El profesor Anxo Vidal Figueroa es especialista en la biología molecular del cáncer y ha publicado sobre este tema en las principales revistas internacionales. Durante cinco años trabajó en el Memorial Sloan-Kettering Cáncer Center en Nueva York. Regresó a Santiago en 2003 como investigador del Programa Ramón y Cajal. Actualmente, dirige uno de los 26 grupos de experimentación animal en el CIMUS.
Como podemos ver a continuación, cuando este científico empezó a trabajar, los animales se usaban de un modo irresponsable. Pero, según él, afortunadamente se avanzó mucho: “Cuando yo estudiaba la carrera utilizábamos animales, pero ya no. Eso lo hemos sustituido por una práctica de simulación por ordenador”. Además, enfatiza que resulta difícil trabajar con animales: “Recuerdo que cuando empecé a trabajar con animales transgénicos, genéticamente modificados, me resultó difícil entender que una parte de los animales que generamos, como consecuencia de su identidad genética, no nos resultan útiles para los estudios”.
—Dirige uno de los 26 grupos de experimentación animal en el CIMUS. ¿Por qué decidió dedicarse a esta rama científica y cómo le influye psicológicamente este trabajo?
–Como dices, mi grupo de investigación trabaja en el CIMUS. Lo que tenemos en común los grupos que trabajamos allí es que nos dedicamos a la investigación biomédica, no específicamente a la experimentación animal, sino a problemas de biomedicina. Esto quiere decir que en algún momento tenemos que recurrir a modelos animales, a animales de experimentación, para poder estudiar procesos complejos. En mi caso, en particular, yo estudio la biología del cáncer. El cáncer es un problema que afecta a muchos órganos y tejidos simultáneamente, eso es muy difícil de reproducir en sistemas in vitro o en otras aproximaciones de cultivos, y por eso tenemos que acabar utilizando muchas veces modelos animales. ¿Cómo me afecta psicológicamente? Yo llevo dedicándome a trabajar con animales durante muchos años, pero algo que tenemos en común muchas personas que en algún momento hemos recurrido a los animales como experimentación es que hemos de tener un profundo respeto y agradecimiento a los animales, porque gracias a ellos hemos obtenido un conocimiento muy profundo de nuestro propio intelecto como seres vivos. Los animales también nos ayudan a conocer cómo funcionan muchas de las cosas de las patologías que nos afectan, y, por tanto, nos han ayudado mucho a saber cómo podemos combatirlas mejor. Ese es nuestro objetivo.
—Después de muchos años en el laboratorio, ¿podría darnos su opinión sobre la experimentación animal?
—Mi opinión necesariamente va a ser sesgada, primero, porque yo me dedico a esto. Segundo, porque tengo, hasta cierto punto, responsabilidades dentro de la Universidad de Santiago como director de un centro de experimentación animal y como responsable de lo que se nomina el acuerdo de transparencia en experimentación animal. El acuerdo de transparencia es un acuerdo que han firmado más de cien instituciones en toda España y que corresponde al compromiso de informar de una manera clara y transparente a la sociedad acerca de cómo utilizamos a los animales de experimentación. Entonces, mi opinión es que hemos recorrido, particularmente en España, un largo camino en lo que son las medidas de protección de bienestar animal a los animales usados en procedimientos. Pero yo creo que tenemos que ser autocríticos los propios miembros de la comunidad científica y saber que todavía tenemos un margen de mejora en ese aspecto. La experimentación animal, yo opino que es absolutamente necesaria a día de hoy para poder seguir estudiando y para poder seguir, sobre todo, investigando nuevos procesos biológicos y nuevas terapias que nos afectan no solo a los humanos, sino también a los propios animales. En todo caso, el objetivo es siempre reducir, reemplazar y refinar en la medida de lo posible estos procedimientos. Esto es lo que se llama el principio de las 3R, que es un principio ético que rige absolutamente todo lo que gira en torno a la experimentación animal.
—¿Utiliza alternativas a la experimentación animal como las que propone, por ejemplo, el Partido Animalista?
—El uso de alternativas en experimentación animal no solamente es una opción, es obligado. Como acabo de comentar, hay un principio ético que existe desde hace más de 60 años en la comunidad internacional que es el principio de las 3R de la experimentación animal:
La primera R hace referencia a que primero hay que reemplazar, es decir, que no se pueden utilizar animales de experimentación si existe algún otro modo, método o procedimiento por el cual se pueda obtener la misma información.
La segunda es reducir, es decir, que una vez que hemos coincidido en que necesitamos usar animales de experimentación porque no tenemos alternativa, pero tenemos que emplear el menor número de animales posible para obtener la información que necesitamos.
La tercera hace referencia al refinamiento, lo que quiere decir que cuando experimentemos con animales tenemos que hacer y poner todos los medios, modos y técnicas para que los animales experimenten el menor malestar, sufrimiento y dolor, si es que los procedimientos así lo implican. Por tanto, existe un fuerte compromiso a que haya que llevar a cabo las alternativas. Este principio de la 3R no es solo una cosa opcional, está consagrado en nuestra legislación. Es algo que estamos obligados a hacer. Existen alternativas que han sustituido muchos procedimientos en los que se empleaban animales. Pero, a día de hoy, todavía hay mucha experimentación que requiere el uso de animales.
—Específicamente, ¿de qué forma experimentan con animales en el CIMUS? ¿Podría describirnos el proceso?
—Hay aproximaciones muy diversas. Principalmente, hay muchos grupos que se dedican, por ejemplo, como en mi caso, al cáncer. Lo que hacemos es realizar en animales, en ratones, particularmente, nuestros experimentos. La inmensa mayoría de animales que usamos son ratones y una herramienta muy poderosa que nos ofrecen los ratones es que les podemos introducir modificaciones genéticas. Es decir, podemos hacer mutaciones que sabemos que ocurren en tumores humanos y estudiar cuál es el impacto que estas mutaciones tienen desde el punto de vista del inicio y del desarrollo del cáncer. Además, podemos utilizar esos animales, por ejemplo, para testear nuevas estrategias y nuevos tratamientos terapéuticos que hemos de pasar primero y necesariamente por estudios en animales.
Hay otros grupos que los emplean para estudios de metabolismo. Los tienen en dietas de diferentes componentes, por ejemplo ricas en grasas, y ven por que se produce la obesidad, qué impacto tiene, desde un punto de vista general, para la salud del animal, algo que en nuestra sociedad es muy importante, y, nuevamente, estudian qué estrategias, terapias o tratamientos se pueden llevar a cabo para aliviar estas patologías.
Otro grupo valioso son las enfermedades del sistema nervioso, enfermedades tan frecuentes en nuestra sociedad como el Parkinson o el Alzheimer. Estas son enfermedades músculo-esqueléticas. En todas ellas lo que se estudia es, principalmente, reproducir en los animales enfermedades que existen en personas para poder estudiarlas y conocerlas mejor. El fin último es poder diseñar unos tratamientos mejores que alivien el sufrimiento de muchas personas.
—Hay asociaciones que afirman que la experimentación animal se redujo un 42% desde 2009. ¿Qué le parecen estos datos y por qué cree que ha sucedido esto?
—Opino que hay diferentes factores. En particular, en nuestro entorno, es decir, en España, existe una conciencia creciente acerca de la protección de animales, en general, y, en particular, en la experimentación animal. Hay que pensar que la conciencia del bienestar animal es algo que, por ejemplo, en los países anglosajones tienen históricamente. De hecho, antes hablaba del principio de las 3R que se remonta a hace más de 60 años. Lo cierto es que, en nuestro ámbito, la conciencia del respeto a los animales utilizados en procedimientos científicos es más reciente. Eso quiere decir que posiblemente se haya racionalizado más. Además, la legislación es cada vez más restrictiva, es decir, que hay que justificar mucho mejor por qué empleamos animales de experimentación. Una cosa que debemos tener en cuenta es que los experimentos con animales no se pueden llevar a cabo únicamente por voluntad del investigador, sino que necesitamos permisos de comités éticos y científicos que nos lo autoricen. Por último, yo creo que esto pasó porque los métodos alternativos son cada vez más potentes y han permitido también aliviar un poco el uso de estos modelos animales.
—¿Qué diferencias hay entre el modo en el que se trataban los animales de laboratorio cuando usted empezó y en la actualidad?
—Hay cambios importantes, cambios como, por ejemplo, con respecto a las instalaciones. Hace escasamente 2 años en la Universidad de Santiago hemos inaugurado una instalación en el centro de investigación absolutamente dedicada a cada animal de experimentación. Esas infraestructuras, que son posiblemente de las más costosas en su mantenimiento para la universidad, tienen como objetivo que los animales que mantenemos estén siempre en las mejores condiciones posibles.
Otro aspecto fundamental que ha afectado en los últimos años es el de la formación del personal. Antes, la gente que empezaba a hacer experimentos con animales, como sucedió en mi caso cuando yo empecé mi tesis doctoral, usábamos los animales como aprendizaje para aquellas personas que teníamos en nuestro entorno. Hoy en día eso está regularizado y es necesario hacer una formación específica, reglada, con cursos, con periodos de aprendizaje, con periodos de supervisión. Esto hace que la gente, cuando se enfrenta a la experimentación animal, tiene una formación y un conocimiento mucho más profundo que el que tenía antes.
El tercer aspecto más importante hace referencia a todos los aspectos éticos previos a la experimentación animal. Hasta el año 2013, en España comunicábamos los experimentos con animales; es decir, los hacíamos y luego los describíamos a nuestra autoridad competente, el órgano que nos controla, que es la Xunta de Galicia. Desde el año 2013, no podemos hacer ningún tipo de experimento con animales que no haya sido previamente autorizado. De modo que yo creo que ha habido un avance muy significativo en el modo en el que se realiza la experimentación animal en nuestro entorno.
—¿Qué llevó a esos cambios que acaba de contar?
—Hay varios factores. Uno es la propia evolución del conocimiento que tenemos acerca de los animales. Hay que tener en cuenta que lo que sabemos del propio bienestar animal y de la propia fisiología de los animales proviene de su conocimiento y de su estudio. Es decir, ahora podemos conocer o desarrollar técnicas mucho menos invasivas. Por ejemplo, hoy en día podemos hacer seguimientos de patologías en ratones con las mismas técnicas de imagen que se utilizan para humanos, con técnicas de resonancia, de rayos X, de PET. Las mismas. Esto es muy reciente porque estas tecnologías antes no tenían la potencia y la discriminación suficientes.
Ha habido también una evolución de la sociedad. Como decía antes, particularmente en España, la concienciación acerca del uso de animales es reciente, no solo en la experimentación animal, sino también en ámbitos recreativos como la caza o las corridas de toros o en otro tipo de ámbitos como para comer, para generar alimentos o para generar vestimenta.
El tercer factor es la legislación. Esta no deja de ser un reflejo de lo que la sociedad nos pide, nos permite y nos exige. De modo que, en la Unión Europea ha habido en los últimos 10-15 años una evolución hacia unas normativas más restrictivas en el sentido de que necesitamos usar experimentación animal, pero vamos a mirar mucho más con lupa por qué la hacemos, con cuántos animales la hacemos y cuáles son los objetivos que se persiguen. Yo creo que ha sido una conjunción de varios factores.
—De todo el proceso de trabajo con animales, ¿cuál es el más complicado para usted y por qué?
—A día de hoy, yo hago poco trabajo directamente con animales. Me dedico un poco más a la supervisión de los estudios y a la evaluación de los proyectos que se van a realizar Pero sí recuerdo que cuando empecé a trabajar con animales transgénicos, genéticamente modificados, me resultó difícil entender que una parte de los animales que generamos, como consecuencia de su identidad genética, no nos resultan útiles para los estudios. Esto es intrínseco a la propia naturaleza del animal, es decir, unos hermanos llevan la modificación genética y son mutantes y otros no. En muchas ocasiones hay un número importante de esos animales que no van a ser útiles para los estudios y que debemos sacrificar. Esta es una de las cosas que todavía opino que tiene un amplio rango de mejora en cómo utilizamos a los animales. No tengo ninguna duda de que el uso de animales es necesario, de que nos beneficiamos de ello como sociedad, pero también creo que debemos hacer un esfuerzo adicional por reducir el número de animales que empleamos.
—¿Cuáles son las diferencias entre experimentar con ratones, conejos o monos y cómo reaccionan habitualmente ante los experimentos que se hacen con ellos?
—Es una diferencia muy importante desde el punto de vista práctico. Cuanto menos desarrollado, cuanto menos sintiente es el animal con el que queremos hacer los trabajos, más fácil es hacerlo. Hoy en día, hacer experimentos con primates no humanos es extremadamente difícil porque la sociedad y la legislación nos dicen que tiene que estar muy justificado el utilizar un primate. Hay situaciones en las que está perfectamente justificado. Venimos y llevamos mascarilla todo el día por una situación de una pandemia que ha afectado a nivel mundial a millones de personas donde precisamente el uso de primates, el uso de animales de experimentación en general, pero el de primates en particular, fue un cuello de botella para el desarrollo de las vacunas y, posiblemente, hoy no estaríamos diciendo que ya nos quitamos las mascarillas, si no fuera porque se desarrollaron las vacunas. Para eso el uso de mascarillas fue imprescindible. El uso de animales también.
Entonces, el uso de primates es un uso especialmente restrictivo. Los primates son animales mucho más complejos y mucho más cercanos. Su comportamiento, su entendimiento de lo que les pasa cuando se someten a procedimientos, a medir parámetros fisiológicos, es muy diferente. En el caso de los roedores, aunque ellos pueden establecer una comunicación, un reconocimiento incluso de las personas que los manipulan y los cuidan, es diferente porque su grado de percepción del entorno y, en general, de la situación es menor. La inmensa parte de los experimentos con animales que se realizan, no solamente en nuestro entorno, sino a nivel mundial, se realizan con roedores. Los primates son otros animales superiores como perros, gatos o conejos. Su uso es mucho menor y, sobre todo, con primates es prácticamente residual en cuestión de número.
—¿Qué cree que es lo más importante que deberíamos saber sobre la experimentación animal?
—Yo percibo que, en ocasiones, la sociedad en general no tiene una información suficiente o adecuada acerca de lo que hacemos. Es relevante, considero, que tengamos en cuenta como sociedad que la experimentación animal es un proceso muy estrictamente regulado que tiene que hacerse solamente cuando existen unas autoridades éticas y científicas suficientes. Solamente se puede llevar a cabo por personal capacitado y debidamente formado y solamente se puede llevar a cabo en instalaciones y con procedimientos adecuados para tal fin. Yo siempre le digo a mis alumnos que el cine ha hecho un daño tremendo porque parece que el investigador se levanta por la mañana y llega al laboratorio y empieza a hacer los experimentos con animales que se le ocurren. Eso es rotundamente falso. Pasan meses de diálogo en los comités hasta perfeccionar aquel experimento que a mí se me ocurre hasta que se me autorice a hacerlo y ese perfeccionamiento tiene como objetivo precisamente que el uso de animales se atenga estrictamente al principio de las tres erres.
—Sabiendo que muchas marcas de cosméticos utilizan animales para testear sus productos, ¿qué le parece que se usen animales para actividades que no son imprescindibles?
—El empleo de animales para la prueba de cosméticos es una de las informaciones poco veraces que se dan muchas veces de movimientos animalistas en la Unión Europea. La utilización de animales para testear cosméticos está prohibida desde hace más de 10 años; es decir, no se pueden utilizar legalmente en Europa animales para testear cosméticos o ingredientes de productos cosméticos. Evidentemente, esto se hacía en el pasado, pero hoy en día existen alternativas in vitro que además están desarrolladas y reguladas por instituciones europeas, financiadas con fondos europeos para que eso sea así y, desde luego, cualquier uso de animales para procedimientos o procesos que no sean imprescindibles lo veo mal, no lo puedo aprobar. No solamente es que lo diga yo; las últimas encuestas de percepción social de uso de animales nos dicen que el uso de animales para fines recreativos tienen una aceptación social muy baja. Sin embargo, las actividades más toleradas son aquellas que realizamos desde el punto de vista de la comunidad científica, es decir, para los estudios que tienden a mejorar la propia salud de los animales. No nos olvidemos que los tratamientos veterinarios también requieren experimentación con animales, lo mismo que la salud de los humanos. En ese sentido sí que somos digamos utilitaristas, ya que los empleamos para ese fin. Cualquier otro uso que no sea imprescindible, yo creo que debe estar abocado a desaparecer.
—¿Qué piensa de las propuestas de que debería ser prohibida la experimentación y qué significaría esta prohibición para una investigación como las llevadas a cabo en el CIMUS?
—Hace unos pocos años, dos o tres años, hubo una iniciativa europea que recabó más de dos millones de firmas que pidieron a la Unión Europea y al Parlamento Europeo precisamente la prohibición de la experimentación animal. Muchos de los que nos dedicamos al estudio en biomedicina escribimos a nuestros representantes en el Parlamento Europeo para expresar nuestra disconformidad y nuestra oposición a esa iniciativa. El horizonte por el que todos trabajamos, y pienso que incluyo a todos los miembros de la comunidad científica, es por una investigación que podamos hacerla sin utilizar ningún animal. Sin embargo, si somos realistas, sabemos que a día de hoy eso es inviable. Prohibir la experimentación animal hoy en día supondría un coste para nuestra sociedad humana, como seres humanos, altísima. Antes os ponía el ejemplo de las vacunas del covid y cómo se habían podido desarrollar vacunas en una situación de una pandemia mundial con más de un millón de muertos, una situación donde no podríamos testear su seguridad, no podríamos testear su eficacia, no podríamos testear sus efectos en animales antes de probarlos en humanos. El coste desde el punto de vista de la salud humana sería altísimo
—Si tuviera que convencer a una persona que está en contra de la experimentación animal, ¿qué le diría?
—Yo considero que lo primero que intentaría hacer es darle información. Por eso, el acuerdo de transparencia pretende que las instituciones donde hacemos experimentación animal pongamos sobre la mesa cómo lo hacemos, por qué lo hacemos y en qué condiciones lo hacemos. Yo creo que una parte importante de las personas que se oponen a la experimentación animal nace del desconocimiento y en esto he de decir que la comunidad científica somos responsables porque durante muchos años hemos ocultado activa o pasivamente las cosas que hacíamos y por qué las hacíamos, y esto ha creado un discurso paralelo que muchas veces no se ajusta a la realidad y que cala y que la gente lógicamente es sensible al sufrimiento de los seres vivos. Yo creo que todos lo somos. También los que tenemos que utilizarlo. Entonces, lo primero sería darle información.
Y es cierto que hay posturas extremas en la oposición al uso de animales con estos fines, incluso con otros que dicen que, si los humanos y los animales somos iguales en todos los aspectos, no tenemos derecho a emplearlos. Esta es una postura más filosófica que evidentemente científica y es una postura que yo no comparto. Yo creo que todas las personas normales somos sensibles al sufrimiento de los animales, pero creo que por encima de eso está la sensibilidad del sufrimiento de los seres humanos y es muy difícil justificar dejar de luchar contra enfermedades tan devastadoras como el Alzheimer, tan prevalentes como el cáncer, de tanto impacto social como ha sido la covid. Eso supondría renunciar a mejorar nuestra salud, la de nuestros hijos y la de nuestros nietos por una postura, en este caso, maximalista en mi opinión.
—¿Qué otros métodos cree usted que se podrían usar en vez de la experimentación animal?
—Ya hay muchos que utilizamos, antes de llegar a los animales. Imaginad, por ejemplo, si estamos desarrollando un tratamiento contra el cáncer, como pueden ser algunas cosas que hacemos en mi grupo, de cada diez sustancias que empezamos a probar llegamos con una, con un poco de suerte, a probarla en animales. La mayor parte de ellas se nos caen en los estudios anteriores. ¿Qué hacemos? Pues trabajamos mucho con células, con cultivos celulares. Si queremos hacer un tratamiento para cáncer de pulmón, probamos cómo son los efectos primero en células de cáncer de pulmón y en células de pulmón normal. Si un tratamiento mata las células normales y las células tumorales, no avanzamos nada. Entonces, primero hacemos estudios in vitro, que también han mejorado muchísimo. Antes simplemente cultivábamos las células en una superficie y el tratamiento les llegaba directamente. Esto reproduce mal lo que pasa cuando nos tomamos un fármaco nosotros. El fármaco tiene que pasar por un montón de obstáculos antes de llegar a su diana, antes de llegar al órgano o a donde tiene que hacer efecto. Hoy en día hay cultivos, por ejemplo, en tres dimensiones. Cultivos que reproducen mucho la estructura y la complejidad de los órganos. Reproducen mucho mejor también esas barreras biológicas que un fármaco tiene que llegar. Por tanto, creo que hay toda una serie de cultivos, que es lo que llamamos organoides, que reproducen eso, que son como órganos, pero los hacemos en el laboratorio. Estos organoides con distintos tipos celulares con contribución de diferentes ambientes reproducen ahora mejor las estrategias que antes teníamos exclusivamente de cultivos celulares. Yo opino que ahí tenemos un amplio margen de mejora, pero, insisto, las alternativas las estamos utilizando permanentemente porque es el sistema de filtrado de cualquier candidato que vaya a llegar a un animal. ¿Qué ocurre? Que sigue habiendo cosas que necesitamos probar en un animal, en un contexto de un ser vivo entero, en toda su complejidad.
—Para finalizar, últimamente se ven muchas alternativas a la experimentación con animales. Hay grupos que afirman que son más efectivas y económicas. Una persona con experiencia científica como usted, ¿qué opina sobre las alternativas a la experimentación con animales y cómo ve esta situación en el futuro?
—Las alternativas han mejorado también. Insisto, las alternativas no son una cuestión de que a mí, investigador, me guste o no me guste utilizar una alternativa. Estoy obligado por ley. Y si yo no lo contemplo en mi proyecto, el comité que lo supervise me lo va a decir. Por tanto, no se va a aprobar ninguna experimentación que no contemple las alternativas de poder usar animales, no deber utilizar animales; las alternativas de cuántos animales empleo o si debo utilizar los menos animales posibles y en las mejores condiciones posibles. Como digo, hay estrategias y técnicas que hoy en día nos permiten un tratamiento mejor, es decir, un uso de alternativas. Las técnicas de imagen, por ejemplo, las técnicas no invasivas al seguimiento de animales, los cultivos en tres dimensiones, los cultivos de organoides o los estudios in silico. Por ejemplo, en la Universidad de Santiago, en todo el Campus de Santiago no existen prácticas en cualquier grado, sea de biología, sea de biotecnología, sea de farmacia o de medicina, Cuando yo estudiaba la carrera se utilizaban animales. Ya no. Eso lo hemos sustituido por prácticas de simulación por ordenador. Entonces, las simulaciones de ordenador, que son una de las cosas que con frecuencia se alude como alternativa, están muy bien, pero los ordenadores hay que alimentarlos con datos. Nosotros podemos reproducirlos a ordenador lo que sabemos de cómo funciona un riñón o cómo es el intercambio de gases del pulmón, pero no podemos predecir situaciones que son absolutamente novedosas y que es con lo que nos encontramos en una investigación en el día a día.
En cuanto a las alternativas ha habido un gran avance. Estamos obligados a emplearlas y, desde luego, mi predicción es que vamos a emplearlas cada vez más y no tenemos que olvidarnos que el horizonte para todos, no solamente para los que reclaman el fin de la experimentación, sino para los que la usamos, el horizonte es que llegue el momento que podamos hacer investigación sin utilizar animales. En eso estamos todos de acuerdo.