Ana Castro Liz es una psicóloga de origen lucense que pasó un cáncer de colon hace 8 años y cuenta cómo fue personalmente la experiencia de pasar dicha enfermedad, tras 5 años pasando por diferentes tratamientos. Confiesa que su vocación le ayudó a tomárselo de la mejor manera posible, distrayéndose y llevando una vida normal, aunque con algunas modificaciones. Como psicóloga cree que la mejor manera de llevarlo es siendo positivos: “Creemos que somos eternos y lo que tenemos es el aquí y el ahora y hay que disfrutar de la vida”.
—¿Cómo descubrió que tenía cáncer y cómo lo recuerda?
—Yo tuve cáncer de colon hace 8 años, aunque tenía síntomas desde hacía un año. Porque un cáncer no aparece de un día para otro y, según me dijeron, mi cáncer era lento y seguramente estuviera ahí entre 5 y 8 años. Lo que yo percibí fue que mi tracto intestinal cambió, porque yo era una persona regular y, en vez de ir una vez al día al baño, iba entre 2 y 4, y así estuve durante un año hasta que me hicieron una colonoscopia. Así fue como descubrí que tenía cáncer de colon.
—¿Cómo fue al principio todo el proceso con los médicos, familiares o trabajo?
—Por mi experiencia como terapeuta me consta que hay muchas personas que se quedan en shock inicial, pero yo lo asimilé muy bien y al momento pensé en todo lo que tenía que hacer para continuar viviendo con todas las limitaciones que podía tener por el camino. Entonces, me dieron el diagnóstico un jueves por la mañana y, como toda la tarde tenía trabajo, lo que hice fue trabajar.
—¿Cómo le afectó psicológicamente el cáncer a usted y a su entorno inicialmente?
—Yo creo que le afectó mucho más a mi entorno. De hecho a mí me tocó dar ánimos a mi entorno. Todo mi entorno calló porque no tenía un buen diagnóstico inicial y preveían lo peor, pero a mí a nivel psicológico lo único que me hizo fue centrarme más en las cosas que sí tenía a favor, en el presente, en aquello que sí podía hacer, y no pensé en las consecuencias. Con lo cual yo conecté con una palabra que ahora está de moda, “resiliencia”. En realidad no me afectó, sino que me potenció, porque me recordó lo que era.
—Uno de los problemas de los tratamientos son los efectos secundarios. ¿Cómo le afectaron a usted?
—Eso sí que es lo terrible, y es algo sobre lo que no te dan mucha información al principio, porque vas por fases. Cuando estás en la primera fase de un diagnóstico es un impacto porque nunca te dicen lo que te puede pasar en los siguientes 5 o 10 años, si llegas allí. Entonces eso es lo terrible.
En mi caso yo pasé por varias intervenciones de radioterapia y quimioterapia, y eso tiene muchas secuelas a medio y a largo plazo. La radioterapia en esa zona lo que hace es radiar de tal manera que a las mujeres les afecta totalmente a los ovarios, a la función ovarística, y, por supuesto, también al tracto intestinal porque te lo modifica. Además, la quimio deja secuelas de dolores y, durante ella, tienes que tener también una serie de cuidados, puesto que la quimio te afecta mucho al tema del frío, a los cambios de temperatura, y hay ciertos alimentos que no puedes tomar. Y, en el caso del cáncer de colon, lo que te va a afectar más es en que va a cambiar tu forma de relacionarte con tu tracto intestinal y con la forma que vas a tener a partir de ahora de evacuar.
—¿Qué le diría ahora mismo a alguien que esté pasando por lo mismo que pasó usted?
—Yo creo que el cáncer es una enfermedad que te coloca en el presente y no puedes buscar culpables en el momento en que te dan el diagnóstico, ni pensar “¿por qué no lo sabría antes?” o “¿por qué a mí?” Simplemente se trata de buscar las soluciones a nivel de salud, cuidarse, y sobre todo disfrutar con lo que te viene en la vida, porque, a veces, tú puedes hacer de tu parte todo lo posible para estar bien, acudir a los tratamientos, cuidar la alimentación, pero, sobre todo, es un tema mental. Entonces, te afecta totalmente a la capacidad que tienes de resistencia, porque tienes que pasar un proceso largo de meses de tratamientos y de operaciones. Pero, sobre todo, el cáncer te prepara frente a tus miedos. Entonces, lo que hay que hacer es vivir el presente, disfrutar de las personas que sí están a tu lado y tener ganas de vivir.
—¿Qué hacía cuando tenía bajones y picos bajos de actitud y qué le ayudaba más para mantenerse positiva?
—Yo no tuve muchos bajones. Al mes de empezar con todo el proceso, cuando me dijeron que tenía que coger la baja laboral, ahí tuve un bajón. Decía: “¿Qué voy a hacer con mi tiempo?” Yo estoy acostumbrada a estar ocupada, pero me duró como medio día y lo resolví pronto sabiendo que tenía que continuar. Los bajones vienen después con los años, en mi caso, cuando tienes dificultades a nivel físico, cuando te duele el cuerpo, cuando tienes secuelas de todos esos tratamientos. Lo que hice fue permitirme tenerlos, aceptarlos y, dentro de lo que se puede y de forma realista, salir de ahí poco a poco. No hay nada que sea de repente.
—¿Qué fue lo que más le agobio del cáncer y por qué?
—Llevé una bolsa de ileostomía, que ocurre cuando tienes un trocito considerable que te quitan del intestino. Yo estuve así un año y lo acepté bien porque desde el principio sabía que me lo podían quitar, pero hay gente que se queda con eso de por vida y es un aceptar la situación y aprender a convivir con ello. Debes aceptar que tu cuerpo ahora es así y convivir con que a lo mejor puede llegar a ser para siempre. A veces no todo el mundo lo acepta de la misma manera.
—¿Qué fue lo que le resultó más difícil mentalmente al haber asado dicha enfermedad y cómo afectó a sus relaciones personales con amigos y familiares
— A mis relaciones personales no les afectó en absoluto. Simplemente, creo que todos aprendieron un poco de mi forma de llevarlo. Más bien, ocurrió todo lo contrario: no vi ningún tipo de problema. Me recordó dónde están nuestras fortalezas, me hizo sentir más fuerte y más vulnerable a la vez; porque creemos que somos eternos y lo que tenemos es el aquí y el ahora, y hay que disfrutar de la vida.
—¿De qué forma cambió el cáncer su vida?
—Más que cambiar mi vida me recordó que llevaba unos años olvidándome de actuar como actué cuando tenía cáncer, que era super positiva, con mucha energía, y sin darle importancia a muchas cosas que no la tienen. A mí me recordó eso que yo ya hacía casi durante toda mi vida y me había olvidado en los últimos años. Estuve en un estado constante de dos años de felicidad en plena consciencia de lo que uno tiene en la vida.
—Antes de que le dieran su diagnóstico, ¿en algún momento pensó que podría llegar a tener cáncer?
—Sí. Yo conecto mucho con los sueños, porque ahí sale lo reprimido durante el día, como dijo Freud, peor también hay una interpretación que puede ayudarte muchas veces a encauzar cosas de tu vida y yo ya lo sabía, peor no le hice mucho caso.
—¿Usted qué le diría a esa gente que no se informa sobre el cáncer por si en algún momento lo llegan a tener?
—Yo creo que tampoco es muy fundamental saberlo, pero sí que te pongas las pilas en el momento que te interesa, aunque tampoco es necesario tener una super concienciación. Yo la tenía por formación profesional y porque conocí a muchas personas que habían pasado por lo mío años antes; entonces, sabía los síntomas, pero a veces no es cuestión de tener mucha información, sino que es cuestión de querer saber esa información y, sobre todo, a partir de que a ti te suceda algo, debes ponerte a tener una calidad de vida.
—¿Cómo es la recuperación de la vida normal después de haber estado tantos años con cáncer?
—Yo no dejé de tener una vida normal. En mi caso no tuve ninguna recuperación, excepto el tiempo que estuve dos veces ingresada por dos operaciones. Pero yo salía, por ejemplo, de un tratamiento de radioterapia a la mañana en Coruña y a la tarde trabajaba en Lugo; o salía de cinco horas de quimio y después intentaba estar activa ese día porque sabía que al día siguiente no iba a estar tan bien, pero a los dos días yo ya trabajaba, con lo cual no he perdido de tener vida normal. Salí igual, fui a cenar igual, fui a tomar algo igual, iba a caminar y, aunque no podía hacer a lo mejor hacer todo el deporte que quería, cambié unas cosas por otras y para mí la normalidad era a lo que yo ya me estaba adaptando. Entonces, yo ya no tuve ese proceso de adaptación, aunque como llevaba bolsa, cuando me la quitaron lo que cambió fue no tener que estar pendiente de cambiar una bolsa de —Yo no dejé de tener una vida normal. En mi caso no tuve ninguna recuperación, excepto el tiempo que estuve dos veces ingresada por dos operaciones. Pero yo salía, por ejemplo, de un tratamiento de radioterapia a la mañana en Coruña y a la tarde trabajaba en Lugo; o salía de cinco horas de quimio y después intentaba estar activa ese día porque sabía que al día siguiente no iba a estar tan bien, pero a los dos días yo ya trabajaba, con lo cual no he perdido de tener vida normal. Salí igual, fui a cenar igual, fui a tomar algo igual, iba a caminar y, aunque no podía hacer a lo mejor hacer todo el deporte que quería, cambié unas cosas por otras y para mí la normalidad era a lo que yo ya me estaba adaptando. Entonces, yo ya no tuve ese proceso de adaptación, aunque como llevaba bolsa, cuando me la quitaron lo que cambió fue no tener que estar pendiente de cambiar una bolsa de ileostomía.
—Mirando hacia atrás y también hacia adelante, ¿qué cree que debería mejorar en los tratamientos contra el cáncer y qué le recomendaría a las personas que se vayan a tener que enfrentar a una enfermedad así en el futuro?
—Yo creo que hay mucho que mejorar, porque, desde mi punto de vista como ex enferma de cáncer, no es muy normal que a estas alturas de avances tecnológicos y científicos existan solo 10 o 20 tipos de quimio para muchos más cánceres y se esté dando el mismo tipo de quimio que hace 20 años. Hay algo que no cuadra. Por lo tanto, yo creo que hay muchas cosas con respecto al cáncer que no sé si no interesa y parece que la cura ya la escuchamos hace muchos años pero no llega. Sin embargo, si me está escuchando alguna persona enferma o esto va a servir para alguien que esté enfermo, el poder mental hace mucho.