María Negroni
Nada esperes...
Nada esperes
de las cosas
mortales.
Nada
de las inmortales.
Apenas
—quizá—
un recuerdo
sin recuerdo.
La biografía
de un vestigio
de la deficiencia.
Fuera de eso,
los sustos infantiles,
sus lobos
en la declinación de un bosque
alto y de ojos díscolos.