1991

1991. Cuidar la Tierra. Estrategia para el Futuro de la Vida. UICN, PNUMA y WWF

Esta publicación, que amplía y subraya el mansaje de la Estrategia Mundial para la Conservación, de 1980, contiene los principios de una sociedad sostenible, las acciones que se requieren en relación con la actividad humana y algunos componentes de la biosfera y aborda los temas de energía, asentamientos, sectores industriales, agua, océanos y tierras forestales.

Expone nueve principios para llegar a una “sociedad sostenible”: respetar y cuidar la comunidad de los seres vivos, mejorar la calidad de la vida humana, conservar la biodiversidad, reducir al mínimo el agotamiento de los recursos no renovables, mantenerse dentro de la capacidad de carga de la Tierra, modificar las actitudes y prácticas personales, facultar a las comunidades para que cuiden su propio ambiente, proporcionar un marco nacional para la integración del desarrollo y la conservación y forjar una alianza mundial.

El documento señala que:

Para adoptar la ética de la vida sostenible, las personas deben reexaminar sus valores y modificar su comportamiento. La sociedad debe promover valores que aboguen por la nueva ética y se opongan a los que sean incompatibles con una forma de vida sostenible. Se debe difundir información mediante sistemas educativos formales y no formales, a fin de que puedan explicarse y entenderse las políticas y las acciones necesarias para la supervivencia y el bienestar de las sociedades mundiales”. (UICN, PNUMA, WWF, 1991)

En las acciones referidas a este principio se apuntan las siguientes acciones:

· Garantizar que las estrategias nacionales destinadas al logro de la sostenibilidad contengan medidas para motivar, educar y capacitar a los individuos para llevar una vida sostenible.

· Revisar el estado de la educación ambiental e integrarla en los programas educativos oficiales.

· Fijar las necesidades de capacitación para una sociedad sostenible y planificar la respuesta.

Este documento habla del respeto por la vida y del mejoramiento de la calidad de la misma; de la preservación de la fortaleza y de la diversidad de la biosfera salvaguardando los ecosistemas y consolidando el uso sostenible de los recursos naturales y de la biodiversidad; y de la participación de las comunidades en el cuidado de su medio ambiente.

Para Pujol (1998), el informe:

Daba importancia a la relación entre medio ambiente y desarrollo, reconociendo la íntima relación existente entre desarrollo social y ecológicamente sostenible, un desarrollo capaz de proporcionar mejoras reales en la calidad de vida humana y, al mismo tiempo, conservador de la vitalidad y diversidad de la Tierra. Dicho informe reemplazaba el elaborado en los años 80 en que sólo se manifestaba como objetivo el mantenimiento de los procesos ecológicos esenciales, la preservación de la biodiversidad y el uso sostenible de los recursos naturales terrestres.

1991. La ciudad de los niños. Tonucci

Francesco Tonucci (1941), es un psicopedagogo italiano, también conocido por el seudónimo “Frato” como humorista gráfico representando una visión satírica del mundo de la enseñanza.

En 1991, el Ayuntamiento de Fano –si ciudad natal- abrió un laboratorio educativo llamado «Fano, la ciudad de los niños», que fue dirigido por Tonucci. El objetivo de la experiencia era repensar la ciudad, su infraestructura, organización y funcionamiento, y modificarla tomando a la infancia como parámetro. Los ejes de este experimento eran ceder la palabra a la infancia, introducir a los menores en el pensamiento de los adultos a la hora de planificar y tomar decisiones sobre la ciudad y, finalmente, cambiar realmente la ciudad.

“La desaparición de los niños de las calles afecta mucho a la ciudad; la ciudad sin niños es peor”, apunta Tonucci, quien resalta que “los adultos somos peores si no nos controlan los niños, peores como personas, como conductores, etc. y la ciudad se hace más insegura”. Paradójicamente, “no dejamos salir solos a los niños, pero la calle es peligrosa porque no hay niños”. Llevada a la educación, su propuesta es que los niños han de aprender a llegar a las escuelas solos, con sus compañeros, sin adultos, desde los seis años en adelante.

“Es un experiencia complicada pero funciona, y da muchas satisfacciones tanto a los niños como a las familias que descubren que tienen hijos más capaces de lo que creían”, destaca el psicopedagogo, que asegura contar con años y años de este tipo de experiencias sin que se hayan registrado accidentes. (Ramajo, 24-2-2013)

Son muchas las experiencias que se esparcen por el mundo a partir de Fano. Poner a la criatura en medio del proceso de enseñanza-aprendizaje y tomar en serio sus “ocurrencias” es un aspecto fundamental para Tonucci, tanto para su desarrollo como para humanizar las ciudades.

Si los niños pudiesen de nuevo salir solos de sus casas se resolverían muchas contradicciones que hoy hacen difícil su vida cotidiana y la de la misma ciudad. La infancia pasa hoy mucho tiempo en casa, y es en el hogar donde se dan, según las estadísticas, el mayor número de accidentes. ¡Los mantenemos dentro de casa para defenderlos de los peligros externos y los dejamos precisamente en el lugar más peligroso! Pero el espacio doméstico siempre será peligroso, por más prevención que hagamos, si el niño pasa la mayor parte de su tiempo dentro de casa sin saber qué hacer. Niñas y niños pasan demasiado tiempo frente al televisor, cuestión que preocupa a todos los padres y educadores occidentales. Ciertamente, podemos prohibirles que vean mucha televisión, pero esto supone vivir un continuo conflicto con ellos. Sin embargo, podemos hacer realidad la única experiencia que, en todas las encuestas, es más deseada que el ver la tele: jugar con los otros niños. Los niños van la escuela sin tener experiencias personales, vivencias individuales que comunicarse y confrontar con los otros, puesto que viven en grupos preconstituidos en las diversas escuelas a las que asisten, sean públicas o privadas; y asisten a los mismos espectáculos que les ofrece la televisión, iguales para todos. También la propia escuela, para cumplir bien su tarea de momento de elaboración cultural, a partir de los conocimientos del alumnado, tendría necesidad de unos niños más autónomos, más ricos, más protagonistas.

Repensar la ciudad, quererla distinta, adaptada a todos, incluso a la infancia, es una necesidad urgente; no se trata de retroceder hacia el pasado en busca de un romanticismo rural o de barrio de los años 40, sino de preparar para un futuro distinto, no exclusivamente controlado por la producción comercial. Un futuro en el que exista el deseo y la posibilidad de pensar en el bienestar y en la solidaridad. De ese futuro, los niños son símbolo, reto y garantía. (Tonucci, 1994)