El Viejo del Saco: la humanidad detrás de la leyenda
El Viejo del Saco: la humanidad detrás de la leyenda
Por Dennisse Barraza H.
Después de recorrer por varios días los pasillos de la famosa feria Filzic en Antofagasta y observar distintas portadas de libros, mis ojos se fijaron en “El Viejo del Saco”. Este titular captó mi atención porque durante mi infancia oí diversas historias relacionadas con aquel hombre. Al principio dudé en comprarlo, porque solo posee 32 páginas, pero al intercambiar palabras con Sergio, quien resultó ser amable, opté por llevarlo. Como dicen algunos, “menos es más”, y la calidad del texto, aunque sea corto, es sorprendente.
“El Viejo del Saco” es un libro lanzado durante la primavera de 2023 por el autor Antofagastino, Sergio Moya Herrera (1964), ex reportero, profesor, poeta y escritor. Ha sido reconocido en el ámbito cultural de la segunda región a través de antologías, publicaciones, obras y creación literaria para niños y jóvenes. También ha obtenido importantes premios literarios, como el primer lugar en el concurso internacional de poesía y primer lugar en el concurso de cuentos de la Universidad Católica del Norte, en la que participaron autores de la primera a cuarta región.
Sergio nos transporta a nuestra niñez, reviviendo la leyenda que muchos crecimos escuchando. Esta figura, que a menudo representaba a personas en situación de calle y era vista con prejuicio y miedo, cobra vida en el texto de Moya. El escritor comentó que cada obra tiene su proceso y punto de partida, recogiendo historias urbanas, míticas, legendarias y populares. Su inspiración para este libro surgió de una necesidad cultural familiar de rescatar y entender el miedo infundado hacia el viejo del saco.
La trama se centra en tres niños valientes, el autor del libro, Miguel y Francis, quienes deciden descubrir la verdad detrás del viejo del saco. Por ende, buscaron sus mejores trajes para enfrentarlo. Miguel se puso un casco militar de plástico, un suéter marrón y una cantimplora. Francis se caracterizó con una colorida blusa amarilla llena de flores y jeans patas de elefante (eran de su madre) y el protagonista se vistió con un overol café que solía utilizar para los trabajos de artes plásticas y un jockey de su papá que tenía un ancla de dibujo y decía “Puerto de Antofagasta”.
Inicialmente temerosos, se acercan al anciano y comienzan a hacerle preguntas incómodas. A pesar de su naturaleza huraña, Don Horacio cedió y compartió su historia. "Yo soy el viejo del saco porque es mi única posesión, en mi saco llevo artefactos que vendo o intercambio. Soy el personaje que se presta para mil historias, pero yo me siento orgulloso de ser el viejo del saco”, les dice Horacio a los niños.
Este hombre fue podólogo y coleccionista de estampillas. Tuvo un breve romance con Dolores en su juventud, abuela del protagonista, pero ella terminó casándose con Arturo. Su amor no sería posible debido a que el padre de Dolores no lo permitiría, ya que no tenía una buena percepción sobre él. Con el tiempo, y después del fallecimiento de su amada, Horacio fue perdiendo el encanto hacia las mujeres, se resignó al silencio de aquella larga y única calle de arboleda de Antofagasta, llamada Adamson. Tampoco tenía estabilidad, y sus pensamientos negativos lo atormentaban por las noches de juergas, por lo que terminó creciendo en la soledad nómade y ante una sociedad prejuiciosa y supersticiosa.
Después de tanta intriga, un día el padre del protagonista visitó al anciano, y este le regaló un retrato antiguo de Dolores. Los niños comenzaron a visitar seguidamente la casa de Horacio, pues la curiosidad era más grande que sus miedos. Una vez que ingresaron a su hogar, notaron una alta variedad de botellas de cervezas importadas y libros polvorientos; La isla del Tesoro, Gulliver, Romeo y Julieta, entre otros. También notaron un olor extraño que nacía desde la tierra, como agua filtrada y fermentada, todo eso mezclada con la humedad de la zona.
Cuando Miguel y Francis se retiraron, Sergio decidió quedarse a charlar con Horacio, sentía la necesidad de realizarle preguntas sobre su abuela y el pequeño romance que tuvieron en su juventud. Durante esa conversación, el anciano le regaló un álbum de fotos y luego se dieron un fraternal abrazo, ambos se despiden y Sergio se retira lentamente, sin saber que sería la última vez que vería a el viejo del saco con vida. Cuando llegó a casa, abrió el álbum y decía “Pertenece a Horacio Kovalenko, Antofagasta, marzo de 1945”.
Al paso de unos días, Horacio fue llevado en una ambulancia y falleció. El infante, bastante apenado, saca una copia del retrato de su abuela Dolores y lo lleva al nicho de Horacio, derramando lágrimas y reflexionando que nuestra sociedad es un viejo del saco.
“Los comentarios que me han hecho sobre este cuento, es más que nada de acuerdo a la versión que aparece en esta historia, y algunos/as lectores se sintieron igual de identificados en la etapa inicial de la historia del viejo del saco, como cuando lo veían de lejos y se escondían”, mencionó Sergio, agregando que “era un contexto cultural de la época, entonces, a los lectores les gustó esa parte del nudo, la parte del conflicto en el desarrollo de la historia, ¿qué hay ahí?, en general se sentían identificados con la intriga de quién era el viejo del saco”, concluyó Herrera.
Esta obra nos deja una importante reflexión sobre los prejuicios y crueldad del ser humano, al categorizar y estigmatizar a personas desconocidas sólo por su apariencia. El “Viejo del Saco”, muestra la importancia de los valores, ya que, de alguna manera, el entorno familiar y/o social influyen en la perspectiva que puedan tener los niños sobre los comportamientos y actitudes de adultos. Gran parte suele imitar a estos referentes, y si no son personas con virtudes, la infancia se ve afectada a futuro, produciendo consecuencias que, en algunos casos, pueden llevarlos a tomar decisiones irreversibles.