La vagina, palabra que proviene del latín y significa “vaina de una espada”, es capaz de soportar un entrenamiento muy intenso; el tono muscular de la vagina es muy fuerte. Los conocidos ejercicios de Kegel (que pueden hacerse en cualquier momento ya sea sentado o acostado) son realmente eficaces en el fortalecimiento de los músculos del suelo pélvico que ayudarán a nuestra salud (por ejemplo ante un problema de incontinencia de orina) y a obtener orgasmos más agudos o apasionados. En un extremo más radical y extraño, la fuerza de la vagina puede llegar a atrapar literalmente al pene imposibilitando que este salga. Es lo que se conoce como penis captivus.
Estar sentada durante un largo periodo de tiempo no solo puede provocar dolor de espalda, sino que también puede aumentar el riesgo de una infección vaginal por bacterias. Y es que cuando permanecemos sentados en una posición fija, la zona genital se calienta porque el flujo de aire también se reduce y se incrementa la humedad. Así, la fricción, el calor y la humedad en el área genital causan irritación, y proporcionan el caldo de cultivo perfecto para las bacterias. Lo mismo puede asociarse a la ropa ajustada. Unos vaqueros excesivamente ajustados aumentan significativamente el riesgo de infecciones vaginales por el mismo motivo.
En verano, hay que extremar las precacuciones puesto que la salud genital se puede ver afectada por estas amenazas: vaginitis, cervicitis e infecciones urinarias.
Una de las particularidades respecto a la vagina es que contiene escualeno, una sustancia que puede encontrarse en el hígado de los tiburones -y ocupar una cuarta parte de su cuerpo- y que es un compuesto lubricante natural. Los tiburones y también las rayas, consiguen flotabilidad gracias a esta sustancia, ya que es menos densa que el agua de mar. Como curiosidad, el escualeno se utiliza en algunos tipos devacunas contra la gripe y el paludismo.
La vagina está diseñada para mantenerse limpia por sí sola con ayuda de las secreciones naturales. Por ello, lavarla en exceso es poco recomendable. Lo mejor es evitar los jabones perfumados, geles y antisépticos, ya que pueden afectar el equilibrio saludable de lasbacterias y los niveles de pH de la vagina e incluso conducir a la irritación. Un exceso de limpieza también nos expone a las infecciones.
Al ser la abertura del útero tan estrecha, es imposible que se pierda nada que entre ahí. Esto es, a no ser que nos encontremos dando a luz que es cuando lógicamente, más distendida está esta zona, nada puede salir a través de él. Esta flexibilidad se debe a las crestas musculares que posee la vagina cuyos anillos permiten que el útero se extienda hasta un 200% durante el parto o durante la relación sexual. Antes de la pubertad, el útero tiene de aproximadamente 3,5 centímetros de largo yun espesor medio de 1 cm. Después de la pubertad, su longitud normal es de unos 7,6 cm, y la anchura es de 4,5 cm, con un espesor normal de 3,0 cm.
Lo que comes es a lo que hueles, podríamos decir. Y es que la dieta que seguimos afecta a la forma en que huele nuestra vagina. A pesar de que no ha habido mucha investigación sobre este campo, las evidencias sugieren que este olor puede variar durante la ovulación e incluso cuando comemos algo picante como el ajo o el chile.
El clítoris tiene más terminaciones nerviosas que cualquier otro lugar del cuerpo, por lo que no es de extrañar que sea el centro de control del orgasmo femenino. El clítoris es el único órgano humano cuyo único propósito es dar placer (el pene, por ejemplo, tiene finalidad reproductiva). El resto de zonas erógenas del cuerpo femenino sí posee otras funciones. El clítoris es la excepción. Mide entre 8 y 12 centímetros de largo y 6 centímetros de ancho de media, ya que se extiende hacia el interior del cuerpo, asentado sobre la uretra y la vagina.
La elección de ropa interior puede afectar a la probabilidad de contraer infecciones vaginales. Debido a que las telas de seda y terciopelo pueden retener la humedad, lo mejor es elegir telas transpirables como el algodón para mantener la piel seca y fresca. Así, vestir con ropa interior de algodón o simplemente no llevarla es preferible para dejar que la piel vulvar respire. A las bacterias les gustan los ambientes cálidos y húmedos y, por desgracia, la lencería más sexy suele ser una trampa para el calor y la humedad.
El cuerpo de la mujer necesita recuperarse tras haber dado a luz y que la vagina vuelva a la normalidad. Por ello, y para evitar posibles infecciones tras el parto, los expertos recomiendan abstenerse de mantener relaciones sexuales con penetración durante los primeros seis meses tras haber dado a luz. Además, evitar ingerir mucho azúcar o mucho alcohol o permanecer con ropa interior o bañador húmedo son conductas a evitar pues pueden promover la aparición de una infección.
Una vagina media mide unos 8 centímetros de ancho (entre 7 y 10 de promedio).
El punto G está situado a unos 6 cm de la vulva.
La vagina puede crecer hasta un 200% durante la relación sexual.
El clítoris contiene 8.000 terminaciones nerviosas. El pene apenas 4.000.
Cuando se acerca el orgasmo, la vagina disminuye de tamaño un 30%, ya que los músculos de la vulva se contraen de forma brusca.
Fingir una reacción fisiológica de tamañas dimensiones no es tarea fácil, ya que la cascada de tensión sexual no va acompañada únicamente de gestos, gritos y movimientos espasmódicos, sino también de otras respuestas corporales incontrolables como la dilatación de las pupilas y el enrojecimiento de la piel. Sin embargo, son muchas personas, en su mayoría mujeres, las que optan por exagerar la satisfacción sexual procurada por su amante, con unas motivaciones, hasta la fecha, tan desconocidas como la propia función biológica del orgasmo femenino.
La escasa investigación al respecto llevó al equipo de científicos de la Temple University en Philadelphia (EE.UU.) a buscar las razones concretas que subyacen a este deshonesto comportamiento. En su análisis, consultaron a una muestra de 481 mujeres heterosexuales de entre 18 y 32 años, todas ellas sexualmente activas y dadas a simular orgasmos durante el coito o el sexo oral, acerca del porqué del fingimiento. El equipo dió con cuatro causas bien diferenciadas, que son las siguientes (en orden de importancia):
- “Engaño altruista”: fingir un orgasmo para incrementar la satisfacción de la pareja y evitarle preocupaciones.
- “Terminar el acto sexual”: fingir un orgasmo para acelerar el clímax masculino, ya que es comúnmente considerado como punto conclusivo.
- “Miedo e inseguridad”: fingir un orgasmo para evitar sentimientos negativos propios y camuflar ciertas disfunciones sexuales como la anorgasmia o la falta de deseo sexual.
- “Aumentar la excitación propia”: fingir porque resulta placentero, excitante o morboso.
A tenor de los resultados, los autores del trabajo afirman que fingir un orgasmo no está asociado a la sumisión, como tradicionalmente se creía, sino todo lo contrario, ya que dota a las mujeres del control del acto sexual hacia la consecución de unos objetivos calculados que, en caso de no esconder patologías sexuales, no suponen ningún problema.
¿Existe realmente el orgasmo vaginal? Un grupo de científicos del Departamento de Biología de la Universidad de Florencia (Italia) afirma que términos tan extendidos en la sociedad como "punto G" u orgasmo vaginal o de clítoris, son del todo incorrectos y lo único que hacen es sembrar la confusión, tanto entre hombres como entre mujeres.
El orgasmo vaginal, según los expertos, no existe y la mayoría de las mujeres de todo el planeta son incapaces de llegar al orgasmo durante el coito. “Los expertos en medicina sexual y los sexólogos deben difundir certezas entre todas las mujeres, basadas en las bases biológicas del orgasmo femenino, y no hipótesis u opiniones personales”, explican Vincenzo y Giulia Puppo, autores del estudio.
Entre las expresiones mal utilizadas se encuentran, por ejemplo, el clítoris interno. “El clítoris interno no existe; todo el clítoris es un órgano externo. El clítoris no está formado por dos arcos, sino por glande, cuerpo y raíces”, aclaran. Otras de las más empleadas son el “orgasmo vaginal” y el “punto G”, ambas incorrectas y que no se ajustan ni a nivel anatómico ni fisiológio ni embriológico: “la vagina no tiene relación anatómica alguna con el clítoris, que es un órgano perineal, mientras que el supuesto `punto G` está en la uretra”, señalan los investigadores.
La “eyaculación femenina” tampoco se salva, ya que no tiene base científica alguna. A lo que sí dan crédito es al “pene femenino”, que no es sino el clítoris, a los labios menores y el cuerpo esponjoso de la uretra. Todos ellos constituyen la clave para el orgasmo de las mujeres.
“En todas las mujeres, el orgasmo es siempre posible si los órganos eréctiles femeninos son debidamente estimulados durante la masturbación, el cunnilingus, la masturbación por parte de la pareja o durante los coitos vaginal o anal, si el clítoris es estimulado al mismo tiempo con un simple dedo”, aclara Puppo.
El artículo ha sido publicado en la revista Clinical Anatomy Review y tenía como objeto repasar la terminología más utilizada por los sexólogos en cuanto a la sexualidad de las mujeres.
Según una reciente investigación de la Universidad de Kansas, el 68 por ciento de las mujeres ha fingido en alguna ocasión la llegada al punto álgido de la excitación sexual. Lo cierto es que, gracias a ello, disfrutarían de una mayor confianza, autoestima y salud física, ya que son los beneficios de actuar de forma altruista. Y es que acrecentar el placer ajeno sin esperar nada a cambio es el principal motivo que lleva a la mujer a sobreactuar en la cama. Junto a la mentira piadosa, se encuentran otras tres razones de menor peso, según ha revelado un nuevo estudio publicado en la revistaArchives of Sexual Behaviour.
Aunque la respuesta puede parecer evidente, no lo es tanto.Los puntos erógenos no solo responden a la fisionomía, es decir, a cuantas terminaciones nerviosas oculten, sino que también dependen de nuestras asociaciones mentales, pudiendo erotizar a base de imaginación los lugares más insospechados.
Un informe de la Universidad de Indiana demostró que algunos individuos podían llegar al orgasmo con simples caricias en los labios, con pequeños golpes en los dientes y hasta con suaves roces en las pestañas. Existen, sin embargo, ciertos rincones del talle femenino que son una apuesta segura para despertar el deseo sexual, independientemente de las preferencias personales. Hasta el momento, solo podíamos intuir de qué zonas se trataba. Ahora, un equipo de científicos canadienses ha elaborado un ranking preciso de las zonas más erógenas del cuerpo femenino.
Para ello, los investigadores testaron la sensibilidad de las distintas zonas del cuerpo de la mujer, incluyendo tanto las presumiblemente sexuales (genitales, perineo, senos) como las más neutrales (cuello, abdomen, antebrazo). Una treintena de mujeres sanas de edades comprendidas entre los 18 y los 35, se prestaron a desnudarse y recostarse sobre una mesa para participar en este experimento, no tan altruista. Los científicos aplicaron un ligero toque de presión, uno más intenso y también vibración en un lapso de 2 segundos en las diferentes partes mencionadas para evaluar el nivel de excitación que proporcionaban.
Los resultados revelaron que, cuando se trata de tocar con suavidad, el cuello, el antebrazo y las zonas cercanas a la vagina son las zonas más receptivas, y la areola del pezón la que menos. Cuando se trata de ejercer presión con fuerza, el clítoris y los pezones son los “botones” más efectivos, al contrario que los costados de los senos y el abdomen. Por último, cuando se trata de la vibración, el clítoris y los pezones son los puntos que generan mayor convulsión.
Si no conocemos lo suficiente los gustos de nuestra compañera de vigilia, siempre podemos optar por alguno de
estos puntos erotizantes, sin olvidar que todo ranking estará encabezado por el único órgano femenino que no cumple otra función que la puramente sexual: el clítoris.
Según las estadísticas, un 95 por ciento de los hombres sucumben a la autoestimulación frente a un 89 por ciento de mujeres, y de entre ellos, prácticamente la mitad lo hace con periodicidad diaria. El 53 por ciento de las mujeres usa vibrador a la hora de masturbarse, y el 17 por ciento de los hombres, también.