Maryna Martynova (Rovienki, 1991), Maria Kudriavtsena (Kiev, 1993) y Victoria Bekmukhamedova (Kiev, 1991) llegaron al albergue del Centro Europeo de Peregrinación Juan Pablo II del Monte do Gozo en Santiago hace unas semanas, acogidas por iniciativa del párroco de San Marcos, el polaco Roman Wcislo, y del Arzobispado de Santiago, con la ayuda de otras organizaciones y muchos particulares. Cuentan la trágica salida de su país con mucha emoción y están muy agradecidas por la ayuda y la acogida en Galicia. A pesar de que necesitan tiempo para acostumbrarse y hacer algunos trámites legales, hablan sobre su pasado, su presente y su futuro como refugiadas. Un viaje que comenzó con una gran solidaridad al cruzar la frontera: “Cuando entramos en Polonia, los polacos nos recibieron de todo corazón: nos dieron juguetes, comida, había asistencia médica siempre para todos y psicólogos. Y toda la gente tenía un techo para nosotros. Siempre eran muy amables con nosotros y yo me quedé muy emocionada y sorprendida, sin saber que alguien puede recibir a gente ajena tan amablemente”. Un agradecimiento que tienen también para las personas que los acogen y los ayudan también aquí: “Queremos agradecerle mucho a todos los que se preocuparon por nosotras. [...] Yo he descubierto personalmente que todos tienen corazones y que todos tienen lástima de gente que está pasando por una desgracia tan grande como la nuestra”.
—¿Cómo era la vida en Ucrania una semana antes de la guerra?
—[Maria] En la última semana estuve en una fiesta, porque era el cumpleaños de una familiar, y por eso nos juntamos toda la familia. Fue la última reunión que tuvimos antes de la guerra y estuvimos muy felices sin saber que muy pronto vendría una desgracia sobre el país.
—Sabíamos que Ucrania y Rusia estaban en tensión. ¿De qué manera veían venir una guerra antes de que ocurriera?
—[Victoria] Desde 2014 ya existía una tensión entre los dos países; mejor dicho, existía mucho antes. Pero nadie esperaba que nuestros vecinos podían atacar y hacer una guerra completa, que podían bombardear ciudades, que las personas tuvieran que dejar sus hogares y abandonarlos de repente. Porque, en realidad, todos teníamos amistades con gente rusa y no esperábamos tanta agresividad de parte de ellos.
—¿Cuáles fueron las razones que le llevaron a escapar de su país?
—[Maryna] Es de verdad muy duro estar en un edificio donde has vivido toda tu vida y saber que, de repente, puede entrar una bomba y destruir todo tu edificio, toda tu casa, matar a tus niños. Y por esto, por miedo, tuvimos que escapar del país.
—[Maria] Antes de la guerra yo vivía en la capital de Ucrania, y me sentía muy segura porque pensaba que nadie iba a tocar una ciudad histórica y que nadie podía bombardearla, pero, con el primer bombardeo, me di cuenta que había que escapar. Primero nos escondimos en una aldea cerca de la capital y vivíamos allí, pero los rusos empezaron a atacar. Pasó el ejército y con sus tanques destrozaron las fincas y las propiedades de la gente. Y por eso, para proteger a mis hijos, tuve que mudarme cada vez más y más lejos de la capital hasta que llegué a Polonia; y de Polonia vine a España.
—¿Cuáles fueron las dificultades del viaje a la frontera polaca y cómo lo recuerda?
—[Maria] La primera etapa es salir de la capital, pero Kiev está dividido por el río Dnieper y todos los puentes estaban destruidos. Por lo tanto, tuvimos que construir unos puentes temporales, pero como no fueron capaces de aguantar con todo el transporte que necesitábamos, había mucha cola y estábamos muy preocupados porque en cualquier momento podían bombardearnos. Y sí nos bombardearon y mucha gente no podía salir de esta situación y se quedaron allí muertos con sus niños y con sus animales domésticos. Pero yo tuve la suerte de cruzar el río y en un tren llegué a Lviv, la segunda capital de Ucrania, que está en el oeste del país. Pero ahí hubo otro problema porque había mucha gente que buscaba refugio, faltaba transporte para llevarnos a Polonia y tuvimos que esperar varios días en una situación muy mala, con mucho frío y con hambre. Y toda la gente que vivía cerca tenía que traernos un té caliente, comida o ropa para calentarnos. Cuando llegamos a la frontera había una gran cola para revisar los pasaportes, la documentación y para tener permiso de salida. Y cuando entramos en Polonia, los polacos nos recibieron de todo corazón: nos dieron juguetes, comida, había asistencia médica siempre para todos y psicólogos. Y toda la gente tenía un techo para nosotros. Siempre eran muy amables con nosotros y yo me quedé muy emocionada y sorprendida, sin saber que alguien puede recibir a gente ajena tan amablemente.
—¿Cuál fue su impresión al cruzar la frontera polaca y qué impresión le dio su país de acogida?
—[Victoria] Yo sentí mucho alivio al cruzar la frontera y darme cuenta de que ya no estaba en peligro, pero después vino una gran tristeza porque tenía que abandonar mi país. No sabía cuándo volvería a ver a mis parientes, qué pasaría con mi vida en el futuro, a dónde iba a ir, quién me iba a recoger o quién me daría o no ayuda. La gente sufría mucho sin saber su futuro porque era como entrar en otro mundo en donde nunca estuviste y donde no conoces a nadie. Y eso me dio mucho miedo. Pero con el tiempo me di cuenta de que la gente está tratando de ayudar cada uno como puede. Tenía una sensación de que había una esperanza, de que tendré futuro.
Lo que no sabes es lo que está pasando con la guerra, cuándo terminará la guerra o si vas a volver a ver a tus parientes porque los maridos están en la guerra.
—¿De qué manera le recibieron en Polonia y cómo fueron sus primeros días allí?
—[Maryna] Yo crucé la frontera con Eslovaquia y después una voluntaria llamada Anna me ayudó para ir a Polonia donde era más fácil encontrar un refugio fuera de Ucrania. Yo quiero agradecérselo mucho porque se portó con nosotros como si fuera de la familia. Vine con dos de mis hijas, una de ellas es inválida y está en silla de ruedas, y una mujer sola no era capaz de hacer este trayecto. En Polonia estuve en una estación de tren, donde se me acercó un montón de gente ofreciendo ayuda como darme un techo, comida, ropa para mis niñas y me preguntaron si necesitaba ayuda médica o si necesitaba un psicólogo. Todo el mundo fue muy amable con nosotras.
—¿De qué manera consiguió contactar con alguien para llegar a España y cómo fue su viaje hasta Galicia?
—[Victoria] Yo crucé la frontera con Moldavia, con Rumanía y después con Polonia. En Polonia nos recibieron unos voluntarios que nos llevaron a un hotel cerca de una iglesia católica. Ellos nos ayudaban como podían, pero cada vez había más refugiados y necesitaban desocupar unos lugares para dárselos a otros. Entonces la gente que estuvo mucho tiempo tuvo que irse más lejos a otros países. Así que los voluntarios se comunicaron con Santiago de Compostela, con el padre Roman, y él les dio permiso para mandar gente a este refugio y los voluntarios pagaron los billetes de tren. Llegamos a Madrid y desde Madrid vinimos a Santiago en tren.
—¿Cómo le recibieron al llegar a Santiago de Compostela y qué impresión le dio esta nueva cultura?
[Victoria]—A nosotros nos recibió en la estación el padre Roman en su coche.
[Maryna]—Yo llegué aquí con mis hijas en un autobús con 20 personas más. Hicimos una parada en Francia y desde Francia llegamos directamente a Santiago de Compostela a este refugio. Aquí nos estaba esperando el padre Roman, que fue muy amable y ya nos tenía preparadas las habitaciones. Particularmente la de mi hija para que estuviera muy cómoda ya que es inválida. Hizo todo lo posible para que estuviéramos bien. Quiero agradecerle mucho a todos los que se preocuparon por nosotras.
—¿Cómo fueron los trámites legales tuvo que hacer para poder vivir en Galicia?
—[Maryna] Desde el primer momento fuimos a la Policía Nacional para tener permiso para vivir aquí en Santiago de Compostela temporalmente como refugiadas de guerra. En este momento todos tenemos un número de seguridad social, un número de NIE y también pedimos un permiso para tener la tarjeta sanitaria. Desde este momento ya pudimos ir a nuestro médico de cabecera y a cualquier hospital para tratar nuestros problemas de salud, tanto en Santiago como en otras ciudades. También nos llevaron a la Ciudad de la Cultura donde nos atendieron médicos y psicólogos. Después tuvimos que hacer unos papeles para que los niños pudieran estudiar en las escuelas y para poder participar en varios clubes deportivos. En este momento todos los niños están escolarizados y pueden participar en las actividades de los clubes deportivos de su interés.
—¿Cómo están afrontando los niños pequeños su nueva situación?
—[Maryna] Depende de la edad, los niños afrontan todo esto de distinta manera. Los pequeños no saben nada sobre la guerra en su patria y piensan que están aquí de vacaciones temporalmente para descansar con sus mamás y después volver. Los niños ya de 6 para arriba piensan que es todo un juego como los juegos de internet. Ellos piensan que, como en un juego, un día se va a acabar la guerra y van a poder volver a su país. Pero los niños de 10 y 12 años ya se dan cuenta de lo que pasa y sufren. Es difícil decir que ellos sufren porque están aquí todos juntos en una bonita ciudad con un campo para jugar y divertirse, y por eso es difícil decir que sufren. A lo mejor sí que es verdad que puedan sentir algo en sus almas, pero, por lo demás, ellos están bien y son felices.
—¿Cómo se sienten al saber que en esta guerra tienen un montón de gente apoyándolos detrás?
—[Maria] Yo he descubierto personalmente que todo el mundo es bueno, que toda la gente es muy buena gente, que todos tienen corazones y que todos tienen lástima de gente que está pasando por una desgracia tan grande como la nuestra. Por eso ahora siento un gran amor por toda la gente que vive aquí en España, que vive en Polonia y en otros países en los que hemos estado. Y también la de otros países en los que no hemos estado y que nos envían ayuda directamente o que se la envían a Ucrania. Siento un gran amor y un gran agradecimiento.
—¿Cuándo creen que podrán volver a casa y tener una vida normal y cómo cree que será su vida cuando el conflicto acabe?
—[Victoria] Nadie nos puede pronosticar cuándo podremos volver a nuestra casa, o cuándo va a terminar la guerra porque nadie esperaba que esta guerra fuera a comenzar en este momento. Lo único que puedo decir es que algún día podremos volver a casa, aunque va a ser muy difícil porque tendremos que volver a empezar desde cero. Muchas de las casas están destruidas y muchos edificios ya no existen porque fueron bombardeados, por lo que es muy difícil pronosticar cómo va a ser nuestra vida en el futuro. Tendremos que buscar un trabajo, tendremos que buscar dónde vivir, tendremos que volver a reunir a nuestras familias porque hay gente que está en diferentes países. Aunque tenemos la esperanza de que va a llegar este día cuando podremos conseguir todo esto en Ucrania, nunca vamos a tener la tranquilidad y la paz que teníamos antes. Lo único positivo es que han cambiado mucho nuestros valores porque no estamos tan pendientes de las cosas materiales y sí lo estamos de cuestiones morales, psicológicas y afectivas como el amor y la amistad. Más que nunca.
—Y ya para terminar, si pudiera dar algún tipo de idea para parar la guerra, ¿cuál sería ?
—[Maryna] Lo más probable es que nadie pueda ahora responder a esta pregunta, pero los ucranianos no pueden ganar en esta guerra. Mejor dicho, lo importante no es ganar o no ganar, ya que lo que verdaderamente importa es terminar la guerra con el mínimo daño para los dos países, para Ucrania, para Rusia, pero también para los países europeos o Estados Unidos que están ayudando ahora a los ucranianos, que sabemos que entraron en crisis por esta guerra. Yo creo que si todos nos juntamos podremos parar esta guerra. Ucrania sola no lo va a poder lograr.
—¿Cómo ven el futuro de su país y su propio futuro?
—[Victoria] Todos creemos y tenemos fe en que Ucrania podrá parar esta guerra en las fronteras que teníamos cuando se rompió la Unión Soviética. Pero lo verdaderamente importante es conseguir la amistad entre la gente que vive en el este y la gente que vive en el oeste del país, entre la gente que habla ruso y la gente que habla ucraniano, porque todos nos queremos los unos a los otros. Ya no sabemos quién es ruso y quién ucraniano porque somos todos una familia y no importa en qué idioma hablamos. Somos todos un pueblo de una misma patria a la que queremos muchísimo.
Por eso ahora no nos preocupa tanto si en el futuro vamos a recuperar el nivel económico que teníamos antes y si vamos a tener dinero suficiente para mantenernos, porque sabemos que con la enorme destrucción del ejército ruso en Ucrania va a ser bastante difícil reconstruir el país en breve. Pero esperamos lograrlo pronto y así tener un país libre e independiente en una familia con otros países europeos.