XXXIII Maratón de la Ciudad de México

El maratón no empieza con el disparo de salida

El maratón no empieza con el disparo de salida, empieza mucho tiempo antes, meses atrás, inclusive antes de que comience el previo. Antes de correr el del 2014, tenía listo mi registro para el del 2015. ¡No podía perdérmelo! ¡Tocaba la X!

Llegó el MaratónCDMX 2014 y la rodilla izquierda sufrió bastante. Entre unos kilos de más y un exceso de carga en entrenamiento, el desgaste hizo de las suyas. Durante varios meses la ignoré con la esperanza de que pasara pronto la molestia. En enero fue imposible seguir ignorándola, por fortuna caí en manos de un doctor que lejos de decirme que dejara de correr, me mandó una buena cantidad de ejercicios. Así inicié una nueva etapa. Los objetivos: 1) bajar de peso nuevamente, 2) cuidar salud en general, 3) entrenar de manera optimizada por disponibilidad de tiempo y para no desgastar a las rodillas, 4) fortalecer músculos importantes para las rodillas y los hombros.

En marzo participé en el Medio Maratón Rock & Roll de la Ciudad de México. Lo hice porque me había registrado y no quería dejar pasar el evento, pero la rodilla todavía molestaba mucho, a tal grado que tuve que caminar en todas las pendientes de subida. Este evento, lejos de desanimarme, me motivo a seguir con mis rutinas de fortalecimiento y buscar una nueva estrategia de entrenamiento. Así llegó el Medio Maratón del Día del Padre. Este año fue especial, pues Raúl corrió conmigo. A pesar de los 11 km de subida, la rodilla no molestó. Esto me dio confianza en que iba por buen camino con el entrenamiento de fuerza y velocidad. Claro, para nada es lo mismo 21 km que 42; ni siquiera pareciera un doble simple.

El entrenamiento

Pasado el Medio Maratón del Día del Padre di oficialmente inicio al entrenamiento para el MaratónCDMX. Éste consistió en correr los martes y sábados a paso constante por tiempos definidos, los jueves en intervalos rápidos y de recuperación; y los domingos una variedad de continuo e intervalos. Acompañé los entrenamientos de carrera con rutinas de fuerza y pilates y los miércoles y viernes con nado. La carrera más larga fue tan solo de 3 horas. Esto tuvo sus ventajas y sus desventajas. La ventaja principal, sin duda, fue que no cargue ni cansé a la rodilla. La desventaja es que me faltó distancia para poner a prueba la mente.

Así contadito en un párrafo pareciera que estuvo sencillo. Hay que tomar en cuenta que estaba en recuperación del desgaste de rodilla; que había días, semanas, que mi jornada laboral empezaba a las 6:00 am y tenía reuniones que concluían después de las 8 pm, dejando el tiempo mínimo para entrenar; que en promedio estuve durmiendo 6 horas al día para poder cumplir con todos los compromisos. Claro, los sábados y domingos recuperaba un poco de horas de sueño; excepto justo las últimas dos semanas en las que se avecinan otras metas por lograr.

El entrenamiento sábados y domingos era en pareja. Frijolita feliz de entrenar a mi lado y Raúl se mantuvo constante. Eso, hasta que a nuestro regreso de unos días de vacaciones en Chiapas, presentó síntomas que parecieron dengue. Eso fue el 19 de julio. De ahí no logró reponerse. El asma no lo ha dejado en paz, llegando a haber días que no pudo ni correr unos metros. Después de dos fines de semana así, fue claro que había perdido mi pareja de maratón. Tocaría ir sola. Eso me desanimó, me atemorizó, me sentí sin apoyo y sin quien me cuidara en el camino. Aun así, mantuve el plan de entrenamiento.

Ese 19 de julio fue pesado. Habíamos pasado el día anterior conociendo el zoológico de Tuxtla Gutiérrez, horas y horas caminando. El vuelo de regreso se retraso y fuimos llegando a casa después de las 11 pm. El domingo no logramos despertarnos muy temprano como era el plan, así que empezamos a correr pasaditas las 10 de la mañana. Dejamos a Frijolita pues íbamos por 3 horas. Nos fuimos a Reforma para atacar el Bosque de Chapultepec y trabajar en lo aburrido que se me hace correr ahí. A menos de media hora de carrera Raúl tuvo que parar, empezaba con los síntomas de dolor de cuerpo, inclusive fiebre. Continué Reforma para arriba y para abajo, Gandhi también, entré al bosque, ¡qué aburrición! Había mucha gente, ya era casi el medio día. Eso ayudaba un poco, pero también me atarantó. Me habló Raúl y me pidió regresara a correr cerca de donde él se encontraba, pues su celular estaba por morir y no podría seguirme más ni comunicarnos. Faltaba todavía un poco más de una hora. Sentía que arrastraba los pies. Estaba muy cansada de los días anteriores. El sol estaba a todo lo que daba. Continue porque me daba una probatida de cómo me iba a sentir en el maratón. Finalmente, pasadas las 13 horas terminé. Agarré un buen bronceado, no fue de Chiapas, fue de Reforma.

De ahí fue enfocarme a la fuerza y a la velocidad.

La alimentación

Para el MaratónCDMX 2014 había subido 4 kg con respecto al maratón del año anterior. Eso no ayudó a la rodilla, creo que fue clave para que se lastimara. Podría decir que fue el desajuste hormonal, pero en parte sé fue por descuidar un poco mi alimentación. Tras el maratón y con el dolor de rodilla, el nivel de ejercicio disminuyó, las hormonas siguieron desajustadas y la alimentación cuidada pero no al 100. Eso implicó 3 kg más. En enero, junto con la decisión de sanar la rodilla, vino la decisión de mejorar mi salud en general. Comencé entonces un nuevo esquema alimenticio, con guía y apoyo de Annabel.

Han sido 7 meses de cambios en mi alimentación, todavía falta mucho por modificar. Llegamos al mes previo al maratón, tuvo que hacer ajustes al plan para poder cargar carbohidratos y tener energía suficiente. La semana anterior hubo más modificaciones, empezó la verdadera carga de carbohidratos y busqué mejorar mi hidratación. Esta última la había tenido un poco descuidada. Entre reunión y reunión no da suficiente tiempo de tomar agua e ir al baño las veces que se requieren. Ahora tenía que ser más cuidadosa, más agüita al cuerpo. Claro, tuve que salirme de las reuniones para ir al baño.

El martes previo al día X llegué a cenar a casa, se me antojó una nectarina. Tenía unos pedacitos que no se veían muy bien. Se los quité y me la comí con singular alegría. Sabía muy bien. Para las 11:00 estaba con Morfeo. No llevaba ni una hora dormida cuando me despertó un saborcito raro en la boca. No quería ni pensarlo. No podía creerlo. Pero tuve que salir corriendo al baño. El vómito fue súbito. Lo único que pensaba era en si me iba a dar tiempo de recuperarme. Hubo un par de pláticas más con el monstruo en la taza del baño. A la una de la mañana, agotada, regresé a dormir. Al otro día estaba bien, no había pasado nada, lo lograría, me recuperaría.

El viernes fue el último pesado. Había logrado bajar de los 62 kg. La rodilla no sufriría lo mismo que el año pasado. No había llegado a los 60 planteados, pero esperaba que fuera suficiente. Declarábamos que el cuerpo estaba listo.

El sábado fue la última carga de carbohidratos y de hidratación. En la mañana del domingo, un sandwich flaco y un plátano. Seguiríamos la estrategia de isotónico a partir del km 10, cada 5, agua en cada estación. Llevaba mis dos botellitas, una de gatorade y otra de agua. Uno nunca sabe cuándo las puede necesitar. Puse en mi bolsita un paquetito de miel, en vez de dulce iba a usar miel. Parecía más saludable.

El paquete

La cuenta regresiva llegó finalmente, contaba los días. Llegó el contador a 2. Mi plan original era ir por mi paquete el día viernes, quizás armar la misión en compañía de la porra oficial. Pero Raúl me pidió que le dejara ese gusto a él pues no podría correr conmigo. Así, con todas las ansias por tener en mis manos mi paquete, tuve que dejar que el contador llegara a cero.

El sábado desperté cual niña en espera de sus regalos el día de Reyes. Llegamos al WTC. La fila más larga era la mía. Como lo comentamos en la fila, parecía que aquéllos con número entre el 9000 y el 9500 nos habíamos puesto de acuerdo para ir el sábado a las 8:30. Las demás filas no pasaban de dos personas, en ésta éramos más de 10, quizás 15. Con todo y eso fue rápido.

Quería inscribirme de una vez al próximo maratón, pero la fila era larga, calculé una espera mínima de 1 horas. Tocó calmar mi ansiedad y salir del lugar.

A diferencia de otras carreras, no pude esperar a que diera la noche. Llegando a casa me di a la tarea de preparar mis cosas. Me probé la playera, me pareció cómoda. Le coloqué el número, no sin antes anotar mis datos en la parte de atrás del bid. Seleccioné cada pieza de ropa, pareciera trivial, pero no. Lo único que no ha sido probado es la playera. Todo lo demás pasó análisis de kilómetros. Quedó todo listo en el banquito para la mañana siguiente: licra, tines, calcetas de compresión, playera, bra y chones. Luego preparé mis cintas kinesiológicas. Había que dar apoyo a tobillos y rodilla. Los cortes y longitudes han sido probadas cada fin de semana, hemos variado desde 2.75 hasta 4 cuadritos. Dejamos los 4 cuadritos. Las puntas quedaron bien redondeadas. Siguió la bolsita cangürera: 50 pesos para las emergencias, la llave para entrar al sismológico en caso de sismo, una identificación, paquetito de ice-hot para el km ~25, paquetito de miel. Dejé lista las botellas: una de agua, otra de Gatorade. Dejé listos los demás accesorios: gorra favorita (la de la UGM), pulsera de identificación color rojo y liga para la coleta. Dejé los tenis en frente del banquito. Puse a la mano el Sterymar, el protector solar y la vaselina. Verifiqué que los audífonos tuvieran su segurito colgando. ¡Estaba todo listo!

El día antes

Había llegado la cuenta regresiva a cero. Estábamos a una hora del momento X. No X por ser equis, sino por la hermosa X que tocaba este año. Ya estaba listo el material, la ropa, la comida cuidada, la hidratación a punto. Era media tarde y me fui a la casa de la porra oficial a cargar energía. Era el cumpleaños 95 de Chivito, mi abuelo materno. Mi mamá, él y yo cantamos las mañanitas y partimos pastel. Platicamos sobre las carreras, los maratones, el mundial de atletismo, la ruta del maratón kilómetro a kilómetro, lo vivimos juntos. Me lleno de energía y entusiasmo. Vimos juntos video de Usain Bolt ganando los 100, los 200, los relevos, cómo lo tumbó un camarógrafo, ... La motivación seguía recargando el tanque.

Siguió sesión con mi padre. Hablamos de la estrategia de la porra, su recorrido, dónde los vería. Se irían al metro Auditorio, los vería en Reforma saliendo de Gandhi, despuecito del km 19; luego se cruzarían por el metro para verme del otro lado de Reforma, casi el kilómetro 21. De ahí, dependiendo cómo vieran la acción, se desplazarían a la salida del Bosque de Chapultepec, o se irían a desayunar, para después verme llegar al estadio. Repasamos varias veces el plan.

Me retiré a casa y a momentos de concentración. Vino la cena, como todos los días, preparada con mucho amor por parte de Raúl, cuido los detalles y las cantidades. Vimos la tele un rato, compartí mis tiempos con la porra. Eran tiempos optimistas, pero tenía que conservar el optimismo. Mi cerebro me decía que no lo iba a lograr, pero trataba de engañarlo para no sucumbir al temor y a la inseguridad.

Me acosté a eso de las 9:30, tejí un poco, leí un poco, ... Raúl subió a arroparme y a darme mi besito de las buenas noches. Él seguiría trabajando abajo, tratando de evitar el ataque de asma nocturno que en algunas noches no me había dejado dormir. Caí profundamente dormida.

Llegó el día X

Había llegado el gran día. Había dormido bien; pocas horas, pero bien. No hubo necesidad de poner el snooze, estaba lista a la primera llamada del despertador. Había decidido poner el despertador a las 5:00. No valía la pena despertar más temprano, pues mi salida era a las 7:55. Esta vez no llegaría tan temprano, no había prisa. Había algo de ansiedad, pero preferí dormir, lo necesitaba. Todo fue conforme al plan, inclusive la ausencia de lluvia. Después de revisar correos y Facebook me dirigí al baño. Ahí tuvimos una primera visita técnica, seguida de un bañito para despertar. Mientras escuché cómo Raúl se levantó y bajó a la cocina. Cuando salí del baño estaba listo mi sandwich flaco y mi plátano. Mientras me arreglaba, comía. Cada mordida pensaba en la energía que me proporcionaría. A la par tomaba un poco de agua para trabajar en mi hidratación. Otra escala técnica más.

Estaba lista. Frijolita se dio cuenta que no era una carrera para ella, así que mantuvo la calma. Tomé una chamarra y las llaves de mi casa y fui a dejarlas rápidamente a la casa de la porra oficial. Se las dejé con las cosas que ellos habían preparado para llevarse. Aproveché para hacer una escala técnica más. Eran las 6:00, la hora pactada para salir rumbo al Centro de la Ciudad. Dimos la vuelta al Zócalo, tomamos la calle de Tacuba, luego Palma y regresamos por 5 de mayo. Me bajé con Frijolita y Raúl siguió al estacionamiento. Frijolita le hablaba a su papá mientras otros corredores me preguntaban si Friijolita también lo correría, ¡cómo me gustaría que lo hiciera! Raúl se echó en reversa y nos recogió, el estacionamiento estaba lleno. Regresamos por Tacuba, los estacionamientos estaban cerrados. Me entraron los nervios y le pedí a Raúl que me dejara en la siguiente esquina. Él no podría correr ni un par de kilómetros pues el asma no lo dejaba. Así, bajé del auto en Tacuba y Bolivar. Me despedí de mis amores y caminé hacia la aventura.

La salida

Caminé por Bolivar, los corredores estaban llegando. Todavía era temprano, no daban ni las 6:30. Hice una primera escala técnica. Seguí a Madero, no sabía si tenía que caminar a la izquierda o a la derecha para encontrar mi bloque, no había nadie que informara, ni letreros, ni colores. Intentaba ver los brazaletes de los corredores y eran tuti-fruti. Por más que intentaba recordar la calle de mi bloque no lo lograba, y aunque lo hubiera logrado, no recordaría si era hacia la derecha o hacia la izquierda. Me relajé, caminé hacia la derecha, veía más gente de otros colores diferentes al mío, así que regresé hacia el punto original. Un par de chicos me pidieron que les tomara una foto. Estaban igual de perdidos que yo. Tenían brazalete del mismo color que el mío. Decidieron ir hacia la derecha. Una visita técnica más. Eran tan sólo las 7:00. Ya habían salido las mujeres y los hombres elite estaban por salir. Una vuelta más hacia la derecha, ya había más gente pero todavía había bastante espacio entre los corredores. Regresé al punto original y ahí estaban Beatriz Ortega y su pareja :D Me fui con ellos y esperamos que llegara el momento. Por ahí de las 7:10 fui nuevamente a la escala técnica. Cuando regresé empezó a formarse y moverse el contingente. No sabíamos si incorporarnos o esperar por si nuestro bloque no era ese. Decidimos incorporarnos, no era claro. Se empezaba a sentir toda la emoción en cada parte de mi cuerpo, todo vibraba, ¡la hora había llegado!

Nos detuvimos para esperar el disparo de salida de este bloque, ... estaba cerca. Preparé música y apps. Decidí no prender el Polar. Correría sin saber cómo iba de tiempo. Quité la voz de Phil de la app. Iría disfrutando de cada zancada, sin importar el tiempo o la velocidad. 10, 9, 8, 7, 6, 5, ... ¡Qué emoción! 4, 3, 2, 1 ¡Allá vamos! A esto viniste, para esto te has preparando. ¡Tú puedes! Pasamos el arco de salida sostenido por dos majestuosas X. "Es tu maratón Xyoli", decía mi voz interna, ¡disfrútalo! Tras unos metros, alcancé a decirle a Beatriz, "no me esperes, ve a tu ritmo". Yo por mi parte intentaría seguirle el paso lo más posible.

Los primeros kilómetros

La emoción recorría mi cuerpo, pero se concentraba más en mis piernas. Se sentían fuertes y con ganas de moverse. Había que ser cuidadosa y no ir más rápido de lo necesario. Los voluntarios estaban alineados; echaban porras a todos. Tras la vuelta en la glorieta, Reforma se convirtió en una larga recta. En los carriles contrarios se podían ver los corredores del último bloque y atrás de ellos las barredoras. Es aterrador verlas tan temprano en la carrera. Sientes cómo te pisan los talones y la ansiedad te invade. Quisieras poder ir más rápido pero sabes que no debes hacerlo. Era un contingente grande de barredoras, por fin terminaron de pasar y me enfilé a los primeros 5 km. Nos esperaba muchísima gente. El ánimo era espectacular. Lo inyecta a uno de energía. 5 km no es nada, apenas comienza. Seguimos hasta el km 7. Ahí vimos a las mujeres pasar y tocó apurarse un poco para pasar el Ángel y poder ver a los punteros a unos cuantos metros detrás. Parecían gacelas, no parecía que llevaran los 26 km que llevaban. Yo apenas llevaba 7 y ellos llevaban más de medio maratón. Ya llegaría yo a ese punto, por mientras parecía que estaba muy lejos.

Nos perfilamos hacia Polanco, iba feliz porque seguía con Beatriz, llevaba buen ritmo, un poco más rápido de lo que podía, pero ahí iba. Justo tras pasar el km 9 a un individuo se le ocurrió orillarse, sin voltear, sin mirar a los lados, sin más, simplemente se echó hacia a la orilla. Con ese pequeño movimiento me empujó. Yo logré balancearme y dar un paso más, el volvió a intentar hacerse hacia la orilla, nuevamente sin tomar en cuenta que tenía al lado. Nuevamente me empujó. Trastabillé un poco, tuve que bajar la velocidad y dejarlo pasar. Ví como Beatriz se alejaba. Era muy pronto, me sentí con fuerza, apreté el pasó y logré alcanzarla. Daría lo que pudiera por seguir a su lado unos kilómetros más.

Polanco

Correr por Polanco me genera sentimientos encontrados. Por un lado lo disfruto, apenas vamos en los 10-15 km, todavía el nivel de energía es alto, las piernas se sienten bien y sigo con el buen ritmo. Además está que la zona está linda, Masaryk recién arreglado, la porra en las calles es buena y con mucho ánimo para esas horas de la mañana de un domingo templado. Pero por otro lado, no es una zona a la que disfrute visitar, me representa muchas cosas que me hacen mucho cuestionar tantas cosas. Bueno, esto resultó en unos kilómetros de entretenimiento mental.

La subidita hacia Ejército Nacional fue el primer reto. Las subiditas no son lo mío. Me ayudó ir al lado de Beatriz. Me mantuve al pie del cañón y pensando en los kilómetros entrenados en subidas, ¡lo logré! Lo genial es que al terminar había un grupo, el ritmo era bueno, tipo batucada.

Seguí disfrutando. Había llegado al kilómetro 15 manteniendo el paso de Beatriz. Ya empezaba a sentir lo fuerte del paso, decidí intentarlo un kilómetro más, sólo un kilómetro más. Así llegué junto a ella al 16. Entonces decidí dar un poco más, un kilómetro más, sólo un kilómetro más. Habíamos llegado al kilómetro 17 en Mariano Escobedo. Cuando llegamos al puesto de hidratación, se me metieron, se cerraron algunos y Beatriz se separó unos pasos. Intenté acortarlos pero ya no tuve la energía para alcanzarla. Hasta ahí había llegado la compañía. Me concentre: "¡Vamos Beatriz! ¡Vas muy bien! ¡Nos vemos en la meta!" Quería gritarlo, pero apenas podía controlar la respiración para seguir con mi paso.

La porra oficial

Vi como se alejaba Beatriz, quería seguir viéndola pero pronto la perdí de vista, entre la multitud y la diferencia de velocidades. Tomé Gandhi, como cada que corro esa calle, recordé mis primeros 10 km, ahí me tocó el kilómetro 8, el cual amenizado por la canción de Rocky que me pasó Ángel. No tuve la suerte de que sonara la misma canción, pero el recuerdo me llevó por ahí. Se acabó la avenida y la adrenalina empezó a correr por mis venas, la porra estaba cerca. Estiraba el cuello lo más posible, cerraba los ojitos con el ánimo de enfocar y tratar de distinguir la cabecita blanca en la multitud. Finalmente, ¡ahí estaban! Quería gritarles ¡allá voy! ¡aquí estoy! Pero no tenía aliento. Trataba de alzar los brazos, pero no quería perder el rito. ¡Me vieron! Me llené de alegría y de energía. Seguí mi camino, apresurándome al retorno. De regreso por el Auditorio Nacional, me empezó a entrar la angustia. ¿Y si fue muy rápido y no alcanzaron a cruzar? ¿Cómo se cruzarán, por la calle o por el metro? ¿Y si se tardaron más y me sigo derecho sin verlos? ¡NOOO! ¡Espera! ¡Ahí estaban! Quería abrazarlos, llenarlos de besos. Como día a día en los últimos casi 42 años, me estaban apoyando, dando ánimo, apoyándome paso a paso. ¡Son los mejores padres del mundo! ¡Los veo en el estadio!