Operaciones en torno a Valencia de Suchet: la caída de Valencia

Blake llamó aún hácia el reino de Valencia más fuerza del tercer ejército, de cuyas tropas quedaron con eso ya muy pocas en la frontera de Granada. Las que ahora se alejaron componíanse de unos 4.000 hombres á las órdenes de D. Manuel Freire, quien se dirigió primero á Requena, punto amagado por D’Arinagnac, de vuelta en Cuenca. Antes habia destacado Blake hácia aquella parte á D. José Zayas con más de 4.000 hombres, por lo mucho que importaba cubrir flanco de tal entidad. Entró el último en la mencionada villa el 28 de Noviembre. A su vista se retiraron los enemigos, temerosos tambien de las tropas del tercer ejército, que habian ya llegado á Hiniesta. Adelantóse en seguida Freire á Requena, é hizo allí alto. Zayas entónces restituyóse á su antigua posicion de Mislata, y la ocupó otra vez el 2 de Diciembre.

Blake renuncia a la guerra de guerrillas

Fuera de eso, no pensó Blake en incomodar al enemigo, ni en fomentar guerrillas por la espalda y flanco, siendo así que algunas se habian mostrado en Nules, Castellon de la Plana y Villareal. Desentendíase por lo general de cualquiera otro linaje de pelea que no fuese la reglada y puramente militar; de suerte que no hubo en Valencia en favor de la defensa aquel ardor que se notó en las ocasiones pasadas. Entibiábase por el despego del jefe hácia el paisanaje, y su sobrada y casi exclusiva confianza en las tropas de línea.

Suchet espera refuerzos

Se desvivía en tanto Suchet por la tardanza de los refuerzos que debian llegarle, sin los cuales juzgaba imprudente arremeter á los españoles en sus atrincheramientos, y difícil encerrarlos dentro de la ciudad. Cuantos más dias pasaban, más crecia el desasosiego del mariscal frances, por el tiempo que se daba á Blake para fortalecerse, y huelgo á los naturales para rebullir y empezar por sí solos una guerra popular y destructiva.Pero en medio de tan justos recelos, imposible se le hacia á Suchet acelerar el momento de la acometida. Dirigíase su plan á embestir nuestra izquierda y envolverla por flanco y espalda, amagando al propio tiempo nuestro centro y derecha. La ejecucion requeria prévio y detenido exámen, mayormente cuando no se trataba de presentar batalla en descampado, modo de combatir tan ventajoso para los franceses, sino de romper por medio de atrincheramientos, acequias y vallados, en donde pudiera su tropa recibir leccion rigurosa y de consecuencias muy fatales.

Han motejado algunos á Blake por haber permanecido quieto con el ejército en los alrededores de Valencia, en lugar de ir á buscar al enemigo ó de retirarse á otros puntos. Parécenos en esta parte la acusacion injusta. Lo que más importaba era conservar aquella ciudad, de muchos recursos, de nombradía y grande influjo. Aventurar una accion exponía los muros valencianos á inminente riesgo; alejarse, los descubria. Y en tanto que se consideró á nuestro ejército bastante numeroso y fuerte, ya que no para batallar, á lo ménos para defender las líneas, debieron sus soldados mantenerse en ellas, como poderoso y casi único medio de impedir la conquista. Varió el caso cuando aumentadas las tropas francesas pudieron rodear á las nuestras y bloquearlas.

Acabaron aquéllas de engrosarse despues de promediar Diciembre. Napoleon, que deseaba dar un golpe y ganar terreno en España para imponer respeto en el norte de Europa, ya conmovido, determinó que no sólo la division de Severoli, sino tambien la de Reille, acudiesen á Valencia y se pusiesen bajo el mando de Suchet, la última momentáneamente, debiendo en el intermedio ser reemplazada en Navarra y frontera de Aragon con tropas de la division de Caffarelli, si bien éste harto afanado en Vizcaya. Severoli y Reille trajeron consigo cerca de 14.000 hombres. Llegaron á Segorbe el 24 de Diciembre, y en la noche del 25 empezaron á incorporarse al ejército de Suchet, quien juntó entónces unos 34.000 combatientes; 2.644 de caballería: excelentes tropas, muy

aguerridas.

No se limitó Napoleon al envío de las citadas divisiones; insistió tambien en que D’Armagnac, del ejército del centro, continuase en amagar por Cuenca, y mandó, ademas, que Marmont destacase del de Portugal una fuerte columna que, atravesando la Mancha, cayese á Murcia.

Suchet pone en marcha su plan

Tan reforzado ya el mariscal Suchet y sostenido, decidió poner en práctica su primer plan de atacar la posicion española por la izquierda. Verificólo, en efecto, el 26 de Diciembre, pasando por Ribaroja el Guadalaviar. Había preferido este punto con la mira de cruzar el río agua arriba de Manises, de no enmarañarse por el laberinto de las acequias, y de evitar cualquiera inundacion, apoderándose de las compuertas. Durante la noche los enemigos echaron tres puentes: protegieron á los trabajadores 200 húsares, que, llevando en las ancas á unos cuantos soldados de tropas ligeras, vadearon el rio y ahuyentaron los puestos españoles.

Combate de caballería de Aldaya

Por la mañana el primero que atacó en lo más extremo de nuestra izquierda fué el general Harispe. Precedíale caballería, que tropezó con la de D. Martin de la Carrera hácia Aldaya, entre la acequiade Manises y el barranco de Torrente, en medio de garroferos y olivos. Nuestros jinetes rechazaron á los contrarios, y el soldado del regimiento de Fernando VII, Antonio Frondoso, hombre esforzado, hirió y dejó en el campo por muerto al general Boussard, en cuyo derredor perecieron, defendiéndole, un ayudante suyo y varios húsares. Mas rehechos los enemigos, arremetieron de nuevo con superiores fuerzas, y recobraron á Boussard. Vióse entónces obligado D. Martin de la Carrera á retirarse, tomando la direccion de Alcira. Casi al mismo tiempo embistió el general Musnier á Manises y San Onofre, de donde se alejó D. Nicolas Mahy, despues de corta defensa, en busca tambien del Júcar por Chirivella.

Zayas rechaza a los franceses en Mislata hasta que se tiene que retirar

Advertido Blake del ataque, salió de Valencia, y á las diez de la mañana, estando á medio camino de Mislata, recibió noticia de Mahy, pintándole su apuro y pidiendo instrucciones. La línea en aquella sazon estaba ya por todas partes acometida ó amenazada. Zayas en Mislata andaba á las manos con la division de Palombini. Acudió por órden de Mahy á socorrerle desde Cuarte Creagh con alguna gente; mas Zayas no necesitando de aquel auxilio, mayormente por esperar de Valencia dos batallones, le despidió, y guardó sólo dos obuses, defendiendo con brío

su posicion. Nuestro fuego aquí fué tan vivo y acertado, que desordenó la brigada enemiga de Saint Paul, y la arrojó contra el Guadalaviar. En vano Palombini quiso rehacerla, amenazando igual suerte á la otra suya de Balatier. Asegurada, pues, parecia de este lado la victoria, si no la inutilizáran el descuido y flojedad de que se adoleció en las otras partes. Porque adelantando Harispe sobre Catarroja, y posesionado Musnier de Manises y San Onofre, vinieron algunos cuerpos enemigos sobre Cuarte, y venciendo los primeros atrincheramientos, obligaron á las tropas que guarnecian el pueblo á evacuarle. Volvia Creagh entónces de su excursion á Mislata, y á pesar de sus esfuerzos y de los de don José Perez al frente del batallon de la Corona, no se pudo contener el progreso de los franceses, teniendo al cabo los nuestros que retirarse. Se distinguieron aquí el cuerpo que acabamos de citar, el de tiradores de Cádiz, de Búrgos, Princesa y Alcázar de San Juan con sus respectivos jefes.

Los enemigos cada vez más impetuosamente cargaban, pues llegando á la sazon el general Reille, marchó en la direccion de Chirivella, y favoreció las operaciones de Harispe y de Musnier. Inútilmente quisieron los españoles hacer rostro en dicho pueblo, y defender la posicion cubierta con unas flechas. Los enemigos los arrollaron, con eso salió de ahogo Palombini, viéndose Zayas obligado á desamparar su estancia.

Anhelaba Suchet envolver todo el ejército español, y acorralarle en Valencia, por lo que puso todosu conato en que la division de Harispe llegára pronto á Catarroja. Entónces, yendo ya los nuestros de retirada, corrió el mariscal frances á Chirivella con riesgo de ser cogido prisionero. Habíase allí apeado y subido al campanario. Sólo le acompañaban sus ayudantes con pequeña escolta. Y cuando atento atalayaba aquél una y otra orilla del Turia, acercóse al pueblo un batallon español, dando indicio de querer penetrar por las calles. Al instante los pocos franceses que habia se pusieron en ademan de defender á su jefe, y aparentando ser muchos, engañaron á los nuestros, que pronto se alejaron.

Por su parte D. Joaquin Blake anduvo lento y escaso en tomar medidas. Los batallones que de Valencia debian reforzar á Zayas llegaron tarde, y tampoco hubo providencia notable que enmendase en algo el precipitado repliegue de Mahy, ó que contribuyese á prolongar la resistencia en Chirivella.

Los generales españoles, al retirarse, tomaron cada uno el rumbo que les permitió su respectiva situacion. Dicha fué que Suchet no lograse estrecharlos á todos en Valencia. Don Nicolas Mahy, con Creagh, Carrera, Villacampa y Obispo, se separaron del grueso del ejército, y se encaminaron á las riberas de Júcar. Blake con Zayas, Lardizábal y Miranda encerróse en los atrincheramientos exteriores de la ciudad, que se dilataban desde enfrente de Santa Catalina hasta Monte Olivete.

Se cierra el cerco

En este punto Habert, encargado de pasar por allí el rio cerca del desaguadero, lo había conseguido dificultosamente, costándole afan y horas alejar por medio de sus baterías en el Grao los barcos cañoneros españoles y los buques de guerra aliados. Sólo á lás doce del día cruzó el Guadalaviar por un puente que echó casi á la boca. Apoderóse despues del Lazareto, y arrolló con facilidad el paisanaje. Miranda, situado en Monte Olivete, apénas tomó parte en la pelea. Pisado que hubo el general Habert la orilla derecha, anduvo solícito en extenderse y darse la mano con las otras tropas de su nacion que habían forzado la izquierdade los españoles. Ponian en ello los franceses grande ahínco, queriendo que no se les escapase el general Blake, ya que Mahy lo había conseguido. Por la noche completaron el acordonamiento de Valencia, y cortaron la comunicacion con el camino real de Madrid y el que corre por el istmo entre la Albufera y el mar, desconocido antes al enemigo.

Perecieron en aquel dia de cada parte 500 á 600 hombres. Ademas cogieron los franceses algunos prisioneros y cañones. Recibieron los enemigos el principal daño en su acometida contra Zayas y Creagh, en donde perdieron 40 oficiales.

Esta jornada provocó severa crítica contra la conducta de D. Joaquin Blake: defendiéronle sus apasionados, imputando la culpa de la desgracia á don Nicolas Mahy. Ambos generales tuvieron en ella parte; pero mayor fué la del primero. Faltó el último en no haber sostenido con más empeño su posicion, y en haber algun tanto desguarnecido á Coarte, queriendo, sin necesidad, auxiliar á Zayas. Pecó, y mucho, D. Joaquin Blake en no poner mejores tropas en su izquierda, punto el más flaco, y sobre todo en no haber construido allí obras cerradas que no pudieran ser embestidas de reves por el enemigo, para lo cual tuvo sobrado tiempo en los dos meses que el ejército casi permaneció inactivo. Consistió este descuido en no pensar Blake sino en el frente, imaginándose que los franceses le atacarían sólo de aquel lado. Error grave, y apénas creible, si no se mostrára á las claras por el género de obras que construyó, abiertas todas. También vituperaron en Mahy sus censores que se hubiese retirado hácia el Júcar, y no recogídose en Valencia. Difícil era conseguir lo postrero, interpuesto el enemigo entre Mislata y Cuarte, y derramado hasta Catarroja. Mas aunque así no fuese, ¿qué suerte hubiera cabido á aquellas tropas, metidas una vez en la ciudad? La misma que cupo á las de Blake, en verdad harto lastimosa.

Este general, tan poco diligente y atinado el 26, mostróse despues (menester se hace el confesarlo) áun más desatentado y flojo. Acordonada la ciudad, no le quedaba ya más arbitrio para salir con honra y airoso sino salvar á todo trance su ejército, ó convertir á Valencia en otra Zaragoza. Veamos si empleó convenientes medios para alcanzar uno ú otro de ambos extremos.

No se descuidó Suchet por su parte en afianzar más y más desde elpuerto del Grao hasta Paterna su línea, que podia llamarse justamente de contravalacion. Proponíase en ello no sólo enfrenar los ataques del ejército de Valencia y de cualesquiera partidas que se descolgasen de lo interior, sino tambien conservar con ménos gente su estancia para tener disponible mayor número de tropas, llegado el caso de obrar ofensivamente. Por lo mismo, y ansioso de despejar toda la orilla izquierda, pensó ántes de nada en arrojar á los españoles de las casas y edificios que allí ocupaban. Costóle bastante, habiéndose defendido los nuestros con grande empeño, sobretodo en el convento de Santa Clara, que no evacuaron hasta que el enemigo, abierta brecha con sus hornillos, se preparabaal asalto. En lo demas apénas se hizo durante mes y medio otra demostracion hostil por ambas partes que fuego de artillería gruesa.Blake llama refuerzos del 3er ejército

Las defensas de Valencia

Así corrian por acá las cosas: tristes eran las que se preparaban en Valencia. Dejamos aquí al principiar Noviembre ambos ejércitos, español y frances, fronteros uno de otro en las opuestas orillas del Guadalaviar ó Turia.

Ocupaban los enemigos en la izquierda casi dos leguas de extension, y fortificaron su línea con obras defensivas. En la derecha habian los españoles aumentado las suyas despues de las anteriores tentativas de los franceses contra Valencia, de cuya ciudad dimos breve idea cuando hablamos del primer sitio de 1808. Habian ahora los nuestros cortado los puentes de la Trinidad y Serranos, dos de los cinco de piedra que cruzan el rio, de cauce éste no muy profundo, y sangrado ademas para el riego por muchas acequias. Conservaron los españoles por algunos dias en la izquierda del Guadalaviar unas cuantas casas, el colegio de San Pío V y el convento de la Trinidad: levantaron en los puentes no destruidos várias obras, y derribaron, para facilitar la defensa, el suntuoso palacio llamado del Real. En el recinto principal y antiguo se hicieron algunas mejoras; pero se atendió con particularidad á construir un terraplen de diez y seis piés de alto y otro tanto de espesor, con flancos y foso, que empezaba al Oeste junto al rio, enfrente del baluarte de Santa Catalina, y continuaba exteriormente por Cuarto, abrazando el arrabal de este nombre y los de San Vicente y Ruzafa hasta Monte Olivete, en donde se levantó un reducto. De aquí al mar se practicaron cortaduras y se fabricaron escolleras, fortaleciendo tambien el lazareto al embocadero del rio. Por el otro extremo, via de Manises, se establecieron parapetos y otras fortificaciones de campaña no cerradas. Sin embargo de tales obras, estaba Valencia léjos de haberse convertido en y una plaza respetable. Figuraban más bien aquéllas la imágen de un campo atrincherado, y ése fué el objeto que se llevó al realizarlas. Y con razon advirtieron los inteligentes que para ello se habian desaprovechado muchas de las ventajas que ofrecia el terreno, porque ni se dispuso inundar debidamente los campos con las aguas de riego, ni tampoco se robustecieron varios conventos y edificios por allí esparcidos, cuya solidez se acomodaba muy mucho al establecimiento de una cadena de puntos fortificados.

Considerada de este modo la defensa, hallábase la clave de ella á una legua de Valencia, en Manises, sitio en que yacen las compuertas de las acequias mayores. Tenía en dicho punto D. Nicolas Mahy su cuartel general, y en él y en San Onofre estaban las divisiones de Villacampa y Obispo, permaneciendo apostada á la izquierda, y algo detras, en Aldaya y Torrente, la caballería. Por la derecha en Cuarte se situaba la otradivision del General, á las órdenes de D. Juan Creagh. En el pueblo de Mislata alojábase la de D. José Zayas, y próximo á Valencia la de Lardizábal. Se mantenía en el Monte Olivete la de Miranda, componiendo la totalidad de las tropas unos 22.000 hombres. Proseguian guardando los puntos hasta el mar guerrilleros y paisanos. Recorrian la costa barcos

cañoneros españoles y buques de guerra aliados.

Suchet desaloja alos españoles de la orilla izquierda del Turia

Intentos de fuga del ejército español

Hubiérale sido todavía el 26 muy asequible libertar á su ejército y sacarle de Valencia. Primero á la hora de mediodia, ántes que Habert comunicase con Harispe, dirigiéndose al istmo entre la Albufera y el mar; despues por la noche, no preparado bastantemente el enemigo para detener una súbita irrupcion y salida de nuestras tropas. Así opinaron los generales que juntó Blake, quien no obstante decidió lo contrario, fundado en que siendo preciso distribuir de antemano víveres, hacíase imposible verificarlo en tan breve espacio. Dejóse pues la partida para el día siguiente. Renovó entónces Blake al anochecer el consejo de guerra, cuyos individuos insistieron en el dictámen dado la víspera, de poner al ejército cuanto ántes en salvo. Mas ocurrióle al General en jefe otra dificultad. La artillería de batalla permanecia en los atrincheramientos, y removerla á deshora, como era indispensable para ejecutar de noche la salida, parecíale imprudente, y motivo de espanto al pueblo. Así difirióse la operacion por segunda vez. En vista de lo cual, ¿á quién no admirará tal negligencia despues de dos meses que hubo para precaver

todos los casos? ¿á quién no tanta lentitud é incertidumbre delante de un enemigo tan activo como el frances?

Por último, fijóse la noche del 28 al 29 para efectuar la salida. Encargóse antes á D. Cárlos O’Donnell el cuidado de la plaza, asistido de pocas tropas, con órden de capitular á su debido tiempo, consultando los intereses del vecindario. El resto del ejército, bajo D. Joaquin Blake, debia dirigirse por la puerta de San José y puente inmediato, y salvarse penetrando por las líneas enemigas vía de Burjasot, punto ménos guarnecido de franceses, y terreno ya á las cuatro leguas quebrado. Era el órden de la marcha el siguiente. A la cabeza la division de D. José de Lardizábal, formando en ella vanguardia con un corto trozo el coronel Michelena; luégo don Joaquin Blake, la gente de Zayas, bagajes y várias familias; detrás D. José Miranda y su tropa.

Abrió, pues, Michelena la marcha, y pasó entre Tendetes y Campanar; imitóle Lardizábal, no encontrando al principio ningun estorbo. El enemigo se mantenia tranquilo, si bien algo cuidadoso, por haber los nuestros explorado en la tarde aquel sitio. Yendo adelante, cruzaron ambos jefes una acequia que había primero, y llegaron á la de Mestalla, endonde les escasearon tablones que facilitasen el paso. Diligente Michelena, no por eso se arredró, y descubriendo un molino ó casa con comunicacion que daba á entrambas orillas, trató de atravesar por allí. Tenían los enemigos apostado cerca un piquete, y preguntando «¿quién vive?», respondieron los españoles en lengua francesa: «húsares del cuarto regimiento »; y prosiguió su camino con brío. Por desgracia sólo Michelena y su corta vanguardia tuvieron tan laudable y valerosa resolucion. Lardizábal titubeó, y parándose, detuvo el movimiento de lo restante del ejército. Hallábase todavía Blake en el puente inmediato á la puerta de SanJosé, y no tomó partido alguno, aunque vió el entorpecimiento que experimentaban sus columnas. Impaciente Zayas, propúsole continuar y dirigirse, tomando rio arriba, al pueblo de Campañar, distante ménos de media legua. Nada determinó el General en jefe. Entre tanto, Michelena, caminando sin interrupcion, tropezó cerca de Beniferri con una patrulla enemiga, y para que ésta no diese aviso á los suyos, se la llevó consigo prisionera. Al atravesar los nuestros la mencionada poblacion, acaeció que algunos soldados de la artillería italiana que estaban en las calles, notando lo silencioso y apresurado del caminar de aquella tropa, tuvieron sospecha de que eran españoles, y encerrándose dentro de las casas, empezaron á hacer fuego desde las ventanas, poniendo así en arma el campo frances. No impidió eso á Michelena proseguir su ruta, con la dicha de llegar salvo por la mañana á Liria.

Mas Blake, fijo en el puente é irresoluto, sin escuchar en su atamiento consejo alguno, despues de permanecer inmoble por un rato, temiendo al fin un, ataque del enemigo por las demás partes, ordenó la retirada á la ciudad, y que cada uno volviese á ocupar su anterior y respectivo puesto: término infeliz del intentado movimiento. Erró Blake en haberle emprendido por solo un paraje, exponiendo así todo el ejército á una misma y precaria suerte. Merece tambien poca disculpa por no haberse provisto de las herramientas y útiles necesarios para el paso de las acequias, y no haber en el aprieto tomado una atrevida y pronta determinacion. Tampoco Lardizábal correspondió aquella noche á su fama de hombre intrépido y arrestado. Al reves el coronel Michelena, que se portó con inteligencia y esforzadamente.

Malograda la salida, redoblaron los franceses su cuidado, y crecieron más y más los obstáculos para los españoles. Con todo, pensaba Blake en repetir la tentativa dos ó tres dias después, como si fuera ya entónces fácil burlar la vigilancia de los enemigos y romper por medio de sus líneas. Detuviéronle, segun dijo, señales tumultuarias del pueblo de Valencia, que aquel general calificó de inconsideradas, y no así nosotros. Porque si bien somos opuestos á tal linaje de intervencion en los asuntos públicos, graduándole de medio sólo oportuno de favorecer las maquinaciones de los malévolos, nos parece que en el caso actual la paciencia de aquella ciudad habia excedido los limites del sufrimiento más resignado. Durante dos meses dejaron sus habitadores á D. Joaquin Blake en entera libertad de obrar. Facilitáronle cuanto deseaba, no le ofrecieron resistencia alguna, ni siquiera levantaron un quejido. Y ¿qué resultó? Ya lo hemos visto. Y ¿será dado callar á los vecinos cuando se trata de la vida, de la hacienda, y de que no se despeñe en su perdicion la ciudad en que nacieron? No: mayor silencio tachárase de servidumbre humilde.

Pero lo que áun es más, el mismo D. Joaquin Blake fué quien dió impulso á los primeros murmullos del paisanaje. Empezaron éstos el 29.Ántes el 28 había aquel general comunicado al Ayuntamiento y á la comision de partido su resolucion de salir por la noche con el ejército, y prevenídoles al mismo tiempo haber dispuesto que el gobernador D. Cárlos O’Donnell convocase una junta extraordinaria, compuesta de las principales clases y autoridades, la cual atenderia en circunstancias tan críticas á todo cuanto juzgase útil respecto de los intereses del vecindario.

Los preparativos para este llamamiento y las reuniones que provocó despertaron la atencion de los ciudadanos, y descubrieron el disgusto comun, que se aumentó con la tentativa de evasion del mismo día 28 y su mal éxito. Congregóse la nueva junta en la noche del 30 al 31, no advirtiéndose, sin embargo, hasta entónces otra cosa que fermentacion y suma desconfianza. Mas luégo de instalada aquella corporacion, se encrespó la furia popular, y menester fué nombrar comisionados que pasasen á examinar el estado de la línea. Entre ellos habia individuos de diversas clases y algunos frailes. Prendiéronlos á todos al salir por la puerta de Coarte, y los enviaron á Blake, que se hallaba en el arrabal de Ruzafa. Era la una de la madrugada, y desazonóle mucho al General en jefe el aparecimiento de los tales comisionados, por lo que no sólo no consintió en que fuesen á visitar la línea, sino que guardando en rehenes á algunos de ellos, despachó á los otros con escolta á Zayas para que éste les hiciese desfogar los ímpetus del patriotismo en las baterías. Igualmente ordenó á la junta disolverse, no permitiendo hubiese más autoridad popular que la comision de partido, aumentada con cuatro ó cinco individuos para facilitar el despacho de los negocios. De este modo quebró su enojo Blake, deshaciendo lo mismo que ántes habia decidido, y mostrándose severo y resuelto en ocasiones en que quizá no era muy necesario.

Obedecieron todos las determinaciones del General, y se notó á las claras cuán dueño era de llevar á cabo cualquiera plan sin que pudiesen los vecinos ponerle impedimento alguno, manteniéndose siempre el ejército obediente y subordinado. No obstante, ya hemos visto cómo alegó Blake, para no intentar nueva salida, el desasosiego del pueblo, añadiendo despues que no queria con su ausencia dar ocasion á desórdenesy contratiempos. Razon singular, si no le asistia otra, para comprometer la suerte de un ejército entero.

El ataque final

Aprovechaban semejantes disturbios y desaciertos al mariscal Suchet, quien estrechando el sitio, reforzó más la orilla izquierda del Guadalaviar, construyó reductos, fortificó conventos, y rodeó á Valencia de manera que se inutilizasen cuantas tentativas por escaparse hiciesen los nuestros. Comenzó tambien el ataque contra la ciudad, dirigiendo el principal por la derecha del rio y arrabal de San Vicente, y otro por Monte Olivete. En ambos frentes abrieron los ingenieros enemigos, en la noche del 1.º al 2 de Enero, las primeras paralelas á sesenta y ochenta toesas de distancia. Experimentaron alguna pérdida, contando entre los muertos al coronel Henri, oficial inteligente y bizarro. Sus artilleros plantaron en breve siete baterías y empezaron á batir nuestras obras.

Viendo entónces D. Joaquin Blake la dificultad de sostener la línea exterior desde Monte Olivete hasta Santa Catalina, metióso dentro de la ciudad con todo el ejército en la noche del 4 al 5: sólo dejó fuera las tropas que guarnecian el arrabal del Remedio y las cabezas de puente. Tambien conservó un camino cubierto tirado desde la puerta del Mar hasta el baluarte de Ruzafa. Retiró la artillería de batalla y la gruesa de bronce; mandó clavar la que habia de hierro.

No advirtieron los enemigos la retirada de Blake hasta por la mañana. Creyeron al principio que era un ardid, mas cerciorados luégo de que no, ocuparon el recinto abandonado, y empezaron el 5 el bombardeo entre una y dos de la tarde, desde tres reductos levantados á la izquierda del rio. Mil bombas y granadas cayeron en el espacio de veinticuatro horas. Considérese el estrago, mayor cuanto no se habia tomado medida alguna para disminuirle, ni blindajes, ni almacenes á prueba de bomba, la pólvora esparcida y al desabrigo; el ejército allí amontonado, y la poblacion aumentada con la mucha gente que de la huerta habia acudido; las calles ademas angostas, altas las casas y endebles, pocos los sótanos. No cesó despues el bombardeo: en los días 7 y 8 fueron los destrozos

muy grandes.

Depósito aquella ciudad de muchas preciosidades, y rica sobre todo en letras y bellas artes, pereció la biblioteca arzobispal y la de la universidad, y con ésta, manuscritos de gran estima recogidos

por el docto D. Francisco Perez Bayer, su principal fundador. Así en un instante arrasa la guerra y convierte en polvo lo que ha producido en siglos el ingenio, el talento ó la asidua laboriosidad.

Consoláranse á lo ménos hasta cierto punto de tamaña ruina el político, el guerrero, y áun el literato, con tal que en cambio se hubiesen podido sacar de la defensa ejemplos vivos que instruyesen á la mocedad y realzasen las glorias de la nacion. Mas Blake, si habia andado perdido en las operaciones meramente militares, no era de esperar se mostrase más bien encaminado en las luchas populares, en las calles y casas, á semejanza de la inmortal Zaragoza. Iba con su anterior carrera la primera clase de peleas, oponíase la segunda. Para ésta ademas necesítase fuego y ardiente inspiracion, que sólo da naturaleza, y no suplen el saber adquirido ni el más acendrado honor.

En nada habia D. Joaquin Blake levantado el ánimo de los habitantes, habíale más bien amortiguado. En nada tampoco habia dado indicio de querer defender lo interior de la ciudad, pues no sólo, segun poco há hemos visto, escaseaban abrigos contra la caida y explosion de los proyectiles, sino que tampoco se habian cortado las calles ni atronerado las casas, ni adoptado ninguno de los muchos medios que el arte y la práctica enseñan en tales casos.

No obstante, D. Joaquin Blake desechó el 6 la propuesta que de rendirse le hizo el mariscal Suchet. Entre tanto el estrago y lástimas crecian, y se presentaron al General en jefe dos diputaciones, una de la comision de partido y otra á nombre del pueblo, para que capitulase. Respetó Blake á estos emisarios. No así á otros que de tropel acudieron á su casa, pidiendo que continuase la defensa. De ellos retuvo el General presos á algunos que subieron á su habitacion y capitaneaban la multitud. El disenso por tanto era grande: tuvo Blake que llamar tropa para apaciguar á los alborotados y dispersarlos. Con esto acabó toda oposicion, y pudo el General disponer á su arbitrio de la suerte de Valencia.

Era cada vez más crítica la situacion de la plaza. Los enemigos, al favor de las cercas y las casas, construian sus baterías muy inmediatas. Habíanse establecido en los arrabales de Ruzafa, San Vicente y Cuarte; la toma de éste y la del convento de Corpus Christi costóles sangre. En ciertos parajes distaban los sitiadores de 15 á 20 varas del muro, cuyo espesor era de solos diez piés, con endeble parapeto y almenas, el foso angosto, la artillería colocada sobre tablados, sostenidos por fuertes piés derechos. Sin embago, Zayas prosiguió defendiendo con vigor la puerta de San Vicente, siendo aquel general el único que hácia aquella entrada preparó para la resistencia interior las calles vecinas. Inutilizó tambien una mina de los enemigos, quienes entónces dirigieron sus trabajos

contra una convexidad más desamparada que forma la muralla entre la puerta de Cuarte y la mencionada de San Vicente. Cinco baterías nuevas habian los sitiadores construido y armado, sinque los nuestros pudiesen contraponer cosa de importancia á tantos fuegos.

Negociaciones para la rendición

Amenazaban ya éstos abrir brecha, cuando en la tarde del 8 envió Blake al campo enemigo oficiales que prometiesen de su parte capitular, bajo la condicion de que se le dejaria evacuar la ciudad con todo su ejército, armas y bagajes, y retirarse á Alicante y Cartagena. Desechó Suchet la propuesta, y en su lugar fijó los artículos de una capitulacion pura y sencilla, con el aditamento de canjear 2.000 hombres por otros tantos de los prisioneros que hubiese en la isla de la Cabrera ú otras partes. Reunió entónces Blake un consejo de guerra, á que asistieron doce jefes. Los pareceres fueron discordes, queriendo unos aceptar las proposiciones de Suchet, y otros no. En realidad era ya infructuosa toda resistencia, fuese militar, fuese de pueblo; la una no la consentia la naturaleza de la plaza, no estaba preparada la otra.

Decidióse D. Joaquin Blake á admitir la capitulacion. Por ella debian los enemigos respetar la religion y proteger las propiedades y á los habitantes, no permitir pesquisa alguna en cuanto á lo pasado, y conceder tres meses de término á los que quisiesen abandonar la ciudad con sus bienes y familia. Otorgábase al ejército salir con los honores de la guerra por la puerta de Serranos, conservando los oficiales las espadas, caballos y equipajes, y los soldados las mochilas. Tambien se convino en el canje propuesto.

Capitulación

Firmóse la capitulacion en 9 de Enero, en cuyo dia ocuparon los enemigos la puerta del Mar y la ciudadela. Al siguiente salieron para Francia los españoles prisioneros junto con D. Joaquin Blake. El número de ellos, inclusos los dos mil destinados para el canje, que fueron camino de Alcira, le hacen subir los franceses á 18.219 hombres: cuenta que nos parece exagerada si no se comprenden en la suma paisanos armados. De gente reglada pueden en verdad computarse unos diez y seis mil. No se verificó el canje ajustado, por no haber consentido en él la Regencia del reino.

Hasta el 14 no hizo su entrada en Valencia el mariscal Suchet. Hízola con gran pompa y acompañado de la mayor parte de sus tropas por la puerta de San José, al mismo tiempo que con el resto de ellas penetró por la de San Vicente el general Reille. Quedó nombrado gobernador el general Robert.

Concluida que fué la capitulacion, ansió por alejarse de Valencia D. Joaquín Blake. Obraba en ello con prudente mesura. El estado á que se hallaba reducido aparecia harto deplorable, para que no quisiera apartarse cuanto ántes del teatro infausto en donde acababan de tener fataldesenlace sus casi continuas y lastimosas desventuras. Hombre recto é ilustrado, propio para dirigir en tiempos tranquilos las tareas de un estadomayor, carecia Blake de las prendas que componen la esencia del verdadero general en jefe, las cuales, como decía Napoleon á ciertos oficiales rusos, no se adquieren con la mera lectura de autores militares.

Aferrado Blake en su opinion, no sacaba fruto ni de las lecciones que le suministraba su propia y larga experiencia. Los muchos desastres que empañaron el brillo de su carrera descubren tambien lo siniestra que le fué siempre la fortuna. Grave perjuicio en un general, por la desconfianza que en los otros y en sí mismo infunde, y que ha dado ocasion á que escritores de peso, y Ciceron entre ellos, señalen como una de las cualidades principales de un gran capitan la de la felicidad.

Blake prisionero a Francia

Luégo que llegó á Francia D. Joaquin Blake, le encerraron en Vincennes, cerca de París, lo mismo que habian hecho con Palafox y otros españoles distinguidos. ¡Injusto y bárbaro procedimiento¡ Allí hubiera aquel general finado quizá sus dias sin los sucesos de 1814. Antevia lo que le aguardaba, cuando dando parte á la Regencia del reino de la capitulacion de Valencia, decía: «Por lo que á mí toca..... miro como determinada la suerte de toda mi vida, y así en el momento de mi expatriacion, que es un equivalente á la muerte, ruego encarecidamente á V. A. que si mis servicios pueden haber sido gratos á la patria, y no hubiesen desmerecido hasta ahora, se digne tomar bajo su proteccion á mi dilatada familia.» Palabras muy sentidas, que áun entónces produjeron favorable efecto, viniendo de un varon que, en medio de sus errores é infortunios, habia constantemente seguido la buena causa; que dejaba pobre y como en desamparo á su tierna y numerosa prole, y que resplandecia en muchas y privadas virtudes.

Suchet , duque de la Albufera

Si por nuestro lado con la caída de Valencia abundaron sólo las lágrimas, se manifestaron por el de los franceses sumas las alegrías, y sederramaron con largueza gracias y distinciones. Nombró Napoleon, por decreto de 24 de Enero, al mariscal Suchet duque de la Albufera, concediéndole en propiedad y perpetuamente la laguna de aquel nombre, con la caza, pesca y dependencias, en premio de los recientes servicios y para dotacion de la nueva dignidad. Cuantioso dón y de los más fructíferos que se pueden otorgar en España. Por decreto tambien de la misma fecha, queriendo Napoleon recompensar igualmente á los generales, oficiales y soldados del ejército de Aragon, mandó que se reuniesen á su dominio extraordinario de España (son sus expresiones), bienes de los situados e la

provincia de Valencia, por el valor de 200 millones de francos, no consultando primero si para ello eran bastantes los llamados nacionales que allí pudiera haber, ni especificando, en el caso contrario, de dónde debiera suplirse lo que faltase. De este modo se despojaba tambien á José sin consideracion alguna de los derechos que le competian como á soberano, y se pribaba á los interesados en la deuda pública, que aquél habia reconocido ó contratado, de una de las más pingües hipotecas. Napoleon sucesivamente con la prosperidad desarrebozaba sus intentos respecto de España, y descubria del todo la determinacion en que estaba de arrancar á José hasta la sombra de autoridad que éste conservaba todavía.

Al dia siguiente de la rendicion de Valencia fueron desarmados los vecinos, y muchos conducidos á Francia so pretexto de que eran provocadores de motin. Lo mismo, por órden especial despachada de París, todos los frailes que pudieron haberse, que ascendieron á 1.500. Hubo más: á cinco de ellos, los padres Rubert, Lledó, Pichó, Igual y Jérica, arcabuceáronlos junto á Murviedro, á otros dos en Castellon de la Plana. Igual suerte cupo desde Segorbe á Teruel á 200 prisioneros, que se rezagaban de cansados. Así se cumplia la capitulacion pactada.

Figurábanse ahora los franceses, como ya en un principio, ser los frailes los fraguadores del levantamiento y de la resistencia nacional, y de consiguiente se ensañaban en sus personas. Juicio, segun hemos advertido otras veces, hasta cierto punto errado. Hubo religiosos que, en efecto, tomaron parte honrosa en la causa de la patria comun, pero no todos ni exclusivamente. Y en Valencia pensó el mayor número, más que en la defensa, en sus particulares intereses, en vender ajuar y alhajas y en repartirse el peculio; porte que excitó descontento y murmuracion. El clero secular acogió bien á los invasores, á imitacion del prelado de la diócesi, el arzobispo Company, franciscano, escondido en Gandía durante el sitio, y que tornó á Valencia despues de conquistada la ciudad, esmerándose en obsequios y lisonjas hácia Napoleon y sus huestes.

Verdad sea que hasta de la poblacion recibió Suchet mayores pruebas de aficion que en otras partes. Las causas, las mismas que las que indicamos al tiempo de ser ocupada la Andalucía, ó á lo ménos muy parecidas á las de entónces. Contribuyó tambien mucho á semejante disposicion de los ánimos el inconcebible proceder de Blake, y su tibieza con los moradores. No obstante eso, y de procurar Suchet, conforme verémos más adelante, introducir en la administracion mejor arreglo que otros generales compatriotas suyos, no tardaron largo tiempo en levantarse por aquel reino várias partidas.

El auxilio de Marmont, se planta en Alicante

Miéntras ocurrian en Valencia los sucesos que acabamos de referir, adelantábase por la Mancha el auxilio que enviaba á Suchet el mariscal Marmont, desde las riberas de Tajo, en Extremadura. Consistia la fuerza en tres divisiones, dos de infantes y una de caballos, bajo las órdenes del general Mont-Brun. Llegó éste el 9 de Enero á Almansa, y aunque con fecha del 11 recibió indicacion de Suchet para que se volviera, pues tomada Valencia excusado era el socorro, prosiguió, sin embargo, su marcha y se adelantó á Alicante, cuya plaza pensó ganar por sorpresa, aprovechándose del decaimiento que habia causado la pérdida de la capital de la provincia. No era la empresa tan fácil como se imaginaba.

D. Nicolas Mahy y las tropas que con él se retiraron despues del 26 de Diciembre á las riberas del Júcar, habian abandonado éstas harto de prisa, y evacuando apénas sin oposicion el punto importante de Alcira, habíanse venido á Alcoy, y pasado en seguida, unas á Alicante, otras á Elche. Tambien D. Manuel Freire se habia alejado de Requena y acercádose á los mismos puntos.

Aunque poco gloriosos los más de estos movimientos, resultó, no obstante, de ellos que se agolpasen hácia Alicante tropas bastantes para desbaratar los proyectos de los enemigos contra dicha plaza. Se presentó delante de ella el general Mont-Brun, y habiendo intimado en vano la rendicion y arrojado dentro algunas granadas, se retiró de allí muy pronto.

Su presencia, si bien efímera, dejó en la comarca mal rastro. Porque despues de haber desalojado de Elche y pueblos cercanos las tropas españolas, impuso de contribucion á los habitantes sumas enormes, y causóles extorsiones graves.

Toma de Denia

Esto y otras atenciones impidieron á Suchet emprender cosa alguna contra Alicante y Cartagena, cuyos boquetes, fomento de guerra, habia pensado cerrar el mariscal frances, apoderándose en breve de aquellos muros. La malograda tentativa de Mont-Brun, sirviendo de despertador para una defensa más cumplida, frustraba todo rebate.

Tuvo por tanto Suchet que limitar sus deseos, y contentarse con situar más allá del Júcar al general Harispe y la brigada de Delot, poniendo por la izquierda de éstos, en Gandía, al general Habert. Tambien se enseñoreó de Denia, puerto de mar, plaza en el nombre, con un castillo en lo alto. La abandonó sin hacer resistencia su gobernador don Estéban Echenique. Tuvo de ello culpa en parte don Nicolas Mahy, que primero envió 200 hombres de socorro y luégo los retiró. Sin embargo, ya que se hubiese evacuado la ciudad, convenido hubiera sacar, como no se hizo, varios efectos é inutilizar la artillería.

Reorganización del 2º y 3er ejércitos

Despues de tamañas desgracias, las tropas que restaban del segundo ejército, y se habian retirado con las del tercero, mandadas por D. Nicolas Mahy, y las que de este mismo se habian ántes adelantado con D. Manuel Freire hácia Requena, ó quedádose en la frontera de Granada, continuaron alojadas, ya en Alicante y sus alrededores, y ya en Cartagena y pueblos del reino de Murcia. El número de ellas, incluyendo las guarniciones de las citadas últimas dos plazas, al pié de 18.000 hombres. Tomó luégo el mando interino de todas D. José O’Donnell, jefe del estado mayor del tercer ejército. Las del general Villacampa, que entraban en cuenta, se alejaron al fenecer Enero, y no tardaron mucho en regolfar á Aragon, principal sitio de sus proezas.

Incursión francesa en Murcia desde Andalucía: muerte de Martín de la Carrera

No sólo se vieron acosadas todas estas fuerzas por las de Suchet y por las del general Mont-Brun, sino tambien por parte de las del ejército frances del Mediodía, que acudieron al cebo de los despojos. Llegaron las postreras á la vista de la ciudad de Murcia el 25 de Enero, y el 26 entró en ella con 600 caballos el general Soult, hermano del mariscal.

La víspera le había precedido un destacamento, y unos y otros impusieron al vecindario muy pesadas contribuciones, imposibles de realizar. A estos gravámenes quiso el general frances añadir otro nuevo con sus festines, y mandó se le preparase para aquel dia, en el palacio episcopal, donde se albergaba, un espléndido y regalado banquete. Gustaba ya deliciosos manjares, cuando vino á interrumpirle en su ocupacion sensual una voz que decia: «Las tropas españolas han entrado, los enemigos son perdidos.»

En efecto, D. Martin de la Carrera, que se apostaba no léjos con gran parte de la caballería del segundo y tercer ejército, despues de reunir un trozo de ella en Espinardo, á media legua de la ciudad, acababa de penetrar po

r la puerta de Castilla á la cabeza de 100 jinetes. Tenian otros la órden de acometer al mismo tiempo por los demas puntos. Era el intento de Carrera sorprender á los enemigos, que á la verdad no le ag uardaban, cogerlos ó aventarlos, y libertar á la ciudad de huéspedes en tal manera molestos.Sobresaltado el general Soult, levantóse de la mesa, y con la precipitacion tropezó y bajó la escalera casi rodando. Aunque mal parado, montó, sin embargo, á caballo: le siguieron todos los suyos. No así, por desgracia, á Carrera los de su bando, quienes, excepto los que él mismo capitaneaba, ó no entraron en la ciudad, ó retrocedieron luégo por equivocacion ó desmayo. Tuvo de consiguiente el D. Martin que hacer cara solo con sus 100 hombres á las fuerzas del enemigo, tan superiores. No por eso se abatió, y ántes de ser estrechado, paseó calles y plazas acuchillando y matando á cuantos contrarios topaba. Duró tiempo la lid.Costó el terminarla sangre al frances; mas á lo último, cogidos, muertos ó destruidos los soldados de Carrera, quedó éste solo y rodeado por seis de los enemigos en la Plaza Nueva. Defendióse gran trecho, mató á dos, y si bien herido de un pistoletazo y de varios sablazos, sostúvose aún, no quiso rendirse, y peleó hasta que exánime y desangrado cayó tendido en la calle de San Nicolas, donde espiró. Ejemplo de hombres valerosos era Carrera, mozo y membrudo, de estatura elevada, noble en el rostro, de arrogante y gentil apostura.Antes de finalizar el combate ya habían los enemigos entregado al saco la ciudad de Murcia. Robáronlo todo, y cometieron los mayores excesos, particularmente en el barrio del Cármen. Despojaban en la calle á las mismas mujeres de sus propias vestiduras, y no perdonaron ni áun el ochavo que en el mugriento bolso escondia el mendigo. Cargados de botin y temerosos de que tornasen los nuestros, se retiraron por la noche, y en Alcantarilla y en casi todo el camino hasta Lorca repitieron iguales ó mayores demasías.Como quiera que lacerados de dolor, tributaron los murcianos al día siguiente honores fúnebres al cadáver del inmortal D. Martin de la Carrera, y le sepultaron con la pompa que les permitia su triste azar. Un mes despues celebró, tambien en memoria del difunto, solemnes exequias el general en jefe D. José O’Donnell, y dióse el nombre de la Carrera á la calle de San Nicolas, en la cual terminó aquel caudillo sus dias peleando como bueno. La junta provincial determinó igualmente erigirle un cenotafio en el sitio mismo de su fallecimiento.

Sitio de Peñíscola y traición

A los muchos desastres que de tropel sucedieron en esta parte de España, agregóse otro mancillado de afrenta. Dueño de Valencia el mariscal Suchet, y enviadas á la derecha del Júcar las fuerzas que hemos arriba expresado, púsose asimismo en relacion, ocupando á Buñol, con el ejército frances del centro, destacó á Cataluña la division de Musnier, necesaria allí por lo que ocurria, y destinó al general Severoli con los italianos á formalizar el sitio de Peñíscola.

Se eleva esta, poblacion sobre una empinada roca, mar adentro, á 120 toesas de la orilla, con la cual no comunica sino por medio de una lengua de tierra bastante angosta. Escarpadas y buenas obras rodean la plaza por todas partes; domínala interiormente un castillo, y se asemeja encompendio, por su natural fortaleza, á Gibraltar. Fué largo tiempo mansion de aquel papa Luna, de condicion tan obstinada, cuyo nombre lleva todavía una torre en donde parece moraba. Cubren al istmo en los temporales las oleadas, y estaba ahora reforzado el frente con baterías de varios pisos. Mas allá, y paralelo á unas monta

ñas vecinas, se extiende un marjal perenne, cuya inundacion se habia aumentado artificialmente, é interrumpido con cortaduras la calzada que le atraviesa y conduce á la citadalengua de tierra, único punto accesible para los franceses, no señores de la mar. Tenía la plaza 1.000 hombres de guarnicion y estaba abundantemente provista. Cruzaban por aquellas aguas barcos cañoneros y buques de guerra nuestros y aliados. Era gobernador D. Pedro García Navarro.Acercóse el general Severoli el 20 de Enero á Peñíscola, y envió un parlamentario con proposiciones que fueron desechadas. De resultas, empezaron los enemigos á preparar el sitio, y se colocaron en las colinas y playas inmediatas. El 28 arrojaron bombas desde una batería de morteros, distante 600 toesas. En la noche del 31 al 1.º de Febrero formaron la línea paralela de faginas y gaviones, que se prolongaba por detras de la inundacion, y torcia á su extremo meridional, para continuar lo largo de la costa. En el opuesto, construyeron baterías en las alturas. Las dificultades que tenian los sitiadores que vencer ántes de aproximarse al cuerpo de la plaza parecian insuperables. No obstante, prosiguieron los trabajos.En el intermedio aconteció que viniese á parar á manos de los franceses un pliego que el gobernador García Navarro escribia al general español de Alicante; quejábase en su contenido del porte de los ingleses, y hablaba como si intentasen éstos apoderarse de Peñíscola; añadiendo que preferiria en tal caso someterse á los enemigos. Barruntos tenía Suchet de la propension de ánimo del García Navarro, si ya no ocultas relaciones; y en vista ahora del expresado pliego, se apresuró á establecer con él negociacion directa, para lo cual despachó al oficial de estado mayor Mr. Prunel. García Navarro inmediatamente se rindió á partido, y se rindió bajo la sola condicion de que se permitiera á los suyos retirarselibremente adonde quisiesen. En consecuencia, se posesionaron los franceses de Peñíscola el 4 de Febrero. Escandalosa entrega; pero áun más escandalosos y sin ejemplo los términos siguientes con que se encabezó la capitulacion : «El Gobernador y la Junta militar..... convencidos de que los verdaderos españoles son los que unidos al rey don José Napoleon, procuran hacer ménos desgraciada su patria.» Basta. ¡Quégobernador! ¡Qué junta militar! No paró aquí la desbocada conducta del primero. Entró despues á servir al intruso, y recibió en premio honores y condecoraciones, escribiendo ántes al mariscal Suchet, entre otras cosas: «V. E. debe estar bien seguro de mí; la entrega de una plaza fuerte, que tiene víveres y todo lo necesario para una larga defensa..... es un garante de mis promesas.....» Memorial con relacion de méritos, sacadosde la propia infamia.