Mercedes “La Serneta”

A Mercedes Fernández Vargas 'La Serneta', o la Reina de Soleá, (Jerez, 1840 - Utrera, 1912) se le atribuyen cinco estilos de soleares. En este palo concreto ha sido la creadora más reconocida de la historia del cante. Llegó a actuar en los teatros, le dio al cante una categoría que antes no tenía y era una diosa en la casa de los Pavón Cruz.  


Cuando se habla de la discriminación de la mujer en el flamenco se olvida el papel que jugaron algunas figuras femeninas del siglo XIX. 

Mercedes Fernández Vargas, la “Serneta”, nació en Jerez en 1837 o 1840. Estaba emparentada, por parte de padre, con la familia utrerana de los “Perrate”. Tía-abuela de Borrico de Jerez y entroncada en la familia de “Paco la Luz”. 


Los cronistas de la época coinciden en decir que era una mujer de extraordinaria belleza natural y de una arrolladora personalidad. El apodo de “serneta” o “sarneta”, le vino dado por su madre que al verla tan risueña, cantarina y tan delgada la llamó desde pequeña como a un pajarillo que tiene esa denominación. 

Mercedes echó los dientes escuchando cante en la fragua que tenía su padre en Jerez, donde se daban cita muchos y buenos artistas. Allí se aficionó y aprendió escuchando a los grandes intérpretes que pasaban por la herrería; los cuales, al final de la faena, tomaban unos chatos y se entonaban a los sones de aquel incipiente arte. 

No debería ser torpe la niña pues, desde un principio, formaría un revuelo entre los aficionados, por su forma de expresar los cantes, por su belleza, su impronta y descaro ante grandes cantaores. Además, Mercedes ya se había hecho dueña del toque de la sonanta y cantaba a los acordes de la ‘bajañí’, como una verdadera maestra.  


Adquirió mucha fama por su alta personalidad, formación musical y su manera de hacer los cantes. Compartiría escenario con los grandes de la época en los Cafés Cantantes de Jerez, luego se instalaría en el barrio trianero y actuaría   en los de Sevilla (del Burrero y Silverio).  


Vivió desde los veintitrés años en Utrera, donde se inició profesionalmente actuando en los cafés cantantes de su época y especialmente en reuniones de aficionados, adquiriendo rápidamente un gran prestigio entre ellos, admirados de su estilo personal para la interpretación del cante por soleares. 


Seguramente en Triana se impregnó con los sones y el desenfreno canto de la despechada Andonda, de su ímpetu y su manera de expresar. Fernando el de Triana diría de la “Serneta”: “… gitana de sin par belleza, donde volcó la divina Naturaleza el tarro de la salsa y el grado máximo del faraónico estilo del cante por soleá: su voz era de una dulzura incomparable entre los escalofríos que producían los duendes de sus cantes…”  

Según la tradición oral, en su ciudad natal le pagaron 2.000 reales por cantar dos noches, cantidad en aquel tiempo muy superior a la que normalmente cobraban los artistas flamencos.  


Su versión de las soleares está vigente y se continúan interpretando muchas de sus coplas, entre ellas las siguientes: 

“Quitarme de que te quiera / es quitarme la salud, / porque a la calla callando, / mi alma la tienes tú”; “Me acuerdo de cuando puse / sobre tu cara la mía, / y suspirando te dije: / serrano, ya estoy perdía”; “Delante de un crucifijo / de rodillas me hinqué, / y a gusto lo voy llevando / por no dejar tu querer”; “Dices que soy tuya, / qué cadena me has echado / que me tienes tan segura”. 


Una de las semblanzas que se le han dedicado es la de Fernando de Triana: “En esta gitana de sin par belleza volcó la divina Naturaleza el tarro de la salsa y el grado máximo del faraónico estilo del cante por soleá: su voz era de una dulzura incomparable y entre los escalofríos que producían los duendes de sus cantes”.  

 


Su dominio estilístico era extenso; además de su personalísimo por soleares, cantaba por los demás estilos básicos. Aparte de la valoración que de su arte han realizado los flamencólogos, los intérpretes coetáneos han dado razón públicamente de su maestría. 

 


Durante unos años residió en Madrid, donde era requerida por el Palacio Real y casas aristocráticas, entre ellas las del duque de Medinaceli y el marqués de Salamanca, con motivo de celebraciones íntimas. En 1895 recibió un homenaje en el madrileño Liceo Ríus, organizado por su paisano el cantaor Antonio Chacón. 

En estas fechas, llegó a ganar mucho con el flamenco pero, como casi todos los artistas de la época, volvería a la ruina. Según la prensa del momento, tuvo que malvender sus trajes para poder vivir.  

 

Sirva decir aquí que Pastora, la “Niña de los Peines” y su hermano Tomás, pasaban largas jornadas en casa de la “Serneta”, al igual que en Marchena (en casa de la “Gilica”), en Alcalá con los Paulas… Los Pavones, sabían dónde estaba el arte, dónde había que mamar y construyeron parte de su flamenco escuchando a los mejores y a las mejores de su tiempo.  


De la “Serneta” se conservan cinco o seis estilos del cante por soleá, de los cuales aún echan mano muchos de los grandes divos del flamenco para recurrir a explicitar lo que es saber y cantar flamenco.  

Muchos han querido ver aires de la “Serneta” en los cantes de Triana, de Jerez, de Utrera…  Ella endulzó los cantes de la bravía Andonda, pausó los aires de Cádiz que hacía Juan Breva, creó un estilo de soleá para recrearse en el cante, para decir con ternura una melancolía inédita que tomaría Torre y otros muchos.  


Igual haría con otros cantes, pero no nos han llegado con la misma solvencia que la soleá, aunque ella cantara como una maestra el polo, martinetes, seguiriyas... y que después grabaría y pondría en los escenarios otro maestro: D. Antonio Chacón.  

Demófilo la incluye entre las mejores y más famosas de la historia del flamenco. Dicen que fue una mujer temperamental, sensual, que cantaba con una emoción desaforada. 

 

 

Hay contradicciones, unos dicen que murió en Utrera a los 72 años, en 1910 y otros en 1912; lo cierto es que la “Serneta” fue una de las mejores creadoras del flamenco cuyo influjo nos llega hasta hoy de la mano de los más grandes: Torre, Chacón, los Pavones, Fernanda y Bernarda de Utrera, Camarón, Morente, Menese, Carmen Linares… y cualquier cantaor que se precie de dominar los aires de la soleá. 

 

A su muerte Fernando el de Triana la despidió con la siguiente copla:  

Cuando murió la Sarneta
la escuela quedó cerrá,
porque se llevó la llave
del cante por soleá

 


Durante la segunda mitad del siglo xx las soleares de la Serneta han sido interpretadas entre otros artistas flamencos por Fernanda de Utrera, Bernarda de Utrera , Camarón de la Isla, José Menese y Carmen Linares. 






Fuentes:

https://www.expoflamenco.com/clasicos-cante-jondo/mercedes-fernandez-vargas-la-sarneta-o-la-reina-de-solea/

https://sites.google.com/flamencodemarchena.org/rinconflamenco/la-serneta-reina-de-la-sole%C3%A1

https://dbe.rah.es/biografias/52979/merced-fernandez-vargas

https://es.wikipedia.org/wiki/La_Serneta



Soleares de Mercedes La Serneta




Juan el Africano · Niño de las Cabezas 

Soleares de la Serneta (Para que Dios)

Antonio Mairena

Guitarra Enrique de Melchor