Toma de Badajoz

Maniobras para sitiar Badajoz

La utilidad y buenas resultas en la guerra de este fuego lento y devorador de las partidas, recenocíalo lord Wellington, quien decía por aquel tiempo en uno de sus pliegos, escrito en su acostumbrado lenguaje verídico, severo y frio: «Las guerrillas obran muy activamente en todas las partes de España, y han sido felices muchas de sus últimas empresas contra el enemigo.»

Dicho general proseguia con pausa en sacar ventaja de sus triunfos. Tomado que hubo á CiudadRodrigo, destruidos los trabajos de sitio, reparadas las brechas y abastecida la plaza, pensó en moverse hácia el Alentejo, y emprender el asedio de Badajoz. Ejecutáronse los preparativos con el mayor sigilo, queriendo el general inglés no despertar el cuidado de los mariscales Soult y Marmont. Dispuesto todo, empezaron á ponerse en marcha las divisiones anglo-portuguesas, dejando sólo una con algunos caballos en el Águeda. Lord Wellington salió el 5 de Marzo, y sentó ya el 11 en Yélves su cuartel general.

En seguida mandó echar un puente de barcas sobre el Guadiana, una legua por bajo de Badajoz; y pasando el rio su tercera y cuarta division, embistieron éstas la plaza, juntamente con la division ligera, el 16 del mismo Marzo; agregóseles despues la quinta, que era la que hahía quedado en Castilla. La primera, sexta y séptima, con dos brigadas de caballería, se adelantaron á los Santos, Zafra y Llerena, para contener cualquiera tentativa del mariscal Soult, al paso que el general Hill avanzó con su cuerpo desde los acantonamientos de Alburquerque á Mérida y Almendralejo, encargado de interponerse entre los mariscales Soult y Marmont, si, como era probable, trataban de unirse. Coadyuvó á este movimiento el quinto ejército español, cuyo cuartel general estaba en Valencia de Alcántara.

Toma del fuerte de la Picuriña

El gobernador frances Philippon, no sólo habia reparado las obras de Badajoz, sino que las había mejorado, y aumentado algunas. Por lo mismo pareció á los ingleses preferible emprender el ataque por el baluarte de la Trinidad, que estaba más al descubierto y se hallaba más defectuoso, batiéndole de léjos, y confiando para lo demas en el valor de las tropas. Dicho ataque pudo ejecutarse desde la altura en que estaba el reducto de la Picuriña, para lo cual menester era apoderarse de esta obra, y unirla con la primera paralela; operacion arriesgada, de cuyo éxito feliz dudó lord Wellington.

Metiéndose el tiempo en agua desde el 20 al 25, creció tanto Guadiana, que se llevó el puente de barcas; á cuya desgracia afiadióse tambien la de que el 19, haciendo los franceses una salida con 1.500 infantes y

40 caballos, causaron confusion y destrozo en los trabajos. Con todo, los ingleses continuaron ocupándose en ellos con ahinco, y rompieron el fuego desde su primera paralela el 25 con 28 piezas en seis baterías; dos

contra la Picuriña, y cuatro para enfilar y destruir el frente atacado. Al anochecer del mismo dia asaltaron los ingleses aquel fuerte, defendido por 250 hombres, y le tomaron. Establecidos aquí los sitiadores, abrieron, á distancia de 130 toesas del cuerpo de la plaza, la segunda paralela.

En ésta se plantaron baterías de brecha para abrir una en la cara derecha del baluarte de la Trinidad, y otra en el flanco izquierdo del de Santa María, situado á la diestra del primero. Los enemigos habian preparado por este lado, por donde corre el Rivillas, una inundacion que se extendia á 200 varas del recinto, y cuya exclusa la cubría el rebellin de San Roque, colocado á la derecha de aquel rio, y enfrente de la cortina de la Trinidad y San Pedro, en la cual tambien se trató de aportillar una tercera brecha. Los ingleses, para inutilizar la mencionada exclusa, quisieron asimismo apoderarse del rebellin; pero tropezaron con dificultades que no pudieron remover de golpe.

Prosiguió el sitiador sus trabajos hasta el 4 de Abril, esforzándose el gobernador Philippon en impedir el progreso, y empleando para ello suma vigilancia, y todos los medios que le daba su valor y consumada experiencia. Miéntras tanto, viniendo sobre Extremadura el mariscal Soult, aunque no ayudado todavía, como deseaba, por el mariscal Marmont, preparóse Wellington á presentar batalla si se le acercaba, y resolvióse á asaltar cuanto ántes la plaza.

Asalto del 6 de abril de 1812

Ya entónces estaban practicables las brechas. Por tres puntos principalmente debia empezarse la acometida: por el castillo, por la cara del baluarte de la Trinidad, y por el flanco del de Santa María. Encargábase la primera á la tercera division del mando de Picton, y las otras dos de las divisiones regidas por el teniente coronel Barnard y el general Colville. Doscientos hombres de la guardia de trinchera tuvieron la órden de atacar el rebellin de San Roque, y la quinta division, al cargo de Leith, la de llamar la atencion desde Pardaleras al Guadiana, sirviéndose al propio tiempo de una de sus brigadas para escalar el baluarte de San Vicente y su cortina, hácia el rio.

Dióse principio á la embestida el 6 de Abril á las diez de la noche, y le dieron los ingleses con su habitual brío. Escalaron el castillo, y le entraron tenaz resistencia. Enseñoreáronse tambien del rebellin de San Roque, y llegaron por el lado occidental hasta el foso de las brechas; mas se pararon, estrellándose contra la mafia y ardor frances. Allí apiñados, desoyendo ya la voz de sus jefes, sin ir adelante ni atras, dejáronse acribillar largo rato con todo linaje de armas y mortíferos instrumentos.

Apesadumbrado lord Wellington de tal contratiempo, iba á ordenar que se retirasen todos para aguardar al dia, cuando le detuvo en el mismo instante el saber que Picton era ya dueño del castillo, é igualmente, que sucediera bien el ataque que habia dado una de las brigadas de la quinta division al mando de Walker; la cual, si bien á costa de mucha sangre, vacilaciones y fatiga, habia escalado cl baluarte de San Vicente y extendidose lo largo del muro. Incidente feliz que, amenazando por la espalda á los franceses de las brechas, los aterró, y animó á los ingleses á acometerlas de nuevo y a apoderarse de ellas. Lográronlo en efecto, y se rindió prisionera la guarnicion enemiga.

El general Philippon con los principales oficiales se recogió al fuerte de San Cristóbal y capituló en la mañana siguiente. Ascendía la guarnicion francesa al principiar el sitio á unos 5.000 hombres. Perecieron en él más de 800. Tuvieron los ingleses de pérdida, entre muertos y heridos, obra de 4.900 combatientes; menoscabo enorme, padecido especialmente en los asaltos de las brechas. Los franceses desplegaron en este sitio suma bizarría y destreza; los ingleses sí lo primero, mas no lo último. Probólo el mal suceso que tuvieron en el asalto de las brechas, y su valor en el triunfo de la escalada. Así les acontecía comunmente en los asedios de plazas.

Saqueo de Badajoz

Trataron bien los ingleses á sus contrarios; malamente á los vecinos de Badajoz. Aguardaban éstos con impaciencia á sus libertadores, y preparáronles regalos y refrescos, no para evitar su furia, como han afirmado

ciertos historiadores británicos, pues aquélla no era de esperar deamigos y aliados, sino para agasajarlos y complacerlos. Más de cien habitantes de ambos sexos mataron allí los ingleses. Duró el pillaje y destrozo toda la noche del 6 y el siguiente dia. Fueron desatendidas las exhortaciones de los jefes, y hasta lord Wellington se vió amenazado por las bayonetas de sus soldados, que le impidieron entrar en la plaza á contener el desenfreno.

Restablecióse el órden un día despues con tropas que de intento se trajeron de fuera. Sin embargo, las Córtes decretaron gracias al ejército inglés, no queriendo que se confundiesen los excesos del soldado con las ventajas que proporcionaba la reconquista de Badajoz. Condecoró la Regencia á lord Wellington con la gran cruz de San Fernando. Pusieron los ingleses la plaza en manos del Marqués de Monsalud, general de la provincia de Extremadura.

El 8 de aquel Abril so habia adelantado Soult hasta Villafranca de los Barros, y retrocedió, mal enojado, luégo que supo la rendicion de Badajoz; atacó el 11 á su caballería y la arrolló la inglesa.