Justine Bayard Ward (Morristown, Nueva Jersey, 7 de agosto de 1879 – Washington, DC, 27 de noviembre de 1975) fue una educadora musical que desarrolló un sistema para enseñar música a niños conocido como el método Ward.
Fue la primera mujer del mundo en desarrollar un método estadounidense de educación musical elemental, anterior a los métodos Kodály, Orff y Dalcroze, y que contiene los mismos elementos básicos, con énfasis en la alfabetización musical y la interpretación estética.
El método Ward de educación musical se creó a principios del siglo XX para promover el uso del canto litúrgico mediante la enseñanza de la lectura vocal de música para niños. Su autora, Justine Bayard Ward, era una recién llegada a la Iglesia Católica y al ámbito educativo; sin embargo, su enfoque tuvo éxito y se extendió por Estados Unidos, Europa y otras partes del mundo.
La antigua tradición de la formación coral en la Iglesia, la formación de Ward, su formación musical e inclinaciones estéticas, y su celo por impulsar las reformas litúrgicas y musicales de Pío X propiciaron el entorno ideal para la creación del método Ward.
El mentor de Ward, el reverendo John Young, SJ, había combinado la técnica vocal del bel canto con ejercicios de Chevé y, bajo la guía de Shields, Ward la reformuló. La separación de elementos musicales, principalmente ritmo y altura, y los ejercicios graduados fueron ingredientes clave que Ward heredó de Chevé. Los estudiantes aprendieron a distinguir con precisión la altura mediante ejercicios diarios de canto a primera vista, donde los números correspondían a las sílabas del solfeo cantado en "do" movible.
El repertorio comprendía melodías clásicas, melodías folclóricas europeas y canto gregoriano.
Otra contribución original fue la inclusión del método rítmico de Solesmes y la enseñanza de sus ritmos mediante el movimiento corporal; Ward había viajado a Francia específicamente para aprender de los benedictinos de Solesmes.
El método Ward se difundió por diversas vías. Catholic Education Press comenzó la publicación sistemática de libros de texto en la década de 1910. Los líderes de la educación católica se convencieron gracias a las manifestaciones lideradas por Justine Ward.
Más importante aún, el método Ward se difundió a través de cursos de formación docente. Evolucionó en publicaciones posteriores, en gran medida gracias a su reformulación del material para reflejar las tendencias en educación musical. Las nuevas teorías rítmicas del canto gregoriano, que se apartan del método Solesmes que Ward defendió, son una de las principales razones por las que muchos aún se oponen a este método.
El método Ward enseña a los estudiantes a cantar y leer música con facilidad y destreza. Sus predecesores fueron Rousseau y Galin-Paris-Chevé, quienes desarrollaron un método de lectura musical en números para solfeo, en lugar de comenzar con el pentagrama tradicional.
Ward desarrolló un método que incorporaba la notación musical para que no hubiera interrupciones en el aprendizaje. Este método está diseñado con ideales de educación progresista, como el aprendizaje mediante el descubrimiento de hechos en pasos secuenciales.
Para desarrollar un canto afinado recomienda usar un instrumento musical como apoyo armónico, como el piano o el armonio. Para conseguir educar a un buen niño cantor hay que insistir en una buena producción del tono y en la precisión de la afinación. Producir un buen tono se consigue cantando suavemente todo el tiempo, y con ejercicios vocales.
El trabajo en las sesiones las divide en Ejercicios Vocales, Entonación, Ritmo, y posteriormente le añadimos la Lectura Solfística. Esta división en diferentes aspectos permite minimizar la dificultad, y la atención del niño puede llevarse al aspecto que nos interesa trabajar. Sólo cuando cada elemento ha sido superado separadamente, es seguro combinarlos. Es importante variar los ejercicios para que los niños no se aburran.
Este método usa números para simbolizar las alturas relativas: 1 2 3 4 5 6 7 significa Do Re Mi Fa Sol La Ti. Antes de una primera lectura entonada, se usa la imitación, después los niños leen solos.
Como es obvio, este método considera el instrumento más importante la voz. Cada sonido ha de emitirse claro, puro, afinado, con la voz liviana y ágil. Se lleva a cabo una clasificación de las voces según el grado de perfección adquirido, aunque no se descarta a nadie, ya que lo que se busca es el mejor perfeccionamiento posible.
Según este grado de perfeccionamiento, Ward clasifica las voces en tres tipos:
1. Óptimas: buena voz y sentido del ritmo.
2. Regulares: buena voz y regular sentido del ritmo; o buen sentido del ritmo y regular voz.
3. Poseen mala voz y mal sentido del ritmo.
Su método está expuesto en tres volúmenes, que corresponden a tres cursos. En el primer curso se establecen los principios básicos que luego se irán desarrollando y perfeccionando; se aprenden las primeras nociones; hay una asimilación vital de los principios fundamentales, sometiéndose el pequeño mundo infantil a un entrenamiento juicioso, tanto de la vista como del oído, haciendo trabajar al cerebro, desarrollar la atención y la memoria y estimular la ingeniosa inventiva de la imaginación. Para los cursos siguientes se reserva el desarrollo y perfección de los pilares establecidos hasta aquí tan sólidamente.
El método Ward sigue siendo un método excepcional para la enseñanza de la alfabetización musical, con o sin canto.
En 1944, la Orden de Malta le otorgó la Cruz de Benemérita y, del Papa Pío XII, la Cruz Pro Ecclesia et Pontifica. Obtuvo doctorados honoris causa del Pontificio Instituto de Música Sacra de Roma y de la Universidad Católica.
Ubicado justo detrás de la Basílica del Santuario Nacional de la Inmaculada Concepción, el edificio de la Escuela de Música de la Universidad Católica de América fue parcialmente donado por ella y recibió su nombre en su honor.
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