Colonos: Western y memoria
Colonos: Western y memoria
Desde el estreno de “The great train robbery" o "Asalto y robo de un tren” en 1903, el western se grabó a fuego en la historia del cine, en nuestra forma de narrar y en la cultura del Chile de finales del siglo XX. Hoy, “Colonos” (2024), un western chileno, nos cuenta nuestra historia más íntima y desconocida a través de un género nacido en un país lejano que, paradójicamente (o quizás no tanto), conocemos muy bien. Colonos es mirar con lentes ajenos una realidad muy íntima y, por sobre todo, dolorosa.
por Diego Villagrán Atenas
No es extraño que, en Chile, muchos niños hayan jugado a disparar revólveres, combatir indios y a simular frenéticas cabalgatas con palos de escoba cuando la tecnología aún no invadía la infancia. Tampoco es casualidad que uno de nuestros dichos más famosos (el que se utiliza para llamar a la calma) haga referencia a John Wayne, actor e ícono máximo de la era dorada de los Western americanos, o películas de “cowboys”, como se le conoció aquí en Chile a uno de los géneros cinematográficos más longevos de la historia.
La razón de lo anterior es, precisamente, la influencia que tuvieron estas películas en nuestra cultura. El western es un género nacido en Estados Unidos (EE.UU.) que retrata la “épica” de aquellos colonizadores americanos que fundaron el país del norte y diseñaron sus fronteras, a finales del siglo XIX y principios del XX.
Dichos relatos patriotas, llenos de violencia y emoción, junto a esa forma de hacer cine tan característica y entretenida, caló profundo en nuestra cultura. Hoy, no hay nadie mayor de 40 años que no sepa quiénes son Charles Bronson, Henry Fonda y Clint Eastwood, o que no conozca el dicho popular al que se hace mención en el primer párrafo. De esta forma, los chilenos adoptamos como propias estas narrativas, pero las relegamos siempre a la ficción.
Las historias de comanches, apaches y mohicanos, peleando y muriendo a manos de colonos descendientes de europeos, que a caballo y a punta de pistola imponían la nueva idea de nación, nos parecían, en comparación con nuestra realidad, solo fantasía. Son historias de otro mundo. Nos entretenían, pero no contaban nada que nos pareciera familiar. Sin embargo, un director nacional, encontró en esta forma lejana y ajena de hacer cine una forma de revelar nuestros secretos.
Felipe Gálvez es un chileno graduado como director en la Universidad del Cine de Buenos Aires (FUC) y es uno de aquellos que encontraron en este género, nacido a miles de kilómetros de nuestra patria, una forma de contar nuestra propia historia a través del séptimo arte. Gálvez ha tenido un silencioso, pero destacado recorrido en el cine. Su cortometraje titulado Rapaz (2018) participó en Cannes y ganó varios premios en el extranjero. También destaca su participación en el montaje de la película “Nunca vas a estar solo” de Alex Anwandter el 2016, pero sería “Colonos”, su primer largometraje, el que lo pondría en el mapa de los directores nacionales.
“Colonos”, es una producción chilena que desafía esta cosmovisión nacional y nos enseña una historia que no nos gusta recordar. Tuvo apoyo internacional (Argentina, Francia, EE.UU., entre otros) y de diversas instituciones para su financiamiento. La cinta, relata el genocidio de la nación Selknam, ocurrido entre 1890 y 1920, por parte de empresarios extranjeros y nacionales, en complicidad y apoyo del gobierno de Chile, que en ese entonces buscaba asentar las bases de la nación. Tanto por su fondo, como por su forma, la cinta ha dado de qué hablar en todo el mundo y ha dejado muy buenas impresiones.
De hecho, debutó a lo grande, con una ovación que duró 10 minutos en el festival de Cannes, donde se estrenó, y donde incluso se convirtió en la primera producción nacional en ganar un premio FIPRESCI del certamen, por la categoría Un Certain Regard. También cosechó 15 premios más alrededor de todo el mundo y 26 nominaciones en diferentes festivales.
La historia relata el viaje de un ex capitán inglés de apellido MacLennan, quien junto a Bill, un mercenario estadounidense, que fue contratado por su habilidad para cazar y matar indios en México y Segundo, un peón y mestizo chileno que se ve obligado a participar de la misión por su habilidad con el rifle, emprenden un recorrido por Tierra del Fuego para cumplir una misión. La tarea de los tres personajes no es otra que asesinar a los indígenas habitantes de esas tierras, recolectando sus orejas como prueba y trofeo. Para asegurar, de esta forma, una ruta rápida y segura al Atlántico para las ovejas de un terrateniente de apellido Menéndez. Cabe mencionar que este personaje si existió y fue muy importante para la historia del Chile Austral.
En lo que concierne a las actuaciones, diría que la interpretación de Alfredo Castro como el empresario ovejero José Menéndez, junto a Camilo Arancibia como Segundo, son de lo más destacado en este aspecto. En comparación con el desempeño de Mark Stanley como MacLennan o Benjamin Westfall como Bill, las actuaciones de Castro y Arancibia destacan por su naturalidad y por la verosimilitud que imprimen en sus papeles.
Respecto a la cinematografía, la dirección de fotografía destaca por sobre todas las consideraciones. En este sentido, Simone D’Arcangelo, compone una serie de planos imponentes del paisaje de la Patagonia chilena, dejando a la naturaleza en un papel estelar, como demanda todo buen western. La dirección de arte también sobresale, sobre todo en la vestimenta, las herramientas y los utensilios que aparecen en la película, así como también en las edificaciones (mansiones, chozas y aldeas).
En cuanto a las características que se deben considerar para identificar un western, “Colonos” cumple con casi todas, pero más bien, desde la mirada que nos entrega una versión relativamente más moderna de este género: El western crepuscular. Esta subcategoría del western, utiliza todos los elementos de este estilo fílmico, como los planos abiertos de paisajes imponentes y el montaje clásico, pero lo hace desde una mirada crítica, sin glorificación de la violencia, con un tono y estética sombríos y una completa desmitificación del western clásico.
De esta manera, Gálvez utiliza el western, un género que está inserto en nuestra cultura y que nació como propaganda épica de conquista colonial, para señalar con el dedo al Estado de Chile y recordarle los horribles crímenes de los que fue parte y sobre los cuales sentó sus bases, cuando nuestra nación recién amanecía. Creo que este es el aspecto más relevante de la cinta nacional: Utilizar un género nacido en el vientre del colonialismo para criticar a este mismo, demostrando que en Chile, podemos explorar géneros que nos parecen ajenos para contar historias, que por más que quisiéramos que no fueran así, son, lamentablemente, muy nuestras.