Reorganización del 3er ejército tras caída de Valencia; incursión francesa en Murcia

El auxilio de Marmont, se planta en Alicante

Miéntras ocurrian en Valencia los sucesos que acabamos de referir, adelantábase por la Mancha el auxilio que enviaba á Suchet el mariscal Marmont, desde las riberas de Tajo, en Extremadura. Consistia la fuerza en tres divisiones, dos de infantes y una de caballos, bajo las órdenes del general Mont-Brun. Llegó éste el 9 de Enero á Almansa, y aunque con fecha del 11 recibió indicacion de Suchet para que se volviera, pues tomada Valencia excusado era el socorro, prosiguió, sin embargo, su marcha y se adelantó á Alicante, cuya plaza pensó ganar por sorpresa, aprovechándose del decaimiento que habia causado la pérdida de la capital de la provincia. No era la empresa tan fácil como se imaginaba.

D. Nicolas Mahy y las tropas que con él se retiraron despues del 26 de Diciembre á las riberas del Júcar, habian abandonado éstas harto de prisa, y evacuando apénas sin oposicion el punto importante de Alcira, habíanse venido á Alcoy, y pasado en seguida, unas á Alicante, otras á Elche. Tambien D. Manuel Freire se habia alejado de Requena y acercádose á los mismos puntos.

Aunque poco gloriosos los más de estos movimientos, resultó, no obstante, de ellos que se agolpasen hácia Alicante tropas bastantes para desbaratar los proyectos de los enemigos contra dicha plaza. Se presentó delante de ella el general Mont-Brun, y habiendo intimado en vano la rendicion y arrojado dentro algunas granadas, se retiró de allí muy pronto.

Su presencia, si bien efímera, dejó en la comarca mal rastro. Porque despues de haber desalojado de Elche y pueblos cercanos las tropas españolas, impuso de contribucion á los habitantes sumas enormes, y causóles extorsiones graves.

Toma de Denia

Esto y otras atenciones impidieron á Suchet emprender cosa alguna contra Alicante y Cartagena, cuyos boquetes, fomento de guerra, habia pensado cerrar el mariscal frances, apoderándose en breve de aquellos muros. La malograda tentativa de Mont-Brun, sirviendo de despertador para una defensa más cumplida, frustraba todo rebate.

Tuvo por tanto Suchet que limitar sus deseos, y contentarse con situar más allá del Júcar al general Harispe y la brigada de Delot, poniendo por la izquierda de éstos, en Gandía, al general Habert. Tambien se enseñoreó de Denia, puerto de mar, plaza en el nombre, con un castillo en lo alto. La abandonó sin hacer resistencia su gobernador don Estéban Echenique. Tuvo de ello culpa en parte don Nicolas Mahy, que primero envió 200 hombres de socorro y luégo los retiró. Sin embargo, ya que se hubiese evacuado la ciudad, convenido hubiera sacar, como no se hizo, varios efectos é inutilizar la artillería.

Reorganización del 2º y 3er ejércitos

Despues de tamañas desgracias, las tropas que restaban del segundo ejército, y se habian retirado con las del tercero, mandadas por D. Nicolas Mahy, y las que de este mismo se habian ántes adelantado con D. Manuel Freire hácia Requena, ó quedádose en la frontera de Granada, continuaron alojadas, ya en Alicante y sus alrededores, y ya en Cartagena y pueblos del reino de Murcia. El número de ellas, incluyendo las guarniciones de las citadas últimas dos plazas, al pié de 18.000 hombres. Tomó luégo el mando interino de todas D. José O’Donnell, jefe del estado mayor del tercer ejército. Las del general Villacampa, que entraban en cuenta, se alejaron al fenecer Enero, y no tardaron mucho en regolfar á Aragon, principal sitio de sus proezas.

Incursión francesa en Murcia desde Andalucía: muerte de Martín de la Carrera

No sólo se vieron acosadas todas estas fuerzas por las de Suchet y por las del general Mont-Brun, sino tambien por parte de las del ejército frances del Mediodía, que acudieron al cebo de los despojos. Llegaron las postreras á la vista de la ciudad de Murcia el 25 de Enero, y el 26 entró en ella con 600 caballos el general Soult, hermano del mariscal.

La víspera le había precedido un destacamento, y unos y otros impusieron al vecindario muy pesadas contribuciones, imposibles de realizar. A estos gravámenes quiso el general frances añadir otro nuevo con sus festines, y mandó se le preparase para aquel dia, en el palacio episcopal, donde se albergaba, un espléndido y regalado banquete. Gustaba ya deliciosos manjares, cuando vino á interrumpirle en su ocupacion sensual una voz que decia: «Las tropas españolas han entrado, los enemigos son perdidos.»

En efecto, D. Martin de la Carrera, que se apostaba no léjos con gran parte de la caballería del segundo y tercer ejército, despues de reunir un trozo de ella en Espinardo, á media legua de la ciudad, acababa de penetrar por la puerta de Castilla á la cabeza de 100 jinetes. Tenian otros la órden de acometer al mismo tiempo por los demas puntos. Era el intento de Carrera sorprender á los enemigos, que á la verdad no le aguardaban, cogerlos ó aventarlos, y libertar á la ciudad de huéspedes en tal manera molestos.

Sobresaltado el general Soult, levantóse de la mesa, y con la precipitacion tropezó y bajó la escalera casi rodando. Aunque mal parado, montó, sin embargo, á caballo: le siguieron todos los suyos. No así, por desgracia, á Carrera los de su bando, quienes, excepto los que él mismo capitaneaba, ó no entraron en la ciudad, ó retrocedieron luégo por equivocacion ó desmayo. Tuvo de consiguiente el D. Martin que hacer cara solo con sus 100 hombres á las fuerzas del enemigo, tan superiores. No por eso se abatió, y ántes de ser estrechado, paseó calles y plazas acuchillando y matando á cuantos contrarios topaba. Duró tiempo la lid.

Costó el terminarla sangre al frances; mas á lo último, cogidos, muertos ó destruidos los soldados de Carrera, quedó éste solo y rodeado por seis de los enemigos en la Plaza Nueva. Defendióse gran trecho, mató á dos, y si bien herido de un pistoletazo y de varios sablazos, sostúvose aún, no quiso rendirse, y peleó hasta que exánime y desangrado cayó tendido en la calle de San Nicolas, donde espiró. Ejemplo de hombres valerosos era Carrera, mozo y membrudo, de estatura elevada, noble en el rostro, de arrogante y gentil apostura.

Antes de finalizar el combate ya habían los enemigos entregado al saco la ciudad de Murcia. Robáronlo todo, y cometieron los mayores excesos, particularmente en el barrio del Cármen. Despojaban en la calle á las mismas mujeres de sus propias vestiduras, y no perdonaron ni áun el ochavo que en el mugriento bolso escondia el mendigo. Cargados de botin y temerosos de que tornasen los nuestros, se retiraron por la noche, y en Alcantarilla y en casi todo el camino hasta Lorca repitieron iguales ó mayores demasías.

Como quiera que lacerados de dolor, tributaron los murcianos al día siguiente honores fúnebres al cadáver del inmortal D. Martin de la Carrera, y le sepultaron con la pompa que les permitia su triste azar. Un mes despues celebró, tambien en memoria del difunto, solemnes exequias el general en jefe D. José O’Donnell, y dióse el nombre de la Carrera á la calle de San Nicolas, en la cual terminó aquel caudillo sus dias peleando como bueno. La junta provincial determinó igualmente erigirle un cenotafio en el sitio mismo de su fallecimiento.