11. El encuentro con la familia

Raúl y Frijolita se habían ido. Yo me quedé con la preocupación de si encontrarían el carro. Raúl dice que prefirió regresar trazando la misma ruta del maratón, que se fueron en sentido contrario echándole porras a los corredores. Así, llegaron nuevamente a la Diana y a buscar dónde había quedado el carro. Dice que hubiera sido más corto correr al siguiente punto y regresar por el carro que toda la vuelta que dieron.

Raymundo iba a mi lado, me preguntaba cómo iba, me echaba porras, me preguntaba si quería agua, ...

Llegó el kilómetro 30, decidí arriesgarme con el Gatorade, el cuerpo lo pedía a gritos. La barriguita no hizo guruguru. Quizá la preparación era distinta en la primera toma, quizá el sereno.

Nos perfilamos por Nuevo León hacia Insurgentes. Empieza la subida y tengo que parar nuevamente. Tengo que caminar. El flexor derecho duele pero lo que me hace decidir esta nueva parada es la rodilla izquierda. No quiero lastimarla y dejar de correr por un largo período. Camino. Raymundo me echa porras. Al llegar a Insurgentes me encuentro con Paco Nambo, me regaña por ir caminando y logro gritarle "¡DUELE!" Y sí, dolía, dolía el flexor, dolía cada paso que daba, como clavos en los pies, seguro eran ampollas, dolía el hombro derecho, dolía el orgullo por estar caminando. Dolía todo.

Termina la subida y retomo el ritmo. Desde la llegada a Insurgentes hasta la entrada al estadio, no había un metro sin gente echando porras. Gente que salió a las calles para compartir la emoción, voluntarios, grupos de corredores, de todo. Desde tiempo atrás la oferta por parte de la gente es impresionante: naranjas, plátanos, Nutella, vaselina, dulces, Coca Cola, agua, Gatorade, gomitas, ... you name it. ¡Qué hermoso es ver tanta solidaridad! Eso me emociona. Me recuerda algunos maratones que vi de niña en Av. Taxqueña, esperábamos ver pasar a Pepe Piña, amigo de mi mamá. Era emocionante.

Poco antes del kilómetro 35 me pide el cuerpo parar nuevamente. Empieza nuevamente una lucha con el flexor derecho, el hombro derecho, los pies, a ratos la rodilla y la mente tratando de convencerlos de seguir. Tratando de explicarles que el dolor no es físico que es mental, pero ellos insisten. Logro convencerlos en que aguanten un poco más, que estamos a punto de encontrarnos con la familia y que tenemos que aguantar.

La marca del kilómetro 35 lo usamos para bajar ritmo, caminar un poquito mientras tomamos Gatorade y un pedazo de naranjita. Estaba ácida pero me supo a gloria, agradezco a esos voluntarios que la llevaron. Retomo paso y empiezo a buscar entre las caras a la familia. Llegamos al Parque Hundido, avanzamos un poquito más. ¡Ahí están! ¡Están todos! También está Luli, mi tía. Me lleno de alegría, me lleno de energía. Veo la pancarta que me prepararon, ya Jimena me había dicho que habría sorpresa. Me da mucha emoción. ¡Gracias nena! Ahora sí Jesse iba preparado con Mateo en carrito. Los alcanzo. Se lanzan a correr todos conmigo, prácticamente ocupamos todo Insurgentes, o por lo menos el espacio que dejan los espectadores. Se sueltan Aidé y Luli con las porras a todo pulmón. No paran de gritar mi nombre. Cada que lo hacen siento como vibra todo mi ser. Me siento amada, me siento apoyada. Luli me dice "¡Eres bien macha Xyoli! Si lo vuelves a hacer el año que entra, me preparo para correr un poco más contigo". Me pienso "Ya rugiste, porque aquí estaré el año que entra".

Luli, Aidé y Jimena se quedan en el segundo semáforo, fue un buen lo que corrieron conmigo, creo que ya estábamos en el Eje 7. Jesse continua junto con Mateo a mi lado. Me habla, me echa porras, me cuenta de cuando él corrió el Maratón de la Ciudad de México. Yo pienso (no puedo hablar), "¡vamos Jesse! El próximo año nos lo echamos juntos". Casi por llegar al Circuito Interior, le hago la seña a Jesse de muchas gracias, regrésate con tus mujeres. Él me echa más porras, se despide y se regresa. Raymundo y yo continuamos.

Seguimos otro poco y ahí están Raúl y Frijolita. Raúl me pregunta si voy bien, le hago seña de que todo en orden. Bueno, sigo y puedo continuar. Ve que sigo acompañada de Raymundo y me dice, "vas en buenas manos, nos vemos en la casa". Él y Frijolita salen corriendo. Desaparecen en la calle de Minerva. Raymundo y yo continuamos.