Montserrat García González es psicóloga y coordinadora del Servicio de Pisos Protegidos de la Asociación Alba. Asimismo, es especialista en psicología clínica, investigadora en cursos de doctorado de psicología, experta universitaria en rehabilitación psicosocial en salud mental y tiene un máster en gestión, administración y derecho sanitario. En su opinión, “todos podemos tener predisposición a tener una enfermedad mental”, aunque son factores como “el estrés social, el estrés físico o los tóxicos” los que “que acaban desencadenando las enfermedades mentales”. Además, la gente que sufre trastornos mentales “todavía son personas mal vistas” y muchas veces no reciben la atención adecuada o deben enfrentarse “a una lista de espera de 400 personas para la primera consulta”, por lo que “hace falta un plan de salud mental que aporte recursos económicos, recursos humanos y recursos materiales” para mejorar la atención y acabar con el estigma social para los enfermos.
—¿Cuál fue el motivo por el que decidió dedicarse a esta profesión?
—En su momento estudié psicología. El tema de las enfermedades mentales graves siempre es un tema que te llama la atención pero tampoco lo tienes muy próximo porque normalmente las personas no van diciendo por la calle “yo tengo un trastorno mental”. Por ello, no se conoce muy bien. Surgió la oportunidad de crear esta asociación junto con otras personas, con el que hoy en día es el director y con una serie de familias, y aquí nos embarcamos. Había la necesidad y se inició esto. Lo cierto es que esta Asociación empezó en el año 1998, con un taller de cerámica para diez usuarios y en ese momento comienza a tener muchos servicios, atiende a más de cien personas y desde ese año hasta ahora hemos atraído a muchas personas. El ver cómo las personas pueden evolucionar y cómo, en general, les puedes ayudar a salir hacia adelante y seguir su vida, eso te refuerza a seguir en ello.
—¿Una persona es bipolar de nacimiento o adquiere la enfermedad a lo largo de su vida? Y si es así, ¿hay algún factor que lo condicione?
—Sí, todas las enfermedades mentales surgen a lo largo de la vida, no se nace nunca con ellas. Todos nacemos con una gran vulnerabilidad, que es la predisposición a algo. Yo, por ejemplo, nací con una vulnerabilidad determinada a enfermar de trastorno bipolar o a enfermar del hígado o a enfermar de cualquier otra cosa. Imaginaos que yo hubiera nacido con una predisposición muy alta en mis genes. Dicen que es muy fácil que yo enferme de diabetes, ya que si a mí desde pequeña me encantan los pasteles y me atiborro de ellos, lo más probable es que vaya a enfermar de diabetes. Si yo nací con una probabilidad muy baja de enfermar de diabetes, pero aun así me atiborro de pasteles, es fácil que a lo largo de mi vida enferme de diabetes. Es fácil, no seguro. Si yo nací con una probabilidad muy alta a enfermar de diabetes, pero resulta que nunca me gustaron los pasteles ni los caramelos, ni el azúcar, fácilmente no voy a enfermar de diabetes, aunque no es seguro. Con el trastorno de bipolaridad o cualquier enfermedad mental, pasa lo mismo. Todo el mundo ha nacido con una cierta predisposición. El problema es que no sabemos qué predisposición tenemos. Entonces, los factores que acaban desencadenando las enfermedades mentales, entre ellas el trastorno bipolar, suelen ser el estrés o los tóxicos. Este puede ser un estrés social o un estrés físico, pero los tóxicos van directamente al cerebro, al sistema nervioso, y eso hace que se altere la química celular. Si yo nací con muy poca predisposición a enfermar de trastorno bipolar, pero resulta que en mi vida estoy en un continuo estrés porque tuve un accidente grave, porque mis padres fallecieron o porque me dieron una paliza en la calle, lo más probable es que acabe enfermando de trastorno bipolar, de una esquizofrenia o de cualquier trastorno de salud mental. Todos nacemos con una predisposición que no conocemos, pero, en la medida en que controlemos el nivel de estrés que tenemos, va a ser más fácil que no enfermemos, aunque ninguno estamos libres, ni vosotros ni yo. Yo un poco porque ya soy un poco mayor y ya pasé la adolescencia y el principio de la edad adulta.
—¿Qué edades suelen tener los pacientes con este trastorno?
—Los trastornos bipolares se clasifican dentro de los trastornos mentales graves y persistentes a la par más o menos que la esquizofrenia y los trastornos psicóticos, y todos estos trastornos suelen aparecer en la juventud o al principio de la edad adulta. Normalmente al final de la adolescencia o en la juventud, al principio de la edad adulta. Hasta ese momento, normalmente, la persona no tenía absolutamente ningún síntoma ni ningún signo de poder llegar a enfermar.
—¿Cuáles son los síntomas más frecuentes en pacientes que sufren este trastorno?
—El trastorno bipolar se caracteriza porque la persona se mueve, en términos médicos se suele decir que cicla, que es como un ciclo, ya que pasa épocas en las que está deprimida y épocas en las que está lo que se dice maníaca. Maníaco quiere decir que está muy activo, que quiere hacer muchas cosas, pero que esas cosas no son productivas y normalmente la persona pasa de esta fase a una fase depresiva y vuelve a la fase maníaca. En cada persona varía un poquito en cuanto está en cada fase y también en cuanto tiempo consigue mantenerse estable sin estar maníaco ni depresivo. Y normalmente los tratamientos lo que buscan es ese punto medio, que la persona no esté en ninguna de esas dos fases. Una fase depresiva son esas fases en las que una persona siente que no tiene ganas de hacer nada, que no tiene fuerza, que no tiene energía. Por contra, las fases que se llaman maníacas son esos momentos en los que la persona se cree capaz de todo y tira para delante. Y, a lo mejor, eso puede llevar a un ejemplo muy clásico, como es gastar mucho dinero, compra aquí, compra allá, cosas que no necesita, hasta que se queda sin sus ahorros o sin su sueldo. A lo mejor se matricula en cinco cursos a la vez, cursos que ni siquiera le interesan y es incapaz de hacerlos. En este tipo de conductas, en cualquiera de esas dos fases, la persona no está centrada en la realidad y no puede vivir su vida normalmente.
—¿Cómo es la respuesta de la gente al saber que sufre esta enfermedad?
—Hasta antes de ayer cualquier enfermedad mental era muy mal vista, pero, como cualquier cosa que se salga de lo habitual, vosotros ya no lo recordáis, pero yo lo recuerdo. Cuando era pequeña, un niño o una niña que tenía un síndrome de Down era visto como raro, era mal visto, y entiendo que eso hoy en día ya no se da. En los trastornos mentales todavía perdura eso, todavía son personas mal vistas. De todas formas, sobre el trastorno bipolar, cada vez yo creo que se habla más en los medios de comunicación, en las televisiones o en los periódicos. Incluso salen personas conocidas, que todos conocemos, o que muchos conocemos y que de repente nos dicen: “Pues yo tengo diagnosticado un trastorno bipolar”. Entonces, cuando conocemos esas cosas nos parece algo más normal, a lo que no hay que tenerle tanto miedo, y se va normalizando. Eso sería algo bueno, ya que cualquier enfermedad mental tiene la misma categoría que una enfermedad física.
Todos más o menos habréis oído hablar de la diabetes, que es cuando una persona no puede ingerir alimentos con azúcar, ya que no es capaz de transformarlo porque el páncreas no segrega suficiente insulina, el azúcar no se transforma y la persona enferma de diabetes y le genera problemas. En el cerebro también hay sustancias químicas que se segregan exactamente igual que la insulina. Cuando las sustancias químicas que funcionan en el cerebro están alteradas o bien no se segregan las suficientes o se segregan de más se produce una enfermedad mental. Por lo tanto, aunque diferenciemos entre enfermedades mentales y enfermedades físicas, en realidad la enfermedad es la enfermedad y no deberíamos hacer esa distinción. Eso nos llevaría a no ver tan mal las enfermedades mentales. Nadie enferma porque quiere y nadie enferma por haber sido malo; enferma porque su naturaleza y sus circunstancias le llevan a enfermar.
—¿Suele saber la gente que sufre este trastorno que lo sufre o que simplemente está pasando unos malos días?
—Al principio, cuando una persona enferma no sabe lo que le está pasando. Después de un tiempo, cuando ya va al médico, él lo diagnostica y le pone un tratamiento. Una persona con un trastorno bipolar, una vez que se le explica lo que tiene, lo que está pasando, sí lo entiende y normalmente lo acepta. No pasa lo mismo con otras enfermedades mentales como la esquizofrenia, que es mucho más difícil de aceptar. Pero una persona con trastorno bipolar suele aceptarlo. El problema es cuando entra en una fase maníaca, esa fase de querer comerse el mundo. En ese momento es muy difícil que sea consciente de que está en esa fase y hay que intentar hacerle darse cuenta cuanto antes para decirle: “Mira, que estamos empezando y estás otra vez metiéndote en esa fase”. Por eso, antes de ir a más, debe ir al médico y que él ajuste el tratamiento, porque, si se deja ir mucho, va a ser muy complicado que acepte que otra vez que está mal y que necesita ir al médico; porque precisamente en esas fases, como se quieren comer el mundo y se ven capaces de todo, no entienden que tengan un problema.
—¿Cómo suele reaccionar la familia de los pacientes y que importancia tienen durante su tratamiento?
—La reacción de las familias es tan variada como familias hay. La norma general al diagnosticar un problema de salud mental es que a cualquier familia le cuesta aceptarlo. Igual que os comentaba antes, es más fácil aceptar que tu familiar tiene un trastorno bipolar, que aceptar que tu familiar tiene una esquizofrenia. La esquizofrenia en general está peor vista; de manera injustificada, pero está peor vista. Normalmente cuesta aceptarlo, cuesta aceptar que no sea algo pasajero, que va a ser algo de por vida. Lo que hay que hacerle ver a la familia, y también a la persona que enfermó, es que aunque tenga esa enfermedad y que esa enfermedad no se va a curar, sí se puede tratar, y, si se trata bien, con su tratamiento, con las indicaciones del médico, su vida puede ser normal. Exactamente igual que la de un diabético, que sea capaz de controlar lo que come y la insulina que se pone. Y en cuanto el papel de las familias en la recuperación, los problemas de salud mental necesitan una rehabilitación, ya que una vez que aparecen producen en la persona un deterioro cognitivo y un deterioro social. Para esto necesitamos un proceso de rehabilitación y ahí la familia es fundamental. Las personas que tienen un buen apoyo familiar, generalmente evolucionan mejor. Quiero añadir aquí, ya que sois personas muy jóvenes, que a lo largo de vuestra vida os podéis encontrar con esta situación en amigos, en familiares o en conocidos; que el apoyo de los conocidos y de los amigos también es muy importante, y, como amigos, debéis saber que no siempre va a ser fácil, pero que vuestro apoyo como amigos va a ser fundamental.
—¿Qué complicaciones hay al tratar con personas con trastorno bipolar?
—Es como tratar con cualquier otra persona. En las fases en las que ellos están estables son absolutamente iguales que al resto. Cuando están en una fase depresiva, como otras personas con una depresión importante, es difícil de tratar porque hay un momento donde dices, “Déjate de rollos, que me estoy deprimiendo yo también”. Y cuando están en una fase maníaca es complicado porque no te hace caso o porque él o ella piensa que puede con todo. Es fundamental que cuando sabemos que una persona tiene trastorno bipolar, si soy yo misma, mi familia o es mi amigo, es importante detectar los inicios de esas fases maníacas y esas fases depresivas para ayudarle y convencerle de que vaya al médico y que ponga freno. Pero en sí mismo tratar con una persona con un trastorno bipolar que está estable es exactamente igual que con otras personas. Sí es importante, como en todos los trastornos mentales, tener algunas medidas de prevención, como puede ser no ponerse en situaciones de estrés muy intensas, no consumir alcohol ni tóxicos, ya que estos van directamente al cerebro y la química cerebral es la que se altera. Si yo, como amigo, salgo con mi compañero que tiene trastorno bipolar y nos tomamos unas cañitas, pues no, mejor no tomamos unas cañitas y nos tomamos una Coca Cola o un Kas. Y en ese tipo de cosas podemos colaborar también.
—¿Que tipo de discriminación suelen recibir sus pacientes?
—Como estos trastornos suelen ser desconocidos, a las personas que no los han vivido o que no tienen a alguien próximo, es fácil que les den miedo. Por ejemplo, en el momento de encontrar un trabajo, si vas diciendo que tienes un trastorno bipolar y el empresario o empresaria puede elegir a otra persona, pues fácilmente va a contratar a otra. A la hora de establecer amistades, si sabes que esa persona tiene trastorno bipolar, sueles quedar menos con ella y sales más con otros amigos. En definitiva, la discriminación que producen las enfermedades mentales, en general, viene por desconocimiento y yo me atrevo a decir que por la mala prensa que muchas veces se da. Pongo un ejemplo: una persona con enfermedad mental incendió su vivienda, pero ese mismo día en España probablemente haya habido más personas que incendiaron su hogar y no dicen que una persona que no tenía enfermedad mental incendió su vivienda. Entonces, esa mala prensa no ayuda y solamente ayuda a crear barreras. Es como cuando se produce un robo y se dice que una persona de etnia gitana entró a robar en no sé donde; pero si el que entró a robar no es de etnia gitana, probablemente no dirán que una persona que no era de etnia gitana entró a robar. Entonces es una manera de levantar muros que nos separan.
—¿Cómo ha reaccionado ante actos de discriminación hacia pacientes suyos?
—Cualquier persona que tenga a alguien próximo y ve cómo lo humillan y cómo lo discriminan siempre enfada. Y a mí me enfada, me pone de mal humor. Además de que me tengo que contener.
—Sabemos que las personas bipolares tienen episodios de ánimo intenso. ¿Cómo son y cómo se actúa ante un episodio intenso?
—Son esas etapas que se suelen llamar las fases maníacas, donde la persona se puede comer el mundo porque puede con todo, sabe todo y es el mejor. En ese momento lo único que puede ayudarle es la medicación y lo mejor que puede pasar es la prevención; es decir, cuando empezamos a notar que la persona empieza a tener ese ánimo tan expansivo e intenso, hay que decirle: “Mira, que estamos empezando otra vez; podemos ir al médico, yo te acompaño, pide una cita”. El médico, ajustando la medicación, puede conseguir que ese episodio pase, y esta prevención es fundamental. Es importante que cada persona que ha enfermado, que sus familiares y amigos aprendan a identificar las señales de alerta, que en medicina se llaman los pródromos. Os pongo un ejemplo: conocemos a una persona que tiene un trastorno bipolar que, cuando va a empezar una fase maníaca de ánimo expansivo, puede comenzar a vestirse con camisetas de colores llamativos. Cuando empieza a vestirse de esta manera estamos alerta. No lo hacen todas las personas, lo hace esta persona. A lo mejor a otra persona cuando va a empezar en esa fase, se le da por comprar muchos libros. Son señales de las que los del alrededor no nos solemos dar cuenta. Entonces, antes de que eso vaya a más, hay que hablar con ellos y decirles: “Mira, que estamos empezando otra vez, vamos al médico”. Al final la medicación es lo único que lo puede frenar.
—¿Cómo se debe reaccionar ante posibles reacciones agresivas de los pacientes?
—Las personas con trastorno bipolar en principio no suelen tener reacciones agresivas. Sí es cierto que hay una imagen de que la persona con una enfermedad mental grave puede serlo. Si se consultan los índices de delincuencia de episodios agresivos hacia la policía en España, la mayoría de ellos no están cometidos por personas con enfermedades mentales, así que eso realmente es un mito. Una persona con una enfermedad mental que comete un delito, normalmente su mente está tan fuera de la realidad que se puede hacer muy bruto. Una persona con un trastorno mental, que no suele ser la bipolaridad sino la esquizofrenia, puede cometer un acto agresivo, lo cual no es habitual. Pero esto es porque las personas con esquizofrenia suelen tener pensamientos erróneos, lo que se llama delirio. Normalmente esto tiene que ver con creer que alguien les quiere hacer daño. Entonces, si a mí se me mete en la cabeza que alguien quiere envenenarme o que quieren secuestrar a un hijo mío, si yo veo a esa persona, la agredo. Si yo estoy convencida de que alguien quiere llevarse a mi hijo y esa persona viene, probablemente no me quede tan tranquila. Lo que pasa es que si yo agredo a esa persona es por mi enfermedad, porque en realidad esa persona no quería hacer eso, pero mi mente me está jugando una muy mala pasada. Las personas con trastorno bipolar en principio no deberían o no tienen reacciones agresivas. Si las tienen, no es debido a su trastorno, las tienen porque dentro de las personas con trastorno bipolar hay personas buenas y malas, como en todos lados.
—Como efecto de los estados depresivos los pacientes pueden poner en peligro sus vidas. ¿Qué suele ocurrir en estos casos y cómo se debe actuar?
—Efectivamente, en todas las enfermedades mentales el riesgo de suicidio es elevado, pero no solamente en los estados depresivos, que también los hay, sino también cuando la persona sale de esas fases maniacas o depresivas. Cuando la persona sale de esa fase y entra en la estabilidad y se da cuenta de que realmente está enferma y que lo está pasando mal, puede volver a su estado depresivo y tender a las autolesiones o al suicidio. El suicidio es un riesgo evidente y cada vez se están desarrollando más programas de prevención. En Pontevedra hay una comisión para elaborar programas de prevención contra el suicidio. Es importante el apoyo emocional, porque muchas veces estar ahí, decirle que entiendes que lo está pasando mal y que estás ahí para lo que necesite es fundamental. Pero el apoyo médico a través de los fármacos es imprescindible y es muy necesario. En una fase depresiva o maníaca, cuando empiezan, hay que ir al médico y ajustar el tratamiento.
—¿De qué modo han avanzado los tratamientos para personas con este problema y cómo son de eficaces en la actualidad?
—Infinito, avanzaron infinito. Normalmente a las personas con trastorno bipolar se les suele dar bastante medicación y esa medicación va variando según la persona está estable, si uno se está acercando a una fase maníaca o si se está acercando a una fase depresiva.
La base del tratamiento son lo que se llaman los estabilizadores del ánimo, es decir, medicamentos que intentan estabilizar el ánimo y que consiguen que el ánimo no se vaya ni para un lado ni para el otro. Hasta la década de los 50 del siglo pasado no empezaron a surgir medicamentos efectivos para los trastornos mentales y por eso a las personas se les metía en lo que se llamaban manicomios. Ahí se les metía para tenerlos un poquito más controlados y para intentar hacer algo con ellos. Pero, hasta la década de los 50 del siglo pasado no empezó a aparecer medicación efectiva. Os parecerá que fue hace mucho, pero a mí me parece que fue antes de ayer. Y de ahí hasta ahora, progresivamente, hay cada vez más investigación y cada vez hay fármacos mejores y más efectivos. En este momento sí podemos decir que hay un abanico de medicamentos que permiten hacer pruebas. Esto suena un poco mal, pero un mismo medicamento puede hacerme muy bien a mí y muy mal a otra persona. Por eso, cuando usan el mismo medicamento para la misma enfermedad muchas veces los médicos tienen que jugar a probar cuál de esa variedad de medicamentos le sienta mejor a esta persona. Se prueba y, si va bien, perfecto. Los medicamentos si van bien se mantienen. Por eso, como os decía antes, si empezamos a movernos a la manía o si empezamos a movernos a la depresión, hay que ajustar la medicación. Y, si el médico lo considera, según vayan apareciendo nuevos fármacos puede ir variando el medicamento que se le da. Básicamente los fármacos son estabilizadores del ánimo. Hay antidepresivos en fases depresivas y más estabilizadores para la fase maníaca, pero, si la persona no duerme bien, se le puede dar algo para dormir. Pero eso ya son más complementos. Lo específico de los trastornos mentales son los estabilizadores del ánimo.
—¿Cuáles son los tratamientos más efectivos?
—El tratamiento en las enfermedades mentales graves debería basarse siempre en la medicación. Sin medicación una persona no va a poder estar bien. Esas personas a las que a veces les parece que con amor y cariño todo se cura, pues no; porque, si a mí me cortan una pierna, por mucho amor y cariño que me den, la pierna no me vuelve a crecer; y si mi páncreas deja de segregar insulina, por mucho amor y cariño que me den, mi páncreas no va a empezar a funcionar, como pasa con las substancias químicas del cerebro. Una vez que implantamos la medicación y que la persona está abordable y mínimamente de vuelta en la realidad, conviene empezar un trabajo de rehabilitación que es lo que se hace en los centros de rehabilitación psicosocial. Y en esos centros, lo que hacemos en la rehabilitación es valorar a la persona, ver qué áreas de esa persona se vieron dañadas por la enfermedad y en base a eso hacemos un programa individual de atención y trabajamos con esa persona individualmente o en grupo esas áreas que están más deterioradas. En la rehabilitación también se trabaja mucho con la prevención para evitar que esa persona se empiece a ir a una fase maníaca o a una fase depresiva. De ese modo ayudamos a esa persona para que no tenga que ser una persona de fuera la que se lo diga, sino que sea él o ella mismo/a quien pueda llamar a su médico y decirle que se está poniendo mal y que necesita atención. Por lo tanto, es una combinación de medicación y rehabilitación.
—¿De qué modo es la bipolaridad una enfermedad con cura y en qué consiste su recuperación?
—Tiene recuperación, pero no tiene cura. Las enfermedades que se llaman crónicas no se curan. Los trastornos mentales graves generalmente no se curan, son crónicos. La diabetes es crónica; no se cura, pero se trata. Si se trata con medicación y con rehabilitación, la persona va a poder hacer una vida normal, aunque nunca se vaya a curar. Puede hacer su vida normal, pero seguirá tomando su medicación toda su vida. En los momentos en los que esté estable tomará menos medicación, pero algo tendrá que tomar. Exactamente igual que el diabético que necesite ponerse insulina, se va a poner insulina toda su vida, pero puede llevar una vida relativamente normal.
—Como asociación ayudan a personas con enfermedades psíquicas. ¿Cómo es la recuperación de estos pacientes y su vuelta a la vida normal y cómo les ayudan ustedes en este sentido?
—Nosotros aquí en la asociación tenemos diferentes servicios: tenemos un centro de rehabilitación, tenemos pisos tutelados para personas con enfermedad mental que no tienen vivienda o que no pueden vivir por algún motivo con sus familias y tenemos también algún servicio de atención a domicilio donde van las educadoras de la persona a atenderla. Y nuestro sistema siempre es el mismo: primero, valorar qué necesidades tiene esa persona y luego asegurar el seguimiento médico. Por ejemplo, las personas a las que hacemos el seguimiento médico en el domicilio nos aseguramos siempre de que asistan a las consultas con el psiquiatra y que sigan su tratamiento farmacológico. También intentamos trabajar las áreas deficitarias porque una persona es muy fácil que tenga problemas de atención, problemas de memoria o problemas para relacionarse con los demás, lo que se llaman las habilidades sociales, y, por lo tanto, necesite aprender qué y cómo es su enfermedad, en qué consiste y cómo se trata. Todas esas cosas son las que trabajamos con ellos desde los servicios de la asociación.
—¿Cómo es la atención a personas con enfermedades mentales en el sistema sanitario gallego y que tendría que mejorar?
—Como cualquier persona a la que le preguntes qué tiene que mejorar te dirán que todo. Pero no solo en salud mental, sino en cualquier aspecto. En Galicia, a través del sistema público, las personas pueden acceder al psiquiatra. Para eso primero tienen que acceder a su médico de cabecera y él le dirá si considera oportuno que vaya al psiquiatra. A veces, cuando el problema no es grave, el propio médico de cabecera puede hacer el tratamiento tipo de algunas depresiones, algunos trastornos de ansiedad, pero ya un trastorno bipolar conviene que el psiquiatra lo valore y le haga el seguimiento. A través del Sergas también se puede acceder al psicólogo o psicóloga, pero para eso te tiene que derivar el psiquiatra; es decir, el psiquiatra, aparte de darte medicación, puede decidir que vayas al psicólogo o la psicóloga y te deriva. A mayores está todo el proceso de rehabilitación que antes os decía, ya que el tratamiento de las enfermedades mentales consiste en medicación y rehabilitación. Y toda la rehabilitación que ofrece el sistema público en este momento está concertado con entidades privadas; es decir, no lo ofrece el Sergas directamente, sino que lo concierta principalmente con asociaciones como esta. Hay asociaciones como la nuestra en las ciudades principales de toda Galicia y en algunas otras no tan principales y es el Sergas el que concierta los servicios con esas asociaciones.
Hay algún dispositivo más, como los pisos tutelados, que también son servicios sanitarios que concierta el Sergas con las asociaciones, y también algún otro servicio como es la rehabilitación hospitalaria, ya que hay veces que la rehabilitación no se puede hacer de manera ambulatoria en un centro porque la persona necesita una intervención más intensa y para eso hay unidades de rehabilitación hospitalaria. En este momento, en el área de Pontevedra, nos corresponde la unidad de Vigo. Antes el Hospital Psiquiátrico del Rebullón tenía muy mala prensa pero ahora ya no existe y la Unidad de Rehabilitación Hospitalaria de Vigo a la que nosotros vamos está en el hospital Nicolás Peña. Las personas que se derivan ahí están un par de meses e incluso, a veces, más con un trabajo mucho más intenso para conseguir que pueda volver al domicilio y pueda seguir en un centro con su rehabilitación. Es como una rehabilitación más intensa.
Pero lo que haría falta mirar es que hacen falta más psiquiatras básicos. En Pontevedra hay dos unidades de salud mental, una en Mollabao y otra en Lérez, que atienden el extrarradio de Pontevedra y en este momento en la unidad de Mollabao, si hay 4 o 5, están todos de baja menos uno. Además, esas bajas no se cubren y eso no puede ser porque las personas así no están bien atendidas y los médicos se sobrecargan. La lista de espera de las únicas psicólogas que hay, una en Mollabao y una en Lérez, es de 400 personas para la primera consulta. Por otra parte, la trabajadora social o el trabajador social de una unidad de salud mental también tiene su importancia, pero solo hay una trabajadora social de salud mental que va 3 días a Mollabao y 2 días a Lérez. Ni siquiera hay una en todo el servicio a tiempo completo. O sea, que hace falta personal, hacen falta recursos y hacen falta medios, pero para eso hace falta dinero. Sin embargo, todo lo que se invierta ahí es prevención, porque, si no se actúa a tiempo, las enfermedades van a más y después llevar una persona al hospìtal a Vigo al Nicolás Peña para que esté ahí de 2 a 6 meses es mucho más caro que poner un psiquiatra que lo pueda atender aquí y prevenga ese deterioro.
—¿Cómo ve el futuro de la atención psiquiátrica y psicóloga en Galicia y cuáles son sus retos de aquí en adelante como asociación?
—El Plan de Salud Mental de Galicia necesita inmediatamente recursos económicos para poder tener personal. También, cuando se crea una unidad de prevención, esto conlleva contratar personal y no hay personal para contratar, porque no encuentran personal para contratar para unidades psiquiátricas. Esto sucede porque lo que paga el Sergas es muy poco y los profesionales prefieren irse a otros ámbitos privados, a otras comunidades o, incluso, a otros países. Hace falta un plan de salud mental que aporte recursos económicos, recursos humanos y recursos materiales en todos los centros. Con recursos humanos estoy hablando de psiquiatras, de psicólogos, de enfermeros o enfermeras y de trabajadores sociales específicos de salud mental, porque en cada área los temas son un poco diferentes el futuro de la atención y de la salud mental tendría que ir por ahí.
Nosotros como asociación los retos que tenemos son poder continuar con la atención que tenemos y poder ampliarla, porque con frecuencia hay listas de espera. En los servicios también estaría bien poder ampliar la atención a domicilio ya que es muy escasa por falta de recursos económicos, lo que es importante porque no todo el mundo está en condiciones de poder asistir a un centro de rehabilitación a diario. Hay personas que tienen su vida, que tienen su trabajo pero que necesitan un apoyo en el domicilio, y eso es importante también poder ofrecerlo. Por último, me gustaría decir que hay personas que enferman en la adolescencia y que están estudiando, por lo que es una condena tener que dejar de estudiar y de formarse ya que le ha aparecido esa enfermedad. Entonces el apoyo de los centros educativos también es muy importante.