Viernes, pero no como cualquier viernes, es el viernes antes del maratón. La emoción estaba a flor de piel, el miedo y la duda también. Ya era claro que Raúl no podría acompañarme ni a la salida.
Llegue a la oficina y Ericka Alinne Solano, como siempre, desbordando emoción y alegría, me dice que ya se está organizando con L Ernesto Barron para apoyarnos en el recorrido. No tenía ni la mínima idea de lo que me esperaba, pero la mera idea de que los podría ver en el camino, me dio ilusión y me hizo replantear la filosofía de esta carrera. No iba sola. Llevaría en mi mente a todos y cada uno de los seres que me quieren y que me han acompañado en todas mis rutas.
Ese día estuvo lleno de cariño y apoyo por parte de mis colegas y estudiantes. Así que aproveché para recargar el tanque.
Por la noche afine los detalles con mi porra oficial, la que no sólo me ha apoyado desde el día que supieron que existía, sino que también me exige que siempre dé más de mí, mis papás.
A dormir temprano para ajustar el reloj interno, sino al día siguiente no iba a poder dormirme temprano.