Fin del sitio de cádiz

Expediciones de Cruz Mourgeon

Allí le dejarémos ahora para volver los ojos á las Andalucías. La victoria de Salamanca, la entrada de los aliados en Madrid, el impulso que por todas partes recibió la opinion, y la necesidad de reconcentrar el enemigo sus diversos cuerpos, eran sucesos que naturalmente habian de ocasionar prontas y favorables resultas en aquellas provincias; mayormente desamparadas las de Castilla la Nueva, y recogido á Valencia José y su ejército del centro; movimiento que embarazaba la correspondencia con los franceses del Mediodía, ó permitía sólo comunicaciones tardías é inciertas.

Nada digno de referirse habia ocurrido en las Andalucías desde la accion de Bórnos, ni por la parte de la sierra de Ronda, ni tampoco por la de Extremadura. La expedicion que el general Cruz Mourgeon habia llevado en auxilio de D. Francisco Ballesteros, despues de volver á la isla de Leon, y de hacer un nuevo desembarco y amago en Tarifa, tornó á Cádiz por última vez en los primeros dias de Agosto; y rehecha y aumentadase envió, á las órdenes del mismo general Cruz, al condado de Niebla, tomando tierra en Huelva en los días 11 y 15 del propio mes.

Hill en Extremadura

Por su lado lord Hill, despues de su excursion al Tajo, en que habia tomado los fuertes de Napoleon y Ragusa, permanecia en la parte meridional de Extremadura con las fuerzas anglo-portuguesas de su mando, y asistido del quinto ejército español, no muy numeroso. Observaban allí unos y otros los movimientos del cuerpo que regía el general Drouet. Mas ahora tratóse de maniobrar de modo que hostilizasen al mariscal Soult y á los cuerpos dependientes de su mando las tropas aliadas que andaban en su torno, y las obligasen á acelerar la evacuacion de las Andalucías, cuya posesion no podia el enemigo mantener largo tiempo despues de lo ocurrido en las Castillas durante los meses de Julio y Agosto.

Levantamiento del sitio de Cádiz (24 de agosto de 1812)

Dieron los franceses muestras claras de tales intentos, cuando, sin aguardar á que los acometiesen, comenzaron á levantar el sitio de la isla gaditana el 24 de Agosto de este año de 1812, quedando enteramente libre y despejada la línea en el día 25, despues de haberla ocupado los enemigos por espacio de más de dos años y medio. Las noches anteriores, y en particular la víspera, arrojaron los franceses bastantes bombas á la plaza, y aumentando sobremanera la carga de los cañones, y poniendo á veces en contacto unas bocas con otras, reventaron y se destrozaron muchas piezas de las 600 que se contaban entre Chiclana y Rota. Repique general de campanas, cohetes, luminarias, todo linaje, en fin, de festejos análogos á tan venturoso suceso, anunciaron el contentamiento y universal alborozo de la poblacion. Las Córtes interrumpieron sus tareas, suspendiendo la sesion de aquel dia; y los vecinos y forasteros residentes en Cádiz salieron de tropel fuera del recinto para examinar por sí propios los trabajos del enemigo, y gozar libremente de la apacible vista y saludable temple del campo, de que habian estado privados por tanto tiempo. Distraccion del ánimo inocente y pura, que consolaba de males pasados, y disponía á sobrellevar los que encerrase la inconstante fortuna en su porvenir oscuro.

En los mismos dias que los enemigos levantaron el sitio de Cádiz, abandonaron tambien los puntos que guardaban en las márgenes del Guadalete y serranía de Ronda, clavando por todas partes la artillería, y destruyendo cuanto pudieron de pertrechos y municiones de guerra. Cogieron, sin embargo, los españoles una parte de ellos, como tambien treinta barcas cañoneras, que quedaron intactas delante de la línea deCádiz.

Liberación de Sevilla (27 de agosto de 1812)

Llano era que á semejantes movimientos se seguiria la evacuacion de Sevilla. Impelió igualmente á que se verificase, la marcha que sobre aquella ciudad emprendió el general Cruz Mourgeon, conforme á la resolucion tomada de molestar al mariscal Soult. Le sostenia y ayudaba en esta operacion el coronel Skerret con fuerza británica. Los franceses se habian retirado del condado de Niebla á mediados de Agosto, despues de haber volado el castillo de la villa del mismo nombre, dejando sólo de observacion en Sanlúcar la Mayor unos 500 á 600 hombres, infantes y jinetes. Los dos jefes aliados trataron de aproximarse á Sevilla, y creyendo ser paso prévio atacar á los últimos, lo verificaron arrojándolos de allí con pérdida. En seguida reconcentraron los nuestros sus fuerzas en aquel pueblo, y les sirvió de estímulo para avanzar el saber que Soult desamparaba á Sevilla con casi toda su gente. Habíalo, en efecto, verificado á las doce de la noche del 27, dejando sólo en la ciudad parte de su retaguardia, que no debia salir hasta las cuarenta y ocho horas despues.

Léjos estaban de recelar los enemigos un pronto avance de nuestras tropas, y por tanto continuaron ocupando sosegadamente las alturas que se dilatan desde Tomáres hasta Santa Brígida, en donde tenian un reducto. El general Cruz Mourgeon, destacando algunas guerrillas que cubriesen sus flancos, se adelantó á Castilleja de la Cuesta, en cuyos inmediatos olivares se alojaban los enemigos, teniendo unos cuarenta hombres en Santa Brígida, sin artillería, por haberla sacado en los dias anteriores. Acometieron los nuestros con brío á sus contrarios, y los desalojaron de los olivares, obligándolos á precipitarse al llano. Protegia á los franceses su caballería; pero estrechada ésta por los jinetes españoles, abandonó á los infantes, que se vieron perseguidos por nuestra vanguardia al mando del escoces D. Juan Downie, quien habia levantado una legion que se apedillaba de leales extremeños, vestida á la antigua usanza; servicio que dió ocasion á que la Marquesa de la Conquista, descendiente de Francisco Pizarro, ciñese al D.Juan la espada de aquel ilustre guerrero, que se conservaba aún en la familia. Al propio tiempo se atacó el reducto, pero malogradamente; hasta que vieron los que le guarnecian ser imposible su salida, é inútil resistencia más prolongada. El general Cruz, queriendo tambien aprovecharse de la ventaja ya conseguida en los olivares de Castilleja, destacó algunos cuerpos para que yendo por la derecha, camino de San Juan de Alfarache, se interpusiesen entre los enemigos y el puente de Triana, á fin de evitar la rotura ó quema de éste; cosa hacedera siendo de barcas. Mas no parándose la vanguardia española ni el coronel Skerret en perseguimiento de los franceses, impidieron que se realizase aquella maniobra, pues cerraron de cerca por el camino real, no sólo á las fuerzas rechazadas de Castilleja, sino tambien á todas las que el enemigo allí reunia, las cuales fueron replegándose en tres columnas con dos piezas de artillería y 200 caballos, y se apostaron, teniendo á su derecha el rio, y á sus espaldas el arrabal de Triana. Motivo por el que resolvió Cruz Mourgeon, consultando al tiempo, que D. José Canterac, en vez de sostener con la caballeria, como habia pensado, los cuerpos de la derecha, ayudase el ataque que daban Downie y Skerret, verificándolo con tal dicha, que su llegada decidió la completa retirada del enemigo de la llanura que todavia ocupaba.

Avanzaron los aliados y se metieron en Triana, empeñándose reciamente el combate en la cabeza del puente. Quien más se arriscó fué Downie con su legion; dos veces lo rechazaron, y dos le hirieron; á la tercera, arremetiendo casi solo, saltó á caballo por uno de los huecos que los franceses habian practicado en una parte del puente, quitando las tablas traviesas y fué derribado, herido nuevamente en la mejilla y en un ojo, y hecho prisionero. Conservó, sin embargo, bastante presencia de ánimo para arrojar á su gente la espada de Pizarro, logrando así que no sirviese de glorioso triunfo á los enemigos. Éstos, aunque ufanos de haber cogido á Downie, viéndose batidos por nuestra artillería, colocada en el malecon de Triana, y atacados por nuestras tropas ligeras, que cruzaron el puente por las vigas, ni pudieron acabar de cortar éste, ni les quedó más arbitrio que meterse en la ciudad, cerrando la puerta del Arenal. Pero habilitado sin tardanza el puente con tablones que pusieron los vecinos, fuéles permitido á todas las tropas aliadas ir pasando el rio con celeridad, infundiendo así aliento á las guerrillas que iban delante y á los moradores. Pronto se vieron felices resultas, pues abierta la puerta del Arenal sin que los enemigos lo notasen, echadas á vuelo las campanas, colgadas muchas casas, y siendo universal el júbilo y la algazara, metiéronse los nuestros por las calles, y subió á tanto grado el aturdimiento de los franceses y su espanto, que á pesar de los esfuerzos de sus generales, empezaron los soldados á huir hasta el punto de arrojar algunos las armas, teniendo todos al fin que salir por la puerta Nueva y la de Carmona con direccion á Alcalá, abandonando dos piezas, muchos equipajes, rico botin, caballos, y perdiendo 200 prisioneros. En desquite lleváronse consigo á Downie gran trecho; y sólo le dejaron libre, aunque mal parado, á unas cuantas leguas de Sevilla.

No persiguieron los nuestros á los franceses en la retirada, observándolos tan sólo de léjos la caballería. Cruz Mourgeon se detuvo en la ciudad, donde se publicó la Constitucion el 29 de Agosto, dos días despues de la entrada de los aliados. Se celebró el acto en la Plaza de San Francisco, acompañado de las mismas fiestas y alegría que en las demas partes.

Continuó el mariscal Soult su marcha, obligado á estar siempre en vela por la aversion que le tenían los pueblos, y por atender á los movimientos de D. Francisco Ballesteros, que desembocando de la serranía de Ronda, le amagaba continuamente, engrosado algun tanto con tres regimientos que de la isla de Leon destacó la Regencia, bajo el mando de D. Joaquin Virués.

En el tiempo que promedió, desde la funesta accion de Bórnos hasta la evacuacion de Sevilla, no dejó Ballesteros de molestar al enemigo, ya amenazando á Málaga, aunque irreflexivamente, ya entrando en Osuna con la dicha de sorprender á su gobernador y de coger un convoy, ya, en fin, distrayendo la atencion de los franceses de varios modos. Mas, ahora, no siéndole tampoco dado atacar á Soult de frente á causa de la superioridad de las fuerzas de éste, se limitó, para incomodarle, á ejecutar maniobras de flanco, amparado de las breñas y pintorescas rocas de la sierra de Torcal. Acometió el 3 de Setiembre en Antequera á la retaguardia francesa mandada por el general Semelé, y le acosó tomándole algunos prisioneros, bagajes y tres cañones. Lo mismo repitió al amanecer del 5 en Loja, apretando de cerca los españoles á sus contrarios hasta Santa Fe.

Permaneció el mariscal Soult algunos días en Granada, donde se le juntaron varios destacamentos, que fueron sucesivamente evacuando los pueblos y ciudades de aquella parte, entre ellas Málaga, que había sido abandonada en los últimos dias de Agosto, despues de haber volado el castillo de Gibralfaro.

Liberación de Córdoba por Schepeler (3 de septiembre de 1812)

Dió tambien con eso lugar á que se le aproximase el quinto cuerpo frances á las órdenes del general Drouet, conde d’Erlon; quien, acantonado en Extremadura hácia Llerena, se habla mantenido allí desde Mayo sin ser incomodado por Hill ni por los españoles. Así le habia querido lord Wellington, temeroso de algun desmanque comprometiese sus operaciones de Castilla la Vieja; de cuya resolucion no se apartó hasta que, yendo de ventura en ventura, y habiéndose dispuesto, segun insinuamos, á hostilizar á Soult y cuerpos dependientes de su mando, recibió órden Hill de coadyuvar á este plan; por lo cual, al paso que Cruz y Skerret se movieron la vuelta de Sevilla, marchó tambien aquel general inglés sobre Llerena el 29 de Agosto, formado en cuatro columnas, con ánimo de espantar á Drouet de aquellos lugares; mas llegó cuando los franceses habian ya levantado el campo, y se retiraban por Azuaga, camino de Córdoba. Desistió Hill de ir tras ellos; y conforme á instrucciones de lord Wellington, se enderezó al Tajo acompañado de las divisiones españolas de Morillo y de Penne Villemur, para obrar de concierto con las demas tropas británicas, ya á la sazon en Castilla la Nueva.

Dejósele, pues, á Drouet continuar tranquilamente su marcha, y ni siquiera fué rastreando su huella otra fuerza que un corto trozo de caballería que el general español Penne Villemur destacó á las órdenes del coronel aleman Schepeler, de quien hablamos con ocasion de la batalla de la Albuera. Desempeñó tan distinguido oficial cumplidamente su encargo, empleando el ardid y la maña, á falta de otros medios más poderosos y eficaces. Replegábase el enemigo lentamente, como que no era incomodado, conservando todavía cerca del antiguo Castel de Belmez, ahora fortalecido, una retaguardia. Deseoso el coronel Schepeler de aventarle, y careciendo de fuerzas suficientes, envió de echadizos á unos franceses que sobornó, los cuales con facilidad persuadieron á sus compatriotas ser tropas de Hill las que se acercaban, resolviendo Drouet, en su consecuencia, destruir las fortificaciones de Belmez el 31 de Agosto, y no detenerse ya hasta entrar en Córdoba. Schepeler avanzó con su pequeña columna, y desparramándola en destacamentos por las alturas de Campillo y salidas de la sierra, cuyas faldas descienden hácia el Guadalquivir, ayudado tambien de los paisanos, hizo fuegos y ahumadas durante la noche y el día en aquellas cumbres, como si viniesen sobre Córdoba fuerzas considerables; apariencias que sirvieron de apoyo á las engañosas noticias de los espías. No tardó el enemigo en disponer su marcha, y á la una de la madrugada del 3 de Setiembre tocó generala, desamparando los muros de Córdoba al apuntar del alba. Tomaron sus huestes el camino del puente de Alcolea, yendo formadas en tres columnas.

Otros ardides continuó empleando Schepeler para alucinará sus contrarios, y el mismo dia 3 por la tarde se presentó delante de la ciudad, cuyas puertas halló cerradas, temerosos algunos vecinos de las guerrillas y sus tropelías. Pero cerciorados muy luégo de que eran tropas del ejército las que llegaban, todos, hasta los más tímidos, levantaron la voz para que se abriesen las puertas; y franqueadas, penetró Schepeler por las calles, siendo llevado en triunfo y como en vilo hasta las casas consistoriales con aclamacion universal, y gritando los moradores: ¡Ya somos libres! En el arrobamiento que se apoderó del coronel con tan entusiasmada acogida, figurósele, segun nos ha contado él mismo, que renacian los tiempos de los Umeyas, y que volvía victorioso á Córdoba el invencible Almanzor despues de haber dado feliz remate á alguna de sus muchas campañas, tan decantadas y aplaudidas por los ingenios y poetas árabes de aquella era; similitud no muy exacta, y vuelo harto remontado de la fantasía del coronel aleman, hombre, por otra parte, respetable y digno.

Mas, á pesar de su triunfo, se vió éste angustiado, no asistiéndole las fuerzas que se imaginaba en la ciudad, y manteniéndose todavía no muy léjos el general Drouet. Aumentó su desasosiego la llegada de D. Pedro Echavarri, quien, valido del favor popular de que gozaba en aquella provincia, habia acudido allí al saber la evacuacion de Córdoba. Hombre ignorante el D. Pedro, y atropellado, quiso, arrogándose el mando, hacer pesquisas y ejecutar encarcelamientos, procurando cautivar áun más la aficion que ya le tenía el vulgo con actos de devocion exagerada. Contuvo Schepeler al principio tales demasías; mas no despues, siendo nombrado Echavarri por la Regencia comandante general de Córdoba; merced que alcanzó por amistades particulares, y por haber lisonjeado las pasiones del dia, y á persiguiendo á los verdaderos ó supuestos partidarios del gobierno intruso, ya publicando pomposamente la Constitucion; pues este general adulaba bajamente al poder cuando le creia afianzado, y se gallardeaba en el abuso brutal y crudo de la autoridad, siempre que la ejercia contra el flaco y desvalido.

Afortunadamente no le era dado á Drouet, á pesar de constarle las pocas fuerzas nuestras que habia en Córdoba y de los desvaríos de Echavarri, revolver sobre aquella ciudad. Impedíaselo el plan general de retirada; por lo que prosiguió él la suya, aunque despacio, via de Jaen con rumbo á Huéscar, donde se puso en inmediato contacto con el ejército del mariscal Soult. Rodeado ya éste de todas sus fuerzas, evacuó á Granada el 16, encaminándose al reino de Murcia. Noticioso de ello Ballesteros trató de inquietarle algun tanto, haciendo que el brigadier Barutell, pasando por Sierra-nevada, le acometiese en los Dientes de la Vieja; lo cual se ejecutó,causando al enemigo mucho azoramiento y alguna pérdida. Libre Granada, pisó su suelo en 17 de Setiembre el ejército del general Ballesteros, siendo el primero que penetró allí el Príncipe de Anglona, acogido con no menores obsequios, alegría y festejos que los demas caudillos en las otras ciudades.