El falso mesías y su princesita
El falso mesías y su princesita
Por Vanessa Estay Huerta
“Te elegí a ti para que lleves dentro de ti a un hijo con el mejor de nosotros”, dijo Miguel hacia la pequeña mujer frente a él, con los ojos brillando de ilusión. Si esto se tratara de una pareja planificando su vida matrimonial, sería una emotiva puesta en escena… pero el contexto cambia una vez que se sabe que Miguel, un hombre adulto, le propone –o más bien le exige– ésta idea a una niña.
“Princesita” (2017) es una película chilena inspirada en hechos reales y dirigida por la directora Marialy Rivas. La historia se sitúa en los ojos de Tamara (Sara Caballero), una niña de once años que vive dentro de una secta religiosa liderada por Miguel (Marcelo Alonso), quien es el gurú de una comunidad alejada de lo urbano en donde se cometen actos oscuros y retorcidos disfrazados de una buena voluntad. Tamara es la elegida de Miguel, a quien le asigna una importante tarea: que ella sea la madre del futuro heredero.
Con una impresionante fotografía, Princesita arranca enseñando los infinitos y coloridos bosques que rodean a la comunidad de Miguel, y la inocencia de Tamara apreciando el infinito campo que ahora sería su hogar. De partida, cualquier persona podría preguntarse hacia dónde se dirigen en una avioneta cruzando un bosque a plena luz del día, ¿se trata de una hija y su padre paseando? Si todos nos apegamos a las normas morales socialmente establecidas, sería una película fácil de digerir, pero hay que ser honestos, no hubiera causado impacto como el vuelco que tiene el largometraje. Con cada minuto que pasaba, más oscuro iba siendo todo pese a la atractiva paleta de colores y planos panorámicos cubiertos de bosques, flores, y vida en general.
Marialy Rivas adopta un enfoque único al centrar la historia a través de los ojos de Tamara, en donde la línea de la inocencia y la inmediata madurez es tan delgada que es frustrante de ver. El uso de planos, la dirección de arte, y actuación están calculadamente pensados para causar impresión en el espectador, llegando a rozar el límite de la conmoción –o morbo para algunos– por lo que se ve. Paulatinamente, Princesita deja de enseñar esa inocencia de un principio que aparentaba, para ser una historia totalmente distinta a lo que promete la introducción, el título, o incluso la misma portada de la película.
Mientras más avanza la película, la paleta de colores es más oscura, acompañando a la atmósfera que se transforma en un horror cuestionable para muchos. La actuación de Marcelo Alonso es destacable, ya que con sólo gesticulaciones y su forma de hablar, transmiten esa sensación de incomodidad, dejando en claro el poder de su personaje sobre los demás, mientras que, por otro lado, Sara Caballero viene a ser su contraparte; la inocencia y cuestionamiento de las acciones de Miguel. El bien y el mal. A pesar de ser el primer largometraje de Caballero, su destreza actoral cautiva y expresa muy bien lo que el personaje de Tamara requiere para su desarrollo de personaje.
La película ganadora en el Raindance Film Festival en 2018, es una crítica continua hacia el abuso de poder disfrazado de falsos profetas o creyentes, utilizando la sagrada rama religiosa como una herramienta de manipulación hacia los más ingenuos. Esto se puede ver con toda la mezcolanza de simbolismos: ¿cruces cristianas, estatuas de Buda Gautama, lavado de pies asociados al Islam? Todo indica a que no hay una religión predominante, que sólo es un sincretismo utilizado por Miguel para aparentar ser algo que evidentemente no es, ni busca ser.
A raíz de lo anterior, Princesita es una película que confronta al espectador con la oscuridad de la manipulación religiosa y el abuso de poder, con una dirección hábil, una actuación conmovedora y una exploración audaz de temas difíciles. Esta película es también un llamado a la reflexión, y el cuestionamiento de las estructuras de poder, para así velar también por la integridad de los más vulnerables y que pueden caer en los engaños de inofensivas –o no– instituciones religiosas.