UN LUGAR LLAMADO DIGNIDAD
ENTRE LUCES Y SOMBRAS
UN LUGAR LLAMADO DIGNIDAD
ENTRE LUCES Y SOMBRAS
Por Leslie Rivadeneira
En los rincones más profundos de la memoria chilena, donde el tiempo se retuerce como un enigma y los susurros del pasado se funden con el presente, se encuentra “Un lugar llamado Dignidad” (2021). Esta obra cinematográfica dirigida por Matías Rojas Valencia, no es simplemente una película; es un viaje a través de recuerdos colectivos.
El filme despliega una narrativa cautivadora que, aunque envolvente, plantea una perspectiva controvertida de los eventos que rodearon a Villa Baviera. Al dirigir la responsabilidad de los crímenes de lesa humanidad únicamente a la policía, la película pasa por alto el papel crucial que jugaron los líderes en la perpetuación de las atrocidades ocurridas en ese lugar.
No obstante este desliz, la película destaca por su impecable fotografía y montaje, gracias al talento de Benjamín Echazarreta y Andrea Chignoli. Los tonos blanco y negro se fusionan con la calidez sepia, cada encuadre es una ventana hacia la historia acompañada por un coro de voces silenciadas, mientras que los muros de Colonia Dignidad se erigen como testigos silenciosos de una lucha interna entre el miedo y esperanza reflejada en los ojos de los personajes.
Salvador Insunza, en el papel de Pablo, personifica el peso de la inocencia perdida, mientras que Hanns Zischler, como Paul Schafer, encarna la maldad en su forma más insidiosa: aquella que se oculta detrás de una sonrisa paternal.
El sonido, desde los ladridos de los perros hasta los susurros conspirativos, no es solo una capa técnica, sino un personaje invisible que te sumerge en la trama. El guión es un recipiente de palabras incendiarias que develan verdades incómodas, donde las conversaciones en las sombras son más peligrosas que las balas, convirtiendo cada diálogo en una batalla.
La dirección de arte es un conjuro que resucita el pasado, transformando objetos cotidianos en reliquias impregnadas de significado, dando vida a Colonia Dignidad a través de los objetos.
“Un lugar llamado Dignidad” es un logro cinematográfico innegable, pero su ambición por enmascarar la moral y la política de la época deja un sabor agridulce a la hora de verlo. En lugar de celebrar la técnica, nos invita a cuestionar las verdades, recordándonos que incluso la luz más brillante no puede disipar por completo las sombras.