5. Entrenamiento enfocado

Después del Medio Maratón del Día del Padre comenzó el entrenamiento específico. Decidí no correr carreras cortas, ni siquiera medios maratones para poder trabajar en lo que me estaba costando trabajo que era la larga distancia y mantener a la mente enfocada. Así, perdí carreras a las cuales tenía ganas de entrar pero que era mejor seguir con el programa. De esa manera también evitaría lastimarme nuevamente o recaer en los tendones de Aquiles por sobre esfuerzo.

La única carrera que no podía faltar fue la de Bimbo. Eso porque es una carrera-caminata. La causa era buena, mantener la caminata en mi padre y el ejercicio familiar. Tuve sorpresas. La primera, mi tía Coco me pidió que la registrara para la carrera de 10 km. Pensé que sería una carrera ligerita a su lado pero no, prácticamente corre a mi paso con 25 años más a cuestas. Llegamos juntas a la meta y disfrutamos de cada kilómetro, aunque me reclame que le haya dicho que ya no había subidas y los últimos 300 m fueron de subida. La segunda sorpresa fue que mi tío Ale está más recuperado y se animó a caminar los 3 km junto a mi padre. Es su primera caminata no oficial, estoy segura que de ahora en adelante será participante asiduo y caminaremos juntos muchos kilómetros más.

Volviendo al entrenamiento. Por razones de tiempo y organización tuve que replantear cargas y actividades. Por fortuna en mayo visité Morelia y platicando con Juan Américo me mostró un plan de entrenamiento diferente. No puedo decir que lo seguí al pie de la letra, pero adapté algo de eso para poder adecuar mis tiempos y disponibilidades. Un día de intervalos, un día de carrera normal y el domingo de carrera larga. Los demás días se hacía lo que se podía.

Los martes los dedique al entrenamiento con mi entrenador e inspiración para carreras ultralargas, David. Eran entrenamientos pesados, combinaciones de intervalos, fuerza, ejercicios funcionales, ritmo de paso, etc. Cada semana era una tortura que se reflejaba en mi caminar los dos días siguientes. Los demás días entre semana se volvieron en combinaciones de carrera, fuerza e intervalos.

Vinieron también kilómetros y kilómetros los domingos. Muchos de ellos fueron en compañía de dos seres que amo con toda el alma, mi esposo Raúl y mi nena de cuatro patitas, Frijolita. ¡Qué mejor prueba de amor que su compañía y apoyo! Frijolita corrió varias veces 20 km. Su distancia más larga fueron 22 km. Siempre cuidándole su hidratación y que no se sobrecalentara; haciendo una que otra parada técnica y echándole pleito a uno que otro perrito que nos pasara al lado. Por su parte, Raúl corrió menos kilómetros pues andaba un poco desbalanceado y con una que otra molestia en rodillas. Para él correr a mi paso, tan lento, le resulta en una tortura para sus rodillas. No importaba, al final me seguía con el celular y me esperaba en el Starbucks más cercano.

En algunas ocasiones completé los kilómetros corriendo en Av. Universidad y Av. Miguel Ángel de Quevedo con rumbo a casa. Raúl y Frijolita íban a mi lado, echándome porras y cuidándome de los coches gandallas o cualquier eventualidad.

Llegó la última carrera larga, iba por 33 km. Se me ocurrió entrar al Jardín Botánico pues ya iba sola para el kilómetro 15. Fue mala idea, lo mío no es la naturaleza. En el kilómetro 20 comencé con una alergia tremenda, el ojito derecho llorando sin parar, la nariz cerrada completamente, apenas podía inhalar algo de aire por la nariz. En el kilómetro 24 decidí parar. Estaba muy enojada, muy frustrada. Después de tantos kilómetros y días de entrenamiento, estaba cerrando vencida por una mugre alergia. Pero decidí parar. ¿Por qué? Porque el año pasado decidí seguir cuando empecé con molestias y terminé con los tendones de Aquiles lastimados. No quería pasar por otro asunto que me llevara a no poder correr el mero día.

Estiré y me fui a desayunar. Un poco de descanso y de antistamínico hicieron la magia, por la tarde estaba lista para otros 10 kilómetros más. Quizá no hice los 33 km de corrido pero había logrado acumular la distancia objetivo. Esta falla me tiene preocupada a unos días del día E, pero el haberme recuperado y terminado al final me da confianza. En caso de contingencia, acabaré la distancia en algún momento.

De ahí vino la bajada en cargas. El primer fin de semana, después de correr 20 km sentía que quería seguir corriendo, eso me dio esperanzas y seguridad. Así ha sido todo de bajada, lo que se hizo se hizo, lo que no, ¡ya qué!

Han sido varios meses de control de comida, de desmañanadas los domingos, de miércoles y jueves adolorida, ... la meta está cerca. Faltan un día, unas horas, y 42,195 m. No sé cómo, no sé a qué hora, pero llegaré. Entraré al majestuoso estadio de CU orgullosa de haberlo logrado nuevamente. ¡Allá nos vemos! Ténganme paciencia que iré despacio, pero ¡allá nos vemos!