Alberto Girri

Gatos

Hoy, domingo,

deponen su ferocidad,

su mando

de orejas erguidas,

su arcaica brujería,

y optan por echarse

a inspeccionar nuestro descanso,

la labor de clasificación,

rotulado, encasillamiento,

de nuestras pequeñas construcciones,

y acaso el displicente ronroneo

es un perdón,

un acorde

de la música del instinto.

A media tarde

dejamos de interesarles,

enmudecen,

y con envidiable solidaridad

corren hacia sus iguales,

la abeja que revolotea en el jardín,

la hoja cayendo en espiral

sin sentido aparente:

velos rojizos

y dorados lustres vegetales

cuelgan de sus zarpas.

Estirados en el sillón,

mirando esos enigmáticos juegos,

nuestras sensaciones se aclaran,

se hacen más claras

que los dictados del cerebro.

No, no los llamaremos,

la interrupción les disgustaría.

Alberto Girri de La condición necesaria 1960]