01.- Orígenes antiguos, disciplina nueva

"Somos una carga pesada para el mundo y los recursos apenas dan abasto; las quejas llegan de todas partes y las necesidades aumentan continuamente, pese a que la naturaleza ya no puede soportarnos. Debemos encarar los hechos y aceptar que el hambre, la enfermedad y las guerras y las inundaciones, ponen barreras a una humanidad que crece."

"Somos unánimes en la convicción de que la seguridad, el bienestar y la misma supervivencia del planeta dependen ya de cambios en las estructuras institucionales y en el uso de los recursos."

"…nuestra civilización está en proceso de colisión con el mundo natural y no quedan más que una o muy pocas décadas antes de perder la oportunidad de eliminar la amenaza que encaramos ahora y de que la humanidad se encuentre con una perspectiva (de recursos y servicios naturales) inconmensurablemente disminuida."

"Tenemos el pie atorado en el acelerador y rodamos hacia el abismo."

Podría parecer que las cuatro frases están dichas por personas de carácter extremista, ecologistas revolucionarios, radicales intransigentes, individuos antisistema o, quizás, algo más peligroso aún. Sin embargo, al buscar su autoría nos llevamos varias sorpresas. La primera frase:

No nos sorprendería en absoluto de no ser por su fecha de origen: fue escrito por Tertuliano, en su De Anima, allá por el año 200 d.C., cuando la tierra “soportaba” poco más de 300 millones de humanos, más o menos los que hoy viven en Norteamérica (Marcos, 2001)

Dando un buen salto en la línea del tiempo, la segunda frase corresponde al famoso Informe Brundtland, denominado oficialmente Nuestro Futuro Común que fue desarrollado por la Comisión Mundial Sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo (CMMAD) entre 1984 y 1987. Pone el énfasis en que el sistema económico y el de producción dominantes no son adecuados y promueve su cambio.

La tercera data de 1993 y pertenece al “Aviso a la Humanidad de la Comunidad Científica”, realizado por más de 1.500 científicos, entre ellos 99 Premios Nobel. En ella se critica el modo de actuar de esta civilización contra el medio natural y avisa de su pérdida.

La cuarta, y última, fue realizada en el marco de la COP-15, la Conferencia de las Partes sobre Cambio Climático de las Naciones Unidas celebrada, en 2009, en Copenhague; famosa por los enfrentamientos entre los países enriquecidos y empobrecidos, dentro del evento; y por los choques entre sociedad civil y cuerpos represivos fuera del evento.

Evidentemente, las citas no corresponden a lo que indicaba la primera percepción, sino a personajes significativos en las esferas social y política y en las que subyace un denominador común: existe una gran preocupación ambiental y ésta ha estado presente desde muy antiguo. Se podría discutir si el enfoque de las afirmaciones es antropocéntrico, con una visión recursista del planeta o si comparten la causa o el origen del motivo de preocupación. En todo caso, lo que demuestran es que, efectivamente, hay una situación de crisis ambiental o de emergencia planetaria causada por un modo de vida que provocó la Revolución Industrial y la manera de entender la relación del ser humano con su entorno, con la naturaleza, con otros seres humanos. Es en ese territorio en el que se mueve la educación ambiental. Pero, ¿qué es la educación ambiental? ¿Cómo se ha ido construyendo? ¿Qué ha hecho? ¿Cuál es su futuro?... ¿Cuál es su historia?

De rerum natura (“Sobre la naturaleza de las cosas”) tratará de buscar la naturaleza de la relación entre educación y medio ambiente atravesando una secuencia de hitos históricos. Haremos la arqueología necesaria para averiguar cuando se formó el binomio y al dar los primeros pasos en este camino, ya que al igual que Palmer (1998), nos planteamos: ¿Es realmente importante conocer cuándo los dos términos “medio ambiente” y “educación” se utilizaron por primera vez conjuntamente? La respuesta es sí, por varias razones. Galeano, en El libro de los abrazos, nos da una: “Recordar: Del latín re-cordis, volver a pasar por el corazón”. Eso pretendemos, volver a pasar por el corazón aquello que haya aportado algo a la construcción de la educación ambiental, re-conocer su contribución y su valor, y re-escribir para re-construir.

Por una parte, es necesario deshacer la idea de algunas personas que se dedican hoy día a la educación, que sostienen que la educación ambiental es algo nuevo, un producto de nueva creación debido a nuestra creciente preocupación por el medio ambiente, fruto de iniciativas curriculares recientes. Por el contrario, el movimiento de educación ambiental en todo el mundo proviene de hace algunos siglos y en su trayecto ha ido evolucionado notablemente.

Por otra parte, hay una deuda con quienes fueron precursoras en el pasado y esta es una buena disculpa para traer a la memoria a un gran número de personas que aportaron su grano de arena para la construcción de la educación ambiental y darles homenaje, para recopilar publicaciones, congresos y conferencias que intentaron cambiar el mundo, para recordar ideas, teorías, conceptos que forman parte del andamiaje de este ámbito de conocimiento… Hoy, la educación ambiental, como otras áreas del saber, es un producto debido a su historia.

De paso, queremos hacer ver que la historia de la educación ambiental no se ha esculpido exclusivamente con las manos del sistema ONU, sino que ha habido multitud de personas, instituciones y entidades que reclaman su protagonismo en la misma. Por supuesto sin quitar ni negar el mérito de ONU, Unesco, PNUMA… en aquellos ámbitos que sí les atañen y reconociendo su labor y su compromiso con la educación ambiental, en un principio, o con la educación para el desarrollo sostenible, en un final. Vamos a añadir a la “historia geográfica” de la educación ambiental, como son las referencias de Estocolmo, Belgrado, Tbilisi, Moscú, Río o Johannesburgo, la “historia humana” de personas y sus ideas, de sus pensamientos, investigaciones y trabajos. No serán historias lineales, serán historias recurrentes, ya que no son puntuales, sino que vuelven a surgir con voz propia o por boca de otras personas.

Por último, exponer el complejo conjunto de hitos de la educación ambiental puede servir de referencia a quien se acerca a este mundo y evitar la frustración de grupos de personas que pasan el tiempo ideando valiosos objetivos y directrices para la educación ambiental, cuando, a menudo no hacen más que reproducir los productos de los talleres anteriores, conferencias y publicaciones.

En definitiva, trataremos de ofrecer hechos, líneas de pensamiento, tendencias e ideologías varias, de tal manera que consigan, entre todas, fomentar un espíritu crítico que pueda llegar a proponer la reinvención, incluso, del fuego.

El camino andado por la EA (en adelante, educación ambiental) está marcado por las grandes tendencias de la historia de la humanidad en dos ámbitos evidentes: el de la E de educación y el de la manera de entender la A de ambiente o, cuando menos, el papel y relaciones del ser humano dentro de la biosfera. En el ámbito de la E, la comprensión actual de lo que constituye la educación en el siglo XXI, a trazos muy gruesos, se inició en el siglo anterior con el movimiento de educación progresista impulsado por Dewey (1959), avanzó con el concepto de un currículum en espiral de Bruner (1966), prosperó con el aprendizaje significativo de Ausubel (1968), creció con la psicología cognitiva de Piaget (1970), se aderezó con la pedagogía de la liberación de Freire (1971), prosperó con el constructivismo social de Vygotsky (1978), y continúa con las recientes investigaciones sobre el cerebro por parte de Kotulak (1996) y las que hacen referencia a la importancia de los contextos (socio-familiar, clima del aula, metodologías…).

En la esfera

de la A, de ambiental, se enmarcan una serie de hechos cruciales como puedan ser la crisis de los lagos suecos causada por la lluvia ácida, a su vez, generada por las centrales térmicas británicas; la protesta social alrededor de mayo del 68; la preocupación institucional por la conservación y la gestión de recursos de los años 70; la crisis planetaria y el nuevo orden mundial al final de la guerra fría que buscaba la cooperación entre las grandes potencias de los años 80, la mundialización y el “globalitarismo” de los años 90, y la crisis de seguridad y la gran estafa económica, disfrazada de crisis, de la primera década del siglo XXI. Además de los hechos, también hay que tener en cuenta la evolución de las maneras de entender las relaciones de los humanos con su entorno a través de la filosofía, la religión, la ciencia o la cultura o de la aparición de términos como ecología, desarrollo sostenible o globalización.

Estas dos dimensiones se dibujan como dos ejes que, añadiendo la dimensión temporal, nos ofrecen un escenario tridimensional en el que los hechos aparecen iluminados con luz propia, más o menos intensa según su valor relativo y relacionados con otros hechos anteriores o posteriores que, en conjunto, constituyen una trama, la trama de la educación ambiental. Esta trama, esta urdimbre tridimensional, refleja su dinámica evolutiva como la de un organismo espinoso, enmarañado y brillante, como la de una planta. El tejido se va tramando con unos hilos, primitivos y muy dispersos, que indican los diversos y dispares puntos que, juntos, conforman la protohistoria y la prehistoria de este campo del conocimiento.

Con el paso del tiempo, algunas formas y líneas buscan conexiones, se van arremolinando, entremezclando y uniéndose entre sí, de tal manera que, hacia los años 70 y 80 se percibe una especie de tronco estable y compacto. Comienza la historia. Es el momento, quizás, de mayor estructuración de la educación ambiental.

Siguen pasando los años y aparecen nuevos elementos, como el concepto de desarrollo sostenible, que a finales de los 90, hacen bifurcarse y diversificarse a las líneas que formaban el tronco de la planta para formar un enramado, entrelazado entre sí, pero con voluntad de dispersarse y dar hojas y frutos diferenciados de las demás ramas.

Coincidiendo con McCrea (2006), el campo de la educación ambiental en ocasiones se ha comparado con un próspero, con un robusto árbol con muchas ramas en representación de la diversidad y la variedad de campos de actuación. Teniendo en cuenta las distintas definiciones, la multitud de programas, la profusión de materiales, y el fractal de crecimiento similar a la del campo, tal vez la comparación con un árbol sea adecuada. Pero, ¿qué hay bajo tierra? ¿Cuáles son los las raíces del campo? Al igual que con un árbol, las raíces de la educación ambiental son extensas y diversas. Ellas proporcionan el apoyo para el campo actual mientras garantizan el suministro de alimento para el futuro crecimiento.

Hoy, hay ramas que buscan reencuentros y otras que siguen su propia dirección. La trama de la educación ambiental presenta una apasionante visión de visiones de la naturaleza de la educación ambiental y abre caminos al pensamiento interdisciplinar, al sistémico y al complejo. Vamos a intentar desenmarañar en lo posible raíces y ramas. Las hay relacionadas con la evolución del concepto de medio ambiente, otras con la manera filosófica de entender la relación del ser humano y la naturaleza, otras con el desarrollo de la educación o con la evolución de la pedagogía… “Y va brotando, brotando, como el musguito en la piedra” cantaba Mercedes Sosa.

¿Qué visiones de la educación y del medio ambiente han convivido a lo largo de la historia? ¿Cuándo se habla por primera vez de educación ambiental? ¿Cómo se define en sus primeros momentos? ¿Cuál ha sido el desarrollo de la educación ambiental, especialmente, en los últimos 40 años? ¿Es cierto que su objetivo es cambiar conductas? ¿Se dedica exclusivamente a los pájaros y árboles, a la naturaleza? ¿Cuál es el papel del sistema de Naciones Unidas en su evolución? ¿A qué responde la propuesta de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) en los años 90? ¿Cuál es la foto actual? ¿Qué espacios de encuentro y divergencia se encuentran entre las diferentes visiones?…

Intentaremos buscar respuestas.

Este ensayo participa en la búsqueda de respuesta a estas y otras preguntas, a través de:

· Los elementos del contexto histórico que han influenciado el surgimiento, desarrollo y evolución de la educación ambiental,

· Los documentos filosóficos, educativos, políticos, científicos o de otro carácter que forman parte de los precursores de la educación ambiental, así como de los que han aportado a su definición, crecimiento, concreción, expansión, reflexión…

· Las grandes conferencias internacionales que han cocido a fuego lento la actual educación ambiental, tanto sus primeros pasos, como su posterior evolución y debate interno.

· Trataremos de visibilizar el papel de la mujer en este recorrido usando siempre su nombre y apellido en las entradas de los hitos. Imitando al maestro Paulo Freire (2002),”a veces prefiero afear la frase para hacer explícito mi rechazo del lenguaje machista”.

· Se ofrece atención específica a los hitos que han contribuido a la educación ambiental que sufrimos y disfrutamos en el Estado español (epígrafes con asterisco inicial).

Las referencias son minimalistas con la ingención de generar en quien lee la curiosidad, el interés y la motivación que impulsen a buscar más información y profundizar sobre los hitos propuestos.

Pero, ¿por dónde empezar? Como en toda genealogía, hay cierta discrepancia entre los puntos de vista sobre la historia de la educación ambiental. Esto fue señalado expresamente por G. Carlton (1997, citado en Ermer, 2006): “Cada vez que uno investiga la historia de un movimiento, es probable que encuentre una gran variedad de opiniones con respecto a las circunstancias y detalles que dieron origen a la entidad, tal como existe hoy en día” (Carlton, 1997). De esta manera, puede decirse que la educación ambiental se remonta, de una forma u otra, a más allá de un siglo; sin embargo, hasta la década de 1970 no se tomaron medidas para su materialización.

A lo largo de su historia, la educación ambiental ha sido abordada como contenido, como proceso, como plan de estudios, como orientación, como un problema, como un enfoque holístico (Gough, 1997, citado en Orellana, 2001), como herramienta, instrumento o, incluso, como “elemento indispensable para alcanzar el desarrollo sostenible”, tal y como cita la Proclamación de la Década de las Naciones Unidas de la Educación para el Desarrollo Sostenible (ONU, 2002). De la misma manera, también ha presentado varios objetivos: la conservación de la naturaleza, la gestión de recursos, la resolución de los problemas ambientales, la comprensión del ecosistema, la mejora de espacios habitados por los seres humanos, la discusión de los problemas ambientales globales...

Vamos a hacer un recorrido cronológico intentando esclarecer la trama. Para ello vamos a tomar como referencia base el artículo Environmental Education's Definitional Problem (“El problema de definición de la educación ambiental”) que, en 1983, escribió John F. Disinger, profesor emérito en la School of Natural Resources in the College of Food, Agricultural, and Environmental Sciences, Ohio (EE.UU.). El artículo tuvo una reedición y actualización en 1997 y, tal y como se presenta, es una escritura clásica en el campo de la educación ambiental. Se proyectó como un intento de examinar las diversas definiciones relacionadas en su momento con la educación ambiental. Aunque está escrito para su publicación en 1983, su mensaje sigue teniendo sentido para los estudiosos de educación ambiental. Sin duda, ayuda al individuo a comprender las raíces de la educación ambiental y ayuda a definir mejor lo que es la educación ambiental, y lo que no es, ya que el problema de definición de educación ambiental ha sido muy significativo por multitud de razones.

Encontraremos hitos a escala internacional, muy relevantes y con gran eco, así como otros más pequeños, discretos y que apenas hicieron ruido, pero que -a criterio del autor- merecían el reconocimiento por su aportación a este campo. Como casi siempre, una enumeración de esta índole albergará olvidos y omisiones, y contendrá referencias que a priori se enjuicien como lejanas a la cuestión central. Sin embargo, los que aparecen son necesarios y, espero, suficientes para contar una historia –otra– de la educación ambiental.