Daniel Salgado, Mª Felicidad Gómez, Santiago Salgado e Iria Vidal

Paciente con esquizofrenia, sus padres y su psicóloga

De derecha a izquierda, Daniel Salgado Gómez (paciente), Santiago Salgado Briceño, Maria Felicidad Gómez Renieblas (padres) e Iria Vidal Vázquez (psicóloga de Daniel). |CEDIDAS

"Encontramos constantemente en la prensa noticias en las que se asocia una conducta delictiva con una enfermedad mental y esto estigmatiza mucho"

Tan sólo con 28 años de edad, Daniel Salgado Gómez comenzó a lidiar con sus primeros brotes psicóticos. Internado en un psiquiátrico, siempre tuvo el apoyo de su círculo tanto social como familiar y de su psicóloga Iria Vidal Vázquez

PEDRO CRUZ SÁNCHEZ, IRIA GIL COBAS Y DIANA MARTÍN CASTILLO | Murcia-Santiago de Compostela


Daniel Salgado Gómez (Zaragoza, 1984) fue internado en un psiquiátrico con 34 años debido a sus brotes psicóticos. Ahí le diagnosticaron esquizofrenia. A los 18 años se incorporó al ejército y estuvo unos 16 años viviendo en Madrid, hasta que le detectaron la enfermedad y entonces volvió a Murcia. Actualmente es pensionista pero puede compatibilizarlo con otro trabajo, cosa que está deseando hacer. Estuvo ingresado tres veces en el hospital Gregorio Marañón de Madrid, una vez en la clínica San Felipe en Murcia y una última vez en la misma provincia pero en el hospital Santa Lucía de Cartagena. En todos los casos en estancias con duraciones de 1 mes a un 1 mes y medio.

Iria Vidal Vazquéz es psicóloga, especializada en la rehabilitación de adultos y familias. Nació en Cartagena pero su madre es de Vigo y su padre de Madrid, por lo que pasó su infancia entre esas dos ciudades. Cuando decidió hacer la carrera de psicología, escogió un itinerario en el instituto mixto para tener asignaturas tanto de humanidades como matemáticas. Se formó en la universidad de Murcia los 5 años de licenciatura y los 2 años de máster. A los meses de finalizar su licenciatura, encontró trabajo formando parte del equipo de la asociación AFEMAR como psicóloga tanto de adultos como del servicio infanto-juvenil.

Actualmente se encuentra dentro de un equipo multidisciplinar y con una línea de trabajo en constante formación, muy implicada con cada caso. En su vida personal, también fue creciendo, formando su propia familia junto a su marido y sus dos hijas Elba y Serena.

Santiago Salgado Briceño, nacido en Madrid el 25 de julio de 1953, empezó a los 12 años como jugador de fútbol en los infantiles del Real Madrid, después pasó a juveniles del Real Madrid, más tarde estuvo 2 temporadas en el amateur que era el segundo equipo del Real Madrid, llegando a jugar partidos amistosos con el primer equipo. Después fue cedido al Guadalajara y al Alcorcón después, teniendo la suerte de aprender con grandes entrenadores como Muñoz, Moleiro, Luis Molowny y con jugadores de renombre como Camacho, Fleitas, Marañón, Grande, del Bosque, Zunzunegui, García Remón, Amancio, Gento, Juanito, Ferenc Puskás por nombrar algunos. Dejó el fútbol a los 29 años para pasar a hacerse cargo del negocio familiar hasta la jubilación.

María Felicidad Gómez Renieblas. Nacida el 29 de mayo de 1965 en Zaragoza, desde muy pequeña con aficiones por el mundo del motor, estudió la EGB y salió del colegio para trabajar con 14 años. Tuvo a Daniel con 19 años. Se ha dedicado a la hostelería, a la limpieza y también tuvo un negocio propio. Fue en el año 1994 cuando conoció a Santiago y, trasladándose a Madrid, hizo realidad su sueño de sacar los carnets profesionales y se dedicó al mundo del transporte por carretera hasta el año pasado que por desgracia su empresa se vino abajo, le mandaron a un ERTE y finalmente al paro. Actualmente no trabaja.


Daniel Salgado Gómez


—¿Cómo comenzaron sus brotes psicóticos y cómo recuerda ese momento?

—Comenzaron cuando yo tenía 28 años y fue por un consumo de tóxicos; es decir, de drogas. Básicamente ese fue el detonante. En aquel entonces yo no tenía ni idea de lo que era la psiquiatría en este aspecto. No sabía nada de lo que me estaba pasando y por mi cabeza pasaban ideas muy delirantes. Acabé pidiendo ayuda a mi familia, me llevaron a un centro psiquiátrico y ahí me empezaron a tratar.

—¿Cuál fue su primer pensamiento cuando le diagnosticaron esquizofrenia?

—Lo primero que pasa cuando te diagnostican una enfermedad mental es como si te hablaran en un idioma que no comprendes por qué te dicen tal cosa, que en mi caso es un tipo de esquizofrenia, y te quedas que no sabes qué te han llamado, pero te cambia la vida. Cuando me dijeron “Tienes un tipo de esquizofrenia” soy el primero que tiene un prejuicio sobre ello. Tener esquizofrenia me suena a loco; a la típica imagen que nos viene a todos a la cabeza de alguien con un cuchillo. Además, me lo estás llamando a mí que nunca he tenido ese tipo de ideas. Te aborda un mundo nuevo de ideas sobre la enfermedad y no comprendes el por qué. Es un momento de mucha confusión y más los días posteriores.

—¿De qué modo reacciona la gente al saber que tiene una enfermedad mental?

—Afortunadamente soy uno de los pocos que tienen un círculo social tan abierto mentalmente y me han aceptado como soy, incluidos mis amigos de toda la vida. Siempre hay algunos con los que no hablo mucho del tema, pero seguimos manteniendo la relación. Mi familia, que la tenéis aquí presente y, por supuesto, mi psicóloga, me apoyan en mis decisiones, me ayudan a elegir que es lo mejor para mí. Tengo mucha suerte en ese sentido pero yo pertenezco al 1% que tiene esta suerte, porque, por desgracia, no es así en la mayoría de los casos.

—¿Cuál y cómo fue su experiencia más dura dentro del psiquiátrico?

—Honestamente soy una excepción también porque lo que para la inmensa mayoría de gente que entra en un psiquiátrico es un evento dramático, para mí es un momento de reposo, por así decirlo. Aunque más que reposo, es un sitio donde divertirme. Para mí es como un parque de atracciones. Cuando estoy dentro de un psiquiátrico, doy rienda suelta a mis delirios. Mis paranoias consisten en: ver ángeles y demonios, creerme parte de Dios, creer que también hay partes del diablo y dentro del psiquiátrico están los enfermeros, donde yo soy consciente que no van a dejar que me pase nada malo, que cuento con su apoyo. Cuando yo entro al psiquiátrico me pongo a buscar al malo, al peor de todos. Para mí es un juego un poco escabroso y maquiavélico pero en realidad es como un Escape Room.

—¿Cómo se sintió al tener que dejar a su familia y amigos por tanto tiempo?

—Muy solo, aunque la soledad es un camino que he elegido más de una vez en mi vida. Pero la soledad en un psiquiátrico se pasa sobre todo al estar atado en una cama. Esto es una convicción que tengo no por parte de mis delirios, sino porque estamos solos. Nacemos solos y morimos solos, y entre medias también podemos estar solos. Esa era la sensación que me invadía.

—¿Cuál era su rutina día a día cuando estaba en el psiquiátrico?

—Era levantarme por las mañanas alrededor de las 07:30, ducharnos, ir a desayunar y luego ya era todo el día deambulando por la estancia. Siempre estábamos en dos salas: una era el comedor y la otra era una sala con una televisión, con muchos sillones y un pasillo. Simplemente deambular.

—¿Cómo se relacionaba con las demás personas internadas?

—Muy bien. Sé diferenciar muy bien un acto gentil de una mirada desafiante; entonces, es ahí donde hago esa división que comentaba antes. Si alguien me sostiene la mirada es cuando lo desafío aún más, y eso puede llevar a una situación conflictiva. Ya sé que no voy a ser amigo de esa persona, pero sí de otra persona que, en cambio, me ofrezca fumar un cigarrillo con ella y mantener una charla distendida y tranquila, pues sé que esa persona será amiga mía.

—Al recuperarse de este trastorno, ¿cómo fue su regreso a casa y a la vida en sociedad?

—La primera vez he de decir que yo no estuve diagnosticado hasta el tercer ingreso. Simplemente, me dijeron que tenía una psicosis no especificada, y según salí del hospital me recomendaron una medicación. Cogí el coche y los papeles los tiré directamente por la ventanilla. Hasta que no tomé conciencia de que estaba pasando algo más serio que una simple ida de olla, por decirlo llanamente. Esa fue mi primera reacción ante aquel primer diagnóstico; luego, a partir del segundo, ya sí que tomé un poco más de conciencia y procuré ser más serio con la toma de medicación, aunque siempre he sido un poco resistente y no siempre he sido muy constante en ello. Últimamente, sí me lo he tomado en serio, ya que en mi último ingreso me dieron la esperanza de que quizá en unos 6 o 7 años deje de tomar medicación. Ese es mi mayor objetivo. Poder ser autónomo emocionalmente y poder gestionar mis emociones sin necesidad de medicaciones ni nada parecido.


Mª Felicidad Gómez y Santiago Salgado (Padres)



—Cuándo se enteraron de la enfermedad de Daniel, ¿cómo se sintieron al respecto?

[Madre]—Yo como madre, cuando me enteré de la enfermedad, realmente era lo que buscaba. No es que buscara que mi hijo fuera así o que le hubiera dado un brote psicótico, sino es que, cuando él ingresa por un brote psicótico, yo como madre no hacía más que preguntar qué era lo que tenía mi hijo porque nunca había visto eso ni me había enfrentado a una situación así directamente. Entonces uno escucha cosas de cómo puede ser una enfermedad mental, pero sí que es verdad que yo como madre buscaba a toda costa que me dieran un diagnóstico. Realmente buscaba eso para cuando le dan una etiqueta a lo que tiene tu hijo, en este caso y ya puedes decir: “Esto es lo que tiene; a esto me acojo”. Busco información y sobre esto tiene que haber algún tratamiento. Entonces sí que es verdad que mi objetivo era ese, que me dieran un diagnóstico. Cuando nos lo dieron es duro al principio, porque empiezas a buscar información y en mi caso me pasaba un poco como lo que ha explicado Daniel. Todos tenemos un juicio hecho acerca de lo que son las enfermedades mentales y la mayoría de las veces es equivocado. La esquizofrenia va siempre asociada a personas que son violentas, que te van a atacar y es verdad que es un estigma que lo creamos entre todos. Ya cuando a uno le toca, yo decía: “No puede ser que mi hijo tenga esto”, porque no era la imagen que yo tenía asociada a esta enfermedad. Y es que estaba muy equivocada, claro, y en ese sentido no me lo tomé muy bien.

[Daniel]—Sí puedo añadir una cosa para complementar lo que estaba diciendo. El tema del diagnóstico es un arma de doble filo en el sentido de que es muy impactante para quien lo recibe, pero a la vez es como un salvavidas porque por fin pones nombre a lo que tienes y ya se empieza a trabajar sobre eso. Además, ya es una toma de contacto con una realidad que, por muy poco que nos guste, es un primer paso hacia algo. Ya por lo menos encuentras un centro como en el que trabaja Iria, en el que trabajan con este tipo de enfermedades y te saben tratar y conoces gente como tú y parece que todo va a mejor.

—¿Cuál fue vuestra reacción cuando Daniel sufrió su primer brote psicótico?

[Padre]—La primera reacción que tuvimos fue bastante mala porque él no pensaba que tuviera nada. Era simplemente que eran cosas suyas, que no tenía ningún problema y que el problema lo teníamos nosotros. Y sí es verdad que la primera vez fue horroroso. Fue un tema muy delicado y lo pasamos muy mal.

—¿Qué solían hacer cuando Daniel sufría brotes psicóticos?

[Padre]—Nosotros hacíamos lo único que podíamos hacer, que era ingresarlo, porque Dani era la manera de pedir ayuda que tenía. Cambiaba totalmente, era una persona diferente, empezaba a tener unos síntomas muy peculiares y ya sabíamos que nos estaba pidiendo ayuda. Entonces lo llevamos al hospital y ahí fue donde lo pasamos mal de verdad, porque lo veíamos mal y él afortunadamente, como dice, no era muy consciente de lo que le estaba pasando. La verdad es que, poco a poco, durante los siguientes ingresos que hemos tenido es una persona que ha ido concienciándose de lo que le está pasando, que va reconociendo las cosas y ese es un paso muy grande. Cuando empiezas a reconocer que tienes un problema es cuando puedes ayudarle y él se puede ayudar a sí mismo también.

—¿Cuál fue el mayor impacto en la familia con el ingreso de Daniel en el psiquiátrico?

[Madre]—El mayor impacto en cuanto a nosotros como familia es que es un mundo tan nuevo y tan desconocido el comportamiento de un familiar al que le está sucediendo esto que, al igual que les pasa a su círculo más cercano de amigos íntimos como él ha comentado, le han conocido con una serie de conductas y, de repente, le ven distinto el comportamiento o el habla más desorganizada. Entonces te enfrentas a una persona que no conoces. Por todo eso, hasta que lo vas encajando y te das cuenta de que está pasando por un proceso que es verdad, que hay que practicar mucho la escucha y tendemos a intentar que piense de otra manera y se exprese de otra manera, simplemente hay que dejar que fluya su conversación, que te cuente lo que te quiera contar y, en definitiva, hay que buscar ayuda en profesionales que sí que pueden ayudarle.

[Daniel]—Os podéis hacer una idea de cuánto hay que querer a una persona y apreciarla para que aguante todo esto de una persona descontrolada como lo he sido yo a veces. Vosotros imaginaos que tenéis a vuestro mejor amigo que empieza a contaros una historia que no os encaja, que no comprendéis, que es extraña. Hay que ser muy buen amigo, familiar, tío, primo… Pero, en fin, hay que apreciar mucho a la persona para soportar su conversación y llegar a un punto en el que veas que es mejor escuchar que aconsejar, porque la persona no está en un momento muy apto para escuchar consejos, puesto que está metida en un bucle, en una idea repetitiva en su cabeza. Entonces, desde luego, lo que más me ha servido a mí es que mi familia en estos momentos difíciles me ha escuchado, me he sentido escuchado y han estado muy cerca de mí. Y eso es lo que más les agradezco.

—Al saber que Daniel salía del psiquiátrico, ¿cómo se sintieron frente a la emocionante noticia y cómo lo acompañaron en su nueva situación?

[Madre]—Las veces que Daniel ha estado ingresado, la verdad es que no hay dos ingresos iguales y no hay dos altas iguales; cada una ha tenido su particularidad. Es verdad que en las primeras altas e ingresos estábamos muy desconcertados, buscando respuestas a lo que le ocurría a Daniel y era más difícil. Después no es que haya sido mejor, pero ha habido una evolución positiva en el sentido de que uno va conociendo los síntomas, la enfermedad que tiene, el proceso en el hospital hasta que le dan el alta. Entonces, las últimas veces han sido una evolución más positiva porque ya vamos conociendo más la enfermedad. No estamos tan perdidos como al principio y, por lo tanto, la evolución es mejor. Además, tenemos más esperanzas también en cuanto a la recuperación. Se le va viendo también mucha mejoría y él en su conocimiento de lo que tiene lo toma de otra manera y afronta las cosas de otra forma. Sí que quisiera deciros antes de terminar por si se me olvida que la palabra “esquizofrenia” cómo Daniel ha explicado antes, yo misma también la asociaba a un comportamiento violento, irascible y no es así; la mayoría de los casos es un habla desorganizada y un comportamiento que ves que no es el cotidiano de esa persona cercana con la que tú estás acostumbrada a tratar, pero que, en ningún caso, son violentos. Si en algún caso ejercen la violencia, normalmente es con ellos mismos. Entonces, ese miedo que nos puede causar la palabra esquizofrenia en ese sentido lo tendríamos que erradicar porque no va para nada asociado a una violencia. Si en algún momento, como ha dicho Daniel, escucháis () en un amigo un comportamiento raro, extraño, pues hay que levantar un poco las orejas y decir: “Aquí algo está ocurriendo”. Después hay que escuchar a esa persona e intentar buscar ayuda. Pero no hay que tenerle ese miedo que, a lo mejor, como sociedad mostramos a la palabra esquizofrenia en concreto.

—Después de haber vivido esta experiencia, ¿qué consejos le daríais a unos padres que se encuentran en su anterior situación?

[Padre]—Me parece que cada persona en su mundo y cada uno tiene unas tendencias. Yo pienso que lo mejor es ponerse en manos de gente como Iria que los conocen y han estudiado para saber cómo tratarlos. La verdad es que fue gracias a ella y al centro en el que estaba. Dani al principio no quería estar en el centro, no le gustaba, pero, gracias a su madre que insistió, ahora Dani está encantado de estar allí, la asociación le hace sentirse útil y es una persona que tiene unas aficiones como otra cualquiera. Él quisiera empezar a trabajar y hacer muchas cosas. Por eso es fundamental orientarlo a personas que entienden de este tema y que nos pueden orientar a nosotros también, a pesar de que nosotros, por otro lado, también vamos viendo cómo viene la evolución y después de todo va cada vez mejor.

[Daniel]—Me viene a la mente una respuesta para la pregunta de Pedro que he tenido este mismo fin de semana. Yo tengo unos amigos que tienen ya dos niñas pequeñitas y la niña mayor confunde la palabra “apestoso” con “grandioso”. Entonces en el colegio, cuando le preguntaron sus padres: “¿Dónde has estado?” Y contestó: “He estado en el sitio apestoso”. Y ellos se quedaron como diciendo: “¿Apestoso?”. Después siguieron hablando y ella ya habló del sitio “grandioso”. Lo que quiero decir con esto es que la niña confundió las palabras. Entonces eso puede ser un síntoma. Al final, los consejos que se les pueden dar a personas que tengan hijos que puedan presentar problemas mentales se basan en que les quieran o no les quieran. Quiero decir, yo le dije a mis amigos: “La niña parece que es disléxica, parece que confunde estas dos palabras”, pero puede ser cualquier otra cosa o puede no ser nada simplemente. Sin embargo, es un sitio por el que tirar y el amor que le tienen estos amigos míos a sus hijos los va a llevar a buscar respuestas hasta el fin del mundo. Por supuesto, no quiere decir que yo haya acabado donde he acabado por falta de amor, ni mucho menos; todo lo contrario. Es más, ha sido así por una rebeldía extrema en mi adolescencia, que eso daría para responder unas cuantas preguntas más, pero lo que quiero decir es que el amor que se tiene hacia una persona ya te hace sentirte alerta acerca de su bienestar, de cómo se encuentra. Yo creo que por ahí va un poco la clave.

—Ahora, después de tanto tiempo, ¿de qué manera sigue siendo complicado convivir con una persona con esquizofrenia?

[Madre]—No es difícil.

[Padre]—Es una persona normal.

[Madre]—Es muy fácil. Daniel ha tenido una condición personal como persona, como ser humano, desde que nació, como tenemos cada uno de nosotros y con ellas vive. Porque él ha nacido con una forma de ser y no le cambia esta forma de ser el tener una enfermedad mental. Es solo que él tiene una enfermedad mental, pero sigue siendo el chico estupendo que ha sido siempre y una persona con la que se puede convivir perfectamente, ya que no supone ningún impedimento la enfermedad mental que tiene. Han sido casos puntuales en un brote psicótico en los que él se ha comportado de una forma distinta, pero Daniel es Daniel, como le parí, hablando claro, y así sigue y no es nada difícil vivir con él.



Iria Vidal (Psicóloga)


—¿Qué factores tuvo en cuenta para un diagnóstico de esquizofrenia en el caso de Daniel?

—A pesar de que Daniel cuando llegó ya a nuestro centro estaba diagnosticado, y suele ser así, normalmente cuando vienen a nuestro centro, cualquier usuario o familia ya viene con un diagnóstico previo. No obstante, se hace un cotejo de la sintomatología que presenta o que ha presentado, y se comprueba que efectivamente cumpla los criterios para tener este diagnóstico. En el caso de Daniel sí contemplé y, sobre todo luego en el brote que le ayudé a gestionar, comprobé que tenía síntomas asociados a la esquizofrenia como pensamientos delirantes, un pensamiento desorganizado, creencias irracionales o delirantes, así como episodios de manía. Finalmente él cumple los criterios diagnósticos de lo que sería una esquizoafectividad. Normalmente no hay unas pruebas de laboratorio, ni pruebas objetivas que te hagan determinar que sea uno u otro diagnóstico de salud mental, así que, al final, es a través de la observación de que se cumplen unos síntomas. Ese es el síndrome que tenía Daniel.

—¿Cuál fue la razón por la que decidió hacerse psicóloga?

—Fue una decisión muy vocacional que tomé en pleno instituto, y ya que la parte de la salud siempre me había llamado la atención, quizás más de pequeña me interesaban los animales y, como muchos niños, queremos ser veterinarios de mayores. Sin embargo, conforme fui creciendo, en plena adolescencia me empezaron a interesar mucho los temas de salud mental y vi que la carrera que estudiaban y de una forma no farmacológica era la psicología y me pareció una carrera que antes de estudiarla vi qué asignaturas había y qué competencias había que tener; vi que era una carrera muy completa porque estudiaba tanto la parte de biología como la parte de estadística. Si te quieres dedicar a la investigación, hayan poco la parte humanista y sí que es cierto que es una carrera muy vocacional. De hecho, cuando yo la estudiaba era una carrera con mucho paro porque es una profesión ya no tan estigmatizada, pero sí lo ha sido en nuestra sociedad. En Estados Unidos no tanto, pero aquí en España es una profesión muy estigmatizada. Hay personas que aún me vienen diciendo: “Es que yo no quiero venir al loquero” o “Yo sé que no creo en esto”, como si fuera un acto de fe y no una profesión respaldada científicamente. Y aún hay muchos estigmas en este aspecto en mi profesión. Sin embargo, es una carrera científica, es una carrera muy completa en la que se estudian muchas competencias, requiere de mucho coraje y, sobre todo, es una carrera en constante reciclaje, por lo que a quien le interese tiene que seguir durante toda su vida profesional en constante autocrítica y en constante exigencia para estar siempre al día de cuáles son aquellas herramientas que tenemos que aprender para poner al servicio de las personas que atendemos. Pero, sin duda, es una carrera que creo que apoya y sirve muchísimo en muchos cargos. Yo me especialicé mucho en salud mental, pero también es una profesión que está en el ámbito educativo, que está en el ámbito de recursos humanos, que está en el ámbito deportivo, que hoy en día tiene mucha trayectoria y que, por suerte, está mucho menos estigmatizada.


—¿Cómo es el proceso de informarle a su paciente que sufre un trastorno mental y cómo suelen reaccionar?

—No todos reaccionan de la misma manera. Siempre informamos de la manera más transparente, clara y concisa del diagnóstico que tienen y de los problemas de salud mental que tienen y se le hace partícipe de su proceso de recuperación. Siempre intentamos trabajar con la familia y el paciente para que el proceso de recuperación cuente con su colaboración, que parta de su compromiso y, sobre todo, que ellos conozcan los síntomas que tienen, que no son culpables ni el paciente ni la familia de que les haya acontecido o hayan recibido esa enfermedad que no es buscada, pero que sí tienen mucha responsabilidad en su tratamiento y en su recuperación. No todo el mundo lo acoge bien y no todos lo asumen. De hecho, Daniel lo ha explicado muy bien en primera persona. De primeras no entienden, no asumen o no creen que puedan tener un problema de salud mental en sí y hay un arduo trabajo de parte de los terapeutas de confrontarle con esa realidad. Porque, al final, cuando aceptan que sí que hay un problema de salud mental es el momento en el que realmente se inicia la recuperación. Hay personas que tardan muchos años o prácticamente toda la vida en asumir que tienen un problema de salud mental. Como no es algo palpable o tangible y como todo acontece sobre estructuras cerebrales, parece que es algo que no asumen. Además, parece que otras enfermedades médicas en las que tú muestras unos valores anormales médicos en una analítica, son más fáciles de asumir como un problema de salud; sin embargo, en los problemas de salud mental es más difícil confrontarlos. Hay personas que tardan muchísimos años o toda la vida en asumir que tienen un problema de salud mental y otras personas como Daniel lo han aceptado y están en ese proceso de recuperación.

—Si ha tenido que lidiar con personas que se nieguen a recibir tratamiento, ¿qué se suele hacer en esos casos?

—Sí, he tenido que lidiar precisamente por esa falta de aceptación. Y han sido poco colaboradores en lo que es su tratamiento. Son casos aislados, casos puntuales, normalmente a base de diferentes ingresos y de diferentes brotes donde la persona ha ido realmente construyendo que tienen una serie de síntomas que la alejan de la realidad y la alejan de tener una vida más normalizada de lo que le gustaría. Y a base de esos ingresos hospitalarios, que intentamos que sean los menos y lo más cortos en el tiempo posibles, al final indican que esa persona tiene que salir de su rutina diaria, tiene que alejarse de la familia o de su vida personal y de las actividades de su día a día; sin embargo, estos ingresos normalmente confrontan mucho a la persona con su situación y se dan cuenta de que no es su culpa que tengan un problema de salud. Y mediante esos ingresos hospitalarios es más fácil que la persona asuma el problema de salud y que necesita una ayuda extra en su día a día. Luego, hay otras personas con tratamiento farmacológico que les ayuda a estabilizar algo su comportamiento, a poner un poco más en organización sus pensamientos.

—¿Nos podría explicar y concretar los principales síntomas de la esquizofrenia?

—Los principales síntomas de la esquizofrenia se suelen dividir en dos. Hay una serie de síntomas que se llaman positivos porque son síntomas que implican conductas o sensaciones de más, que el resto de la población que no tenemos esquizofrenia no sentimos, como son las alucinaciones, que son percepciones inusuales sin necesidad de un estímulo, por ejemplo, el ver, oír, sentir, sabores, imágenes o sonidos que no están. También hay delirios que son creencias inusuales, irracionales incluso extravagantes y también pensamiento desorganizado.

Luego hay una serie de síntomas que se llaman negativos porque influyen en que la persona siente menos algunas de las sensaciones que tenemos el resto de la población, como por ejemplo un aplanamiento de emociones, el estar más inactivos, el tener cierta desmotivación y la pérdida de interés son síntomas que muchas veces se pueden confundir con una depresión. Estos síntomas suelen mantenerse muchos en el tiempo, aunque a veces aparecen de forma residual con un buen tratamiento y se disparan cuando la persona tiene lo que se llama un brote psicótico. La mayoría de las personas con un buen tratamiento no suelen percibir la mayoría de los síntomas.

—¿Cuánto tiempo lleva estudiando y tratando pacientes con este tipo de trastornos mentales y cuál es la parte más complicada de su trabajo como psicóloga?

—En mi tiempo, cuando estudié la carrera de psicología, daban una licenciatura que conllevaba cinco años. Luego seguí con mi formación con un máster de dos años y al tener una carrera en la que, como os expliqué al principio, el estudio del cerebro está en constante evolución pues es una carrera en la que siempre tienes que seguir formándote, a día de hoy seguimos especializandonos a través de diferentes formaciones, a través de las diferentes universidades españolas con cursos de reciclaje y de nuevas aplicaciones y terapias que pueden ayudar a mejorar la calidad de vida de las personas con problemas de salud mental y de sus familias. Por lo tanto, si al final os interesan las ramas de las ciencias de la salud, tened la expectativa de que están en constante evolución a nivel profesional. Trabajando con personas con problemas de salud mental, llevo 11-12 años.

Las situaciones más complicadas que me encuentro me las suelo encontrar sobre todo a nivel social, y uno de los objetivos que tienen los centros como el que trabajo es eliminar el estigma, los tabúes y los prejuicios que suelen extenderse y todavía están enraizados en la sociedad. Además, en la prensa hay mucho desconocimiento con lo que implica lo que es un tema de salud mental, como bien ha explicado la familia de Daniel, donde se le suele tildar de peligroso, se le suele asociar con conductas delictivas y al final es un daño no real que se produce dentro de lo que es el colectivo de salud mental. Ese es el principal obstáculo que me suelo encontrar. A veces incluso entre los familiares, ya que no todas las familias tienen la misma predisposición que tiene la familia de Daniel por conocer lo que implica un problema de salud mental o qué hay que hacer, por lo que estigmatiza mucho a su familiar, impidiéndole trabajar, formar su propia familia o negarles que sigan estudiando. Ese sí que es un obstáculo que me sigo encontrando a día de hoy.

Iniciativas como la vuestra es algo que tengo que agradecer y que me parece una idea maravillosa, que personas tan jóvenes como vosotros tengáis interés por conocer en profundidad y en primera persona lo que es un problema de salud mental. De hecho, desde nuestro centro llevamos varios años haciendo campañas de sensibilización en institutos como el vuestro en nuestra zona, promoviendo lo que implica un problema de salud mental y qué conductas pueden ayudar a prevenir que no se desarrollen problemas de salud mental.

Daniel ya explicó que en su caso hubo ciertos coqueteos con sustancias como el cannabis, pero también hay otras substancias que se están descubriendo hoy en día que pueden producir o precipitar que haya un brote psicótico como son el alcohol o las bebidas energéticas como las que se comercializan hoy en día. Por lo que el principal obstáculo, que suele ser la sociedad, gracias a iniciativas como la vuestra yo creo que sensibilizan bastante y ayudan. Ayudan a que este tipo de campañas e iniciativas entiendan lo que implican los problemas de salud mental y se vayan erradicando estigmas y tabúes que nos seguimos encontrando.

—¿Puede explicarnos el proceso de recuperación de la esquizofrenia?

—La esquizofrenia es un trastorno mental grave que se suele cronificar cuando los dos primeros años se ha visto que no han remitido los brotes psicóticos. Es un trastorno que se suele cronificar, dentro del proceso de recuperación y rehabilitación al ser un trastorno que implica cierta discapacidad porque, a nivel laboral y a nivel personal, implica un cambio o una ruptura de los objetivos, planes o actividades que hacía la persona antes de tener la enfermedad. El proceso de recuperación implica el reducir la discapacidad o al menos la evolución de la discapacidad, prevenir el deterioro mayor de la persona, evitando su aislamiento, evitando recaídas mayores, evitando que los síntomas empeoren y ayudando a que la persona maneje sus síntomas no solo a nivel farmacológico sino implicándose en su tratamiento farmacológico y no descuidándolo, pero tampoco descuidando sus autocuidados: no descuidando sus plazos sociales; no aislándose de la sociedad ni de su núcleo familiar, porque la familia cuando está bien formada es un núcleo fundamental y también implicándola en estrategias de autocuidado como la buena alimentación; evitar el sedentarismo; evitar sustancias que afectan el sistema nervioso como son el tabaco, el alcohol y otro tipo de drogas; tener grupos terapéuticos de apoyo y, sobre todo, que la recuperación de los síntomas vaya en un camino que no afecte o no reduzca la calidad de vida de la persona y de su familia.

¿Cuánto tiempo suelen tardar en volver a la normalidad los pacientes con esquizofrenia y qué retos tienen cuando se reintegran en la sociedad?

—No hay un tiempo estipulado de recuperación. Al final es el tiempo en el que la persona da el primer paso de aceptación, así que todo el trabajo lo lleva la persona, lo lleva el paciente en primera persona. De hecho, no nos suele gustar utilizar la palabra “paciente” porque no es un agente pasivo que reacciona a un tratamiento y ya está, sino que es un agente activo que sé mueve por su recuperación. Entonces, ahí está la clave, el que tanto la persona con un problema de salud mental como su familia acepten el problema y se muevan por su recuperación. Por lo tanto, hay personas que cronifican mucho sus síntomas a lo largo de su vida porque no tienen ese componente de aceptación de que tienen su problema y, por ende, no ponen todos sus recursos y fortalezas para ayudarse a sí mismos.

En el caso de Daniel la recuperación puede ser y está siendo mucho más rápida porque en pocos años ha aceptado que tiene un problema de salud mental y está haciendo algo por recuperarse. En su proceso de recuperación ha aceptado los tratamientos, tanto el farmacológico como el terapéutico, y, además, está dando un paso adelante recuperando su fortaleza estudiando. Está formándose, se plantea objetivos laborales y personales, y está dando todo por ayudarse a sí mismo. Ha dejado de lado el consumo de substancias nocivas para su salud, está intentando llevar una vida no tan sedentaria, está siendo partícipe de lo que implica un día a día en una persona normalizada como son las tareas domésticas y las tareas de autocuidado y está en busca de empleo porque se ha formado para ello. El tiempo realmente lo acotan cuando la persona realmente acepta que tiene un problema de salud mental y se pone a trabajar por su recuperación.

Y en cuanto a retos, el mayor reto lo tenemos frente a la sociedad. Primero, que no se deje de lado a las personas con problemas de salud mental porque, al fin y al cabo, todos podemos sufrir una enfermedad mental; es decir, no es un problema que forme parte de los hospitales psiquiátricos y ya está, sino que nuestra sociedad tiene que hacer mucho para integrar.


[Daniel] Perdón que te interrumpa, Iria, pero es que hace poco me hicieron la misma pregunta en un instituto y respondí que todas las personas probablemente pasemos por algún momento de estrés o que se parezca mucho a una enfermedad mental porque un estrés posparto, perder un empleo, que no te cojan en la universidad o un consumo de tóxicos son cosas que, dirigiéndome a vosotros, a Pedro, a Diana y a Iria, están muy al alcance y que vais a pasar por esos procesos. Vais a buscar un trabajo que puede que no os den y que os deprimáis puede que tengáis un hijo, que no todo esté escrito y que no vais a controlarlo todo; puede que eso os lleve también a una depresión. En fin, quiero decir que vais a pasar por muchas experiencias a lo largo de la vida como todas las que me faltan a mí y a los que estamos aquí y esa es la riqueza de la vida.


[Madre]— Quería decirles a los chicos que el lema de este año de la confederación de salud mental precisamente es “Te puede pasar a ti”.

[Daniel]—Es que es eso. Cualquier motivo puede servirte para tener un problema de salud mental. En mi caso, fijaos en qué consiste un poco mi delirio y es que yo me pregunto mucho, sino todos los días, a todas horas, y es muy a menudo sobre cosas que se lleva preguntando el hombre toda la vida: “¿Cuál es el sentido de mi vida?” “¿De dónde vengo?” “¿Qué es la muerte?” “¿Qué puede haber al otro lado?”. Todo ese tipo de preguntas no hago más que preguntármelas y me obsesiono con encontrar respuestas de cosas tan sencillas como, por ejemplo, ver pasar un coche de un determinado color o que un gorrión se pose en la rama del árbol de mi patio. Le doy significado racional a cosa irracionales, a cosas que no lo piden, pero que a mí me arrojan cierta tranquilidad y cierto punto de luz. El pensamiento va a tal velocidad que no te da tiempo ni de describirlo porque eso es como vivir el presente. No sé si os estoy confundiendo más que aclarando, pero es un idea delirante en la que caído y que no hay fármaco ni hay manera de que pueda escapar de ella. Por eso dice Iria que tiende cara a ser cronificante esta enfermedad. Al menos en mi caso es así, es crónica y estas preguntas no voy a poder dejar de hacérmelas nunca. Y, como os he dicho antes, incluso estando atado en una cama eran las preguntas y las respuestas que mi mente me ofrecía y por eso me sentía solo y a la vez acompañado por mí mismo.


[Iria]—Fíjate, Dani, que con lo que acabas de explicar has dejado en la mesa otros retos. Que responde a la otra pregunta de “¿A qué retos nos podemos enfrentar?” Explicaba antes el reto de la sociedad, eliminar esos tabúes, esos estigmas y prejuicios, y a nivel de tratamientos también hay muchos retos por delante, porque hacen falta fármacos, hace falta investigar mucho más sobre la salud mental y encontrar fármacos que no tengan todos los efectos secundarios que tienen todos los de hoy en día y que tengan más eficacia terapéutica y con menos efectos secundarios que al final hacen que se lleve no muy bien el tratamiento farmacológico. Y también tenemos por delante el reto de que las prácticas terapéuticas que a veces se tienen en los ingresos no siempre son las más adecuadas, como, por ejemplo, el restringir la movilidad de las personas cuando están desajustadas o cuando están en agitación. Y sí que tenemos muchos retos por delante a nivel social y a nivel terapéutico, ya que hay mucho por hacer aún en el campo de la salud mental.


[Daniel] Yo, por ejemplo, para que veas Iria, el tema de las contenciones mecánicas, es decir, atar a la gente a la cama por un problema dado o un momento puntual por la razón que sea, no soy partidario de que se descarte en todos los casos. Yo soy de la opinión de que eso debe mantenerse. Lo que sí se debe hacer es filtrar más si cabe esta técnica; es decir, que haya más puntos de chequeo y decir: “¿Por qué se va a atar a esta persona?”. Pues habrá que tener en cuenta más aspectos como, por ejemplo, si es colaboradora o si opone resistencia. En fin, creo que hay unos cuantos aspectos que se podrían tener en cuenta por parte de los enfermeros a la hora de comunicarlo a los médicos jefes, que dieran lugar a una contención mayor o menor o, quizás, la mitad del tiempo que consideren, pero más ajustada a la realidad. Porque lo que no es normal es lo que me pasó a mí, que me ataron y estaba ayudándoles a atarme. Me dijeron: “Túmbate en la cama” y me tumbé. Me dijeron: “Dame el brazo” y yo se lo di. La señora que me estaba intentando atar, como no podía, pues cogí la correa y me até yo mismo. Yo creo que eso algo tiene que significar. Ese tipo de cosas las deberían tener en cuenta los médicos y decir: “Bueno, pues a lo mejor no es necesario que esté dos días atado en la cama, meando en una botella”. Eso se lo podrían haber ahorrado.

—¿De qué modo considera que hay algunos medios que dificulten o ayuden como la prensa a difundir información correcta sobre la gente con enfermedades mentales?

[Iria]—Lo que sí que es verdad es que nos encontramos constantemente en la prensa noticias en las que se asocia una conducta delictiva con un diagnóstico o con un problema de salud mental, cuando eso no siempre está cotejado más que nada porque los problemas de salud mental, como cualquier otro problema médico, es información clasificada y privada, es información confidencial. Por eso, federaciones como la nuestra, de personas y familiares con problemas de salud mental a nivel nacional, ahí en Galicia tenéis a FEAFES Galicia, hacen campañas de seguimiento sobre noticias que se publican en prensa, en las que se hace esa asociación de un acto delictivo con un problema de salud mental. Diría que la esquizofrenia es de las más estigmatizantes en este aspecto. Se ha utilizado en este aspecto también como cebo para vender más, al asociar cualquier barbaridad con una persona con esquizofrenia o con cualquier tipo de enfermedad mental. Esto se ha visto y federaciones como las nuestras lo reconocen y lo persiguen.