Fito Ferreiro Seoane (A Coruña, 1962) es un reconocido activista gallego, que lucha contra toda clase de igualdades, defendiendo así al colectivo al que pertenece, el LGTBIQ+, y también enfrentándose a otras desigualdades como el machismo o el racismo. Trabaja como camarógrafo en la TVG, donde ocurrieron una serie de actos homófobos: “Hubo a lo largo del tiempo una serie de actos que han hecho que mi carrera profesional se estancara durante un tiempo”. Viaja por España para ayudar con distintas campañas, como la que, en A Coruña, se dedica a dejar huella y a orientar a la gente LGTBI por un camino donde no reciban agresiones o discriminación.
—¿Cuándo y cómo decidió su orientación sexual?
—La orientación sexual no la decide uno. En un momento dado una persona sabe que es gay, que es heterosexual o que es bisexual y va asumiendo su propia orientación sexual. No hay un momento en que tú decides. Naces de esta forma. ¿Cuándo te das cuenta? Yo creo que ya de pequeño, con 6 o 7 años, ya sabía que era especial, que tenía otra forma diferente a la que mis amigos hablaban de las chicas y la forma de entender la vida y de cómo se relacionaban con las personas. De pequeño no sabía que era gay; sabía que era diferente pero en verdad aún no sabía que era gay. Luego te vas dando cuenta, vas sabiendo cosas de la vida, sabiendo lo que es la homosexualidad, la heterosexualidad, el LGTBI; y entoces es cuando ya empiezas a asumir tu verdadera orientación. Luego cada persona diferente tiene sus etapas, un poco por la gente que tiene alrededor, por la cultura, por la familia que siempre te puede ayudar o te puede hacer que tardes un poquito más.
—¿Quién fue la primera persona a la que le contó su orientación sexual, por qué lo hizo y cómo lo recuerda?
—La primera persona a la que le conté mi orientación sexual, que yo era gay, aparte de las primeras parejas que pude tener o en especial la pareja que tuve cuando tenía 20 años, pues fue a un compañero de trabajo, un amigo en verdad. ¿Cómo lo recuerdo? Recuerdo que me preparé y me dije: “Yo tengo que empezar a decirle a la gente que quiero, con la que vivo todos los días que tiene que empezar a conocer al Fito de verdad, a la persona que soy realmente”. Entonces decidí decírselo a Juan porque era amigo, me llevaba bien con él y estuve como durante un mes preparando un discurso interior, cómo se lo voy a decir, y también preparé las respuestas por si la contestación de él no era agradable. La verdad es que si respondía bien no preparé nada porque siempre tienes el miedo a que conteste mal o que reaccione mal. Lo cierto es que quedé con él, estuvimos charlando y le dije que yo era gay. Me dijo que no pasaba nada, que no cambiaba nada y fue tan bien la charla que de todo ese discurso que yo tenía preparado por si decía cosas que no me gustaban no pude decir nada y me chafó un poco la conversación, me quedé un poco chafado. Luego te quedas con el miedo durante un tiempo de que si eso que te dijo es verdad o no es verdad. Es decir, tiene que pasar el tiempo para darte cuenta de que Juan sigue siendo mi amigo y que lo que dijo aquel día hace veintitantos años sigue siendo verdad. ¿Por qué lo hice? Porque llega un momento en que estás cansado de llevar una doble vida, de no ser tú mismo, de no contar parte de tu vida, de que tienes novio, de que los fines de semana te vas a la playa con tu novio. No se lo dices a nadie y estás jugando en dos vidas, viviendo dos vidas. Y eso es malo para todas las personas. Entonces, lo hice por eso.
—Y, a continuación, ¿cómo contó a su entorno cercano su orientación sexual?
—Lo fui contando poco a poco. Porque no es que un día se lo cuentes a una persona y al día siguiente a otra. Como comentaba antes antes, tuve que esperar que Juan viera que realmente lo que me dijo yo notara que era verdad, que me seguía tratando igual. Se lo dije a otro amigo, después se lo dije a mi hermano, después lo fui diciendo en diferentes ambientes y los últimos fueron mis padres porque te da miedo. Cada persona es diferente, pero a mí me daba miedo la reacción de mis padres, temía perderlos, porque los quería mucho y, aunque no estén aquí, los sigo queriendo. Pero tienes miedo. Como también soy activista LGTBI, al salir en prensa, ya salí en el trabajo. Yo creo que es una de las cosas que mejor he hecho, el poder salir del armario y ser yo mismo en todos sitios. Las personas LGTBI, las personas gays, se puede decir que estamos saliendo constantemente del armario. No todos los días, pero en cuanto cambias de situación. Si cambias de trabajo, si viajas a un sitio y conoces a gente nueva siempre tienes que estar saliendo del armario, y es como que nunca acabas de salir. Yo puedo decir que estoy completamente fuera del armario y toda la gente que lo tiene que conocer lo sabe.
—Nos acaba de decir cómo le contó a sus conocidos que pertenecía al colectivo LGTBIQ+. ¿De qué modo le aceptaron?
—Yo creo que en general bastante bien. Yo tuve suerte con los amigos y con los compañeros de trabajo. Siempre hay alguien, sobre todo en el entorno laboral, que dice algún chiste o que hay alguna mirada o que pasa algo así. Pero, en general, yo tuve suerte. Creo que las generaciones de hoy en día lo tenéis o lo tienen más fácil y pueden salir con mucha mayor facilidad. Yo salí un poquito tarde del armario; ojalá hubiera salido antes. Como decía, los condicionamientos sociales, familiares y culturales hacen que uno salga, pero yo soy de una época en la que era difícil ser gay.
—¿De qué manera cambió su vida el ser gay?
—Primero tienes que aceptarte a ti mismo, aunque cuesta muchísimo, sobre todo a la gente de mi generación. Hay gente de las generaciones de ahora que sí que tienen la suerte de poder llevarlo muy bien y otra gente que no lo lleva tan bien, pero tenemos que seguir luchando. Pero lo primero, para salir del armario, hay que entrar en el armario. Entrar en el armario es entrar y decir: “Soy gay”, y ser consciente de que eres gay. Eso cuesta mucho, pero en cuanto eres consciente de que eres gay, lo que tienes que intentar hacer es intentar vivir tu vida, intentar salir fuera. El salir del armario es lo mejor que he hecho en mi vida y el vivir libremente como realmente soy y que todo el mundo me conozca como soy. Esto es algo que yo aconsejo a todas las personas, que salgan del armario, que sean ellas mismas, que no tengan miedo y que, si en algún momento alguien queda por el camino, en la vida es mejor tener amigos que te quieren, personas que te quieren, a no estar viviendo tu vida. Por supuesto que cada uno sale del armario en el momento que le interesa, en el momento que está preparado, en el momento que cree que su entorno está preparado. No tienes que salir del armario, coger hoy, llegar a tu casa y decirlo, pero sí que aconsejo que vayas preparando el terreno y te vayas preparando para salir lo antes posible y poder vivir realmente tu vida.
—¿Cuándo y por qué entró en el activismo LGTBIQ+?
—Yo entré en el activismo LGTBI porque yo me consideraba una persona normal y corriente, una persona como todo el mundo. Trabajaba, pagaba unos impuestos, iba al cine, iba a conciertos, tomaba copas, me compraba un coche, compraba en el supermercado de mi barrio, en el mercado… Hacía lo que cualquier persona de este país hace. Entonces, ¿por qué me consideraban de segunda categoría? ¿Por qué no tenía ciertos derechos? ¿Por qué me insultaban por amar a otro hombre? Entonces yo decía: “Yo no he hecho nada, yo he nacido así. No me puedo conformar con ser una persona de segunda división, con no tener ciertos derechos”. Así que empecé a luchar y a meterme en el activismo porque lo pasé muy mal de joven, lo pasé muy mal en el armario. Yo tenía 14 años cuando murió Franco, estamos hablando de la dictadura, estamos hablando de una época bastante gris y oscura. Por lo que, como yo lo pasé mal, lo que quiero es que las nuevas generaciones como vosotros y vuestros compañeros y compañeras no lo pasen tan mal como yo, que tengan una vida mucho más hacia delante de la que tuvo nuestra generación
—Durante su horario de trabajo, una persona cometió un acto homófobo dirigido hacia usted. ¿Cuáles fueron las consecuencias laborales y personales de esta acción?
—No hubo un acto homófobo por decirlo así, un acto solo. Hubo a lo largo del tiempo una serie de actos que han hecho que mi carrera profesional se estancara durante un tiempo. Lo que he hecho yo, y que es un poco lo que he aprendido, es luchar por mis derechos. Yo soy activista LGTBI pero también soy sindicalista y he estado en el sindicato y en los comités de empresa. Entonces, decidí luchar por mi dignidad y luchar también un poco por la dignidad de todos los que pasamos ese proceso. La lucha contra la LGTBIfobia en el trabajo es muy difícil, pero yo tenía que dar esa lucha. Seguimos en proceso judicial y a ver qué dicen los jueces, pero es importante que donde trabajas puedas demostrar cómo eres y ser tú mismo, porque, al final, donde trabajas pasas como mínimo 8 horas al día. Estar viviendo ahí esa doble vida es muy fastidiado. Por eso tenemos que conseguir que los puestos y centros de trabajo sean lugares libres de LGTBIfobia.
—Durante su día a día, ¿cómo le afecta a nivel social pertenecer a la comunidad LGTBIQ+?
—Ahora estoy ya contento conmigo mismo y en el ámbito social donde me muevo, aunque sí que es cierto que también vamos buscando amigos, gente con la que te encuentras más cómodo. No solo en el LGTBI sino que si te gusta más el cine, la literatura o, si te gusta viajar, vas rodeándote de amigas, amigos y amigues que te quieran y te acepten y tú los aceptes a ellos. Hoy en día me encuentro muy feliz. Lo digo de verdad. Sé que hay momentos en que las personas LGTBI tenemos problemas, pero yo me encuentro feliz porque nunca pensé en vivir lo que estoy viviendo ahora. Cuando tenía vuestra edad, no pensaba que podía estar casado, no pensaba que pudiera hacerlo con 100 invitados, con mis padres y con toda mi familia. Llegué ayer de viaje con mi marido y estuvimos por Italia, paseando los dos, pero también vamos a comer a casa de los padres de mi marido o a casa de mis primos. Estamos haciendo una vida muy normalizada. Todas son normales, con las diferencias de cada uno, pero yo creo que estoy teniendo suerte y muchas de las personas LGTBI de este país estamos teniendo la suerte de poder vivir con cierta libertad y vivir nuestra vida, Eso no quiere decir que no existan problemas, ni que no existan problemas a ciertas edades, ni que no existan problemas en los trabajos ni en los centros escolares, pero sí que es cierto que yo me encuentro muy bien.
—Anteriormente usted nos dijo que una persona se daba cuenta de que era gay sobre los seis, siete u ocho años. ¿Usted se sintió atraído, le empezó a gustar o se enamoró de alguna persona en Educación Primaria o a principios de Secundaria o se dio cuenta más tarde?
—Primero, matizo, no sé si dije que una persona se da cuenta de que es gay a los cinco o seis años. Me di cuenta yo, pero cada persona es diferente y hay gente que se da cuenta más tarde por los condicionamientos culturales o por la vida que tiene, o hay gente que se da cuenta a los veinte años. Es una etapa en la que una persona bisexual que termina tirando más hacia la homosexualidad o al revés. No podemos decir que haya una fecha en la que uno se da cuenta de que es gay. Yo sí creo que me di cuenta a los cinco o seis años. ¿Si me enamoré de alguien en infantil? No tengo ni idea. En EGB sí. En EGB tuve un amigo del que estuve muy enamorado. Creo que fue mi primer amor y se llamaba Guillermo.
Ferreiro en una manifestación de su sindicato, CCOO. | CEDIDA
—¿Cómo ha sido la evolución de la discriminación homófoba a lo largo del tiempo y en qué momento nos encontramos ahora?
—Yo creo que en los últimos quince años, desde que se aprobó la ley de matrimonio igualitario, en este país hemos avanzado mucho, en este y en muchos otros; pero en este país, sobre todo, porque fue de los primeros en aprobar la ley de matrimonio igualitario. Luego, en 2007, se aprobó la ley trans, aunque ya quedó anticuada y hay que mejorarla, algo que se está viendo ahora con la nueva ley. Pero creo que sigue habiendo LGTBIfobia, aunque existen muchas clases distintas de esta fobia: existe la LGTBIfobia interior, en la que uno no se acepta y se rechaza; existe la LGTBIfobia exterior, social, que, aunque no te insultan, se ríen cuando pasas y no te tratan como deberían; y luego hay la directa, que sí que te insultan, te dan un tortazo o alguna cosa peor. Siguen existiendo las tres, mucho menos que hace quince años, pero siguen ahí, sobre todo en ciertas edades, en ciertos ambientes y en ciertos lugares. Por lo tanto, sigue existiendo esa LGTBIfobia y tenemos que seguir luchando, porque sigo siendo activista y porque quiero que esa LGTBIfobia se acabe. Ahora, es muy difícil acabar con ella, pero igual que es difícil acabar con el machismo, porque es algo que impera en la sociedad, que nos ha sido inculcado desde hace siglos y siglos, como forma de pensar y de entender el mundo. Porque, al final, la LGTBIfobia y el machismo tienen el mismo origen, que es el heteropatriarcado, que es el hombre heterosexual blanco, que es el que supuestamente tiene el poder. Pero sí, es el heteropatriarcado el que nos machaca por ser diferentes, por no ser iguales a lo que ellos creen que debemos ser todas, todos y todes. Yo creo que debemos seguir luchando, que es lo que estáis haciendo vosotros y vosotras hoy aquí, en los centros escolares. Por eso es importante que déis a conocer estas realidades, que se empiece a trabajar, desde aquí, desde la educación, contra la LGTBIfobia y contra el machismo.
—¿Y cree que estas personas se deberían de tratar con algún tipo de terapia para superar la homofobia?
—Yo no creo en las terapias. Creo que tenemos que educar desde el principio básico, casi desde que nacemos. Ese es un trabajo que va costando y que tenemos que ir haciendo nosotros. Creo que ahora os toca a vosotros y a vosotras el iros educando y después vosotros educaréis a las siguientes generaciones para que, entre todos, todas y todes, empecemos a construir un mundo mejor, más igualitario, donde no exista ningún tipo de machismo o LGTBIfobia.
—Hay un amplio rango de personas que sufren por su homosexualidad y, según nuestras fuentes, usted intenta con todo su ánimo parar esta situación. ¿Cómo trata de impedir esto?
—Intentamos ir dando pautas, ir dejando huellas para que se empiece a encaminar. Yo creo que imponer algo es contraproducente y no se debe hacer, porque, al final, lo que consigues es un rechazo de la persona hacia su realidad. Lo que hay que hacer es un trabajo de campo, un trabajo de educación y luego también un trabajo de visibilidad. Por eso las personas que estamos en el activismo nos hacemos tan visibles: salimos con nuestras parejas para que nos vean, porque la LGTBIfobia no deja de ser un miedo a lo desconocido. Entonces, si la gente empieza a ver cómo nos sentimos, cómo amamos, cómo pasamos el tiempo libre, vamos dando pasos. Además, como hablábamos antes, la educación es primordial.
—¿Podría ofrecernos algunas propuestas para impedir la discriminación homófoba?
—Yo creo que desde aquí, desde donde estáis vosotros, en este instituto, podéis hacer grandes cosas. Primero apoyando a la gente LGTBI, para que el resto de compañeros le muestren su apoyo y que no se sientan discriminados y, así, intentar crear un centro escolar libre de LGTBIfobia. Luego, habría que hablar con las personas que hacen esas discriminaciones: los tutores, los alumnos… Yo creo que hay que hacerlo de una manera siempre amable, salvo que sea una agresión o algo semejante, ya que, si no, estamos entrando en delitos graves que tienen que ir por la vía judicial. Creo que siempre es mejor crear grupos y charlar, darse a conocer y que esté esa persona con personas homófobas, para que conozcan la realidad y se vayan acostumbrando a nuestra realidad.
—Y, mirando hacia delante, ¿de qué manera piensa que puede haber un futuro en el que no haya gente homofóbica?
—Lo que tenemos que hacer es un poco lo que dije antes. Tenemos que luchar, trabajar, en nuestro entorno, para que se vaya haciendo más grande, poco a poco luchando contra esa LGTBIfobia, contra la gente que no nos acepta. Yo creo que es eso, visibilidad y educación. Visibilidad porque, si dejamos de ser visibles, volvemos a estar dentro del armario. Por mucho que te insulten en un momento dado, se vive mucho mejor fuera del armario. Pero tenemos que acompañarnos de la gente que nos aprecia, que nos quiere y trabajar en la lucha por la igualdad, tanto en la nuestra como en la feminista o cualquier otra. Una cosa que tenemos que hacer es luchar siempre, porque cuando nos quedemos parados, los que no creen en la igualdad van a hacer que demos un paso atrás. Por eso tenemos que estar ahí reivindicando nuestros derechos, y por eso es esencial trabajar y hacer proyectos como los que estáis haciendo aquí y ahora.
—¿Qué opina sobre el tipo de insultos de que una persona le llame gay a otra, por ejemplo, por su forma de comportamiento?
—Yo creo que ningún tipo de insulto se puede permitir. Hay momentos que según la persona que me llame gay me lo puedo tomar bien o mal, pero yo creo que si es como insulto a esa persona hay que llamarle la atención y hay que decirle que corrija su forma de hablar. Es muy interesante el vocabulario, ya que tenemos que empezar a utilizar un lenguaje inclusivo y un lenguaje donde no molestemos a las demás personas. Pero no solamente el colectivo LGTBI, sino también el de las mujeres o el de las personas racializadas, los que somos diferentes a lo que se llama la heteronormalidad.
—Por último, en un momento importante de la vida de una persona LGTBI, ¿se experimentan mucha emociones al salir del armario?
—Se experimentan muchas emociones, porque primero tienes miedo. Te cuesta mucho salir del armario porque tenemos un miedo interior que piensa que toda la gente es mucho más homofóbica de lo que es. Por eso tenemos un sentimiento que hace que pensemos que no vamos a tener una relación buena, que las cosas cambien o que salgan mal hace que estos primeros pasos los demos con mucho temor. Luego, creo que poco a poco empiezan a ser pasos alegres, de liberación, donde ya empiezas a ser tú mismo. Hay un estudio de una universidad de Canadá que dice que las personas, cuando salen del armario y están llevando una vida siendo quien de verdad son, suelen ser mucho más felices y no suelen tener depresiones, porque ya han sufrido tanto en su vida que ya relativizan mucho todo lo que les pueda pasar. Por esto creo que la parte final de salir del armario, es mucho más gratificante.