De ciclos sísmicos y menstruales

Xyoli Pérez Campos

En una entrevista de un podcast me preguntaron sobre el ciclo sísmico. Comentamos cómo al momento de escuchar la palabra ciclo pensamos automáticamente en algo que se repite con regularidad, casi que con puntualidad inglesa. Terminando la grabación del podcast hice lo que hago normalmente entre una actividad y otra, ir al baño. Esto me llevó a recordar lo atrasado que estaba mi período menstrual y lo impuntual y errático de mi ciclo menstrual últimamente, y con ello a reflexionar cómo el ciclo sísmico tampoco tiene esa puntualidad inglesa y todavía hay mucho por aprender en cuanto a su naturaleza. Así que decidí hacer una analogía entre estos dos ciclos, sufridos por cierta parte de la población. Así que aquí va.

Cuando lee uno sobre el ciclo menstrual aprende que dura 28 días en promedio, en los cuales el cuerpo se prepara para la posibilidad de un embarazo. Cada mes (de 28 días), se pasa por el período de ovulación, durante el cual, uno de los ovarios libera un óvulo. Al mismo tiempo, hay toda una serie de cambios hormonales que llevan al útero a un estado tal que lo deja listo para recibir al óvulo fecundado. Pero si resulta que no hubo tal fecundación, entonces todo ese tejido que se formó en el útero es expulsado como nuestro período menstrual. Suena simple, incluso mi madre me dijo que era hermoso. Pero, resulta que el asunto no es ni tan hermoso ni tan simple. Cada mujer lo experimenta de diferente manera, empezando porque no necesariamente dura 28 días exactos. Hay personas que en algunos ciclos no sólo liberan un óvulo, sino dos o más, o ninguno. Para una misma persona, hay ciclos en que los flujos son abundantes y otros en los que se pregunta uno si realmente a eso lo puede considerar como “período” o “regla”. En algunos no se tienen molestias y en otros pareciera que uno le debe algo a la vida. Y no hablemos de todas las irregularidades del “ciclo” cuando nos acercamos a la menopausia. Ahí la palabra “ciclo” parece perder todo sentido, no sólo de puntualidad sino que los “síntomas” antes y durante el período menstrual ya tampoco son los mismos. Pero sigue siendo un ciclo, un ciclo de preparación del útero para recibir a ese óvulo fecundado y de liberación por no recibirlo. El ciclo entonces no se refiere al número de días exactos que le toma, sino al proceso en sí.

Y entonces, ¿qué onda con el ciclo sísmico? Bueno, pues el ciclo sísmico consiste, en una forma simplificada, en la preparación de la falla, acumulando esfuerzos hasta que no los resiste más y los libera generándose una ruptura y desplazamiento, irradiando la energía liberada en forma de ondas sísmicas, es decir, provocando un sismo. Una vez que se liberó ese esfuerzo; es decir, que ocurrió el sismo, se reinicia el sistema preparándose para un nuevo sismo. Esto parece muy simple, casi como la primera descripción del ciclo menstrual. Pero no, no es tan sencillo y no implica una precisión puntual temporal, como tampoco lo implica el ciclo menstrual. Ojalá así lo fuera en ambos casos. No me agarrarían desprevenida ninguno de los dos.

Seguramente en la impuntualidad del ciclo menstrual hay muchas variables que intervienen, las hormonas que lo controlan pueden alterarse por algún alimento, estrés, o algún otro factor conocido o desconocido aún por los médicos. En el caso del ciclo sísmico hay muchas variables involucradas. Pensemos sólo en el sismo que ocurrió este 19 de septiembre de 2022 en las costas de Michoacán. Porque no podemos mezclar sismos o las áreas que rompen en un ciclo común. Cada uno tiene su propio ciclo, así como cada persona que menstrua tiene su propio ciclo. Entonces, que quede primero claro, no podemos meter al mismo ciclo al sismo del 19 de septiembre de 1985, al del 19 de septiembre de 2017 y al del 19 de septiembre de 2022. Cada uno de ellos es parte de un ciclo que se da en su lugar de origen. En particular, para el sismo de 2022, en ese mismo sitio, el 30 de enero de 1973 ocurrió un sismo similar. Los esfuerzos principales que dictan el comportamiento de esa zona de ruptura están dados en primera instancia por el movimiento de las placas tectónicas. Ahí, la placa de Cocos se mueve hacia el Este, encontrándose en la costa del Pacífico mexicano con la placa de Norteamérica, en esa línea que llamamos trinchera. Entonces, la placa de Cocos no se detiene, lo que hace es sumergirse por debajo de la placa de Norteamérica, a esto lo llamamos subducción. El asunto es que hay una zona que va desde la superficie del océano, en la trinchera, a unos 80 km de la costa, hasta unos 50 kilómetros de profundidad a algunas decenas de kilómetros tierra adentro, en la que estas placas están en contacto y el movimiento entre ellas no es como el de un cuchillo en mantequilla a temperatura ambiente. Es más bien como cuando queremos empujar una caja muy pesada. La base de esa caja está en contacto con el suelo. Dependiendo del material, de lo liso o rugoso de las superficies tanto de la caja como del suelo, pues puede sernos más fácil o más difícil empujar la caja. Puede haber instantes en los que no podamos moverla ni un milímetro y tengamos que seguir empujando hasta que logremos romper esa resistencia que opone a ser deslizada y logremos un gran avance de golpe. Así pero a una escala mucho más grande, con unos esfuerzos inimaginables (al menos para mí), es que están las placas interactuando y un sismo es justamente la expresión de cuando esa resistencia, la cual fue acumulando esfuerzos a lo largo de muchos años, fue vencida y un pedacito del contacto entre las placas se rompió y se logró un deslizamiento.


Si quisiéramos empujar esa caja por la banqueta, a lo largo de una cuadra y esa caja pesara muchísimo, quizás lograríamos que esa caja avanzara apenas unos milímetros en cada momento que lográramos vencer esa resistencia. Ahí estaríamos súbitamente liberando los esfuerzos y tendríamos que seguir empujando o acumulando esfuerzos para lograr una vez más un poco después otro pequeño avance. Esto sería equivalente al ciclo sísmico. Pero si alguien ha intentado empujar algo en las banquetas de Ciudad de México, sabe que esto no es tarea fácil ni se requiere del mismo esfuerzo a lo largo de toda la cuadra. Las banquetas tienen muchas irregularidades, desde los desniveles por las entradas de las cocheras, pedazos sin concreto hasta pedazos levantados que no permitirán fácilmente que se deslice la caja. Así que podemos imaginar que ese contacto entre las placas debe tener toda cantidad de irregularidades y sorpresas. Desde que la superficie no debe ser plana, sino con todo tipo de subidas y bajadas, zonas más ásperas que mis codos, con chipotes que dificultan aún más el deslizamiento hasta zonas lubricadas que lo facilitan. Todo esto los sismólogos lo tratamos de identificar, estudiar y modelar.


Gracias a los avances en la tecnología, la instrumentación y los métodos de procesamiento y análisis de los datos, hoy en día sabemos que ese contacto entre fallas suceden más fenómenos que los sismos que sentimos y que en algunas ocasiones nos afectan tanto. Esos fenómenos son parte de ese ciclo sísmico y todavía estamos estudiando y aprendiendo cuál es el papel que juega cada uno de ellos en su desarrollo. Estudiamos también el papel que tienen los fluidos y los materiales (minerales y rocas) en ese contacto. Hay colegas que se dedican a simular cómo rompe un sismo; dan la carga de esfuerzos, tomando en cuenta la geometría del contacto, los esfuerzos en las placas, las propiedades de los materiales, los otros fenómenos involucrados, etc., y tratan de ver cómo rompe tiempo después, presentando varios escenarios posibles.


En fin, la sismología es una ciencia joven que avanza a pasos agigantados pero a la cual le faltan muchos datos pues apenas tenemos unos 130 años de ellos, en el mejor de los casos. Para los sismos muy grandes no hemos visto su ciclo completo. El enfoque de muchos sismólogos es estudiar los sismos que conocemos para intentar modelar el ciclo de esos grandes terremotos pero, desafortunadamente, hasta que no ocurra su sucesor, esos modelos seguirán siendo eso, modelos. Estos grandes ciclos, quizás los podemos relacionar como cuando el óvulo sí llega fecundado y se implanta en el útero, ahí el ciclo no dura 28 días sino 36 semanas y no sólo se expulsa el tejido acumulado, sino hasta un bebé sale.


Así en los sismos, hay ciclos de sismos que se estiman de miles de años, como para el sismo que ocurrió en Tohoku, Japón, en 2011. Los científicos han encontrado evidencias de que un sismo similar a ese ocurrió 1000 años atrás, sugiriendo que ese tiempo podría ser lo que llamamos “período de retorno”, que se refiere al tiempo en el que se da un sismo de magnitud similar en la misma zona de ruptura. Esto último es muy importante de recordar, siempre que hablamos de ciclo sísmico y período de retorno, nos referimos a una misma área. Reitero, no podemos hablar de período de retorno para la Ciudad de México involucrando en la misma cubeta a los sismos del 57, del 85 y del 2017, pues provienen de áreas diferentes.


Ahora, el que se diga que el período de retorno del sismo de Japón puede ser de 1000, eso no significa que no vaya a temblar ahí en 1000 años. Lo que va a pasar es que va a continuar habiendo sismicidad, inclusive sismos que alcanzarán magnitudes superiores de 8.0, hasta que eventualmente, el sistema haya logrado acumular suficiente energía, ésta se libere y se den las condiciones necesarias para que el sismo logre romper un área tan grande como la del sismo de 2011.


Es como en México, en las costas de Oaxaca hubo un sismo en 1787 al cual se le ha estimado una magnitud 8.6. Al momento no conocemos cuál sea su período de retorno pues no contamos con evidencia de otro sismo similar en el pasado, en la misma zona. En esta región sigue temblando y se han presentado múltiples temblores, incluso de magnitudes mayores de 7.0, cada uno con su propia zona de ruptura, período de retorno y ciclo correspondiente. Eventualmente, llegará el momento en el que México vuelva experimentar un sismo como el de 1787, cuando el sistema esté listo para ello.


En México, tenemos áreas de ruptura muy claras a lo largo de la costa del Pacífico. Cada una de ellas tiene su propio período de retorno y ciclo sísmico. Sin embargo, con todo y que llevan las palabras período y ciclo, como ya platicamos, son muchas variables las que intervienen, muchas de ellas todavía desconocidas. Y no se diga de los sismos intraplaca, aquellos que a diferencia del sismo del 19 de septiembre de 1985 o del 2022, ocurren dentro de la placa de Cocos, a profundidades mayores de 50 km, como el del 19 de septiembre de 2017; de esos sismos falta mucho más por entender en cuanto a su posible ciclo sísmico o período de retorno.


Aún tenemos mucho por aprender de los ciclos sísmicos. Y así como los doctores que estudian los ciclos menstruales les gustaría tener voluntarias y todo tipo de datos (pruebas de sangre, ultrasonidos, CT, resonancias magnéticas, etc.), a los sismólogos nos gustaría tener más estaciones sismológicas y geodésicas e imágenes satelitales. Nos gustaría que más colegas pudieran hacer levantamientos de paleosismología y contar con mucho poder computacional para todos los diversos modelos que se realizan (geodinámicos, de fuente, de propagación de las ondas, etc.)


El ciclo menstrual tiene variaciones, puede que un día no signifique mucho pero para alguien que tiene una competencia deportiva, un viaje, o simplemente quiere tener un día tranquilo, ese retraso o adelanto puede hacer diferencia. En el ciclo sísmico, el tiempo es en otra escala, no son horas ni días, ni siquiera meses, se puede hablar de años de diferencia entre un ciclo y otro. Esto hace difícil que entendamos que a pesar de hablar de un ciclo y de períodos, estos no tienen porqué ser precisos y que lo que debemos esperar es que haya una variación importante. No nos debe sorprender cuando suceda un sismo, ni su fecha en el calendario. Los sismos ¡qué van a saber de fechas en el calendario!


Lo que sí debemos esperar es que tiemble, y como en México son muchos ciclos sísmicos los que se tienen, debemos estar siempre preparados para el momento en el que uno de ellos se reinicie, es decir, para cuando suceda un sismo. Tardé varios ciclos menstruales en acostumbrarme a cargar SIEMPRE una toalla sanitaria en mi bolsa, pues mis ciclos poco tiempo fueron algo regulares. Hoy en día, en muchos baños encuentra uno toallas sanitarias o tampones para la persona que el período menstrual la agarró desprevenida. ¿Cuánto tiempo nos tomará como individuos y como sociedad entender que SIEMPRE debemos estar preparados para recibir el embate de un sismo? ¡Qué no nos tome desprevenidos!