Retirada de Wellington a través de Castilla

Mirar antes:Expediciónm a la Mancha de Elío Ofensiva de otoño del ejército del cantro y del mediodía , Asedio del castillo de Burgos

Comienza la retirada

Á la propia sazon habian reunido los franceses sus fuerzas disponibles de los ejércitos de Portugal y el Norte en Monasterio, empezando á avanzar el 20 á Quintanapalla, de donde tuvieron otra vez que replegarse, flanqueándolos por su derecha sir Eduardo Paget. Wellington, sin embargo, no difirió levantar el sitio del castillo de Búrgos, segun hemos visto; é hízolo con tal presteza, que el enemigo no advirtió hasta tarde el movimiento de los aliados, quienes pudieron continuar retirándose sin molestia, y pasar tranquilamente el Pisuerga por Torquemada y Cordobilla.

Varios cuerpos de caballería ligera al mando de sir Stapleton Cotton, don Julian Sanchez y alguna que otra partida española componian la retaguardia. El enemigo, adelantándose, trabó refriegas parciales con los aliados, cuyas tropas, colocadas á la márgen del Carrion, sentaron el 24 su ala derecha en Dueñas y su izquierda en Villamuriel. Por aquí se extendia el sexto ejército español á las órdenes del general Castaños, cuyo jefe de estado mayor era D. Pedro Agustin Giron. Habíansele agregado guerrillas y gente del séptimo ejército, como lo era la division de D. JuanDiaz Porlier. Atacó el enemigo la izquierda de los aliados sin fruto; hizo Wellington en seguida marchar alguna fuerza sobre Palencia con deseo de cortar los puentes del Carrion, pero malogrósele, habiendo agolpado allí los franceses suficiente tropa que se lo estorbase.

La guerra de los puentes

Pasó el enemigo aquel río por Palencia, y hubo entónces Wellington de cambiar su frente, consiguiendo volar dos puentes que hay tambien sobre el Carrion, en Villamuriel y cerca de Dueñas. No acertaron los aliados á destruir otro sobre el Pisuerga, en Tariego, por donde cruzaron aquel rio los enemigos, como tambien el Carrion, siguiendo un vado peones suyos y jinetes. Ordenó Wellington que se contuviese á los contrarios en su ataque, y se trabó una pelea, en la que tuvieron parte los españoles. De éstos, el regimiento de Astúrias ció un momento, y notándolo D. Miguel de Alava, que asistia al lado de lord Wellington, se adelantó para reprimir el desórden, y evitar que hubiese quiebra en la honra de las filas de sus compatriotas á la vista de tropas extranjeras. Intrépido Álava avanzó demasiadamente, y recibió una herida grave en la ingle. Pero los españoles entónces, sin descorazonarse, volvieron en sí y repelieron al enemigo, ayudándolos y completando la comenzada obra los de Brunswick y el general Oswald con la quinta division de los aliados.

Puente de VillaMuriel sobre el Carrión (volado por los aliados)

Puente de Dueñas sobre el Carrión (volado por los aliados)

Puente de Tariego sobre el Carrión (no volado, por aquí cruzaron los franceses)

Puente de Carrión (no volado, por aquí cruzaron los franceses)

Puente de Cabezón sobrel Pisuerga(por aquí se retiró Wellington)

Puente de Valladolid sobre el Pisuerga(defendido por los aliados y volado)

Puente de Simancas sobre el Pisuerga (defendido por los aliados)

Puente de tordesillas sobre el Duero (volado; tomado por los franceses en un golpe de mano y reparado)

Puente Duero (por aquí se retiró Wellington, volado)

Puente de Tudela de Duero (por aquí se retiró Wellington, volado)

Puente de quintanilla sobre el Duero (volado)

Puente de Zamora sobre el Duero (volado)

Puente de Toro sobre el duero (volado por los aliados, y reparado por los franceses)

Puente de Alba sobre el Tormes(combate el 14 de noviembre de 1812; volado)

Castillo de a Alba de Tormes ( sitiada guarnición española de 300 hombres al mando de don josé Miranda Cabezón)

Luégo cejó lord Wellington, repasando el Pisuerga por Cabezon de Campos. En la mañana del 27 apareció Souham, general en jefe del ejército enemigo, á cierta distancia, sin que intentase ningun ataque de frente, limitándose, segun se advirtió despues, á enviar destacamentos via de Cigales, por su derecha, para posesionarse del puente del Pisuerga en Valladolid, y colocarse así á espaldas del ejército aliado. Prolongaron los franceses su derecha áun más allá el dia 28, siendo su intento enseñorearse del puente del Duero en Simáncas; pero defendido estepaso, como el de Valladolid, por el coronel Halkett y el Conde Dalhousie, volaron los aliados el primer puente, y á prevencion tambien el de Tordesillas. Mas no bastándole á lord Wellington estas precauciones, y temeroso de ser envuelto por su izquierda, se echó atras, y pasó el Duero por los pueblos de Puente Duero y Tudela, cuyos puentes voló, lo mismo que el de Quintanilla y los de Zamora y Toro. Advertido Wellington de que los enemigos, cruzando á nado el Duero, habian caído de golpe sobre la guardia inglesa de Tordesillas, y que reparaban el puente para facilitarla comunicacion de ambas riberas, se encaminó al punto en donde se alojaba el ala izquierda, apostando el 30 sus tropas en las alturas que se elevan entre Rueda y Tordesillas. Nada, sin embargo, intentaron los enemigos por de pronto, contentándose con posesionarse nuevamente de Valladolid y Toro, y extenderse por la derecha de sus márgenes.

Tampoco Wellington se movió ántes del 6 de Noviembre, ora por desistir el enemigo de su acosamiento, ora por ser necesario dar descanso á sus tropas, y treguas al general Hill para que se le juntase. Aquel mismo dia llegó dicho general á Arévalo, y púsose en comunicacion con Vellington, quien le mandó proseguir sin tardanza su movimiento por Fontiberos, sobre Alba de Tórmes. La marcha de Hill pecó de fatigosa por escasez de víveres, cuya falta se achacó al comisariato inglés, impróvido y más cuidadoso á la sazon del interes propio que del de sus tropas. Tambien habia decaido algun tanto la virtud militar en las divisiones que mandaba Hill.

Aparejados ya los puentes de Tordesillas y Toro por el enemigo, no alargó más tiempo Wellington su permanencia en las últimas estancias, colocándose el 8 de Noviembre en las que ántes habia ocupado frente de Salamanca. Pasó el mismo dia sir Rowland Hill el Tórmes por Alba,y guarneció el castillo. Detenidos los franceses en recoger provisiones, y atentos á unirse con los ejércitos del Mediodía y centro, como lo fueron verificando enestos dias, no molestaron á los aliados en sus marchas. Las fuerzas enemigas que se reunieron ahora ascendían á 80.000 infantes y 12.000 caballos, lo más florido de lo que tenian en España, si no contamos algunas de las tropas de Suchet. Constaba el ejército aliado de 48.000 infantes y 5.000 caballos, y ademas 18.000 españoles, fuera de las guerrillas y de la gente de Extremadura que venía con Hill.

Comenzaron los enemigos á hacer ademan de atacar el 9 á los aliados por el lado de Alba, mas no se trabó pelea importante hasta el 14. En este dia vadearon los franceses el Tórmes por tres puntos, dos leguas por cima de Alba. Quiso lord Wellington poner estorbos al paso del frances por aquel rio; pero siendo ya tarde y conociendo estar muy afianzados los enemigos en sus posiciones, determinó alejarse. Puso en ejecucion su pensamiento despues de haber recogido en la misma tarde del 14 las tropas suyas apostadas en las cercanías de Alba, y de haber destruido los puentes del Tórmes, ciñéndose á dejar en el castillo de aquella villa, palacio de sus duques, una guarnicion española de 300 hombres á las órdenes de D. José Miranda Cabezon.

Abandonó Wellington del todo el 15 las estancias de Salamanca, y partió distribuido su ejército en tres trozos que conservaban paralelas distancias, en cuanto lo consentia el terreno doblado de aquella comarca. Mandaba la primera columna el general Hill; la segunda ó centro sirEduardo Paget; componían la tercera los españoles. Cruzaron todos el Zurguen, y acamparon por la noche en los olivares que lame el Valmuza, tributario del Tórmes. El tiempo lluvioso, las aguas rebalsadas en las tierras bajas, los víveres escasos, si bien se habia surtido al soldado de pan para seis dias, pero inútilmente, por la relajacion de la disciplina, sino en los casos de pelear. Los caballos desprovistos de forraje y pienso, teniendo que acudir para alimentarse á pacer la hierba ó á ramonear y descortezar los árboles. Desaprovecharon los franceses, asistidos como se hallaban de fuerzas superiores, esta oportunidad de introducir desórden y aumentar la turbacion en el ejército aliado.

Permanecieron los nuestros al raso el 16 en un bosque, á dos leguas de Tamámes. Al dia siguiente dirigieron su marcha por unos encinares, y detras el enemigo sin perder la huella de la retaguardia. Aquí pastaban unas piaras, y con ellas rompieron recia escaramuza los soldados, así españoles como ingleses y portugueses, echándose la culpa unos á otros;hubo ocasion en que el fuego indujo á error, creyendo ser lid con hombres la que sólo lo era contra desdichados animales.

Paget prisionero

El desconcierto que nacia de tales incidentes, junto con lo pantanoso é intransitable de los caminos, y lo hinchado de los arroyos, que desunian las divisiones ó columnas, fué causa de que resultase entre dos de ellas un espacioso claro. Disgustado sir Eduardo Paget, y deseoso de averiguar en qué consistia, cabalgó de una á otra, en sazon justamente en que se interponia entre las columnas separadas un cuerpo de caballería enemiga, que, cayendo de repente sobre el general inglés, le hizo prisionero sin resistencia.

Fin de la retirada

Afortunadamente ignoraban los franceses la verdadera situacion de los aliados; sino, otros perjuicios pudieran haberse seguido. Desde el Tórmes no hubo más que cañoneo y escaramuza por ambas partes, con amago á veces de formalizarse campal batalla. Lord Wellington, cuya serenidad y presencia por do quiera alentaba y contribuía á que el soldado no diese suelta á su indisciplina, estableció en la noche del 18 sus cuarteles un Ciudad-Rodrigo, y cruzando en los días 19 y 20 el Agueda, pisó en breve tierra de Portugal. Los españoles se dirigieron por lo interior de este reino á Galicia; alojándose otra vez en el Vierzo el sexto ejército para rehacerse y prepararse á nuevas campañas. Tornó Porlier á Astúrias; y las fuerzas de Extremadura que habian venido con Hill se acuartelaron durante el invierno en Cáceres y pueblos inmediatos; quedando cerca de Wellington pocos cuerpos y guerrillas, de las que algunas regolfaron otra vez á Castilla.

Sitio de Alba deTormes

Entre tanto el gobernador de Alba de Tórmes, don José Miranda Cabezon, á quien encargó Wellington sustentar el punto, condújose dignamente; reanimando su espíritu, si menester fuera, la vista de aquellas paredes en donde se representaban todavía las principales batallas deque saliera vencedor en otro tiempo el inmortal duque de Alba D. Fernando Alvarez de Toledo. Solo Miranda, y ya léjos los ejércitos aliados, empezaron los enemigos á intimarle la rendicion. Respondió Miranda siempre con brío á los diversos requerimientos, no desperdiciando coyuntura de hacer salidas y coger prisioneros. Ocuparon luégo los franceses los lugares altos para descubrir á los nuestros, que se defendian bravamente detras de los muros, de las ruinas y parapetos del castillo. Así continuaron hasta el 24 de Noviembre, en cuya noche resolvió el gobernador evacuar aquel recinto, dejando sólo dentro al teniente de voluntarios del Ribero D. Nicolas Solar, con 20 hombres, 33 enfermos y 112 prisioneros hechos en las anteriores salidas. Ordenó á éste su jefe sostener fuego vivo por algun tiempo para cubrir al sitiador la escapada de la guarnicion. Al ser de dia llegó Miranda con los suyos al Carpio; pero teniendo que andar por medio de los enemigos y de sus puestos avanzados, vióse obligado, para evitar su encuentro, á marchar y contramarchar durante los días 25, 26 y 27, hasta que el 28, favorecido por un movimiento de los contrarios, y ejecutando una marcha rápida, se desembarazó de ellos, y se acogió libre al puerto del Pico. Ántes de salir Miranda del castillo se correspondió con el general frances que le sitiaba, y en el último oficio díjole : «Emprendo la salida con mi guarnicion; si las fuerzas de V. S. me encontrasen, siendo compatibles, pelearémos en campo raso. Dejo á V. S. el castillo con los enseres que encierra, particularmente los prisioneros, á quienes he mirado con toda mi consideracion, y omito suplicar á V. S. tenga la suya con el oficial, enfermos y demas individuos que quedan á su cuidado, supuesto que sus escritos me han hecho ver la generosidad de su corazon.» Celebró debidamente lord Wellington el porte de Miranda, y tributáronle todos justas alabanzas.

Cuarteles de invierno

Penetrado que hubo en Portugal el general inglés, tomó cuarteles de invierno, acantonando su gente en una línea que se extendia desde Lamego hasta las sierras de Baños y Béjar, así para proporcionarse vituallas con mayor facilidad, como para atalayar todos los pasos, y de manera que pudieran sus diferentes cuerpos reconcentrarse con celeridad y presteza. Los franceses, por su parte, tomaron varios rumbos y posiciones, esparciéndose por Castilla la Vieja, á las órdenes de Souham y Caffarelli, sus ejércitos de Portugal y el Norte, y revolviendo sobre Castilla la Nueva, regidos siempre por el rey intruso y los mariscales Jourdan y Soult, los del centro y Mediodía.

En la tarde del 3 de Diciembre entró de nuevo José en Madrid, enluteciéndose los corazones de los vecinos, comprometidos cada vez más con idas y venidas de unos y otros, y abrumados de cargas y de no interrumpidas infelicidades y desventuras. Mandó, no obstante, el gobierno intruso que se iluminasen las casas por espacio de tres dias en celebridad del retorno de su monarca, quien se mostró aún más placentero y apacible que lo que tenía de costumbre. Las demostraciones de alegría apesadumbraban á los moradores en vez de divertirlos y entretenerlos, mirándolas como mofa de sus miserias; ocasion bastante, cuando no fuera ayudada de tantas otras, para que creciese la indignacion en los pechos.

Repartidas las tropas británicas, segun hemos dicho, y aseguradas en sus puestos, pasó Wellington una circular á todos los comandantes de los cuerpos, notable por sus razones y oportunos reparos, y por inferirse tambien de su contexto el desarreglo y la insubordinacion á que habian llegado los soldados ingleses. «La disciplina del ejército de mi mando (decía Wellington) en la última campaña ha decaido á tal punto, que nunca he visto ni leido cosa semejante. Sin tener por disculpa desastres ni señaladas privaciones.....» «Hanse cometido desmanes y excesos de toda especie, y se han experimentado pérdidas que no debieran haber ocurrido.....» Achacaba en seguida el general inglés muchas de estas faltas al descuido y negligencia de los oficiales en los regimientos, y prescribia atinadas reglas para aminorar el mal y destruirle en lo sucesivo. Produjo esta circular maravilloso efecto.

Wellington en Cádiz

Poco despues se trasladó lord Wellington á Cádiz, á fin de concertarse con el Gobierno español acerca de la campaña que debia abrirse en la primavera, y tambien para dar descanso y recreo al ánimo, despues de tan continuadas fatigas. Llegó Wellington á aquella ciudad el 24 de Diciembre, y la Regencia y las Córtes, y los grandes y los vecinos, todos se esmeraron en su obsequio. Diéronle los regentes el 26 un convite espléndido, al que asistió una comision de las Córtes. En correspondencia hizo otro tanto el embajador británico sir Enrique Wellesley, hoy lord Cowley, hermano del General, con la singularidad de haber invitado á todos los diputados. Festejóle la grandeza de España, casi toda ellareunida en Cádiz, como muy adicta á la causa de la patria, celebrandoun suntuoso baile, á que concurrió lo más florido y bello de la poblacion.

Quisieron turbar la fiesta mal intencionados, ó gente enojada de no habersido parte en el convite, escribiendo una carta anónima á la Condesa-Duquesa de Benavente, Duquesa tambien viuda de Osuna, que por sus particulares respetos y elevadas circunstancias presidía la funcion; tratábase en su contenido de atemorizar á esta señora con el anuncio de que la cena estaba envenenada. Vislumbróse luégo el objeto de tan falso y oficioso aviso, y léjos de alterarse la alegría, aumentóse, dando lugar tal incidente á donaires y chistosas agudezas. Otra casual ocurrencia hizo aquella noche subir más de punto el comun gozo, y fué la noticia que entónces llegó de los desastres y completa ruina que iba sufriendo el ejército frances al retirarse de su campaña de Rusia; suaves recuerdos de hechos que presenciamos, tanto más indelebles para nosotros, cuanto acaecieron en nuestra primera mocedad. A tales diversiones y fiestas, grandes atendiendo á la estrecheza de los tiempos, nacidas todas del entusiasmo más puro y desinteresado, acompañaron ciertas y honoríficas muestras de aprecio, dispensadas á lapersona de lord Wellington. Debe considerarse como notable la de una comision que nombraron las Córtes para irle á cumplimentar á su casa luégo de su arribo á Cádiz; paso preparatorio de una nueva y mayor distincion con que se lo honró.

Fué ésta recibirle las Córtes dentro de su mismo seno, y concederle asiento en medio de los diputados. Merced que Wellington tuvo en grande estima, como hijo de un país en cuyo gobierno tienen tanta parte los cuerpos representativos. Verificóse esta ceremonia el 30 de Diciembre. Presidía las Córtes D. Francisco Císcar ). Leyó lord.Wellington un discurso sencillo en castellano, pero enérgico, realzando el vigor de las palabras el acento mismo aspirado y fuerte con que le pronunció. Respondióle el Presidente de las Córtes atinadamente, si bien de un modo algo ostentoso, y propio sólo de los tiempos en que Alejandro Farnesio y el Duque de Feria dominaron en Francia, y dentro mismo de los muros parisienses.

Reorganización de los ejércitos españoles

No se crea que sólo á ceremonias y apacibles entretenimientos se limitaron las ocupaciones de lord Wellington en Cádiz. Otras disposicio-nes y acuerdos se tomaron, enderezados á dar impulso á la guerra é introducir mayor sencillez en la administracion. La Regencia habia por este tiempo refundido en cuatro ejércitos de operaciones, con dos de reserva, los que ántes se hallaban distribuidos en siete. Formaba el primeroel de Cataluña, y se puso á las órdenes del general Copons y Navia. El segundo componíase del segundo y tercero de ántes, y continuaba mandándole D. Francisco Javier Elío. El cuarto antiguo daba el sér al tercero nuevo, y á su frente el Duque del Parque. Constaba el cuarto de ahora de los anteriores quinto, sexto y séptimo, y regíale el general Castaños. De los de reserva debia organizarse uno en Andalucía al cuidado del Conde del Abisbal; otro en Galicia al de don Luis Lacy. De estas fuerzas, 50.000 hombres tenian que maniobrar á las inmediatas órdenes de lord Wellington. Tambien á instancia de la Regencia promulgaron las Córtes un decreto , con fecha 6 de Enero del año entrante de 1813, en elque se deslindaban las facultades de los generales, de los jefes políticos y de los intendentes, con otras disposiciones dirigidas á destruir, ó por lo ménos suavizar todo ludimiento ó roce de las autoridades entre sí; tratándose igualmente de mejorar la cuenta y razon y toda la parte administrativa: asunto arduo de suyo, y más en aquella sazon, fecunda en pretextos y disculpas que ofrecian los reveses y azares de la guerra misma.