La Nana: el retrato de una vida por descubrir
La Nana: el retrato de una vida por descubrir
Por Natalia Sofía Pinochet
Imagina vivir más de dos décadas bajo el techo de un hogar que no es el tuyo. Esta es la realidad de Raquel, una empleada doméstica que ha dedicado casi toda su vida a trabajar para una familia de clase media alta. Ha sido testigo del crecimiento de sus hijos, ha estado presente en las celebraciones navideñas y se ha responsabilizado diligentemente de la mantención y limpieza del hogar.
Sin embargo, poco a poco se revela que ella no vive una vida propia. Su existencia se encuentra entrelazada con las rutinas domésticas, y en su interior, se manifiesta una palpable sensación de vacío y desconexión con su propia identidad. Este sentimiento se agudiza con la contratación de nuevas empleadas, hasta que llega Lucy, una joven vibrante y llena de vitalidad que cambiará la perspectiva de la protagonista.
Dirigida por Sebastián Silva, La Nana nos sumerge en el solitario mundo de Raquel, una mujer de mediana edad, introvertida y con mal genio que, a pesar de sus comportamientos casi irracionales e infantiles, aun así logra capturar el corazón de quienes la rodean. A través de un guión sencillo, la película logra equilibrar ciertos momentos de ternura y humor con la complejidad de las relaciones de poder entre las asesoras del hogar, así como también la lucha interna de Raquel para encontrarse a sí misma.
Si bien el largometraje carece de una fotografía meticulosamente artística, el trabajo realizado logra alcanzar un nivel de autenticidad que se complementa con la magistral actuación de Catalina Saavedra en el papel protagonista. Es una interpretación multifacética y emocionalmente compleja que lleva al espectador por un torbellino de emociones, pasando de odiarla, a comprenderla, a distanciarse por momentos, y a querer entenderla mejor, todo en un lapso de minutos en los que se entrevé la condición humana latente en un personaje común y corriente.
Afortunadamente, Silva se inspiró en la realidad de las nanas que convivieron con él durante su infancia -es más, el rodaje de la película se realizó en casa de sus padres-, hecho que podría explicar el enfoque íntimo y realista que gira en torno a Raquel. Sin embargo, no se puede decir lo mismo del clan Valdés, la familia, cuyas interpretaciones e historias quedan en segundo plano por la falta de profundidad y desarrollo en sus personajes. Mariana Loyola, por su parte, deslumbra en el papel de Lucy, entregando una interpretación vibrante que contrasta con la sobriedad de Raquel y agrega mayor dinamismo a la narrativa.
A pesar de sus logros, la película cuenta con aspectos que dejan mucho que desear. Algunos detalles de la trama -como la difusas relaciones entre Raquel y otros personajes, su historia de vida y rasgos de su personalidad- no ofrecen una resolución satisfactoria, dando la impresión de ideas inconclusas que podrían haber sido abordadas de mejor manera para presentar una narrativa más sólida y completa. Además, la inclusión de ciertas escenas, como los desnudos -principalmente de las empleadas durante su rutina de ducha-, resulta innecesaria y es cuestionable en términos de su contribución al desarrollo de la trama.
Igualmente, la película cuenta con una banda sonora casi inexistente, destacándose únicamente la canción "AyAyAyAy" del artista PedroPiedra en la escena final. Esta ausencia es notable, particularmente en lo que respecta al ritmo, que en ciertas ocasiones parece carecer de energía debido a una falta de un impulso narrativo que marque el desarrollo de la historia.
La Nana es una película de bajo presupuesto que presenta una mezcla de altos y bajos, pero que, en esencia, ofrece una mirada auténtica y conmovedora sobre la complejidad de Raquel, transformándose en un querido retrato de una vida por descubrir. El largometraje evita caer en el cliché de un final predecible y simplista, con una Raquel transformada en una nana amable y cariñosa.
En cambio, el desarrollo de la historia parece seguir el curso natural de la vida, donde el personaje toma conciencia de su propia personalidad huraña y adopta nuevos hábitos que, si bien no cambian radicalmente su vida cotidiana, le permiten encontrar un destello de felicidad y autonomía en su día a día. Esta representación genuina de la transformación personal sin caer en lo melodramático es el sello de la autenticidad con la cual el director Sebastián Silva logra capturar la esencia de la condición humana en situaciones ordinarias.