Sitio y batalla de Sagunto

La llegada fué más pronto de lo que hubiera querido D. Joaquin Blake, quien necesitaba de más espacio para uniformar y disciplinar su gente, y tambien para agrupar cerca de sí todas las fuerzas que habian de intervenir en la campaña. Eran éstas las del reino de Valencia, ó sea segundo ejército, las que dependian de él y guerreaban en Aragon, bajo los jefes D. José Obispo y D. Pedro Villacampa, parte de las del tercer ejército, y las expedicionarias. Las últimas se habian detenido por causa de la fiebre amarilla, que picó reciamente durante el estío y otoño en Cartagena, Alicante, Murcia y varios pueblos de los contornos. Retardáronse las otras con motivo de marchas ú operaciones que hubieron de ejecutar ántes de unirse al cuerpo principal. Blake, no obstante, guarneció á Murviedro, fortaleció más y más los atrincheramientos de Valencia y las orillas del Guadalaviar, é hizo que el Marqués del Palacio y la Junta se trasladasen á la villa de Alcira, situada á cinco leguas de la capital,

en una isla que forma el Júcar, cuyas riberas debian servir de segunda línea de defensa. El del Palacio conservaba el mando particular del distrito, y por eso, y quizá tambien para desembarazarse de persona tan engorrosa, le alejó Blake de Valencia, so pretexto de poner al abrigo de las contingencias de la guerra las autoridades supremas de la provincia.

Era la toma de Murviedro el blanco de la expedicion de Suchet. Allí tuvo su asiento la inmortal Sagunto. Con el trascurso del tiempo cambióde nombre, derivándose el actual del latín muri veteres, ó segun otros, del lemosino murt vert. Yacia la antigua Sagunto en derredor de un monte, á cuyo pié por la parte septentrional se extendia hoy la poblacion, que apenas pasa de 6.000 almas. Lame sus muros el Palancia, que corre á la mar, apartado ahora dos leguas; ántes, segun Polibio, siete estadios, unos mil pasos; lo cual prueba lo mucho que se han retirado las aguas, á no ser que se dilatase por allí la antigua ciudad. Opulentísima la llama Tito Livio, y, en efecto, grande hubo de ser su riqueza, cuando despues de haber los moradores quemado en la plaza pública personas y efectos, quedaron tantos depojos, que pudo el vencedor repartir entre su gente mucho botin, enviar no poco á Cartago, y reservar todavía bastante para emprender la campaña que meditaba contra Roma.

Vestigios notables declararon su pasada grandeza, que celebraron muchos poetas, en particular Bartolomé Leonardo de Argensola, que se duele del empleo humilde que en su tiempo se hacia de aquellos mármoles y de sus nobles inscripciones. La resistencia de Sagunto fué tan empeñada, que segun cuenta el ya citado Polibio , tuvo Aníbal, herido en un muslo, que animar con su ejemplo al

abatido soldado, sin perdonar cuidado ni fatiga alguna, y áun así no entró la ciudad sino al cabo de ocho meses de sitio, y en medio de llamas y ruinas. Muy atras quedó de la antigua defensa la que ahora vamos á trazar.

Verdad es que no era, ni con mucho, parecido el caso. La poblacion moderna, ya tan reducida, no se hallaba murada á punto de impedir una embestida séria del enemigo. Fundábase la resistencia en una nueva fortaleza elevada en el monte vecino, el cual, al invadir la primera vez Suchet el reino de Valencia, vimos que no estaba fortificado. Notóse la falta y tratóse en seguida de remediarla: tuvo para ello que destruirse en parte un teatro antiguo, preciosa reliquia, conservada en los últimos tiempos con mucho esmero. La actual fortaleza, á que pusieron nombre de San Fernando de Sagunto, abrazaba toda la cima del cerro, habiendo aprovechado para la construccion paredones de un castillo de moros y otros derribos. Formaba el recinto como cuatro porciones ó reductos distintos, bajo el nombre de Dos de Mayo, San Fernando, Torreon y Agarenos, susceptible cada uno de separada defensa. Habia dentro 17 piezas, dos de á doce. Impidió el envío de otras de mayor calibre la repentina llegada de Suchet. Era la fortaleza atacable sólo porpeña tajada. Habia delineado las obras modernas el comandante de ingenieros D. Juan Sanchez Cisneros. Encargóse del gobierno, en 10 de Agosto, el coronel ayudante general de estado mayor D. Luis María Andriani. Ascendia la guarnicion á unos 3.000 hombres.

El primer asalto a Murviedro

Los franceses ante Sagunto

Ahora pondrémos los ojos en el reino de Valencia, adonde habia llegado D. Joaquín Blake. Mandaba ántes, segun ya apuntamos, el Marqués del Palacio, cuyas providencias eran por lo comun más propias de la profesion religiosa que de la de un general entendido y diligente. Pensaba mucho en procesiones, poco en las armas, pregonando inexpugnables los muros valencianos despues que habia en su derredor paseado á la Virgen de los Desamparados, imágen muy venerada de los habitadores. A éste són caminaba en lo demas. No era culpa de Palacio, mas sí de la Regencia de Cádiz, que en sus elecciones anduvo á veces sobrado desatentada.

Jefe D. Joaquin Blake de otra capacidad, puso término á las singularidadesy desbarros del mencionado marqués. Activó las medidas de defensa, reforzó los regimientos, ejercitó los reclutas, perfeccionó las obras del castillo de Murviedro, y fortificó el antiguo de Oropesa, que dominaba el camino real de Cataluña. Urgia tomar tales medidas, amenazando Suchet invadir aquel reino.

Habíale ya para ello dado Napoleon la órden en 25 de Agosto, con prevencion de que el 15 de Setiembre estuviese el ejército lo más cerca que ser pudiera de la ciudad de Valencia. Para cumplir Suchet con lo que se le mandaba trató primero de asegurar las espaldas; dejó 7.000 hombres bajo el general Frere en Lérida, Montserrat y Tarragona, con destino á cubrir estos puntos y la navegacion del Ebro. Igual número en Aragon al cargo del general Musnier. El ejército frances del norte de la Cataluña, y un cuerpo de reserva que se formaba en Navarra, debian tambien apoyar, en cuanto les fuera dado, las operaciones. Lo mismo por la parte de Cuenca el ejército del centro, y por la de Murcia el del Mediodía.

Tomados estos acuerdos, púsose Suchet en movimiento el 15 Setiembre la vuelta de Valencia: ascendia la fuerza que consigo llevaba á 22.000 hombres. Distribuyóla en tres columnas de marcha. Partió una de Teruel á las órdenes del general Harispe, la cual, en vez de seguir el camino de Segorbe, torció á su izquierda para juntarse más pronto con las otras. Formaba la segunda la division italiana del cargo de Palombini, en la que iban los napolitanos, y tiró por Morella y San Mateo. Salió Suchet con la tercera de Tortosa, compuesta de la division del general Habert, de una reserva que capitaneaba Robert, de la caballería y de la artillería de campaña. Yendo sobre Banicarló tomó el mariscal frances la ruta principal que de Cataluña se dirige á Valencia. Al paso dejó en observacion de

Peñiscola un batallon y 25 caballos, y llegando á Torreblanca el 19, aventó de Oropesa algunos soldados españoles, encerrándose en el castillo losque de éstos debian guarnecerle. Entraron los franceses aquella villa de corto vecindario, y habiendo intimado inútilmente la rendicion al castillo, barriendo éste con sus fuegos, colocado en lo alto, el camino real, tuvo Suchet que desviarse y caer hácia Cabanes. Unióse en aquellos alrededores con las columnas de Harispe y Palombini, y marchó adelante junto ya todo su ejército. Ocupó el 21 á Villareal, y cruzó el Mijáres, vadeable en la estacion de verano, ademas de un magnífico puente de trece ojos que facilita el paso. La vanguardia de la caballería española estaba á la márgen derecha y se vió obligada á retirarse, con lo que sin otro tropiezo asomó Suchet á la villa y fuerte de Murviedro.

Cercanos los franceses cruzó el general Habert el 23 de Setiembre el Palancia, y rodeando el cerro por Oriente, dispuso al mismo tiempo que parte de su tropa se metiese en la villa, cuyas calles barrearon los enemigos, atronerando tambien las casas, ahora solitarias y sin dueño. Tiró á Occidente la division de Harispe, y extendiéndose al Sur, se dió la mano con el general Habert. Situáronse los italianos en Petrés y Gilet, camino de Segorbe, quedando de este modo acordonado el cerro en que se asentaban los fuertes. Destacó reservas Suchet hácia Almenara, via de Cataluña; exploró la tierra del lado de Valencia. Entónces, impaciente y ensoberbecido con su buena fortuna, determinó tomar por sorpresa la fortaleza de Sagunto. Registró con este objeto el circuito del monte, y oidos los ingenieros, creyó poder tentar una escalada por la falda inmediata á la villa, en donde le pareció vislumbrar restos de antiguas brechas mal reparadas.Fijó Suchet las tres de la mañana del 28 de Setiembre para dar la embestida. El mayor de ingenieros Chulliot mandaba la primera columna francesa. Debia seguirle el coronel Gudin, y adelantar á todos y apoyarlos el general Habert. Tambien trataron los enemigos de distraer á los nuestros por los demas parajes. Reuniéronse aquéllos para efectuar la escalada á media subida, en una cisterna distante cuarenta toesas de la cima. Vigilante Andriani, descubrió por medio de una salida los proyectos del enemigo, y alerta con los suyos, cerró los accesos que establecian comunicacion entre los diversos fuertes. Un tiro ó arma falsa de los acometedores abrevió una hora el ataque, respondiendo los nuestros al fusilazo con descargas y grandes alaridos. Andriani arengó á los soldados, recordóles memorias del suelo que pisaban: ¡Sagunto! Y embistiendo á la sazon Chulliot, enardecidos los españoles, le rechazaron completamente, y á Gudin, que cayó herido de una granada en la cabeza, y Habert, cuyos soldados espantados huyeron, y dejaron sembradas de cadáveres las faldas del monte, cuan largamente se extendian entre un baluarte que llevaba el apellido ilustre de Daoiz, y el fuerte del Dos de Mayo. Así en presencia de venerables restos se confundian antiguos y nuevos trofeos; apoderándose los cercados de varios fusiles, de mas de 50 escalas y otras herramientas. Perdieron los franceses 400 hombres.

Las fuerzas de Blake se aproximan: combates de Segorbe y de Benaguacil

Escarmentado Suchet, aprendió á obrar con mayor cordura, y preciso le fué sitiar en forma más arreglada fortaleza tan bien defendida. Íbansele entre tanto aproximando á D. Joaquin Blake las fuerzas que aguardaba, y dispuso que don José Obispo, con cerca de 3.000 hombres, se quedase del lado de Segorbe para incomodar al enemigo miéntras permaneciese éste en Murviedro. Tambien colocó por su izquierda en Bétera, con el mismo fin, á D. Cárlos O’Donnell, asistido de una columna de igual fuerza, compuesta de la division de D. Pedro Villacampa, procedente de Aragon, y de la caballería del ejército de Valencia, mandada por D. José San Juan.

Quiso Suchet alejar de sí vecinos tan molestos, y al propósito ordenó á Palombini que ahuyentase al general Obispo, quien habiéndose adelantado hasta Torres-Torres, dos leguas de Murviedro, se habia replegado despues, dejando en Soneja una corta vanguardia bajo D. Mariano Moreno. Atacó á ésta Palombini el 30 de Setiembre, que, si bien reforzada, tuvo que echar pié atras para unirse con lo restante de la division. Entónces situó Obispo por escalones delante de Segorbe en el camino real la caballería, y en las alturas inmediatas los infantes. Mas el enemigo acometiendo con impetuosidad y fuerza lo arrolló todo, y tuvo Obispo que retirarse á Alcublas.

En seguida pasó Suchet á atacar en persona el 2 de Octubre á D. Cárlos O’Donnell, cuyas tropas con destacamentos en Bétera se alojaban en los collados de Benaguacil á la salida de la huerta en que se halla situada la Puebla de Valbona. Resistieron los nuestros bastante tiempo,hata que O’Donnell juzgó prudente repasar el Guadalaviar, como lo verificó por Villamarchante, imponiendo aquí respeto á los enemigos con la ocupacion de dos alturas escarpadas que dominan el camino. Dirigióse despues sin ser incomodado á Ribaroja. Perdimos en estos reencuentros alguna gente, sobre todo en el primero, en que perecieron oficiales de mérito. Motejóse en Blake no haber hecho el menor amago para sostener ni á uno ni á otro de ambos generales, mirándose ademas como muy expuesta la estancia que habia señalado á D. José Obispo. Influian tambien malamente en el buen ánimo del soldado tales retiradas y descalabros parciales, siendo reprensible en un jefe no precaverlos al abrir de una campaña.

Toma de Oropesa

Para no desperdiciar tiempo, y alejadas ya las tropas vecinas, pensó el mariscal Suchet apoderarse del castillo de Oropesa, que cerraba el paso del camino real de Cataluña. Ofrecióle buena ocasion el atravesar por allí cañones de grueso calibre que traian de Tortosa contra Sagunto, de los que mandó detener algunos para batir los muros. Se componia el castillo de un gran torreon cuadrado, circuido por tres partes de otro recinto sin foso, pero amparado del escarpe del terreno. Tenia de guarnicion unos 250 hombres, y sólo le artillaban cuatro cañones de hierro. Mandaba D. Pedro Gotti, capitan del regimiento de América. A 400 toesas y orilla de la mar habia otra torre llamada del Rey, muy al caso para favorecer un embarco, en la cual capitaneaba 170 hombres el teniente D. Juan José Campillo.

Despues que los franceses habian penetrado en el reino de Valencia, habian en vano tentado tomar de rebate el castillo de Oropesa. Unieron ahora para conseguirlo sus esfuerzos, y fácil era apoderarse de un recinto tan corto y con flacos muros. Empezó el 8 de Octubre á batirlos el enemigo, dueño ya ántes de la villa. Dirigia el general Compère á los sitiadores. El 10 llegó Suchet, y derribado un lienzo de la muralla, prontos los franceses á dar el asalto, capituló el Gobernador honrosamente.

No por eso se rindió el de la Torre del Rey, Campillo, que desechó con brío toda propuesta. Constante en su resolucion basta el 12, y defendiéndose valerosamente, tuvo la dicha de que acudiesen entónces para protegerle e. navío inglés Magnífico, comandante Eyre, y una division de faluchos á las órdenes de D. José Colmenares. No siendo dado sostener por más tiempo la torre, pusiéronse unos y otros de acuerdo, y se trató de salvar y llevar á bordo la guarnicion. Presentaba dificultades el ejecutarlo, pero tal fué la presteza de los marinos británicos, tal la de los españoles, entre los que se distinguió el piloto D. Bruno de Egea, tal en fin la serenidad y diligencia del Gobernador, que se consiguió felizmente el objeto. Campillo so embarcó el último y mereció loores por su proceder: muchos le dispensó la justa imparcialidad del comandante inglés.

Se formaliza el sitio de Murviedro y segundo asalto

Libre Suchet cada vez más de obstáculos que le detuviesen, paró su consideracion exclusivamente en el cerco de Murviedro. Volvieron tambien de Francia, ausentes con licencia despues de lo de Tarragona, los generales de artillería Valée y Rogniat, con cuya llegada se activaron los trabajos del sitio.

Empezólos el enemigo contra la parte occidental de la fortaleza, en donde estaba el reducto dicho del Dos de Mayo, y plantó á 150 toesas una batería de brecha. Ofrecíansele para continuar en su intento muchos estorbos nacidos del terreno; y si los españoles hubiesen tenido artillería de á veinticuatro, siendo imposible en tal caso los aproches, quizá se hubiera limitado el cerco á mero bloqueo.

Pudieron al fin los franceses, despues de penosa faena, romper sus fuegos el 17, mas hasta el 18 en la tarde no juzgaron los ingenieros practicable la brecha abierta en el reducto del Dos de Mayo, en cuya hora resolvió Suchet dar el asalto.

Una columna escogida al mando del coronel Matis debia acometer la primera. Notaron los españoles desde temprano los preparativos del enemigo, y apercibiéronse para rechazarle. Hombres esforzados coronaban la brecha, y con voces y alaridos desafiaban á los contrarios sin que los atemorizase el fuego terrible y vivo del cañon frances. Comenzóse la embestida, y los más ágiles de los sitiadores llegaron hasta dos tercios de la subida, cuya aspereza y angostura les impidió ir más arriba, destrozados por el fuego á quemaropa de los nuestros, por las granadas y las piedras. Cuantas veces repitió el enemigo la tentativa, otras tantas cayeron sus soldados del derrumbadero abajo. Entróles desmayo, y á lo último, como anonadados, desistieron de la empresa con pérdida de 500 hombres, de ellos muchos oficiales y jefes. Por medio de señales entendíase la guarnicion del fuerte con la ciudad de Valencia, y Blake ofreció al Gobernador y á la tropa merecidas recompensas.

Se abrigaron sucesivamente del Guadalaviar todas las divisiones españolas, parándose el ejército frances en Bétera, Albalat y el Puig. Nuestra pérdida doce piezas y 900 hombres entre muertos y heridos; prisioneros ó extraviados 3.922. Suchet en todo unos 800. A pesar de la derrota aumentaron por su buen porte la anterior fama las divisiones expedicionarias y la de D. Pedro Villacampa; ganáronla algunos cuerpos de las otras. No D. Joaquin Blake, que, indeciso, apénas tomó providencia alguna. Hábil general la víspera de la batalla, embarazóse, segun costumbre, al tiempo de la ejecucion, y le faltó presteza para acudir adonde convenia, y para variar ó modificar en el campo lo que habia de antemano dispuesto ú trazado. Tambien lo desfavorecia la tibieza de su condicion. Aficiónase el soldado al jefe que, al paso que es severo, goza de virtud comunicable. Blake de ordinario vivia separadamente y como alejado de los suyos.

Rendición de Murviedro

Siguióse á la derrota la rendicion del castillo de Sagunto. Queria prevenirla el general español, volviendo á hacer otro esfuerzo, de cuyo intento trató de avisar al gobernador Andriani por medio de señales. Mas impidió el que aquél las advirtiese la cerrazon y el viento fresco que soplaba norte-sur, y hacia que encubriese el asta á los defensores del castillo la bandera y gallardete que se empleaban al efecto en el Miquelet ó torre de la catedral de Valencia. Aunque no hubiese ocurrido tal incidente, dudamos pudiera Blake haber vuelto tan pronto á dar batalla, á no exponerse imprudentemente á otro desastre como el de Belchite.

Ganado que hubo la de Sagunto el mariscal Suchet, propuso al gobernador del castillo, D. Luis María Andriani, honrosa capitulacion, convidándole á que enviase persona de su confianza que viese con sus propios ojos todo lo ocurrido, y se desengañase de cuán inútil era ya aguardar socorro. Convino Andriani, y pasó de su órden al campo frances el oficial de artillería D. Joaquin de Miguel. De vuelta éste al castillo, y conforme á su relacion, capituló el Gobernador en la noche del 26; y á poco, en la misma, sin aguardar al dia, salieron por la brecha con los honores de la guerra él y la guarnicion, compuesta de 2.572 hombres.

Tanto instaba á Suchet terminar aquel sitio. Por mucho desaliento en que hubiese caido el soldado despues de la pérdida de la batalla, se reprendió en Andriani la precipitacion que puso en venir á partido. «La brecha, dice Suchet , era de acceso tan difícil, que los zapadores tuvieron que practicar una bajada para que pudiesen descender los españoles.» Y más adelante añade que áun tomado el Dos de Mayo se presentaban muchos obstáculos para enseñorearse de los demas reductos, por manera (son sus palabras) «que el arte de atacar y el valor de las tropas podian estrellarse todavía contra aquellos muros.» Habíase Andriani conducido hasta entónces con inteligencia y brío. Atolondróle la batalla perdida, y juzgó quedar bien puesto el honor de las armas, rindiéndose abierta brecha. Zaragoza y Gerona nos habian acostumbrado á esperar otros esfuerzos, y no era la hacha ni la pala oficiosa del gastador enemigo la que debiera haber allanado la salida á los defensores de Sagunto.

La toma de este castillo miráronla con razon los franceses como de mucha entidad por el nombre, y por el desembarazo que ella les daba. Sin embargo, no se atrevieron á acometer inmediatamente la ciudad de Valencia. Era todavía numeroso el ejército de Blake, amparábanle fuertes atrincheramientos, y no estaba olvidado el escarmiento que delante de aquellos muros recibiera Moncey en 1808, como tampoco la inútil y malhadada expedicion de Suchet, en 1810. Por lo mismo parecióle prudente al mariscal frances aguardar refuerzos, y se contentó en el intermedio con situarse al comenzar Noviembre en Paterna, frente de Cuarte, prolongándose hácia la marina, izquierda del Guadalaviar. En la derecha se alojaron los españoles: el ejército desde Manises hasta Monteolivete, y de allí hasta el embocadero del rio los paisanos armados de la provincia.

La batalla de Sagunto

Embarazábale mucho á Suchet el malagro de su empresa, y aunque procuró adelantar los trabajos y aumentar las baterías, temia fuese infructuoso su afan, atendiendo á lo escabroso y dominante del peñon de Sagunto. Confiaba sólo en que Blake, deseoso de socorrer la plaza, viniese con él á las manos, y entónces parecíale seguro el triunfo.Así sucedió. Aquel general, tan afecto desgraciadamente á batallar, é instado por el gobernador Andriani, trató de ir en ayuda del fuerte. Convidábale tambien á ello tener ya reunidas todas sus fuerzas, que juntas ascendían á 25.300 hombres, de los que 2.550 de caballería, poco más ó ménos.

Llegaron á lo último las que pertenecian al tercer ejército bajo las órdenes de D. Nicolas Mahy. Pendió la tardanza de haberse ántes dirigido sobre Cuenca para alejar de allí al general d’Armagnac, que amagaba por aquella parte el reino de Valencia. Consiguió Mahy su objeto sin oposicion, y caminó despues á engrosar las filas alojadas en el Guadalaviar.

Pronto á moverse D. Joaquin Blake, encargó la custodia de la ciudad de Valencia á la milicia honrada, y dió á su ejército una proclama sencilla concebida en términos acomodados al caso. Abrió la marcha en la tarde del 24, y colocó su gente en la misma noche no léjos de los enemigos. La derecha, compuesta de 3.000 infantes y algunos caballos á las órdenes de D. José Zayas, y de una reserva de 2.000 hombres á las del brigadier Velasco, en las alturas del Puig. Allí se apostó tambien el General en jefe con todo su estado mayor. Constaba el centro, situado en la Cartuja de Ara Christi, de 3.000 infantes, que regía D. José Lardizábal, y de 1.000 caballos, que eran los expedicionarios del cargo de Loy y algunos de Valencia, todos bajo la direccion de D. Juan Caro: habia ademas aquí una reserva de 2.000 hombres que mandaba el coronel Liori. Extendíase la izquierda hácia el camino real llamado de la Calderona. Cubria esta parte D. Cárlos O’Donnell, teniendo á sus órdenes la division de D. Pedro Villacampa de 2.500 hombres, y la de don José Miranda de 4.000, con 600 caballos que guiaba D. José San Juan. El general Obispo, bajo la dependencia tambien de O’Donnell, estaba, con 2.500 hombres, en el punto más extremo hácia Náquera. Amenazaba embestir por la parte del desfiladero de Sancti Spiritus todo nuestro costado izquierdo, debiendo servirle de reserva D. Nicolas Mahy al frente de más de 4.000 infantes y 800 jinetes. Tenía órden este general de colocarse en dos ribazos llamados los Gerinanells. Cruzaban al propio tiempo por la costa unos cuantos cañoneros españoles y un navío inglés.

Concurrieron aquella noche al cuartel general de D. Joaquin Blake oficiales enviados por los respectivos jefes, y con presencia de un diseño del terreno, trazado ántes por D. Ramon Pirez, jefe de estado mayor, recibió cada cual sus instrucciones con la órden de la hora en que se debia romper el ataque.

Hasta las once de la misma noche ignoró Suchet el movimiento delos españoles, y entónces informóle de ello un confidente suyo vecino del Puig. No pudiendo el mariscal ya tan tarde retirarse sin levantar el sitio de Sagunto con pérdida de la artillería, tomó el partido, aunque más arriesgado, de aguardar á los españoles y admitir la batalla que iban á presentarle.

Resolvió á ese propósito situarse entre el mar y las alturas de Vall de Jesus y Sancti Spiritus, por donde se angosta el terreno. Puso en consecuencia á su izquierda del lado de la costa la division del general Habert, á la derecha hácia las montañas la de Harispe. En segunda línea á Palombini, y una reserva de dos regimientos de caballería á las órdenes del general Broussard. Por el extremo de la misma derecha, reforzada por Klopicki, al general Robert con su brigada y un cuerpo de caballería, teniendo expresa órden de defender á todo trance el desfiladero Sancti Spiritus, que consideraba Suchet como de la mayor importancia. Quedaron en Petrés y Gilet Compère y los napolitanos, ademas de algunos batallones que permanecieron delante de la fortaleza de Sagunto,

contra la cual las baterías de brecha no cesaron de hacer fuego. Contaba en línea Suchet cerca de 20.000 hombres.

A las ocho do la mañana del 25, marchando adelante de su posicion, rompieron á un tiempo el ataque las columnas españolas, y rechazaron las tropas ligeras del enemigo. Trabóse la pelea por nuestra parte con visos de buena ventura. Las acequias, garrofales y moreras, los vallados y las cercas no consentían maniobrase el ejército en línea contigua, ni tampoco que el General en jefe, situado como ántes en las alturas del Puig, pudiese descubrir los diversos movimientos. Sin embargo, las columnas españolas, segun confesion propia de los enemigos, avanzaban en tal ordenanza, cual nunca ellos las habian visto marchar en campo raso. La de Lardizábal se adelantaba repartida en dos trozos, uno por el camino real hácia Hostalets, otro dirigiéndose á un altozano, via del convento de Vall de Jesus. Por Puzol la de Zayas, tratando de ceñir al enemigo del lado de la costa. Tambien nuestra izquierda comenzó, por su parte, un amago general bien concertado. Acometiendo Lardizábal con intrepidez, el trozo suyo que iba hácia Vall de Jesus apoderóse, á las órdenes de D. Wenceslao Prieto, del altozano inmediato, en donde se plantó luégo artillería. Causó tan acertada maniobra impresion favorable, y los cercados de Sagunto, creyendo ya próximo el momento de su libertad, prorumpieron en clamores y demostraciones de alegría.

Bien conoció Suchet la importancia de aquel punto, y para tomarle, trató de hacer el mayor esfuerzo. Sus generales, puestosá la cabeza de las columnas, arremetieron á subir con su acostunbrado

arrojo. Encontraron vivísima resistencia. París fijé herido; lo mismo varios oficiales superiores; muerto el caballo de Harispe; arrollados una y varias veces los acometedores, que sólo cerrando de cerca á los nuestros con dobles fuerzas se enseñorearon al cabo de la altura.

Mas los españoles bajando al llano y unidos á otros de los suyos se mantuvieron firmes, é impidieron que el enemigo penetrase y rompiese el centro. Era instante aquél muy crítico para los contrarios, aunque fuesen ya dueños del altozano; pues Zayas, maniobrando diestramente, comenzaba á abrazar el siniestro costado de los franceses, acercándose á Murviedro, y por la izquierda D. Pedro Villacampa tambien adquiria ventajas.

Urgíale á Suchet no desaprovechar el triunfo que habia conseguido en la altura, tanto más, cuanto los españoles de Lardizábal, no sólo se conservaban tenaces en el llano, sino que, sostenidos por la caballería de D. Juan Caro, contramarchaban ya á recuperar el punto perdido, despues de haber atropellado y destrozado á los húsares enemigos, apoderándose tambien el coronel Ric de algunas piezas. En tal aprieto, movió el mariscal frances la division de Palombini, que estaba en segunda línea, y se adelantó en persona á exhortar á los coraceros que iban á contener el ímpetu de la caballería española. Se empeñó entónces una refriega brava, y Suchet fué herido de un balazo en un hombro; mas siéndolo igualmente los generales españoles D. Juan Caro y D. Casimiro Loy, que cayeron prisioneros, desmayaron los nuestros, arrollólos el enemigo, y hasta recobró los cañones que poco ántes lo habian cogido.

Don Joaquin Blake envió, para reparar el mal, á D. Antonio Burriel, jefe del estado mayor expedicionario, y al oficial del mismo cuerpo Zarco del Valle. Nada lograron estos sujetos, que gozaban en el ejército de distinguido concepto. Los dragones de Nuniancia los arrastraron en la fuga.

Tambien por la izquierda la suerte, favorable al principio, volvía ahora la espalda. Don Cárlos O’Donnell con objeto de reforzar á Obispo, que tenía delante á Robert, dispuso que avanzára D. Pedro Villacampa, quien, ganando terreno, obligó á los enemigos á ciar algun tanto. Pero en ademan Klopicki de amenazar al general español por el costado, mandó O’Donnell á D. José Miranda que saliese al encuentro. Tuvo este general el desacuerdo de marchar en una direccion casi paralela á la del enemigo y con distancias cerradas, exponiéndose á que resultára confusion en sus líneas, si los franceses, como se verificó, le acometian de flanco. Comenzó luégo el desórden, y siguióse mucha dispersion. No pudieron los esfuerzos de Villacampa y O’Donnell reparar tamaño contratiempo.

Unas y otras tropas vinieron sobre las de Mahy, atacadas no sólo ya por Klopicki, sino tambien por parte de la division de Harispe, que venía del centro. Hubiera quizá sido completa la dispersion sin los regimientos de Molina, Avila y Cuenca, que se portaron con arrojo y serenidad.

Por desgracia se habia Mahy retardado en su marcha, y no llegó bastante á tiempo para apoyar la primera arremeteda, ni para contener el primer desórden. Los franceses victoriosos cogieron muchos prisioneros, y obligaron á Mahy y á las otras tropas de la izquierda á que se refugiasen por Bétera en Ribaroja.

D. José Zayas en la derecha tuvo mayor fortuna, y no se retiró sino cuando ya vió roto el centro, y en completa retirada y confusion la izquierda. Hízolo en el mayor órden hasta las alturas del Puig, y ántes en Puzol se defendió con el mayor valor un batallon suyo de guardias valonas, que por equivocacion se habia metido dentro del pueblo.