¿A qué me trasluces, tierra, tu verde amable?
¿A qué me acaricias otra vez, brisa, como antes?
Resuella en todas las copas ...
...
¿A qué despertáis mi alma? ¿A qué, oh bondadosos,
reanimáis mi pasado? Olvidadme
y dejad en paz las cenizas de mi
alegría, sólo os burláis, marcháos
de aquí, dioses sin destino, y floreced
en vuestra juventud sobre los que envejecen.
Y si os gusta frecuentar a los mortales,
tenéis de sobra vírgenes en flor,
y héroes juveniles. Pues la mañana se recrea más bella
en las mejillas de los bienaventurados,
que en un mirar sombrío; y suenan más risueños
los cantos de quienes lo tienen fácil.
Ay, antes corría ligera la fuente del canto
desde mi pecho, cuando aún la dicha
del cielo brillaba en mis ojos
...
Perdón, perdón, oh dioses buenos
oh constantes, y parad un poco,
siquiera porque amáis las fuentes puras...