Toma de Ciudad Rodrigo por los aliados

Preparativos de Wellington

El segundo de los dos acontecimientos que hemos anunciado como favorables y gloriosos, fué la toma de Ciudad-Rodrigo, más importante, por sus consecuencias, que la defensa de Tarifa. Resuelto lord Wellington, segun apuntamos al principio de este libro, á formalizar el sitio de aquella plaza, continuó tomando várias disposiciones desde sus acantonamientos de la Fregeneda, y juntó en Almeida, al acabar Noviembre, el parque correspondiente de artillería. Completó en seguida y con mucho órden los demas preparativos, habiendo ejercitado algunas tropas en las tareas propias del ingeniero y del zapador, en lo que ántes se habian los suyos mostrado harto bisoños. Mandó tambien al general Hill que se moviera hácia la Extremadura española, y colocó á D. Cárlos España y á D. Julian Sanchez en el Tórmes, con objeto de que los últimos cortasen aquellas comunicaciones. Estos jefes, particularmente Sanchez, desempeñaron bien su comision, y los pueblos de Castilla mostraron, segun escribia el mismo Wellington, grande adhesion á la causa de la patria; guardando ademas tal fidelidad, que pasaron dias primero que supiesen los franceses de Salamanca, aunque tan próximos, haber los aliados emprendido el sitio.

Comienzo del asedio

Debió éste tener principio el 6 de Enero; pero se retardó hasta el 8 por el mal tiempo. Describimos á Ciudad-Rodrigo cuando el cerco de 1810, tan honorífico para las armas españolas. Desde entónces habian los franceses reparado los daños causados en aquella defensa, fortalecido los principales edificios del arrabal y el convento de Santa Cruz, al Nordeste, como tambien levantado en el cerro ó sea teso de San Francisco un reducto, que apellidaron de Renaud, en memoria del malhadado gobernador de aquel nombre, que cogiera D. Julian Sanchez.

Ocuparon los ingleses esta obra en la noche misma del 8 al 9; estreno feliz de su empresa. Por allí dirigieron los trabajos, siguiendo el mismo camino que habían tomado los franceses en el anterior cerco. Establecieron los sitiadores la primera paralela en el mencionado teso, y plantaron tres baterías de á once piezas cada una. Rompieron el 14 el fuego, y abriendo los aproches, formaron la segunda paralela á 70 toesas de la plaza. Favoreció el progreso la toma que el general Graham verificó el 13 del convento de Santa Cruz, con lo cual se vió protegida la derecha de los sitiadores. Sucedió otro tanto respecto á la izquierda, habiéndose enseñoreado los aliados en la noche del 14 del convento de San Francisco en el arrabal. Continuaron los ingleses completando del 15 al 19 la segunda paralela y sus comunicaciones, y no descuidaron adelantar la zapa hasta la cresta del glácis.

El asalto del 19 de enero de 1812

Entre tanto habia previsto Wellington que tal vez convendría, ántes de que se concluyeran debidamente los trabajos, dar el asalto; por lo que recibiendo de los ingenieros seguridad de que era posible abrir brecha sólo con los fuegos de las baterías de la primera paralela, ordenó que se pusiese en ello todo el conato. Así se hizo, y en la tarde del 19 hallóse ya aportillado el muro de la falsabraga y el del cuerpo de la plaza. Ademas de la brecha principal, practicóse otra más á la izquierda de los aliados, por medio de una nueva batería plantada en el declive que va desde el cerro al convento de San Francisco.

Hasta entónces habian los sitiados procurado retardar las operaciones del inglés, y el 14 hicieron una salida en que le causaron daño. Sin embargo, ni estas tentativas ni otros arbitrios fueron parte á impedir que llegase el momento crítico del asalto.

Dispúsole Wellington, desechada que fué por el gobernador frances la propuesta de rendirse, y aceleróle en consecuencia de tristes nuevas que empezaba á recibir de Valencia, como tambien por reunir tropas en Valladolid el mariscal Marmont, quien desde Toledo y Talavera habia llegado en los primeros dias de Enero á aquella ciudad con parte de su ejército en busca de víveres, y sospechando que los ingleses iban á poner sitio á Ciudad-Rodrigo.

Por tanto, el mismo dia 19 en que se abrieron las brechas, determinó Wellington que al cerrar de la noche se asaltase la plaza. Destinó al efecto cinco columnas. La quinta de ellas, á las órdenes del general Pack, estaba encargada de hacer un ataque falso por la parte meridional: debia la cuarta, guiada por Crawfurd, embestir la brecha pequeña, y cubrir la izquierda del acometimiento de la más principal, cuyo asalto se había reservado á las tres columnas restantes bajo el general Picton. Dióse principio á la empresa, arrostrando los anglo-portugueses con serenidad los mayores peligros y superando obstáculos.

Se defendieron los franceses con denuedo; mas sucediendo bien los diversos ataques, aflojaron, y pudieron los aliados al cabo de media hora extenderse lo largo de las murallas y enseñorearse de la plaza. Cayeron prisioneros 1.709 franceses y el comandante Barrié, que hacia de gobernador; los demas, hasta dos mil que componian la guarnicion, habian perecido en la defensa. Conservaron los aliados, al entrar en la ciudad, buen órden; su pérdida ascendió en todo á 1.300 hombres. Entre los muertos contóse desgraciadamente á los generales Mackinson y Crawfurd.

Homenajes a Wellington

Entregó lord Wellington la plaza en manos de D. Francisco Javier Castaños, y las Córtes decretaron las debidas gracias al ejército anglo-portugues, y concedieron al general en jefe la grandeza de España bajo el titulo de duque de Ciudad-Rodrigo. Tambien el Gobierno y Parlamento británico dispensaron honores y pensiones, ordenando ademas que se erigiese un monumento en memoria del valiente y malogrado general Crawfurd.

Reducción de efectivos franceses

Otros sucesos felices y nuevas esperanzas acompañaron á estos triunfos. No habian los franceses reforzado sus filas en 1811 con más de 50.000 combatientes; auxilio que ni con mucho bastaba á llenar los claros que hacia la guerra, ni los huecos que dejaban algunas tropas que ahora partieron; pudiendo aseverarse que por el tiempo en que vamos no conservaban los enemigos en la Península arriba de 240.000 hombres. Entre los llegados últimamente, muchos eran conscriptos, y en el Diciembre de 1811 y primeros meses de 1812 marcharon á Francia unos 14.000 veteranos; 8.000 de la guardia imperial y restos de otros cuerpos, y 6.000 polacos del ejército de Aragon, queriendo el Emperador frances emplearlos en Rusia, cuya guerra parecia ya inminente. Albores todos de las dichas que nos aguardaban en aquel año.