Localiza el siguiente fragmento de Crónica de una muerte anunciada:
TEXTO 1
Los gemelos volvieron a la casa un poco antes de las tres, llamados de urgencia por su madre. Encontraron a Ángela Vicario tumbada bocabajo en un sofá del comedor y con la cara macerada a golpes, pero había terminado de llorar. «Ya no estaba asustada -me dijo-. Al contrario: sentía como si por fin me hubiera quitado de encima la condena de la muerte, y lo único que quería era que todo terminara rápido para tirarme a dormir.»
Pedro Vicario, el más resuelto de los hermanos, la levantó en vilo por la cintura y la sentó en la mesa del comedor.
-Anda, niña -le dijo temblando de rabia-: dinos quién fue.
TEXTO 2
Tampoco Santiago Nasar reconoció el presagio. Había dormido poco y mal, sin quitarse la ropa, y despertó con dolor de cabeza y con un sedimento de estribo de cobre en el paladar, y los interpretó como estragos naturales de la parranda de bodas que se había prolongado hasta después de la media noche. Más aún: las muchas personas que encontró desde que salió de su casa a las 6.05 hasta que fue destazado como un cerdo una hora después, lo recordaban un poco soñoliento pero de buen humor, y a todos les comentó de un modo casual que era un día muy hermoso.
Comente, razonadamente y empleando ejemplos, dos rasgos presentes en el texto siguiente que permitan justificar que pertenece a la corriente de la novela experimental de los años 60.
TEXTO 3
Sonaba el teléfono y he oído el timbre. He cogido el aparato. No me he enterado bien. He dejado el teléfono. He dicho: «Amador». Ha venido con sus gruesos labios y ha cogido el teléfono. Yo miraba por el binocular y la preparación no parecía poder ser entendida. He mirado otra vez: «Claro, cancerosa». [...] Amador sonríe porque alguien le habla por teléfono. ¿Cómo podremos nunca, si además de ser más torpes, con el ángulo facial estrecho del hombre peninsular, con el peso cerebral disminuido por la dieta monótona por las muelas, fabes, agarbanzadas leguminosas y carencia de prótidos? Solo tocino, solo tocino y gachas. Para los hombres como Amador, que ríen aunque están tristes, sabiendo que el último ratón de la cepa MNA perdido nos indica que nunca, nunca el investigador ante el rey alto recibirá la copa, el laurel, una antorcha encendida con que correr ante la tribuna de las naciones y proclamar la grandeza no sospechada que el pueblo de aquí obtiene en la lidia con esa mitosis torpe que crece y destruye, igual aquí que en el Illinois nativo, las carnes frescas de las todavía no menopáusicas damas, cuya sangre periódicamente emitida ya no es vida sino engaño, engaño. «Betrogene.» Muerte vencida. «Detente, coge el recepto-remisor negro, ordena al Ministro del ramo, dile que la investigación, oh, Amador, la investigación bien vale un ratón.» No rías más y, sobre todo, no eches esas gotitas de saliva que hacen sospechar de tu educación y de tu inteligencia. «En guerra comíamos las ratas. Para mí que son más sabrosas que el gato. De gato estoy ya hasta aquí. Los gatos que hemos tomado. Éramos tres. Lucio, Muecas y servidor.» Proteínas para el pueblo desnutrido.
(Luis Martín-Santos, Tiempo de silencio)
Comente, razonadamente y empleando ejemplos, dos rasgos presentes en el texto siguiente que permitan justificar que pertenece al realismo social.
TEXTO 4
El camarero hace gestos con la cabeza y llama al echador. Luis, el echador, se acerca hasta la dueña. -Señorita, dice Pepe que aquel señor no quiere pagar.
-Pues que se las arregle como pueda para sacarle los cuartos; eso es cosa suya; si no se los saca, dile que se le pegan al bolsillo y en paz. ¡Hasta ahí podíamos llegar!
La dueña se ajusta los lentes y mira.
-¿Cuál es?
-Aquel de allí, aquel que lleva gafitas de hierro.
-¡Anda, qué tío, pues esto sí que tiene gracia! ¡Con esa cara! Oye, ¿y por qué regla de tres no quiere pagar?
-Ya ve... Dice que se ha venido sin dinero.
-¡Pues sí, lo que faltaba para el duro! Lo que sobran en este país son pícaros.
El echador, sin mirar para los ojos de doña Rosa, habla con un hilo de voz:
-Dice que cuando tenga ya vendrá a pagar.
Las palabras, al salir de la garganta de doña Rosa, suenan como el latón.
-Eso dicen todos y después, para uno que vuelve, cien se largan, y si te he visto no me acuerdo. ¡Ni hablar! ¡Cría cuervos y tesacarán los ojos! Dile a Pepe que ya sabe: a la calle con suavidad, y en la acera, dos patadas bien dadas donde se tercie. ¡Pues nos ha merengao! (Camilo José Cela, La colmena)