Por: Joshuar Cortez Valle y Luis Guerrero Quevedo
Puedes comprar pollo en Tottus, pero comprarlo en la esquina de tu cuadra, donde un cartel dice “El pollito rico” con el dibujo de un pollo sonriente, es una experiencia única. O cuando vas por la carretera y ves una llanta pintada que dice “Enllante”, o un carro con un cartel casero que dice “Se vende”, sabes que estás en Perú. Pero no cualquier parte del país: estás en Piura.
Ser peruanos es único, pero ser piuranos es aún más especial. Un verdadero piurano sabe que, si en medio de la carretera ve un cartel que dice "Hoy ceviche", ahí se come bien. Porque muchas veces preferimos el ceviche de carretilla y la chicha de jora antes que un restaurante con platos decorados pero sin alma.
Como estudiantes de COMARK en la Universidad de Piura, decidimos mirar los carteles desde una perspectiva más cercana: la popular, la del barrio, la del día a día, la del terral. Recorrimos distintos puntos y documentamos esos carteles que normalmente pasan desapercibidos, pero que forman parte de nuestra identidad visual: carteles hechos a mano, impresos en hojas bond, escritos con plumón o tizas, colgados con cinta o clavados en madera.
Muchos podrían ver precariedad. Nosotros vemos ingenio. Porque detrás de cada cartel hay una historia: la de una señora que vende tamales desde su casa, un joven que repara celulares en su sala, o un padre de familia que pinta su propio anuncio para ofrecer almuerzos a cinco soles.
La falta de recursos no limita la creatividad sino que la activa en muchos piuranos para salir adelante. El marketing persistente y popular no pasa por agencias ni redes sociales, pero sí por manos trabajadoras y por la urgencia de comunicar.