Sitio de Tarragona de 1811

Comienza el sitio de Tarragona

Antes de saber la sorpresa de Figueras, y luégo que recibió la órden de Napoleon, preparóse Suchet para el sitio de Tarragona, cuidando de dejar en Aragon, y en las avenidas principales, tropa que en el intermedio mantuviese tranquilo aquel reino. Más de 40.000 combatientes juntaba Suchet con los 17.000 que se le agregaron de Macdonald. Tres batallones, un cuerpo de dragones y la gendarmería ocupaban la izquierda del Ebro; á Jaca y Venasque guardábanlos 1.500 infantes, y habia puntos fortificados que asegurasen las comunicaciones con Francia. El general Compere mandaba en Zaragoza, puesta en estado de defensa y guarnecida por cerca de 2.000 infantes y dos escuadrones, extendiéndose la jurisdiccion de este general á Borja, Tarazona y Calatayud, en cuya postrera ciudad fortificaron los enemigos y abastecieron el convento dela Merced, resguardado por dos batallones que gobernaba el general Ferrier. Cubria á Daroca y parte del señorío de Molina, fortalecido su castillo, el general Paris, teniendo á sus órdenes cuatro batallones, 300 húsares y alguna artilleria. En Teruel se alojaba el general Abbé con más de 3.000 infantes, 300 coraceros y dos piezas; y se colocaron en los castillos de Morella y Alcañiz 1.400 hombres, así como 1.200 de los polacos en Batea, Caspe y Mequinenza, favoreciendo estos últimos los trasportes del Ebro.Excusamos repetir lo ya dicho arriba de las tropas dejadas en Tortosa y su comarca hasta la Rápita, embocadero de aquel río. Quedó ademas Klopicki con cuatro batallones y 200 húsares en el confin de Navarra, infundiendo siempre gran recelo al enemigo las excursiones de Espoz y Mina. Detenémonos á dar esta razon circunstanciada de las medidas preventivas que tomó Suchet, para que de ella se colija cuál era el estado de Aragon al cabo de tres años de guerra; de Aragon, de cuya quietud y sosiego blasonaba el frances. No hubiera sido extraño que hubiesen permanecido inmobles aquellos habitadores relazados así con castillos y puestos fortificados. Sin embargo, á cada paso daban señales de no estar apagada en sus pechos la llama sagrada, que tan pura y brillante habia por dos veces relumbrado en la inmortal Zaragoza.

En fin Suchet, tomadas estas y otras precauciones, y aseguradas las espaldas por la parte de Aragon y Lérida, adelantóse el 2 de Mayo á formalizar el sitio de que estaba encargado, almacenando en Reus provisiones de boca y guerra en abundancia, y acompañado de unos 20.000 hombres.

Despliegue de las fuerzas se Suchet antes del comienzo del sitio de Tarragona (Mayo de 1811)

Tenía el enemigo para asegurar su ataque contra el recinto que tomar primero el fuerte del Olivo, empresa no fácil. Le incomodaban mucho de este lado las incesantes acometidas de los españoles; por lo que para reprimirlas y adelantar en el cerco, embistió en la noche del 13 al 14 unos parapetos avanzados que amparaban dicho fuerte. Los defendió largo tiempo D. Tadeo Aldea, y sólo se replegó oprimido del número. En el Olivo, muy animosos los que le custodiaban, respondieron á cañonazos á la proposicion que de rendirse les hizo el frances; y pensando Aldea en recobrar los parapetos perdidos, avanzó de nuevo y poco despues en tres columnas. Los contrarios, que conocian la importancia de aquellas obras, habíanlas sin dilacion acomodado en provecho suyo, y en términos de frustar cualquiera tentativa. Acometieron sin embargo los nuestros con el mayor arrojo, y hubo oficiales que perecieron plantando sus banderas dentro de los mismos parapetos.Por de fuera molestaban los somatenes el campo enemigo, y tambien se verificó el 14 un reconocimiento orilla de la mar, á las ordenes de D. José San Juan, protegido por la escuadra. Se encerraron los franceses en el reducto que habían construido, y apresuróse á auxiliarlos el general Habert. El mismo D. José San Juan destruyó el 18 parte de las obras que construia el sitiador á la derecha del Francolí, poniéndole en vergonzosa fuga y causándole una pérdida de más de 200 hombres. Señalóse este dia una mujer de la plebe, conocida bajo el nombre de la Calesera de la Rambla. Multiplicáronse las salidas con más ó ménos fruto, pero con daño siempre del sitiador.

No descuidó D. Pedro Sarsfield desempeñar el encargo que se le había encomendado de llamar á sí y atraer léjos de la plaza al enemigo. El 20 se colocó en Alcover, y tuvieron los franceses que acudir con bastantefuerza para alejarle, costándoles gente su propósito. Tres dias despues, incansable Sarsfield se enderezó á Montblanch y puso en aprieto al jefe del batallon Année, que allí mandaba; y si bien se libró éste, socorrido á tiempo, vióse Suchet en la necesidad de abandonar aquel punto, á cada paso acometido.

Ahora fijóse el frances en tomar el fuerte del Olivo, y con tal intento abrió la trinchera á la izquierda de los parapetos que poco ántes habia ganado, dirigiéndose á un terromontero distante 60 toesas de aquel castillo. Adelantó en su trabajo dificultosamente por encontrar con peña viva. Al fin terminó el 27 cuatro baterías, que no pudo armar hasta el 28, teniendo los soldados que tirar de los cañones á causa de lo escabroso de la subida. Cada paso costaba al sitiador mucha sangre, y en aquella mañana la guarnicion del fuerte, haciendo una salida de las más esforzadas, atropelló á sus contrarios y los desbarató. Para infundir aliento en los que cejaban, tuvo el general frances Salme que ponerse á la cabeza, y víctima de su valerosa arrogancia, al decir adelante, cayó muerto de un metrallazo en la sien.

Vueltos en sí los franceses á favor de auxilios que recibieron, comenzaron el fuego contra el Olivo el mismo dia 28. Aniquilábalos la metralla española, hasta que se disminuyó su estrago con el desmontar de algunas piezas y la destruccion de los parapetos. En el ángulo de la derecha del fuerte aportillaron los enemigos brecha sin que por eso arriesgasen ir al asalto. Los contenía la impetuosidad y el coraje que desplegaba la guarnicion. A lo último, desencabalgadas el 27 todas las piezas y arruinadas nuestras baterías, determinaron los sitiadores apoderarse del fuerte, amagando al mismo tiempo los demas puntos. La plaza y las obras exteriores respondieron con tremendo cañoneo al del campo contrario, apareciendo el asiento en que á manera de anfiteatro descansa Tarragona, como inflamado con las bombas y granadas, con las balas y los frascos de fuego. Tampoco la escuadra se mantuvo ociosa, y arrojando cohetes y mortíferas luminarias, añadió horrores y grandeza al nocturnal estrepitoso combate.

Precedido el enemigo de tiradores, acorrió por la noche al asalto, distribuido en dos columnas; una destinada á la brecha, otra á rodear el fuerte y á entrarla por la gola. Tuvo en un principio la primera mala ventura. No estaba todavía la brecha muy practicable, y resultando cortas las escalas que se aplicaron, necesario fué para alcanzar á lo alto que trepasen los soldados enemigos por encima de los hombros de un camarada suyo, que atrevidamente y de voluntad se ofreció á tan peligroso servicio. Burláronse los españoles de la invencion, y repeliendo á unos, matando á otros y rompiendo las escalas, escarmentaron tamaña osadía. En aquel apuro favorecieron al frances dos incidentes. Fué uno haber descubierto de antemano el italiano Vaccani, ingeniero y autor diligente de estas campañas, que por los caños del acueducto que ántes surtian de agua al fuerte, y conservaron malamente los españoles, era fácil encaramarse y penetrar dentro. Ejecutáronlo así los enemigos, y se extendieron á lo largo de la muralla ántes que los nuestros pudiesen caer en ello.

No aprovechó ménos á los contrarios el otro incidente, áun más casual. Mudábase cada ocho días la guarnicion del Olivo; y pasando aquella noche el regimiento de Almería á relevar al de Iliberia, tropezó con la columna francesa que se dirigia á embestir la gola. Sobresaltados los nuestros, y aturdidos del impensado encuentro, pudieron varios soldados enemigos meterse en el fuerte revueltos con los españoles; y favorecidos de semejante acaso, de la confusion y tinieblas de la noche, rompieron luégo á hachazos, junto con los de afuera, una de las dos puertas arriba mencionadas, y unidos unos y otros, dentro ya todos, apretaron decerca á los españoles y los dejaron, por decirlo así, sin respiro, mayormente acudiendo á la propia sazon los que habian subido por el acueducto, y estrechaban por su parte y acorralaban á los sitiados. Sin embargo, éstos se sostuvieron con firmeza, en especial á la izquierda del fuerte y en el caballero, y vendieron cara la victoria disputando á palmos el terreno y lidiando como leones, segun la expresion del mismo Suchet. Cedieron sólo á la sorpresa y á la muchedumbre, llegando de golpe con gente el general Harispe, el cual estuvo á pique de ser aplastado por una bomba que cayó casi á sus piés. Perecieron de los franceses 500, entre ellos muchos oficiales distinguidos. Perdimos nosotros 1.100 hombres: los demas se descolgaron por el muro, y entraron en Tarragona. Rindióse D. José María Gamez, gobernador del fuerte, pero traspasado de diez heridas, como soldado de pecho. Infiérase de aquí cuál hubiera sido la resistencia sin el descuido de los caños y el fatal encuentro del relevo. Ciega iracundia, no valor verdadero, guiaba en la lucha á los militares de ambos bandos. Dícese que el enemigo escribió en el muro con sangre española: «Vengada queda la muerte del general Salme»; inscripcion de atroz tinta, no disculpable ni con el ardor que aun vibra tras sañuda pelea.

En la misma noche providenciaron los franceses lo necesario á la seguridad de su conquista, y por tanto inútil fué la tentativa que para recobrarle practicó al dia siguiente D. Edmundo 0-Ronani, en cuya empresa se señaló de un modo honroso el sargento Domingo Lopez. Mucho desalentó la pérdida del Olivo, sin que bastasen á dar consuelo 1.600 infantes y 100 artilleros poco antes llegados de Valencia, y unos 400 hombres que por entónces vinieron tambien de Mallorca. Habíase pregonado como inexpugnable aquel fuerte, y su toma por el enemigo frustró esperanzas sobrado halagüeñas.

El marques de Campoverde sale de Tarragona

Juntó en su apuro el Marqués de Campoverde un consejo de guerra, en cuyo seno se decidió que dicho general saliese de Tarragona, como lo verificó el 31 de Mayo. Antes de su partida encargó la plaza á D. Juan Senen de Contreras, enviando en comision á Valencia en busca de auxilios á D. Juan Caro. Contreras acababa de llegar de Cádiz, y siendo el general más antiguo no pudo eximirse de carga tan pesada. Parécenos injusto que, perdido el Olivo y á mitad del sitio, se impusiese á un nuevo jefe responsabilidad que más bien tocaba al que desde un principio habia gobernado la plaza. Hasta el mismo Caro debiera en ello haberse mirado como ofendido. No obstante, nadie se opuso, y todos se mostraron conformes. Incumbió á D. Pedro Sarsfield la defensa del arrabal de Tarragona y de su marina, encargándose el baron de Eroles, que habia salido de Figueras, de la direccion de las tropas que ántes capitaneaba aquél del lado de Montblanch. Campoverde, fuera ya de la plaza, situó

en Igualada sus reales el 3 de Junio. Salieron tambien de la ciudad muchos de los habitantes principales huyendo de las bombas y de las angustias del sitio. Habíalo ántes verificado la Junta y trasladádose á Monserrat, pues, como autoridad de todo el principado, justo era quedase expedita para atender á los demas lugares.

El fuerte de Francolí

Dueños los franceses del Olivo, empezaron su ataque contra el cuerpo de la plaza, abrazando el frente del recinto que cubria el arrabal, y se terminaba de un lado por el fuerte de Francolí y baluarte de San Cárlos, y del otro por el de Orleans, que llamaron de los Canónigos los sitiadores. Abrieron éstos la primera paralela á 180 toesas del baluarte de Orleans y del fuerte de Francolí, la cual apoyaba su derecha en los primeros trabajos concluidos por el frances en la orilla opuesta del rio, amparando la izquierda un reducto: establecieron tambien por detras una comunicacion con el puente del Francolí y con otros dos que construyeron de caballetes, validos de lo acanalado de la corriente.

En la noche del 1.º al 2 de Junio habian los sitiadores comenzado los trabajos de trinchera, y los continuaron en los días siguientes, sin que los detuviesen las salidas y fuego de los españoles. Zanjaron el 6 la segunda paralela, que llegó á estar á treinta toesas del fuerte de Francolí, batiendo en brecha sus muros al amanecer del 7. Lo mandaba D. Antonio Róten, quien se mantuvo firme y con gran denuedo. Al caer de la tarde apareció practicable la brecha, y los enemigos se dispusieron á dar el asalto á las diez de la noche. Juzgó prudente el gobernador de la plaza, Senen de Contreras, que no se aguardase tal embestida, y por eso Róten, conformándose con la órden de su jefe, evacuó el fuerte y retiró la artillería.

Salidas españolas

Prosiguiendo tambien los franceses en adelantar por el centro la segunda paralela, se arrimaron á treinta y cinco toesas del ángulo saliente del camino cubierto del baluarte de Orleans. Incomodábalos sobremanera el fuego de la plaza, y á punto de acobardar á veces á los trabajadores, ó de entibiar su ardor. Así fué que en la noche del 8 al 9 yacían rendidos de cansancio y del mucho afan, á la sazon que 300 granaderos españoles hicieron una salida, y pasaron á degüello á los más desprevenidos.

No ménos dichosa resultó otra que del 11 al 12 dirigió en persona, con 3.000 hombres, don Pedro Sarsfield, comandante, segun queda dicho, del arrabal y frente atacado. Ahuyentó á los trabajadores, destruyó muchas obras, y llevólo todo á sangre y fuego. En este trance, como en otros anteriores y sucesivos, distinguiéronse varios vecinos, y hasta las mujeres, que no cesaron de llevar á los combatientes refrigerantes y auxilios, en medio de las balas y las bombas.

Ataque a la luneta del Principe

Reparado el mal que se le habia causado, tuvo el frances ya el 15 trazados tres ramales delante de la segunda paralela: uno dirigido al baluarte de Orleans, otro á una media luna inmediata, llamada del Rey, y el tercero al baluarte de San Cárlos, logrando coronar la cresta del glácis.

Comprendian los sitiadores en el ataque la luneta del Príncipe, al siniestro costado del postrer baluarte, la cual acometieron en la noche del 16. Mandaba por parte de los españoles D. Miguel Subirachs. Se formaron los franceses para asaltar dicha luneta en dos columnas; una de ellas debia embestir por un punto débil á la izquierda, en donde el foso no se prolongaba hasta el mar, y la otra por el frente. Inútiles resultaron los esfuerzos de la última, estrellándose contra el valor de los españoles,á manos de los cuales pereció el frances Javersac, que la comandaba, y otros muchos. Al reves la primera, pues favorecida de lo flaco del sitio, entró en la luneta, pereciendo 100 de nuestros soldados, quedando varios prisioneros, y refugiándose los demas en la plaza. A éstos los siguieron los enemigos, quienes, con el ímpetu, se metieron por la batería de San José y cortaron las cuerdas del puente levadizo. En poco estuvo no penetrasen en el arrabal: impidióselo un socorro llegado á tiempo, que los repelió.

Con la posesion de la luneta del Príncipe, cerró el sitiador cada vez más el frente atacado. Por ambas partes se encarnizaba la lucha, brillando el denuedo de los nuestros, ya que no siempre el acierto en la defensa. Tan enconados andaban los ánimos de unos y otros, que acompañaban á la pelea palabras injuriosas y desaforados baldones. La matanza crecia en grado sumo, y por confesion misma de los franceses, nada ponderativos en sus propias pérdidas, contaban ya, en el estado actual del sitio (el 16 de Junio), entre muertos y heridos, un general, dos coroneles, 15 jefes de batallon, 19 oficiales de ingenieros, 13 de artillería, 140 de las demas armas, en fin con los soldados 2.500 hombres. Y todavía tenían que apoderarse del arrabal, y empezar despues el acometimiento contra la ciudad.

Llegan los valencianos: operaciones de Campoverde para aliviar Tarragona

Dos dias ántes, el 14 de Junio, habia llegado á Tarragona D. José Miranda con una division de Valencia, compuesta de más de 4.000 hombres armados y de unos 400 desarmados. Los ultimos se equiparon y quedaron en la plaza. Los otros, con su jefe, siguieron y tomaron tierra en Villanueva de Sitges, juntándose el 16 en Igualada con el Marqués de Campoverde. Reunia éste, asistido de tan buen refuerzo, 9.456 infantes y 1.183 caballos, y en consecuencia, se determinó á maniobrar en favor de la ciudad sitiada.

Por aquellos días el Baron de Eroles, que obraba unido á Campoverde, atacó cerca de Falset un gran convoy enemigo, y cogióle 500 acémilas. Poco ántes, hácia Mora de Ebro, en Gratallops, D. Manuel Fernandez Villamil rodeó igualmente un grueso destacamento á las órdenes del polaco Mrozinski, y acabó con 300 de sus soldados, entre muertos, heridos y prisioneros, obligando al resto de ellos á encerrarse en la ermita de la Consolacion, de donde vinieron á sacarlos dificultosamente tropas suyas de Mora.

Pérdidas diarias de esta clase fueron parte para que Süchet llamase la brigada de Abbé, y un regimiento que habia enviado á observar á Eroles, á Villamil y otros jefes, la vuelta de Mora y Falset, y tambien para que procurase acelerar la conquista de Tarragona, alterándole pensamientos varios en vista de la enérgica bizarría de la guarnicion y del aumento de las fuerzas de Campoverde, y muestras que daba éste de moverse.

Ataques a los baluartes de Orleans y San Carlos

El 18 de Julio tenía el sitiador concluida la tercera paralela; y emprendió la bajada al foso enfrente del baluarte de Orleans, perfeccionando las obras de ataque por los demas puntos. En la mañana del 21 empezó á batir el muro, y á las cuatro de la tarde aparecieron abiertas tres brechas; dos en los baluartes de Orleans y San Cárlos, la otra en el fuerte Real, aunque colocado detras: lo mal parado del terraplen facilitó al enemigo su progreso.

Hasta ahora habia defendido el arrabal, desde los primeros dias de Junio, D. Pedro Sarsfield, portándose con valor é inteligencia. Pero el 21, dia mismo del ataque, como hubiese Campoverde pedido al Gobernador que le enviase, para mandar una division, á Róten ó al citado Sarsfield, escogió Contreras al último, y le hizo salir de la plaza en el momento en que ya el enemigo habia dado principio á su acometida. Inexplicable proceder y de consecuencias inmediatas y desastradas. Porque, si bien se puso á la cabeza del punto atacado D. Manuel Velasco, oficial intrépido y entendido, sábese cuánto perjudica al buen éxito de todo combate la mudanza repentina de jefe.

A las siete de la tarde caminó el enemigo al asalto en tres trozos, contra el baluarte de Orleans, el de San Cárlos y el lado de la marina: llevaba todas sus reservas. No obstante una vigorosa resistencia, se metieron los franceses en el baluarte de Orleans, deteniéndolos buen rato en la gola los españoles, de los que muchos fueron allí pasados por la espada, y sin vengarse cual pudieran, no habiendo encendido á tiempo dos hornillos ya cargados.

Se apoderaron tambien los enemigos de los demas puntos, hasta del fuerte Real, por escalada, estando aún la brecha poco practicable. Hácia la marina rechazó Velasco los primeros ataques, sostúvose con noble esfuerzo, y no se retiró sino cuando avanzaron por el flanco los franceses que venian de los baluartes de San Cárlos y de Orleans. Contreras, puesto en lo alto del muro de la ciudad, tomó precauciones para evitar cualquiera sorpresa de aquel segundo recinto, y logró que Velasco y los suyos se salvasen, entrando por la puerta de San Juan. Dispararon los ingleses andanadas de todos sus buques, que no hicieron gran mella en el enemigo. Nosotros perdimos 500 hombres, no pocos se ocultaron, y á la deshilada se guarecieron sucesivamente en la ciudad. Mataron los acometedores á muchos vecinos del arrabal, sin distincion de sexo, quemaron almacenes en el puerto, y dueños del muelle, incomodaron en breve el embarcadero del Milagro, que ahora servia para las comunicaciones de mar.

Intentos de socorro a Tarragona por Campoverde

Ufanos los franceses con el buen suceso de su ataque, hicieron señales á la plaza por ver si el Gobernador queria entrar en capitulacion; pero éste las desdeñó con altanero silencio. Ofendióse Suchet, y la misma noche del 21 al 22 dispuso que se abriese la primera paralela contra la ciudad, apoyando la izquierda en el baluarte llamado Santo Domingo, y la derecha en el mar. No le restaba ya al enemigo que vencer sino este último recinto, sencillo y débil. Los habitadores de Tarragona, Senen de Contreras, la junta de Cataluña, en una palabra, todos murmuraban y quejábanse amargamente del Marqués de Campoverde, cuya inaccion la echaban algunos á mala parte.

Se figuraban ser superiores á lo que lo eran en realidad las tropas que aquél mandaba, y por el contrario, disminuían en su imaginacion sobradamente las de los franceses. Contribuyó al comun error el mismo Campoverde por sus ofertas y encarecimientos; tambien Contreras, que, en vez de obrar, consumia á veces el tiempo propalando indiscretamente que la plaza tendria luégo que rendirse si en breve no era socorrida.

Cediendo, en fin, Campoverde al clamor universal y al propio impulso, resolvió hacer el 25 de Junio una tentativa contra los sitiadores. Ensu virtud, D. José Miranda, al frente de la division valenciana y de 1.000 infantes de la de Eroles, con 700 caballos, fué destinado á atacarlos campamentos franceses de Hostalnou y Pallaresos, al paso que Campoverde debia situarse á la izquierda en el Callas para sostener la columna de ataque, y favorecerla ademas por medio de un falso movimiento, al cargo de D. José María Torrijos.

En espera de los nuestros, reunió Suchet, sin alejarse, sus principales fuerzas, contando con que se le atacaria del lado de Villalonga. Excusada era tanta prevencion. Miranda no desempeñó su encargo, so pretexto de que no conocia el terreno, y alegando dudas y temores, que no le ocurrieron la víspera, y para las que no habia nueva razon. Un escarmiento ejecutivo y severo hubiera servido en este caso de leccion provechosa, y estorbado la repeticion de actos tan indignos del nombre español.

Lavó hasta cierto punto la mancha D. Juan Caro, de vuelta de Valencia, sorprendiendo y acuchillando, en Torredembarra, á unos 200 franceses. Mas se perdió la ocasion de aliviar á Tarragona, y Campoverde, aunque mal de su grado, tiró la vuelta del Vendrell.

Llegan los ingleses y se van

Parecia, sin embargo, no estar todo aún perdido. El 26 llegaron delante de Tarragona, procedentes de Cádiz, 1.200 ingleses al mando del coronel Skerret. Estas tropas, ya uniéndose á Campoverde, ó ya reforzando la plaza, hubieran sido de gran provecho, no tanto por su número, cuanto por los alientos que infundiesen con su presencia. Mas cuando la suerte va de caida, esperada ventura cámbiase en aguda desdicha. Skerret y otros jefes británicos tomaron tierra, y despues de examinar el estado de la plaza, mostráronse muy abatidos. Contreras viendo esto, si bien le dijeron aquéllos que se hallaban prontos á obedecerle, no quiso forzarles la voluntad, y dejó á su arbitrio desembarcar ó no su gente. Entónces los jefes ingleses se decidieron por mantenerla á bordo, y de consiguiente, en mala hora aparecieron en las playas de Tarragona, transtornando del todo con semejante determinacion ánimos ya muy inquietos despues de las precedentes desgracias.

Otra ocurrencia habia aumentado ántes dentro de la plaza la desunion y discordia. Mal avenido Campoverde con Senen de Contreras á causa de continuos é indiscretos razonamientos de éste, le escribió para que si no estaba contento se desistiese del mando, previniendo al propio tiempo á D. Manuel Velasco le tomase en caso de la dejacion de Contreras, ó en cualquiera otro en que el último tratára de rendirse. Comunicó igual órden á los demas jefes, autorizándolos á nombrar gobernador si Velasco no aceptase el cargo. Conformábase la resolucion de Campoverde con una circular de la Regencia de principios de Abril, aprobada por las Córtes, segun la cual se mandaba que en tanto que hubiese en una plaza un oficial que opinase por la defensa, aunque fuese el más subalterno de la guarnicion, no se capitularia, y que por el mismo hecho se encargase dicho oficial del mando. Habíase originado esta providencia de lo que pasó con Imaz en Badajoz; pero en Tarragona no se estaba

en el mismo caso. Contreras no pensaba en rendirse, y justo es decir que sobrábanle bríos y honra para cometer villanía alguna. Era sólo hombre de mal contentar, presuntuoso, y que usaba con poco recato de la palabra y de la pluma. En este lance, altamente ofendido, léjos de despojarse del gobierno, dió á Velasco pasaporte para que saliese de Tarragona y se incorporase al cuartel general. Privábase así á la plaza de buenos oficiales, nacian partidos, y desmayaban hasta los más firmes.

La batalla final y saqueo

Provechoso lucro para el frances. Avivaba este sus obras, y estableciendo la segunda paralela á 60 toesas de la plaza, ó sea del último recinto, que era el atacado, tuvo prontas y armadas en la noche del 27 al 28 las baterías de brecha. Sabedor Suchet de la llegada de los ingleses, apremiábale posesionarse de Tarragona. Estaba distante de imaginarque la presencia de aquellas tropas fuese nuevo agasajo que le hacia la fortuna. Abrieron los sitiadores temprano el fuego en la mañana del 28, intentando principalmente aportillar el muro en la cortina del frente de San Juan por el ángulo que forma con el flanco izquierdo del baluarte de San Pablo. El terreno es de piedra sin foso ni camino cubierto. Correspondieron los nuestros á los fuegos enemigos de un modo terrible y acertado, y destruyéndoles los espaldones de las baterías, dejaron en descubierto á sus artilleros y mataron á muchos. Por nuestra parte hubo la desgracia de volarse un repuesto de pólvora en el estrecho baluarte de Cervántes, y de que se apagasen sus fuegos. Mortíferos continuaban en los otros puntos; mas, recio el enemigo en asestar furibundos tiros contra el lienzo de la muralla que queria rasgar, empezó á conseguirlo y franqueó al fin anchuroso boqueron.

Á las cinco de la tarde conceptuaron los sitiadores practicable la brecha, y dispuso Suchet el asalto bajo las órdenes de los generales Habert, Ficatier y Montmarie. Tambien Senen de Contreras se preparó á recibir y rechazar á los franceses en la misma brecha, y áun á defenderse dentro de las calles, cortadas várias y señaladamente la rambla. Ocho mil hombres de buenas tropas le quedaban, y con ellas y alguna ayuda del vecindario podria Tarragona durante muchos días repetir el ejemplo de Gerona y Zaragoza. La suerte adversa determinó lo contrano. El gobernador español formó en frente de la brecha dos batallones de granaderos provinciales y el regimiento de Almería, y dió á sus jefes acertadas órdenes. Quizá hubiera debido Contreras agolpar allí más gente, y no esparcirla como lo hizo por otros puntos que no estaban amagados.

Abalanzóse pues el enemigo desde la trinchera contra la brecha. A los primeros acometedores derríbalos la metralla que vomitan nuestras piezas, los reemplazan otros, y caen tambien ó vacilan; acude la reserva, los ayudantes mismos de Suchet, y hasta se forma para dar ejemplo un batallon de oficiales, que todo se necesitaba, arredrado el soldado frances con el arrojo y serenidad que muestran los españoles. Una y más veces se rompen las columnas enemigas, y una y más veces se rehacen y quedan desbaratadas. Al cabo de dura porfía y á favor del número suben los franceses á la brecha y penetran en la cortina y baluarte de San Pablo, procurando extenderse á manera de relámpago por lo largo del adarve.

Así lo tenía proyectado el general enemigo con mucha prudencia, pues dueños los suyos de todo el circuito del muro, sobrecogian é los sitiados é imposibilitaban probablemente la defensa interior de la ciudad. Sin embargo, en las cortaduras de la rambla resistió valerosamente el regimiento de Almansa los ímpetus de los contrarios, y sólo cedió al verse flanqueado y acometido por la espalda.

Furibundo el frances penetró á lo último por todas partes, pilló, quemó, mató, violó, arreboló con sangre las calles y edificios de Tarragona. En las gradas de la catedral murió defendiéndose, con otros hombres esforzados, D. José Gonzalez, hermano del Marqués de Campoverde. Senen de Contreras, herido en el vientre de un bayonetazo, cayó prisionero en la puerta de San Magin. Perecieron más de 4.000 personas del vecindario, ancianos, religiosos, mujeres y hasta los más tiernos párvulos, porque si bien muchos de los principales moradores habian desamparado la plaza ántes del asalto, la masa de la poblacion habíase quedado á guardar sus hogares. Entre varios objetos de curiosidad é importancia que se destruyeron, contóse el archivo de la catedral.

De los soldados quedaron prisioneros, incluyendo los heridos de los hospitales, 7.800: los generales Courten, Cabrery y otros oficiales superiores fueron de este número. Hubo tropas que intentaron escaparse por la puerta de San Antonio, camino de Barcelona, pero el general Harispe, apostado hácia aquella parte, los envolvió ó acosó contra la plaza.

Cometieron los españoles en la defensa diversas faltas. Fueron las de Campoverde no perfeccionar de antemano las fortificaciones, mudar degobernador á mitad del sitio, y ofrecer confiadamente socorro para despues no proporcionarle. Reprenderse deben en Contreras sus piques y quisquillas, sus manejos para malquistar al pueblo contra los demas jefes; lastimosas ocupaciones en que perdia el tiempo con desdoro suyo y en perjuicio de la causa que sostenia. Descansó tambien sobradamente en los auxilios que esperaba de fuera, y aunque oficial de saber y práctico, anduvo á veces desatentado en el modo de repeler las acometidas del enemigo ó de preverlas. Una voluntad única y sola de inflexible entereza, y superior á celosas y míseras competencias, retardado hubiera los ataques del sitiador, y áun inutilizado várias de sus tentativas. Con todo eso, la defensa de Tarragona, plaza de suyo irregular y defectuosísima, honró á nuestras armas y afianzará por siempre á Contreras un puesto glorioso en los fastos militares de España. El enemigo para apoderarse de aquel recinto tuvo que abrir nueve brechas, dar cinco asaltos, y perder, segun su propia cuenta 4.293 hombres, pues segun la de otros pasaron de 7.000.

Llevado D. Juan Senen de Contreras en unas angarillas delante de Suchet, reprochóle éste lo pertinaz de la resistencia, y dijole «que merecia la muerte por haber prolongado aquélla más allá de lo que permiten las leyes de la guerra, y por no haber capitulado abierta la brecha.» Con dignidad le replicó D. Juan: «Ignoro qué ley de guerra prohiba resistir al asalto; ademas esperaba socorros: mi persona debe ser inviolable como la de los demas prisioneros. La respetará el general frances; donde no, el oprobio será, suyo, mía la gloria.» Suchet tratóle despues con atenta cortesanía, agasajóle, y le hizo muchos ofrecimientos para que pasase al servicio del rey intruso. Desechólos Contreras, y de resultas le condujeron al castillo de Bouillon en los Países-Bajos, de cuyo encierro logró escaparse, no habiendo nunca empeñado su palabra de honor.

Suchet bajo palio y á pié fué en Reus á la iglesia á dar gracias al Todopoderoso por el triunfo que le habia concedido con la toma de Tarragona. En vez los invasores de granjearse con eso las voluntades, las enajenaban más y muy mucho, pues el religioso pueblo, aquí como en otras partes que ya hemos visto, calificaba tales actos de sacrílego fingimiento y mera juglería. Y á la verdad, ¿cómo pudiera graduarlos de otro modo, recordando que dias ántes, en Tarragona, los mismos que ahora se mostraban tan píos y devotos habian prostituido los templos, profanado los sagrarios, quemado los óleos, pisoteado las formas? No cuadran con la gravedad y pausa española tránsitos tan repentinos y contradictorios, ni engaños tan mal solapados.

Desmoralización

Difundida en Cataluña la nueva de la pérdida de Tarragona, se apoderó de los ánimos exasperacion y desmayo. Cundió el mal al ejército y notóse mucha desercion, porque los catalanes que en él habia preferían la guerra de somatenes á la de tropa reglada, poniendo ademas en sus propios jefes mayor confianza que en los forasteros; y los que eran valencianos, ansiando por volverá defender su propio suelo que creian amenazado, reclamaban la promesa que les habian hecho de un pronto retorno.

Acrecentaban tal inclinacion las mismas medidas de Campoverde, fuera de sí y apesarado con los infortunios. Yendo el 1.º de Julio de Igualada á Cervera congregó un consejo de guerra, en el que por cuatro votos de siete se decidió la evacuacion del principado, dejando sólo en la tierra guerrillas de catalanes. Inconcebible resolucion cuando se conservaba aún Figueras, é intactas las plazas de Berga, Cardona y Seu de Urgel. Con ella se aumentó la desercion, insistiendo ahincadamente el general Miranda en su embarco y vuelta á Valencia, temeroso de que se alejase el ejército de los confines de este reino al retirarse de Cataluña. No se oponian Campoverde ni los otros jefes á tan justo deseo, en todo conforme á lo que se había ofrecido al capitan general de Valencia; pero dificultades casi insuperables estorbaron en un principio darle cumplimiento, habiendo Suchet extendido sus tropas á lo largo de la costa hasta Barcelona.

Matanza de Villanova de Sitges

En efecto, el general frances, con el propósito de impedir el embarco de los valencianos, y áun con el de disipar, si podia, el ejército de Campoverde, despues de haber ordenado en Tarragona lo más urgente, destacó en la noche del 29 al 30 dos divisiones camino de la capital del principado, y marchó tambien él en la misma direccion con una brigada y la caballería. Cañoneóle la escuadra inglesa en la ruta, mas no evitó que en Villanova de Sitges cogiese el frances algunos barcos, bastantes heridos y partidas sueltas. Señaló el general Suchet su viaje con reprensibles actos. Cogió en Molins de Rey algunos prisioneros, soldados todos, y entre ellos á uno de venticinco años de servicio, y mandólos ahorcar. Hincados de rodillas pidiéronle aquellos desgraciados que tuviese consideracion al uniforme que vestían; mas Suchet, implacable, mandó ejecutar su fallo, y la misma suerte cupo á varios paisanos y mujeres.

En vano creia abatir con el rigor al indómito catalan. Don José Manso, á cuyo cuerpo pertenecian aquellos soldados, hizo en consecuencia una enérgica declaracion, y ahorcó á seis de los enemigos que habia cogido prisioneros. Embaza tanta sangre.

La fuga de los valencianos

Noticioso Suchet de que Campoverde se internaba, no dando ya indicio de querer embarcar á los valencianos, limitóse á visitar la ciudad de Barcelona y á tomar ciertas medidas para la prosecucion de la campaña, de acuerdo con el gobernador Maurice Mathieu, y tornó en seguida á Tarragona. Aquí puso la plaza y su campo bajo las órdenes del general Musnier, y aseguró aún más las riberas del Ebro y la ciudad de Tortosa con la division del general Habert, en tanto que él se preparaba á nuevas empresas.

Por su lado Campoverde, adelante en el propósito de evacuar la Cataluña, encaminábase á Agramunt para salvarse por las raíces del Pirineo. La desercion de su gente y los clamores del principado le detuvieron. A dicha ocurrió en el intermedio que Suchet se replegase sobre Tarragona, y dejase libre y despejada la costa. Campoverde, aprovechándose de tan oportuna clara, se dirigió á la marina, y sin tropiezo consiguió embarcar el 8 de Julio en Arenys de Mar la division valenciana. Púsose á bordo toda ella, excepto unos 500 hombres, que, disgustados de no tornar á su país nativo, se habian derramado por Aragon y juntádose á Mina y otras partidas. Advertido Suchet del movimiento de Campoverde, revolvió apriesa sobre Barcelona, en donde entró el 9, partiendo inmediatamente Maurice Mathieu para oponerse á los intentos que mostraba el general español. Llegó tarde el frances, pues los valencianos habian ya dado la vela.

Habíase al propio tiempo alejado Campoverde, tomando el camino de Vich; en esta ciudad se encontró con un sucesor que lo enviaba de Cádiz la Regencia: con D.. Luis Lacy, á quien entregó el mando en 9 de Julio. Perdido ya aquel general en la opinion y desestimado, menester le era ceder el puesto á un nuevo jefe. En tiempos ásperos y de revuelta aceleradamente se gasta el crédito, que á duras penas mantiene propicia y constante fortuna.

Forma Tarragona en su conjunto un paralelógramo rectángulo, situada la ciudad principal en un collado alto, cuyas raíces por Oriente y Mediodía baña el Mediterráneo. A Poniente y en lo bajo está el arrabal, adonde lleva una cuesta nada ágria, corriendo por allí el rio Francolí, que fenece en la mar, y se cruza por una puente de seis ojos sobrado angosta. Cabecera de la España citerior y célebre colonia romana. conserva aún Tarragona muchas antigüedades y reliquias de su pasada grandeza. No la pueblan sino 11.000 habitantes. La circuye un muro del tiempo ya de los

romanos, cuyo lado occidental, destruido en la guerra de sucesion, se reemplazó despues con un terraplen de ocho á diez piés de ancho y cuatro baluartes, que se llaman, empezando á contar por el mar, de Cervántes, Jesus, San Juan y San Pablo. Por esta parte, que es la de más fácil acceso, y para cercar el arrabal, habíase construido otra línea de fortificaciones, que partia del último de los cuatro citados baluartes, y se terminaba en las inmediaciones del fuerte de Francolí, sito al desaguadero de este rio:varios otros baluartes cubrian dicha línea, y dos lunetas, de las que una nombrada del Príncipe, como tambien la batería de San José y dos cortaduras, amparaban la marina y la comunicacion con el ya mencionado castillo de Francolí. En lo interior de este segundo recinto, y detras del baluarte de Orleana, colocado en el ángulo hácia la campiña, se hallaba el fuerte Real, cuadro abaluartado. Habia otras obras en los demas puntos, si bien por aquí defienden principalmente la ciudad las escarpaduras de su propio asiento. Eran tambien de notar el fuerte de Lorito ó Loreto, y en especial el del Olivo al Norte, distante 400 toesas de la plaza, sobre

una eminencia. Tenía el último hechura de un hornabeque irregular con fosos por su frente, y camino cubierto, aunque no acabado; en la parte interna y superior había un reducto con un caballero en medio y dos puertas ó rastrillos del lado de la gola, la cual, escasa de defensas, protegian la aspereza del terreno y los fuegos de la plaza. Necesitaba Tarragona para ser bien defendida, que la guarneciesen 14.000 hombres, y sólo tenía al principio del sitio 6.000 infantes y 1.200 milicianos, en cuyo tiempo la gobernaba D. Juan Caro, sucediendo á éste, en fines de Mayo, D. Juan Senen de Contreras. Era comandante general de ingenieros D. Cárlos Cabrer, y de artillería D. Cayetano Saqueti.

Trataron los enemigos el 4 de Mayo de embestir del todo la plaza. El general Harispe, acompañado del de ingenieros Rogniat, pasó el Francolí, y caminó hácia el Olivo. Ofreciéronle los puestos españoles gran resistencia, y perdió la brigada del general Salme cerca de 200 hombres. Al mismo tiempo la de Palombini, que con la otra componia la division de Harispe, se prolongó por la izquierda, y se apoderó del Lorito y del reducto vecino llamado del Ermitaño, abandonados ambos ántes por los españoles como embarazosos. Colocó Harispe ademas tropas de respeto en el camino de Barcelona, próximo á la costa. Del lado opuesto, y á la derecha de este general, se colocó Frere y su division, y en seguida Haber con la suya, frontero al puente del Francolí, y apoyado en la mar,

completándose así el acordonamiento.

El 5 hicieron los españoles cuatro salidas en que incomodaron al enemigo, y empezó la escuadra inglesa á tomar parte en la defensa. Constaba aquélla de tres navíos y dos fragatas, á las órdenes del comodoro Codrington, que montaba el Blake, de 74 cañones.

Precaviéronse los franceses como para sitio largo, y en Reus, su principal almacenamiento, atrincheraron varios puestos y fortalecieron algunos conventos y grandes edificios, temerosos de los miqueletes y somatenes, que no cesaban de amagarlos é incomodar sus convoyes.Así fué que el 6 de Mayo un cuerpo de aquéllos acometió á Montblanch, punto tan importante para la comunicacion entre Tarragona y Lérida, é intentó prender fuego al convento de la Virgen de la Sierra, que guardaba un destacamento frances. Emplearon los miqueletes al efecto, aunque sin fruto, la estratagema de cubrirse con unas tablas acolchadas para poder arrimarse á las puertas, imitando en ello el testudo de los antiguos. Los franceses de resultas reforzaron aquel punto.

Continuando los enemigos sus preparativos de ataque contra Tarragona, cortaron el acueducto moderno que surtia de agua á la ciudad, y que empezó á restablecer en 1782, aprovechándose de los restos del famoso y antiguo de los romanos, el digno arzobispo D. Joaquín de Santiyan y Valdivieso. No causó á Tarragona aquel córte privacion notable, provista de aljibes y de un profundísimo pozo de agua no muy buena, pero potable y manantial. Más dañó al frances: los somatenes sabiendo lo acaecido, hicieron cortaduras más arriba, y como aquellas aguas, necesarias para el abasto del sitiador, venian de Pont de Armentera, junto al monasterio de Santas Cruces, seis leguas distante, tuvo Suchet que emplear tropas para reparar el estrago, y vigilar de continuo el terreno.

Decidieron los franceses acometerá Tarragona por el Francolí del lado del arrabal, ofreciéndoles los otros frentes mayores obstáculos naturales. Requeríase, sin embargo, en el que escogieron comenzar por despejar la costa de las fuerzas de mar, con cuya mira trazaron allí al 8, y al cabo remataron, á pesar del fuego vivo de la escuada inglesa, un reducto, sostenido despues por nuevas baterías construidas cerca del embocadero del Francolí.

En lo interior de la plaza reinaba ánimo ensalzado, que se afirmó con la llegada el 10 del Marqués de Campoverde, quien noticioso de los intentos del enemigo se habia dado priesa á correr en auxilio de Tarragona. Vino por mar procedente de Mataró con 2.000 hombres, habiendo dejado fuera la tropa restante bajo D. Pedro Sarsfield, con órden de incomodar á Suchet en sus comunicaciones.

El fuerte Olivo