamiento libre y autónomo, el primer paso fue:

sustituir el criterio de autoridad (Biblia)

por la libre investigación a la luz de la razón natural.

Pomponazzi propone una vuelta a Aristóteles como modelo en el uso de la razón científica, no pretende compaginar fe y razón,

aunque sostuvo la teoría de la doble verdad:

adherirse a la filosofía hasta donde lo requiere la razón y

adherirse a la teología hasta donde te obliga la Iglesia, pero eso fue para evitar acabar “como las castañas”.

En De Incantationibus afirma que las religiones son fábulas para gobernar a los pueblos,

su función es inducir al bien y alejar del mal al pueblo mediante premios y miedo a los castigos;

coloca a Platón como un maestro de las fábulas religiosas.

Campanella proclamará el derecho de cada uno a pensar y vivir libremente y a sustituir el principio de autoridad por el de libre investigación.

“Pensa uomo pensa”, trató de defender la libertad de pensamiento, como atributo que la racionalidad divina otorga a los seres racionales, pero le costó pasar media vida en prisión.

A pesar de las persecuciones, encarcelamientos y torturas, mantuvo su lucha y denunció la violencia que trata de esclavizar y someter al hombre convencido de que la historia le daría la razón.

Giordano Bruno, luchador por la libertad filosófica frente al dogmatismo, intolerancia y la ignorancia disfrazada de sagrada,

declara la necesidad de esforzarnos para alcanzar la libertad que nunca llegará en forma de inspiración divina “Hablaré como hombre que no tiene más cerebro que el suyo”.

Perseguido por católicos y protestantes fue quemado vivo por la Inquisición al no querer renunciar a su “querida filosofía”.

Este empeño era compartido por otros humanistas como Campanella, quien sostenía que “la pasión del filósofo es la pasión por la verdad

y que “Los filósofos deben anteponer la verdad a la propia vida

Y Pompanazzi para quien “el filósofo ha de resistir por amor a la verdad”.

Galileo lucho por la libertad de la ciencia frente a la Inquisición Romana. La ciencia y la fe se sitúan en campos tan opuestos que han de poder ser compatibles.

La ciencia solo puede conocer mediante un proceso continuo de investigación, aquí mandan los hechos y los argumentos y condenar una proposición científica no afecta a la naturaleza de las cosas.

Galileo recomienda a los teólogos: No nos manden a los astrónomos que no entendamos lo que entendemos y que en la investigación encontremos lo contrario de aquello que tenemos entre manos”.

Galileo se vio obligado a abjurar, pero él reconocerá que para eliminar una teoría no bastaba con cerrar la boca a un hombre, “habría que prohibir a los hombres mirar al cielo”.

Este ambiente de represión tiene un punto culminante con el Concilio de Trento que supone el inicio de la Contrarreforma, que veía como enemigos a la Reforma protestante y a la libertad filosófica.

Supone la implantación de un control eclesiástico que se extiende a todos los órdenes.

Revalorización del mundo humano: el amor a la vida

Los humanistas recuperan la preeminencia, el valor y la belleza de la vida sobre la muerte, son epicúreos en el sentido en que “mientras se vive no existe la muerte”.

Boccacio en El decamerón nos muestra personajes entregados a la belleza y al placer rodeados de una epidemia mortal, la peste;

Spinoza, dos siglos después, dirá que un hombre libre piensa en cualquier cosa menos en la muerte. Su sabiduría será una meditación sobre la vida.

Así ensalzan el amor espiritual a la vez que el amor físico, por ser fecundo para el género humano y

condenan el ascetismo y la virginidad por negar la naturaleza humana.

Junto a la reivindicación del amor y el goce hay que colocar la búsqueda de la belleza. El arte fue liberado de cualquier tipo de servidumbre, su única preocupación fue el logro de la belleza como un fin en sí mismo.

No hay ateísmo en el Renacimiento, ni teórico ni práctico, lo que hay es una reivindicación de la naturaleza y del hombre, tal y como habían sido creados por Dios.

Hay un descubrimiento del cuerpo, y una condena de la vida monástica por antinatural. El cuerpo deja de ser objeto de pecado para convertirse en lugar de goce y alegría.

El hombre no es solo alma, sino también cuerpo, y en un empeño por superar la oposición carne y espíritu

separan los conceptos de placer corporal−pecado y unen los conceptos bueno−placentero.

Para los humanistas, no hay pecado original, y tampoco depravación o corrupción, esa fue la razón de que muchos humanistas no comulgaran con las reformas protestantes. Hay una oposición a la existencia del pecado porque éste frena, niega y condena la conducta humana.

El mal abandona también la mente de los hombres, puesto que el deseo dejó de ser pecado;

no ya sólo el deseo carnal, sino también el deseo de posesiones, de poder, de riqueza;

se desprecia el ideal de pobreza medieval, Alberti dirá: “el hombre mismo de la pobreza debe ser aborrecido”.

Sin embargo, esta irrupción de ideal de vida y amor no será permanente, pronto aparecerá el ideal ascético y de nuevo el ideal de pobreza.

Nueva actitud ante la naturaleza en el Renacimiento

La nueva actitud que el Renacimiento muestra hacia la naturaleza, es la que va a provocar la aparición de la ciencia moderna y del método científico de la mano de Galileo.

Podemos encontrar dos líneas de pensamiento: por un lado Pompanazzi, quien desde el método aristotélico postula la independencia de las fuerzas de la naturaleza frente a lo divino;

si esto es así, los fenómenos “milagrosos” han de explicarse desde sí mismos,

y han de tener una causa natural.

Por otro, Bruno sostiene una postura panteísta en la que Dios está presente en todas las cosas.

Bruno concibe el universo como una vida infinita e inagotable, a la vez que respeta la objetividad de la naturaleza.

Defiende el conocimiento objetivo de la misma como instrumento para amar la naturaleza.

De este modo cambia la concepción medieval de un universo cerrado, finito e inmutable por un universo abierto, infinito y repleto de posibilidades.

Su filosofía “abre los sentidos y magnifica el intelecto”.

Era necesaria esta imagen de la naturaleza para convertir al hombre en dominador del mundo. Leonardo da Vinci anuncia que “el saber ha de ensuciarse las manos”, ha de ser operativo.La primera herramienta para esta tarea va a ser la magia, que en el Renacimiento abandona las supersticiones demoníacas del período medieval para convertirse en una rama de la ciencia natural basada en la observación y el conocimiento de la naturaleza.

La pólvora, la brújula, la imprenta fueron obra de la magia que se derivaba de la ciencia renacentista.

Era una magia consecuente con la idea panteísta de Bruno por la que Dios estaba en todas las cosas; sin embargo, esta magia va a ser incompatible con la ciencia moderna,

por lo que la imagen del universo como un gigantesco ser vivo del panteísmo, es sustituido por la de un universo mecánico, donde las cosas suceden como y cuando tienen que suceder.

Francis Bacon concibe la ciencia como poder que observa e interpreta la naturaleza para dominarla.Pretende eliminar la “experiencia errática”, sustituir al genio por el científico.Para ello exige un método científico que guíe la investigación.

Pero el paso de la magia a la ciencia lo va a dar Galileo que es capaz de contemplar la naturaleza eliminando prejuicios, eliminando causas divinas, reduciendo las explicaciones a sus causas inmediatas.“La naturaleza no hace por medio de muchas cosas lo que puede hacer con pocas”. Además incorpora las matemáticas a su proyecto y ahí radica gran parte de su éxito. “El gran libro de la naturaleza está escrito en el lenguaje matemático”. El mago da paso al investigador, que descubre los secretos de la naturaleza con su actitud objetiva, que le proporciona su método, que parte de la observación y termina en conclusiones demostrables.

Galileo aspiraba a rehacer los cerebros de los hombres y hacerlos capaces de distinguir lo verdadero de lo falso.

Con él se inicia la revolución científica y la escisión entre ciencia que hace uso de un lenguaje preciso y exacto, y filosofía que en esta época estaba enmarañada entre ornamentos y arabescos de palabras.

La ciencia que usaba un método demostrativo y la filosofía que recurría a distintos métodos.

La ciencia que pretendía avanzar, paso a paso hacia el conocimiento y la filosofía que pretendía abarcarlo todo, conocerlo todo.

Por un lado van a quedar las ciencias de la naturaleza (demostrativas) y por otro las ciencias humanas (útiles pero no demostrables).

Progreso e historia

Una nueva concepción de la historia aparece con el humanismo. Así acaba la historiografía medieval, que nos dejaba una visión de los actos humanos atravesada por la teleología y por el providencialismo; donde Dios determinaba los hechos históricos de un modo completo convirtiendo a la historia en la narración de hechos milagrosos.

Era lo que Toynbee había llamado la historia parroquial o localista.

La historiografía humanista descubre que los hechos poseen una trama, no son una simple crónica.

Esa trama es el progreso histórico, que queda demostrado en el hecho de que el mundo se ha convertido en un lugar cada vez más habitable.

Detrás del progreso, lo que nos encontramos no es la voluntad de Dios,

sino la fuerza del poder creador y trasformador del hombre, y su deseo de intervenir y definir el mundo.

Maquiavelo descubre esta idea de progreso e intuye el papel que en la dinámica histórica tiene la religión como ideología. Así descubre el papel que la religión de los clásicos (griegos y romanos) tuvo en la evolución de la historia humana.

Aquella religión educaba a los hombres hacia el heroísmo, hacia la realización de sus sueños y sus proyectos, generaban pueblos enérgicos y libres.

Sin embargo, la religión cristiana genera una ideología pasiva y cobarde, que glorifica a los humildes y a los obedientes generando pueblos pasivos y siervos.

Estos nuevos pueblos son más fácilmente doblegados, controlados y manipulados por los malvados, dice Maquiavelo.

Guicciardini (seguidor de Maquiavelo), a partir de las ideas de su maestro, propone el desprecio hacia la virtud de la humildad cristiana porque lleva al empobrecimiento de la naturaleza humana. Por el contrario alaba al hombre ambicioso, único capaz de hacer grandes cosas.

Maquiavelo descubre también cómo el providencialismo, no ha desaparecido por completo, pero ha sido sustituido por la fortuna que queda ya tan cerca del azar como de la divinidad.

La historia está atravesada por un continuo movimiento ascendente o descendente, imposible de prever, que da y quita a los hombres oportunidades;

sin embargo, reconoce que en la mayoría de las ocasiones los asuntos humanos dependen de las posibilidades propias, la propia virtud, el propio esfuerzo…

No somos meros sujetos pasivos sometidos a la diosa Fortuna.

En consonancia con las ideas de Maquiavelo, encontramos a Bodino,

que ve la historia como un proceso de cambios sucesivos donde la fortuna y la voluntad humana juegan un papel importante.

Pico, Campanella y Bruno afirman la posibilidad de un progreso sin límites y sin condicionantes, ni siquiera reconocen influencia a la fortuna. El progreso es fruto tan solo de su inteligencia, sus manos y su propia voluntad.

Giordano Bruno rechaza incluso el mito de una originaria edad dorada (ecos del paraíso primordial donde vivían felices Adán y Eva).

Ve el progreso como un continuo alejamiento de formas rudimentarias de vida,

como un ascenso desde la bestia hasta el hombre,

como un proceso gradual por acumulación de resultados sucesivos donde los logros de generaciones pasadas abren nuevas metas para el futuro, donde las dificultades y necesidades humanas empujan al ingenio hacia su solución.

El progreso exige acción humana, esfuerzo, voluntad y laboriosidad, a la vez que se exhorta al hombre a huir de la ociosidad y la pasividad.

Jean Batista Vico, en su obra Ciencia Nueva, pero ya en el siglo XVIII, elabora una teoría de la historia con espíritu humanista. Vico habla de una historia de las ideas, las costumbres y hechos del género humano.

Lo primero que nos dice es que la historia es posible como ciencia por dos motivos:

1.- El criterio de verdad verum ipsum factum (conocemos sólo aquello que hacemos), si eso es así la historia es hecha por los hombres y por tanto puede ser conocida por nosotros sus actores.

2.- El hombre es el protagonista de la historia y no puede definirse de un modo abstracto (monástico), sino histórico.

El hombre no es solo razón pura, sino que, se ha originado históricamente;

puesto que, primero fue razón poética,

después razón heroica

y ahora (siglo XVIII) ha alcanzado la razón pura.

Descartes será un ejemplo de la liberación racional del hombre, si bien después le echará en cara haberlo reducido todo a la razón.

Vico junto con la racionalidad, defiende la convergencia entre la racionalidad y las demás fuerzas vitales del hombre.

Reivindica la validez de todo lo humano:

desde la animalidad de los bestioni (primeros humanos) hasta todos los modos humanos que atraviesan la historia, las formas prerracionales.

Desde las pasiones, sentidos, instintos, fantasía... hasta los logros racionales coetáneos.