Los versos del Capitán Pablo Neruda

Los versos del Capitán

[Poemas: Texto completo] Pablo Neruda

Explicación

Mucho se discutió el anonimato de este libro. Lo que yo discutía en mi interior mientras tanto, era si debía o no sacarlo de su origen íntimo: revelar su progenitura era desnudar la intimidad de su nacimiento. Y no me parecía que tal acción fuera leal a los arrebatos de amor y furia, al clima desconsolado y ardiente del destierro que le dio nacimiento.

Por otra parte pienso que todos los libros debieran ser anónimos. Pero entre quitar a todos los míos mi nombre o entregarlo al más misterioso, cedí, por fin, aunque sin muchas ganas.

¿Que por qué guardó su misterio por tanto tiempo? Por nada y por todo, por lo de aquí y lo de más allá, por alegrías impropias, por sufrimientos ajenos. Cuando Paolo Ricci, compañero luminoso, lo imprimió por primera vez en Nápoles en 1952 pensamos que aquellos escasos ejemplares que él cuidó y preparó con excelencia, desaparecerían sin dejar huellas en las arenas del sur.

No ha sido así. Y la vida que reclamó su estallido secreto hoy me lo impone como presencia del inconmovible amor.

Entrego, pues, este libro sin explicarlo más, como si fuera mío y no lo fuera: basta con que pudiera andar solo por el mundo y crecer por su cuenta. Ahora que lo reconozco espero que su sangre furiosa me reconocerá también.

Pablo Neruda

Isla Negra, noviembre de 1963

Introducción

Habana, 3 de octubre de 1951

Estimado señor:

Me permito enviarle estos papeles que creo le interesarán y que no he podido dar a la publicidad hasta ahora.

Tengo todos los originales de estos versos. Están escritos en los sitios más diversos, como trenes, aviones, cafés y en pequeños papelitos extraños en los que no hay casi correcciones.

En una de sus últimas cartas venía la “Carta en el camino”.

Muchos de estos papeles por arrugados y cortados son casi ilegibles, pero creo que he logrado descifrarlos.

Mi persona no tiene importancia, pero soy la protagonista de este libro y eso me hace estar orgullosa y satisfecha de mi vida.

Este amor, este gran amor, nació un agosto de un año cualquiera, en mis giras que hacía como artista, por los pueblos de la frontera franco española.

Él venía de la guerra de España. No venía vencido. Era del partido de Pasionaria, estaba lleno de ilusiones y de esperanzas para su pequeño y lejano país, en Centro América. Siento no poder dar su nombre. Nunca he sabido cuál era el verdadero, si Martínez, Ramírez o Sánchez. Yo lo llamo simplemente mi Capitán y éste es el nombre que quiero conservar en este libro.

Sus versos son como él mismo: tiernos, amorosos, apasionados, y terribles en su cólera. Era fuerte y su fuerza la sentían todos los que a él se acercaban. Era un hombre privilegiado de los que nacen para grandes destinos. Yo sentía su fuerza y mi placer más grande era sentirme pequeña a su lado.

Entró a mi vida, como él lo dice en un verso, echando la puerta abajo. No golpeó la puerta con timidez de enamorado. Desde el primer instante, él se sintió dueño de mi cuerpo y de mi alma. Me hizo sentir que todo cambiaba en mi vida, esa pequeña vida mía de artista, de comodidad, de blandura, se transformó como todo lo que él tocaba.

No sabía de sentimientos pequeños, ni tampoco los aceptaba. Me dio su amor, con toda la pasión que él era capaz de sentir y yo lo amé como nunca me creí capaz de amar. Todo se transformó en mi vida. Entré a un mundo que antes nunca soñé que existía. Primero tuve miedo, hubo momentos de duda, pero el amor no me dejó vacilar mucho tiempo.

Este amor me traía todo.

La ternura dulce y sencilla cuando buscaba una flor, un juguete, una piedra de río y me la entregaba con sus ojos húmedos de una ternura infinita. Sus grandes manos eran, en este momento, de una blandura dulce y en sus ojos se asomaba entonces un alma de niño.

Pero había en mí un pasado que él no conocía y había celos y furias incontenibles. Éstas eran como tempestades furiosas que azotaban su alma y la mía, pero nunca tuvieron fuerza para destrozar la cadena que nos unía, que era nuestro amor, y de cada tempestad salíamos más unidos, más fuertes, más seguros de nosotros mismos.

En todos estos momentos, él escribía estos versos, que me hacían subir al cielo o bajar al mismo infierno, con la crudeza de sus palabras que me quemaban como brasas.

Él no podía amar de otra manera.

Estos versos son la historia de nuestro amor, grande en todas sus manifestaciones. Tenía la misma pasión que él ponía en sus combates, en sus luchas contra las injusticias. Le dolía el sufrimiento y la miseria, no sólo de su pueblo, sino de todos los pueblos, todas las luchas por combatirlas eran suyas y se entregaba entero, con toda su pasión.

Yo soy muy poco literaria y no puedo hablar del valor de estos versos, fuera del valor humano que indiscutiblemente tienen. Tal vez el Capitán nunca pensó que estos versos se publicarían, pero ahora creo que es mi deber darlos al mundo.

Saluda atentamente a usted.

Rosario de la Cerda

Los versos del Capitán

El amor

EN TI LA TIERRA

Pequeña

rosa,

rosa pequeña,

a veces,

diminuta y desnuda,

parece

que en una mano mía

cabes,

que así voy a cerrarte

y llevarte a mi boca,

pero

de pronto

mis pies tocan tus pies y mi boca tus labios, has crecido,

suben tus hombros como dos colinas,

tus pechos se pasean por mi pecho,

mi brazo alcanza apenas a rodear la delgada

línea de luna nueva que tiene tu cintura:

en el amor como agua de mar te has desatado:

mido apenas los ojos más extensos del cielo

y me inclino a tu boca para besar la tierra.

LA REINA

Yo te he nombrado reina.

Hay más altas que tú, más altas.

Hay más puras que tú, más puras.

Hay más bellas que tú, hay más bellas.

Pero tú eres la reina.

Cuando vas por las calles

nadie te reconoce.

Nadie ve tu corona de cristal, nadie mira

la alfombra de oro rojo

que pisas donde pasas,

la alfombra que no existe.

Y cuando asomas

suenan todos los ríos

en mi cuerpo, sacuden

el cielo las campanas,

y un himno llena el mundo.

Sólo tú y Yo,

sólo tú y yo, amor mío,

lo escuchamos.

EL ALFARERO

Todo tu cuerpo tiene

copa o dulzura destinada a mí.

Cuando subo la mano

encuentro en cada sitio una paloma

que me buscaba, como si te hubieran, amor, hecho de arcilla

para mis propias manos de alfarero.

Tus rodillas, tus senos,

tu cintura faltan en mí como en el hueco

de una tierra sedienta

de la que desprendieron

una forma,

y juntos

somos completos como un solo río,

como una sola arena.

8 DE SEPTIEMBRE

Hoy, este día fue una copa plena,

hoy, este día fue la inmensa ola,

hoy, fue toda la tierra.

Hoy el mar tempestuoso

nos levantó en un beso tan alto que temblamos

a la luz de un relámpago

y, atados, descendimos

a sumergirnos sin desenlazarnos.

Hoy nuestros cuerpos se hicieron extensos,

crecieron hasta el límite del mundo

y rodaron fundiéndose

en una sola gota

de cera o meteoro.

Entre tú y yo se abrió una nueva puerta

y alguien, sin rostro aún,

allí nos esperaba.

TUS PIES

Cuando no puedo mirar tu cara

miro tus pies.

Tus pies de hueso arqueado,

tus pequeños pies duros.

Yo sé que te sostienen,

y que tu dulce peso

sobre ellos se levanta.

Tu cintura y tus pechos,

la duplicada púrpura de tus pezones,

la caja de tus ojos que recién han volado,

tu ancha boca de fruta,

tu cabellera roja,

pequeña torre mía.

Pero no amo tus pies

sino porque anduvieron

sobre la tierra y sobre

el viento y sobre el agua,

hasta que me encontraron.

TUS MANOS

Cuando tus manos salen,

y amor, hacia las mías,

qué me traen volando?

Por qué se detuvieron en mi boca,

de pronto,

por qué las reconozco

como si entonces antes,

las hubiera tocado,

como si antes de ser

hubieran recorrido

mi frente, mi cintura?

Su suavidad venía

volando sobre el tiempo,

sobre el mar, sobre el humo,

sobre la primavera,

y cuando tú pusiste

tus manos en mi pecho,

reconocí esas alas

de paloma dorada,

reconocí esa greda

y ese color de trigo.

Los años de mi vida

yo caminé buscándolas.

Subí las escaleras,

crucé los arrecifes,

me llevaron los trenes,

las aguas me trajeron,

y en la piel de las uvas

me pareció tocarte.

La madera de pronto

me trajo tu contacto,

la almendra me anunciaba

tu suavidad secreta,

hasta que se cerraron

tus manos en mi pecho

y allí como dos alas

terminaron su viaje.

TU RISA

Quítame el pan si quieres,

quítame el aire, pero

no me quites tu risa.

No me quites la rosa,

la lanza que desgranas,

el agua que de pronto

estalla en tu alegría,

la repentina ola

de planta que te nace.

Mi lucha es dura y vuelvo

con los ojos cansados

a veces de haber visto

la tierra que no cambia,

pero al entrar tu risa

sube al cielo buscándome

y abre para mí

todas las puertas de la vida.

Amor mío, en la hora

más oscura desgrana

tu risa, y si de pronto

ves que mi sangre mancha

las piedras de la calle,

ríe, porque tu risa

será para mis manos

como una espada fresca.

Junto al mar en otoño,

tu risa debe alzar

su cascada de espuma,

y en primavera, amor,

quiero tu risa como

la flor que yo esperaba,

la flor azul, la rosa

de mi patria sonora.

Ríete de la noche,

del día, de la luna,

ríete de las calles

torcidas de la isla,

ríete de este torpe

muchacho que te quiere,

pero cuando yo abro

los ojos y los cierro,

cuando mis pasos van,

cuando vuelven mis pasos,

niégame el pan, el aire,

la luz, la primavera,

pero tu risa nunca

porque me moriría.

EL INCONSTANTE

Los ojos se me fueron

detrás de una morena que pasó.

Era de nácar negro,

era de uvas moradas,

y me azotó la sangre

con su cola de fuego.

Detrás de todas

me voy.

Pasó una clara rubia

como una planta de oro

balanceando sus dones.

Y mi boca se fue

como una ola

descargando en su pecho

relámpagos de sangre.

Detrás de todas

me voy.

Pero a ti, sin moverme,

sin verte, tú distante,

van mi sangre y mis besos,

morena y clara mía,

alta y pequeña mía,

ancha y delgada mía,

mi fea, mi hermosura,

hecha de todo el oro

y de toda la plata,

hecha de todo el trigo

y de toda la tierra,

hecha de toda el agua

de las olas marinas,

hecha para mis brazos,

hecha para mis besos,

hecha para mi alma.

LA NOCHE EN LA ISLA

Toda la noche he dormido contigo

junto al mar, en la isla.

Salvaje y dulce eras entre el placer y el sueño,

entre el fuego y el agua.

Tal vez muy tarde

nuestros sueños se unieron

en lo alto o en el fondo,

arriba como ramas que un mismo viento mueve,

abajo como rojas raíces que se tocan.

Tal vez tu sueño

se separó del mío

y por el mar oscuro

me buscaba como antes,

cuando aún no existías,

cuando sin divisarse navegué por tu lado,

y tus ojos buscaban lo que ahora

-pan, vino, amor y cólera-

te doy a manos llenas

porque tú eres la copa

que esperaba los dones de mi vida.

He dormido contigo

toda la noche mientras

la oscura tierra gira

con vivos y con muertos,

y al despertar de pronto

en medio de la sombra

mi brazo rodeaba tu cintura.

Ni la noche, ni el sueño

pudieron separarnos.

He dormido contigo

y al despertar tu boca

salida de tu sueño

me dio el sabor de tierra,

de agua marina, de algas,

del fondo de tu vida,

y recibí tu beso

mojado por la aurora

como si me llegara

del mar que nos rodea.

EL VIENTO EN LA ISLA

El viento es un caballo:

óyelo cómo corre

por el mar, por el cielo.

Quiere llevarme: escucha

cómo recorre el mundo

para llevarme lejos.

Escóndeme en tus brazos

por esta noche sola,

mientras la lluvia rompe

contra el mar y la tierra

su boca innumerable.

Escucha cómo el viento

me llama galopando

para llevarme lejos.

Con tu frente en mi frente,

con tu boca en mi boca,

atados nuestros cuerpos

al amor que nos quema,

deja que el viento pase

sin que pueda llevarme.

Deja que el viento corra

coronado de espuma,

que me llame y me busque

galopando en la sombra,

mientras yo, sumergido

bajo tus grandes ojos,

por esta noche sola

descansaré, amormío.

LA INFINITA

Ves estas manos? Han medido

la tierra, han separado

los minerales y los cereales,

han hecho la paz y la guerra,

han derribado las distancias

de todos los mares y ríos,

y sin embargo

cuando te recorren

a ti, pequeña, grano de trigo, alondra,

no alcanzan a abarcarle,

se cansan alcanzando

las palomas gemelas

que reposan o vuelan en tu pecho,

recorren las distancias de tus piernas,

se enrollan en la luz de tu cintura.

Para mí eres tesoro más cargado

de inmensidad que el mar y sus racimos

y eres blanca y azul y extensa como

la tierra en la vendimia.

En ese territorio,

de tus pies a tu frente,

andando, andando, andando,

me pasaré la vida.

BELLA

Bella,

como en la piedra fresca

del manantial, el agua

abre un ancho relámpago de espuma,

así es la sonrisa en tu rostro,

bella.

Bella,

de finas manos y delgados pies

como un caballito de plata,

andando, flor del mundo,

así te veo,

bella.

Bella,

con un nido de cobre enmarañado

en tu cabeza, un nido

color de miel sombría

donde mi corazón arde y reposa,

bella.

Bella,

no te caben los ojos en la cara,

no te caben los ojos en la tierra.

Hay países, hay ríos,

en tus ojos,

mi patria está en tus ojos,

yo camino por ellos,

ellos dan luz al mundo

por donde yo camino,

bella.

Bella,

tus senos son como dos panes hechos

de tierra cereal y luna de oro,

bella.

Bella,

tu cintura

la hizo mi brazo como un río cuando

pasó mil años por tu dulce cuerpo,

bella.

Bella,

no hay nada como tus caderas,

tal vez la tierra tiene

en algún sitio oculto

la curva y el aroma de tu cuerpo,

tal vez en algún sitio,

bella.

Bella, mi bella,

tu voz, tu piel, tus uñas,

bella, mi bella,

tu ser, tu luz, tu sombra,

bella,

todo eso es mío, bella,

todo eso es mío, mía,

cuando andas o reposas,

cuando cantas o duermes,

cuando sufres o sueñas,

siempre,

cuando estás cerca o lejos,

siempre,

eres mía, mi bella,

siempre.

LA RAMA ROBADA

En la noche entraremos

a robar

una rama florida.

Pasaremos el muro,

en las tinieblas del jardín ajeno,

dos sombras en la sombra.

Aún no se fue el invierno,

y el manzano aparece

convertido de pronto

en cascada de estrellas olorosas.

En la noche entraremos

hasta su tembloroso firmamento,

y tus pequeñas manos y las mías

robarán las estrellas.

Y sigilosamente,

a nuestra casa,

en la noche y en la sombra,

entrará con tus pasos

el silencioso paso del perfume

y con pies estrellados

el cuerpo claro de la primavera.

EL HIJO

Ay hijo, sabes, sabes

de dónde vienes?

De un lago con gaviotas

blancas y hambrientas.

Junto al agua de invierno

ella y yo levantamos

una fogata roja

gastándonos los labios

de besarnos el alma,

echando al fuego todo,

quemándonos la vida.

Así llegaste al mundo.

Pero ella para verme

y para verte un día

atravesó los mares

y yo para abrazar

su pequeña cintura

toda la tierra anduve,

con guerras y montañas,

con arenas y espinas.

Así llegaste al mundo.

De tantos sitios vienes,

del agua y de la tierra,

del fuego y de la nieve,

de tan lejos caminas

hacia nosotros dos,

desde el amor terrible

que nos ha encadenado,

que queremos saber

cómo eres, qué nos dices,

porque tú sabes más

del mundo que te dimos.

Como una gran tormenta

sacudimos nosotros

el árbol de la vida

hasta las más ocultas

fibras de las raíces

y apareces ahora

cantando en el follaje,

en la más alta rama

que contigo alcanzamos.

LA TIERRA

La tierra verde se ha entregado

a todo lo amarillo, oro, cosechas,

terrones, hojas, grano,

pero cuando el otoño se levanta

con su estandarte extenso

eres tú la que veo,

es para mí tu cabellera

la que reparte las espigas.

Veo los monumentos

de antigua piedra rota,

pero si toco

la cicatriz de piedra

tu cuerpo me responde,

mis dedos reconocen

de pronto, estremecidos,

tu caliente dulzura.

Entre los héroes paso

recién condecorados

por la tierra y la pólvora

y detrás de ellos, muda,

con tus pequeños pasos,

eres o no eres?

Ayer cuando sacaron

de raíz, para verlo,

el viejo árbol enano

te vi salir mirándome

desde las torturadas

y sedientas raíces.

Y cuando viene el sueño

a extenderme y llevarme

a mi propio silencio

hay un gran viento blanco

que derriba mi sueño

y caen de él las hojas,

caen como cuchillos

sobre mí desangrándome.

Y cada herida tiene

la forma de tu boca.

AUSENCIA

Apenas te he dejado,

vas en mí, cristalina

o temblorosa,

o inquieta, herida por mí mismo

o colmada de amor, como cuando tus ojos

se cierran sobre el don de la vida

que sin cesar te entrego.

Amor mío,

nos hemos encontrado

sedientos y nos hemos

bebido toda el agua y la sangre,

nos encontramos

con hambre

y nos mordimos

como el fuego muerde,

dejándonos heridas.

Pero espérame,

guárdame tu dulzura.

Yo te daré también

una rosa.

El deseo

EL TIGRE

Soy el tigre.

Te acecho entre las hojas

anchas como lingotes

de mineral mojado.

El río blanco crece

bajo la niebla. Llegas.

Desnuda te sumerges.

Espero.

Entonces en un salto

de fuego, sangre, dientes,

de un zarpazo derribo

tu pecho, tus caderas.

Bebo tu sangre, rompo

tus miembros uno a uno.

Y me quedo velando

por años en la selva

tus huesos, tu ceniza,

inmóvil,

lejos del odio y de la cólera,

desarmado en tu muerte,

cruzado por las lianas,

inmóvil en la lluvia,

centinela implacable

de mi amor asesino.

EL CÓNDOR

Yo soy el cóndor, vuelo

sobre ti que caminas

y de pronto en un ruedo

de viento, pluma, garras,

te asalto y te levanto

en un ciclón silbante

de huracanado frío.

Y a mi torre de nieve,

a mi guarida negra

te llevo y sola vives,

y te llenas de plumas

y vuelas sobre el mundo,

inmóvil, en la altura.

Hembra cóndor, saltemos

sobre esta presa roja,

desgarremos la vida

que pasa palpitando

y levantemos juntos

nuestro vuelo salvaje.

EL INSECTO

De tus caderas a tus pies

quiero hacer un largo viaje.

Soy más pequeño que un insecto.

Voy por estas colinas,

son de color de avena,

tienen delgadas huellas

que sólo yo conozco,

centímetros quemados,

pálidas perspectivas.

Aquí hay una montaña.

No saldré nunca de ella.

Oh qué musgo gigante!

Y un cráter, una rosa

de fuego humedecido!

Por tus piernas desciendo

hilando una espiral

o durmiendo en el viaje

y llego a tus rodillas

de redonda dureza

como a las cimas duras

de un claro continente.

Hacia tus pies resbalo,

a las ocho aberturas,

de tus dedos agudos,

lentos, peninsulares,

y de ellos al vacío

de la sábana blanca

caigo, buscando ciego

y hambriento tu contorno

de vasija quemante!

Las furias

EL AMOR

Qué tienes, qué tenemos,

qué nos pasa?

Ay nuestro amor es una cuerda dura

que nos amarra hiriéndonos

y si queremos

salir de nuestra herida,

separarnos,

nos hace un nuevo nudo y nos condena

a desangrarnos y quemarnos juntos.

Qué tienes? Yo te miro

y no hallo nada en ti sino dos ojos

como todos los ojos, una boca

perdida entre mil bocas que besé, más hermosas,

un cuerpo igual a los que resbalaron

bajo mi cuerpo sin dejar memoria.

Y qué vacía por el mundo ibas

como una jarra de color de trigo

sin aire, sin sonido, sin substancia!

Yo busqué en vano en ti

profundidad para mis brazos

que excavan, sin cesar, bajo la tierra:

bajo tu piel, bajo tus ojos nada,

bajo tu doble pecho levantado

apenas

una corriente de orden cristalino

que no sabe por qué corre cantando.

Por qué, por qué, por qué, amor mío, por qué?

SIEMPRE

Antes de mí

no tengo celos.

Ven con un hombre

a la espalda,

ven con cien hombres en tu cabellera,

ven con mil hombres entre tu pecho y tus pies,

ven como un río

lleno de ahogados

que encuentra el mar furioso,

la espuma eterna, el tiempo!

Tráelos todos

adonde yo te espero:

siempre estaremos solos,

siempre estaremos tú y yo

solos sobre la tierra

para comenzar la vida!

EL DESVÍO

Si tu pie se desvía de nuevo,

será cortado.

Si tu mano te lleva

a otro camino

se caerá podrida.

Si me apartas tu vida

morirás

aunque vivas.

Seguirás muerta o sombra,

andando sin mí por la tierra.

LA PREGUNTA

Amor, una pregunta

te ha destrozado.

Yo he regresado a ti

desde la incertidumbre con espinas.

Te quiero recta como

la espada o el camino.

Pero te empeñas

en guardar un recodo

de sombra que no quiero.

Amor mío,

compréndeme,

te quiero toda,

de ojos a pies, a uñas,

por dentro,

toda la claridad, la que guardabas.

Soy yo, amor mío,

quien golpea tu puerta.

No es el es el fantasma, no es

el que antes se detuvo

en tu ventana.

yo echo la puerta abajo:

Yo entro en toda tu vida:

vengo a vivir en tu alma:

tú no puedes conmigo.

Tienes que abrir puerta a puerta,

tienes que obedecerme,

tienes que abrir los ojos

para que busque en ellos,

tienes que ver cómo ando

con pasos pesados

por todos los caminos

que, ciegos, me esperaban.

No me temas,

soy tuyo,

pero

no soy el pasajero ni el mendigo,

soy tu dueño,

el que tú esperabas,

y ahora entro

en tu vida,

para no salir más,

amor, amor, amor,

para quedarme.

LA PRÓDIGA

Yo te escogí entre todas las mujeres

para que repitieras

sobre la tierra

mi corazón que baila con espigas

o lucha sin cuartel cuando hace falta.

Yo te pregunto, dónde está mi hijo?

No me esperaba en ti, reconociéndome,

Y diciéndome: “Llámame para salir sobre la tierra

Y continuar tus luchas y tus cantos?”

Devuélveme a mi hijo!

Lo has olvidado en las puertas

del placer, oh pródiga enemiga,

has olvidado que viniste a esta cita,

la más profunda, aquella

en que los dos, unidos, seguiremos hablando

por su boca, amor mío,

ay, todo aquello que no alcanzamos a decirnos?

Cuando yo te levanto en una ola

de fuego y sangre, y se duplica

la vida entre nosotros, acuérdate,

que alguien nos llama

como nadie jamás nos ha llamado

y que no respondemos

y nos quedamos solos y cobardes

ante la vida que negamos.

Pródiga,

abre las puertas,

y que en tu corazón

el nudo ciego

se desenlace y vuele

con tu sangre y la mía

por el mundo!

EL DAÑO

Te he hecho daño, alma mía,

he desgarrado tu alma.

Entiéndeme.

Todos saben quién soy,

pero ese Soy

es además un hombre

para ti.

En ti vacilo, caigo

y me levanto ardiendo.

Tú entre todos los seres

tienes derecho

a verme débil.

Y tu pequeña mano

de pan y de guitarra

debe tocar mi pecho

cuando sale al combate.

Por eso busco en ti la firme piedra.

Ásperas manos en tu sangre clavo

buscando tu firmeza

y la profundidad que necesito,

y si no encuentro

sino tu risa de metal, si no hallo

nada en qué sostener mis duros pasos,

adorada, recibe mi tristeza y mi cólera,

mis manos enemigas

destruyéndote un poco

para que te levantes de la arcilla,

hecha de nuevo para mis combates.

EL POZO

A veces te hundes, caes

en tu agujero de silencio,

en tu abismo de cólera orgullosa,

y apenas puedes

volver, aún con jirones

de lo que hallaste

en la profundidad de tu existencia.

Amor mío, qué encuentras en tu pozo cerrado?

Algas, ciénagas, rocas?

Qué ves con ojos ciegos,

rencorosa y herida?

Mi vida, no hallarás

en el pozo en que caes

lo que yo guardo para ti en la altura:

un ramo de jazmines con rocío

un beso más profundo que tu abismo.

No me temas, no caigas

en tu rencor de nuevo.

Sacude la palabra mía que vino a herirte

y déjala que vuele por la ventana abierta.

Ella volverá a herirme

sin que tú la dirijas

puesto que fue cargada con un instante duro

y ese instante será desarmado en mi pecho.

Sonríeme radiosa

si mi boca te hiere.

No soy un pastor dulce

como en los cuentos de hadas,

sino un buen leñador que comparte contigo

tierra, viento y espinas de los montes.

Ámame, tú, sonríeme,

ayúdame a ser bueno.

No te hieras en mí, que será inútil,

no me hieras a mí porque te hieres.

EL SUEÑO

Andando en las arenas

yo decidí dejarte.

Pisaba un barro oscuro

que temblaba,

y hundiéndome y saliendo

decidí que salieras

de mí, que me pesabas

como piedra cortante,

y elaboré tu pérdida

paso a paso:

cortarte las raíces,

soltarte sola al viento.

Ay, en ese minuto,

corazón mío, un sueño

con sus alas terribles te cubría.

Te sentías tragada por el barro,

y me llamabas y yo no acudía,

te ibas, inmóvil,

sin defenderte

hasta ahogarte en la boca de arena.

Después

mi decisión se encontró con tu sueño,

y desde la ruptura

que nos quebraba el alma,

surgimos limpios otra vez, desnudos,

amándonos

sin sueño, sin arena,

completos y radiantes,

sellados por el fuego.

SI TÚ ME OLVIDAS

Quiero que sepas

una cosa.

Tú sabes cómo es esto:

si miro

la luna de cristal, la rama roja

del lento otoño en mi ventana,

si toco

junto al fuego

la impalpable ceniza

o el arrugado cuerpo de la leña,

todo me lleva a ti,

como si todo lo que existe,

aromas, luz, metales,

fueran pequeños barcos que navegan

hacia las islas tuyas que me aguardan.

Ahora bien,

si poco a poco dejas de quererme

dejaré de quererte poco a poco.

Si de pronto

me olvidas

no me busques

que ya te habré olvidado.

Si consideras largo y loco

el viento de banderas

que pasa por mi vida y te decides

a dejarme a la orilla

del corazón en que tengo raíces,

piensa

que en ese día,

a esa hora

levantaré los brazos

y saldrán mis raíces

a buscar otra tierra.

Pero

si cada día,

cada hora

sientes que a mí estás destinada

con dulzura implacable.

Si cada día sube

una flor a tus labios a buscarme,

ay amor mío, ay mía,

en mí todo ese fuego se repite,

en mí nada se apaga ni se olvida,

mi amor se nutre de tu amor, amada,

y mientras vivas estará en tus brazos

sin salir de los míos.

EL OLVIDO

Todo el amor en una copa

ancha como la tierra, todo

el amor con estrellas y espinas

te di, pero anduviste

con pies pequeños, con tacones sucios

sobre el fuego, apagándolo.

Ay gran amor, pequeña amada!

No me detuve en la lucha.

No dejé de marchar hacia la vida,

hacia la paz, hacia el pan para todos,

pero te alcé en mis brazos

y te clavé a mis besos y te miré como jamás

volverán a mirarte ojos humanos.

Ay gran amor, pequeña amada!

Entonces no mediste mi estatura,

y al hombre que para ti apartó

la sangre, el trigo, el agua

confundiste

con el pequeño insecto que te cayó en la falda.

Ay gran amor, pequeña amada!

No esperes que te mire en la distancia

hacia atrás, permanece

con lo que te dejé, pasea

con mi fotografía traicionada,

yo seguiré marchando,

abriendo anchos caminos contra la sombra, haciendo

suave la tierra, repartiendo

la estrella para los que vienen.

Quédate en el camino.

Ha llegado la noche para ti.

Tal vez de madrugada nos veremos de nuevo.

Ay gran amor, pequeña amada!

LAS MUCHACHAS

Muchachas que buscabais

el gran amor, el gran amor terrible,

qué ha pasado, muchachas?

Tal vez

el tiempo, el tiempo!

Porque ahora,

aquí está, ved cómo pasa

arrastrando las piedras celestes,

destrozando las flores y las hojas,

con un ruido de espumas azotadas

contra todas las piedras de tu mundo,

con un olor de esperma y de jazmines,

junto a la luna sangrienta!

Y ahora

tocas el agua con tus pies pequeños,

con tu pequeño corazón

y no sabes qué hacer!

Son mejores

ciertos viajes nocturnos,

ciertos departamentos,

ciertos divertidísimos paseos,

ciertos bailes sin mayor consecuencia

que continuar el viaje!

Muérete de miedo o de frío,

o de duda,

que yo con mis grandes pasos

la encontraré,

dentro de ti

o lejos de ti,

y ella me encontrará,

la que no temblará frente al amor,

la que estará fundida conmigo

en la vida o la muerte!

TÚ VENÍAS

No me has hecho sufrir

sino esperar.

Aquellas horas

enmarañadas, llenas

de serpientes,

cuando

se me caía el alma y me ahogaba,

tú venías andando,

tú venías desnuda y arañada,

tú llegabas sangrienta hasta mi lecho,

novia mía,

y entonces

toda la noche caminamos

durmiendo

y cuando despertamos

eras intacta y nueva,

como si el grave viento de los sueños

de nuevo hubiera dado

fuego a tu cabellera

y en trigo y plata hubiera sumergido

tu cuerpo hasta dejarlo deslumbrante.

Yo no sufrí amor mío,

yo sólo te esperaba.

Tenías que cambiar de corazón

y de mirada

después de haber tocado la profunda

zona de mar que te entregó mi pecho.

Tenías que salir del agua

pura como una gota levantada

por una ola nocturna.

Novia mía, tuviste

que morir y nacer, yo te esperaba

Yo no sufrí buscándote,

sabía que vendrías,

una nueva mujer con lo que adoro

de la que no adoraba,

con tus ojos, tus manos y tu boca

pero con otro corazón

que amaneció a mi lado

como si siempre hubiera estado allí

para seguir conmigo para siempre.

Las vidas

EL MONTE Y EL RÍO

En mi patria hay un monte.

En mi patria hay un río.

Ven conmigo.

La noche al monte sube.

El hambre baja al río.

Ven conmigo.

Quiénes son los que sufren?

No sé, pero son míos.

Ven conmigo.

No sé, pero me llaman

y me dicen: “Sufrimos”.

Ven conmigo.

Y me dicen: “Tu pueblo,

tu pueblo desdichado,

entre el monte y el río,

con hambre y con dolores,

no quiere luchar solo,

te está esperando, amigo”.

Oh tú, la que yo amo,

pequeña, grano rojo

de trigo,

será dura la lucha,

la vida será dura,

pero vendrás conmigo.

LA POBREZA

Ay no quieres,

te asusta

la pobreza,

no quieres

ir con zapatos rotos al mercado

y volver con el viejo vestido.

Amor, no amamos,

como quieren los ricos,

la miseria. Nosotros

la extirparemos como diente maligno

que hasta ahora ha mordido el corazón del hombre.

Pero no quiero

que la temas.

Si llega por mi culpa a tu morada,

si la pobreza expulsa

tus zapatos dorados,

que no expulse tu risa que es el pan de mi vida.

Si no puedes pagar el alquiler

sal al trabajo con paso orgulloso,

y piensa, amor, que yo te estoy mirando

y somos juntos la mayor riqueza

que jamás se reunió sobre la tierra.

LAS VIDAS

Ay qué incómoda a veces

te siento

conmigo, vencedor entre los hombres!

Porque no sabes

que conmigo vencieron

miles de rostros que no puedes ver,

miles de pies y pechos que marcharon conmigo,

que no soy,

que no existo,

¿ue sólo soy la frente de los que van conmigo,

que soy más fuerte

porque llevo en mí

no mí pequeña vida

sino todas las vidas,

y ando seguro hacia adelante

porque tengo mil ojos,

golpeo con peso de piedra

porque tengo mil manos

y mi voz se oye en las orillas

de todas las tierras

porque es la voz de todos

los que no hablaron,

de los que no cantaron

y cantan hoy con esta boca

que a ti te besa.

LA BANDERA

Levántate conmigo.

Nadie quisiera

como yo quedarse

sobre la almohada en que tus párpados

quieren cerrar el mundo para mí.

Allí también quisiera

dejar dormir mi sangre

rodeando tu dulzura.

Pero levántate,

tú, levántate,

pero conmigo levántate

y salgamos reunidos

a luchar cuerpo a cuerpo

contra las telarañas del malvado,

contra el sistema que reparte el hambre,

contra la organización de la miseria.

Vamos,

y tú, mi estrella, junto a mí,

recién nacida de mi propia arcilla,

ya habrás hallado el manantial que ocultas

y en medio del fuego estarás junto a mí,

con tus ojos bravíos, alzando mi bandera.

El Amor del Soldado

En plena guerra te llevó la vida

a ser el amor del soldado.

Con tu pobre vestido de seda,

tus uñas de piedra falsa

te tocó caminar por el fuego.

Ven acá, vagabunda,

ven a beber sobre mi pecho

rojo rocío.

No querías saber dónde andabas,

eras la compañera de baile,

no tenías partido ni patria.

Y ahora a mi lado caminando

ves que conmigo va la vida

y que detrás está la muerte.

Ya no puedes volver a bailar

con tu traje de seda en la sala.

Te vas a romper los zapatos,

pero vas a crecer en la marcha.

Tienes que andar sobre las espinas

dejando gotitas de sangre.

Bésame de nuevo, querida.

Limpia ese fusil, camarada.

NO SÓLO EL FUEGO

Ay sí, recuerdo,

ay tus ojos cerrados

como llenos por dentro de luz negra,

todo tu cuerpo como una mano abierta,

como un racimo blanco de la luna,

y el éxtasis,

cuando nos mata un rayo,

cuando un puñal nos hiere en las raíces

y nos rompe una luz la cabellera,

y cuando

vamos de nuevo

volviendo a la vida,

como si del océano saliéramos,

como si del naufragio

volviéramos heridos

entre las piedras y las algas rojas.

Pero

hay otros recuerdos,

no sólo flores del incendio,

sino pequeños brotes

que aparecen de pronto

cuando voy en los trenes

o en las calles.

Te veo

lavando mis pañuelos,

colgando en la ventana

mis calcetines rotos,

tu figura en que todo,

todo el placer como una llamarada

cayó sin destruirte,

de nuevo,

mujercita

de cada día,

de nuevo ser humano,

humildemente humano,

soberbiamente pobre,

como tienes que ser para que seas

no la rápida rosa

que la ceniza del amor deshace,

sino toda la vida,

toda la vida con jabón y agujas,

con el aroma que amo

de la cocina que tal vez no tendremos

y en que tu mano entre las papas fritas

y tu boca cantando en invierno

mientras llega el asado

serían para mí la permanencia

de la felicidad sobre la tierra.

Ay vida mía,

no sólo el fuego entre nosotros arde,

si no toda la vida,

la simple historia,

el simple amor

de una mujer y un hombre

parecidos a todos.

LA MUERTA

Si de pronto no existes,

si de pronto no vives,

yo seguiré viviendo.

No me atrevo,

no me atrevo a escribirlo,

si te mueres.

Yo seguiré viviendo.

Porque donde no tiene voz un hombre

allí, mi voz.

Donde los negros sean apaleados

yo no puedo estar muerto.

Cuando entren en la cárcel mis hermanos

entraré yo con ellos.

Cuando la victoria,

no mi victoria,

sino la gran victoria

llegue

aunque esté mudo debo hablar:

yo la veré llegar aunque esté ciego.

No, perdóname.

Si tú no vives,

si

tú, querida, amor mío,

si tú

te has muerto,

todas las hojas caerán en mi pecho,

lloverá sobre mi alma noche y día,

la nieve quemará mi corazón,

andaré con frío y fuego y muerte y nieve,

mis pies querrán marchar hacia donde tú duermes,

pero

seguiré vivo,

porque tú me quisiste sobre todas las cosas

indomable,

y, amor, porque tú sabes que soy no sólo un hombre

sino todos los hombres.

PEQUEÑA AMÉRICA

Cuando miro la forma

de América en el mapa,

amor, a ti te veo:

las alturas del cobre en tu cabeza,

tus pechos, trigo y nieve,

tu cintura delgada,

veloces ríos que palpitan, dulces

colinas y praderas

y en el frío del sur tus pies terminan

su geografía de oro duplicado.

Amor, cuando te toco

no sólo han recorrido

mis manos tu delicia,

sino ramas y tierras, frutas y agua,

la primavera que amo,

la luna del desierto, el pecho

de la paloma salvaje,

la suavidad de las piedras gastadas

por las aguas del mar o de los ríos

y la espesura roja

del matorral en donde

la sed y el hambre acechan.

Y así mi patria extensa me recibe,

pequeña América, en tu cuerpo.

Aún más, cuando te veo recostada

veo en tu piel, en tu color de avena,

la nacionalidad de mi cariño.

Porque desde tus hombros

el cortador de caña

de Cuba abrasadora

me mira, lleno de sudor oscuro,

y desde tu garganta

pescadores que tiemblan

en las húmedas casas de la orilla

me cantan su secreto.

Y así a lo largo de tu cuerpo,

pequeña América adorada

las tierras y los pueblos

interrumpen mis besos

y tu belleza entonces

no sólo enciende el fuego

que arde sin consumirse entre nosotros,

sino que con tu amor me está llamando

y a través de tu vida

me está dando la vida que me falta

y al sabor de tu amor se agrega el barro,

el beso de la tierra que me aguarda.

Oda y Germinaciones

I

El sabor de tu boca y el color de tu piel,

piel, boca, fruta mía de estos días veloces,

dímelo, fueron sin cesar a tu lado

por años y por viajes y por lunas y soles

y tierra y llanto y lluvia y alegría

o sólo ahora, sólo

salen de tus raíces

como a la tierra seca el agua trae

germinaciones que no conocía

o a los labios del cántaro olvidado

sube en el agua el gusto de la tierra?

No sé, no me lo digas, no lo sabes.

Nadie sabe estas cosas.

Pero acercando todos mis sentidos

a la luz de tu piel, desapareces,

te fundes como el ácido

aroma de una fruta

y el calor de un camino,

el olor del maíz que se desgrana,

la madreselva de la tarde pura,

los nombres de la tierra polvorienta,

el perfume infinito de la patria:

magnolia y matorral, sangre y harina,

galope de caballos,

la luna polvorienta de la aldea,

el pan recién nacido:

ay todo de tu piel vuelve a mi boca,

vuelve a mi corazón, vuelve a mi cuerpo,

y vuelvo a ser contigo

la tierra que tú eres:

eres en mí profunda primavera:

vuelvo a saber en ti cómo germino.

II

Años tuyos que yo debí sentir

crecer cerca de mí como racimos

hasta que hubieras visto cómo el sol y la tierra,

a mis manos de piedra te hubieran destinado

hasta que uva con uva hubieras hecho

cantar en mis venas el vino.

El viento o el caballo

desviándose pudieron

hacer que yo pasara por tu infancia,

el mismo cielo has visto cada día,

el mismo barro del invierno oscuro,

la enramada sin fin de los ciruelos

y su dulzura de color morado.

Sólo algunos kilómetros de noche,

las distancias mojadas

de la aurora campestre,

un puñado de tierra nos separó, los muros

transparentes

que no cruzamos, para que la vida,

después, pusiera todos

los mares y la tierra

entre nosotros, y nos acercáramos

a pesar del espacio,

paso a paso buscándonos,

de un océano a otro,

hasta que vi que el cielo se incendiaba

y volaba en la luz tu cabellera

y llegaste a mis besos con el fuego

de un desencadenado meteoro

y al fundirte en mi sangre, la dulzura

del ciruelo salvaje

de nuestra infancia recibí en mi boca,

y te apreté a mi pecho

como si la tierra y la vida recobrara.

III

Mi muchacha salvaje, hemos tenido

que recobrar el tiempo

y marchar hacia atrás, en la distancia

de nuestras vidas, beso a beso,

recogiendo de un sitio lo que dimos

sin alegría, descubriendo en otro

el camino secreto

que iba acercando tus pies a los míos,

y así bajo mi boca

vuelves a ver la planta insatisfecha

de tu vida alargando sus raíces

hacia mi corazón que te esperaba.

Y una a una las noches

entre nuestras ciudades separadas

se agregan a la noche que nos une.

La luz de cada día

su llama o su reposo

nos entregan, sacándolos del tiempo,

y así se desentierra

en la sombra o la luz nuestro tesoro,

y así besan la vida nuestros besos:

todo el amor en nuestro amor se encierra:

toda la sed termina en nuestro abrazo.

Aquí estamos al fin frente a frente,

nos hemos encontrado,

no hemos perdido nada.

Nos hemos recorrido labio a labio,

hemos cambiado mil veces,

entre nosotros la muerte y la vida,

todo lo que traíamos

como muertas medallas

lo echamos al fondo del mar,

todo lo que aprendimos

no nos sirvió de nada:

comenzamos de nuevo,

terminamos de nuevo

muerte y vida.

Y aquí sobrevivimos,

puros, con la pureza que nosotros creamos,

más anchos que la tierra que no pudo extraviarnos,

eternos como el fuego que arderá

cuanto dure la vida.

IV

Cuando he llegado aquí se detiene mi mano.

Alguien pregunta: Dime por qué, como las olas

en una misma costa, tus palabras

sin cesar van y vuelven a su cuerpo?

Ella es sólo la forma que tú amas?

Y respondo: mis manos no se sacian

en ella, mis besos no descansan,

por qué retiraría las palabras

que repiten la huella de su contacto amado,

que se cierran guardando

inútilmente como en la red el agua,

la superficie y la temperatura

de la ola más pura de la vida?

Y, amor, tu cuerpo no sólo es la rosa

que en la sombra o la luna se levanta

o sorprendo o persigo.

No sólo es movimiento o quemadura,

acto de sangre o pétalo del fuego,

sino que para mí tú me has traído

mi territorio, el barro de mi infancia,

las olas de la avena,

la piel redonda de la fruta oscura

que arranqué de la selva,

aroma de maderas y manzanas,

color de agua escondida donde caen

frutos secretos y profundas hojas.

Oh amor tu cuerpo sube

como una línea pura de vasija

desde la tierra que me reconoce

y cuando te encontraron mis sentidos

tú palpitaste como si cayeran

dentro de ti la lluvia y las semillas!

Ay que me digan cómo

pudiera yo abolirte

y dejar que mis manos sin tu forma

arrancaran el fuego a mis palabras!

Suave mía, reposa

tu cuerpo en estas líneas que te deben

más de lo que me das en tu contacto,

vive en estas palabras y repite

en ellas la dulzura y el incendio,

estremécete en medio de sus sílabas,

duerme en mi nombre como te has dormido

sobre mi corazón, y así mañana el

hueco de tu forma

guardarán mis palabras

y el que las oiga un día recibirá una ráfaga

de trigo y amapolas:

estará todavía respirando

el cuerpo del amor sobre la tierra!

V

Hilo de trigo y agua

de cristal o de fuego,

la palabra y la noche,

el trabajo y la ira,

la sombra y la ternura

todo lo has ido poco a poco cosiendo

a mis bolsillos rotos

y no sólo en la zona trepidante

en que amor y martirio son gemelos

como dos campanas de incendio,

me esperaste, amor mío,

sino en las más pequeñas

obligaciones dulces.

El aceite dorado de Italia hizo tu nimbo,

santa de la cocina y la costura,

y tu coquetería pequeñuela,

que tanto se tardaba en el espejo,

con tus manos que tienen

pétalos que el jazmín envidiaría

lavó los utensilios y mi ropa,

desinfectó las llagas.

Amor mío, a mi vida

llegaste preparada

como amapola y como guerrillera:

de seda el esplendor que yo recorro

con el hambre y la sed

que sólo para ti traje a este mundo,

y detrás de la seda

la muchacha de hierro

que luchará a mi lado.

Amor, amor, aquí nos encontramos.

Seda y metal, acércate a mi boca.

VI

Y porque Amor combate

no sólo en su quemante agricultura,

sino en la boca de hombres y mujeres,

terminaré saliéndoles al camino

a los que entre mi pecho y tu fragancia

quieran interponer su planta oscura.

De mí nada más malo

te dirán, amor mío

de lo que yo te dije.

Yo viví en las praderas

antes de conocerte

y no esperé el amor sino que estuve

acechando y salté sobre la rosa.

Qué más pueden decirte?

No soy bueno ni malo sino un hombre,

y agregarán entonces el peligro

de mi vida, que conoces

y que con tu pasión has compartido.

Y bien, este peligro

es peligro de amor, de amor completo

hacia toda la vida, hacia todas las vidas,

y si este amor nos trae

la muerte o las prisiones,

yo estoy seguro que tus grandes ojos,

como cuando los beso

se cerrarán entonces con orgullo,

con doble orgullo, amor,

con tu orgullo y el mío.

Pero hacia mis orejas vendrán antes

a socavar la torre

del amor dulce y duro que nos liga,

y me dirán: “Aquella

que tú amas,

no es mujer para ti,

por qué la quieres? Creo

que podrías hallar una más bella,

más seria, más profunda,

más otra, tú me entiendes, mírala qué ligera,

y qué cabeza tiene,

y mírala cómo se viste

y etcétera y etcétera”.

Y yo en estas líneas digo:

así te quiero, amor, amor,

así te amo, así como te vistes

y como se levanta

tu cabellera y como

tu boca se sonríe,

ligera como el agua

del manantial sobre las piedras puras,

así te quiero amada.

Al pan yo no le pido que me enseñe

sino que no me falte

durante cada día de la vida.

Yo no sé nada de la luz, de dónde

viene ni dónde va,

yo sólo quiero que la luz alumbre,

yo no pido a la noche

explicaciones,

yo la espero y me envuelve,

y así tú, pan y luz

y sombra eres.

Has venido a mi vida con lo que tú traías,

hecha

de luz y pan y sombra te esperaba,

y así te necesito,

así te amo,

y a cuantos quieran escuchar mañana

lo que no les diré, que aquí lo lean,

y retrocedan hoy porque es temprano

para estos argumentos.

Mañana sólo les daremos

una hoja del árbol de nuestro amor, una hoja

que caerá sobre la tierra

como si la hubieran hecho nuestros labios,

como un beso que cae

desde nuestras alturas invencibles

para mostrar el fuego y la ternura

de un amor verdadero.

EPITALAMIO

Recuerdas cuando

en invierno llegamos a la isla?

El mar hacia nosotros levantaba

una copa de frío.

En las paredes las enredaderas

susurraban dejando

caer hojas oscuras

a nuestro paso.

Tú eras también una pequeña hoja

que temblaba en mi pecho.

El viento de la vida allí te puso.

En un principio no te vi: no supe

que ibas andando conmigo,

hasta que tus raíces

horadaron mi pecho,

se unieron a los hilos de mi sangre,

hablaron por mi boca,

florecieron conmigo.

Así fue tu presencia inadvertida,

hoja o rama invisible

y se pobló de pronto

mi corazón de frutos y sonidos.

Habitaste la casa

que te esperaba oscura

y encendiste las lámparas entonces.

Recuerdas, amor mío,

nuestros primeros pasos en la isla?

Las piedras grises nos reconocieron,

las rachas de la lluvia,

los gritos del viento en la sombra.

Pero fue el fuego

nuestro único amigo,

junto a él apretamos

el dulce amor de invierno

a cuatro brazos.

El fuego vio crecer nuestro beso desnudo

hasta tocar estrellas escondidas,

y vio nacer y morir el dolor

como una espada rota

contra el amor invencible.

Recuerdas,

oh dormida en mi sombra,

cómo de ti crecía el sueño,

de tu pecho desnudo

abierto con sus cúpulas gemelas

hacia el mar, hacia el viento de la isla

y cómo yo en tu sueño navegaba

libre, en el mar y en el viento

atado y sumergido sin embargo

al volumen azul de tu dulzura?

Oh dulce, dulce mía,

cambió la primavera

los muros de la isla.

Apareció una flor como una gota

de sangre anaranjada,

y luego descargaron los colores

todo su peso puro.

El mar reconquistó su transparencia,

la noche en el cielo

destacó sus racimos

y ya todas las cosas susurraron

nuestro nombre de amor, piedra por piedra

dijeron nuestro nombre y nuestro beso.

La isla de piedra y musgo

resonó en el secreto de sus grutas

como en tu boca el canto,

y la flor que nacía

entre los intersticios de la piedra

con su secreta sílaba

dijo al pasar tu nombre

de planta abrasadora,

y la escarpada roca levantada

como el muro del mundo

reconoció mi canto, bienamada,

y todas las cosas dijeron

tu amor, mi amor, amada,

porque la tierra, el tiempo, el mar, la isla,

la vida la marea,

el germen que entreabre

sus labios en la tierra,

la flor devoradora,

el movimiento de la primavera,

todo nos reconoce.

Nuestro amor ha nacido

fuera de las paredes, en el viento,

en la noche,

en la tierra,

y por eso la arcilla y la corola,

el barro y las raíces

saben cómo te llamas,

y saben que mi boca

se juntó con la tuya

porque en la tierra nos sembraron juntos

sin que sólo nosotros lo supiéramos

y que crecemos juntos

y florecemos juntos

y por eso

cuando pasamos,

tu nombre está en los pétalos

de la rosa que crece en la piedra,

mi nombre está en las grutas.

Ellos todo lo saben,

no tenemos secretos,

hemos crecido juntos

pero no lo sabíamos.

El mar conoce nuestro amor, las piedras

de la altura rocosa

saben que nuestros besos florecieron

con pureza infinita,

cómo en sus intersticios una boca

escarlata amanece:

así conocen nuestro amor y el beso

que reúne tu boca y la mía

en una flor eterna.

Amor mía,

la primavera dulce,

flor y mar, nos rodean.

No la cambiamos

por nuestro invierno,

cuando el viento

comenzó a descifrar tu nombre

que hoy en todas las horas repite,

cuando

las hojas no sabían

que tú eras una hoja,

cuando

las raíces

no sabían que tú me buscabas

en mi pecho.

Amor, amor,

la primavera

nos ofrece el cielo,

pero la tierra oscura

es nuestro nombre,

nuestro amor pertenece

a todo el tiempo y la tierra.

Amándonos, mi brazo

bajo tu cuello de arena

esperaremos

cómo cambia la tierra y el tiempo

en la isla,

cómo caen las hojas

de las enredaderas taciturnas,

cómo se va el otoño

por la ventana rota.

Pero nosotros

vamos a esperar

a nuestro amigo,

a nuestro amigo de ojos rojos,

el fuego,

cuando de nuevo el viento

sacuda las fronteras de la isla

y desconozca el nombre

de todos,

el invierno

nos buscará, amor mío,

siempre,

nos buscará, porque lo conocemos,

porque no lo tememos,

porque tenemos

con nosotros

el fuego

para siempre.

Tenemos

la tierra con nosotros

para siempre,

la primavera con nosotros

para siempre,

y cuando se desprenda

de las enredaderas

una hoja

tú sabes amor mío,

qué nombre viene escrito

en esa hoja,

un nombre que es el tuyo y es el mío,

nuestro nombre de amor, un solo

ser, la flecha

que atravesó el invierno,

el amor invencible,

el fuego de los días,

una hoja

que me cayó en el pecho,

yo una hoja del árbol

de la vida

que hizo nido y cantó

que echó raíces,

que dio flores y frutos.

Y así ves, amor mío cómo marcho

por la isla,

por el mundo,

seguro en medio de la primavera,

loco de luz en el frío,

andando tranquilo en el fuego,

levantando tu peso

de pétalo en mis brazos

como si nunca hubiese caminado

sino contigo alma mía,

como si no supiera caminar

sino contigo,

corno si no supiera cantar

sino cuando tú cantas.

La Carta en el Camino

Adiós, pero conmigo

serás, irás adentro

de una gota de sangre que circule en mis venas

o fuera, beso que me abrasa el rostro

o cinturón de fuego en mi cintura.

Dulce mía, recibe

el gran amor que salió de mi vida

y que en ti no encontraba territorio

como el explorador perdido

en las islas del pan y de la miel.

Yo te encontré después

de la tormenta, la lluvia

lavó el aire y en el agua

tus dulces pies brillaron como peces.

Adorada, me voy a mis combates.

Arañaré la tierra para hacerte una cueva

y allí tu Capitán

te esperará con flores en el lecho.

No pienses más, mi dulce,

en el tormento

que pasó entre nosotros

como un rayo de fósforo

dejándonos tal vez su quemadura.

La paz llegó también porque regreso

a luchar a mi tierra,

y como tengo el corazón completo

con la parte de sangre que me diste

para siempre,

y como

llevo

las manos llenas de tu ser desnudo, mírame,

mírame,

mírame por el mar, que voy radiante,

mírame por la noche que navego,

y mar y noche son los ojos tuyos.

No he salido de ti cuando me alejo.

Ahora voy a contarte:

mi tierra será tuya, yo voy a conquistarla,

no sólo para dártela,

sino que para todos,

para todo mi pueblo.

Saldrá el ladrón de su torre algún día.

Y el invasor será expulsado.

Todos los frutos de la vida

crecerán en mis manos

acostumbrados antes a la pólvora.

Y sabré acariciar las nuevas flores

porque tú me enseñaste la ternura.

Dulce mía, adorada,

vendrás conmigo a luchar cuerpo a cuerpo

porque en mi corazón viven tus besos

como banderas rojas,

y si caigo, no sólo

me cubrirá la tierra

sino este gran amor que me trajiste

y que vivió circulando en mi sangre.

Vendrás conmigo,

en esa hora te espero,

en esa hora y en todas las horas,

en todas las horas te espero.

Y cuando venga la tristeza que odio

a golpear a tu puerta,

dile que yo te espero

y cuando la soledad quiera que cambies

la sortija en que está mi nombre escrito,

dile a la soledad que hable conmigo,

que yo debí marcharme

porque soy un soldado,

y que allí donde estoy,

bajo la lluvia o bajo

el fuego,

amor mío, te espero.

Te espero en el desierto más duro

Y junto al limonero florecido,

en todas las partes donde esté la vida,

donde la primavera está naciendo,

amor mío, te espero.

Cuando te digan: ‘Ese hombre

no te quiere”, recuerda

que mis pies están solos en esa noche, y buscan

los dulce pequeños pies que adoro.

Amor, cuando te digan

que te olvidé, y aun cuando

sea yo quien lo dice,

cuando yo te lo diga,

no me creas,

quién y cómo podrían

cortarte de mi pecho

y quién recibiría

mi sangre

cuando hacia ti me fuera desangrando?

Pero tampoco puedo

olvidar a mi pueblo.

Voy a luchar en cada calle,

detrás de cada piedra.

Tu amor también me ayuda:

es una flor cerrada

que cada vez me llena con su aroma

y que se abre de pronto

dentro de mí como una gran estrella.

Amor mío, es de noche.

El agua negra, el mundo

dormido, me rodean.

Vendrá luego la aurora,

y yo mientras tanto te escribo

para decirte: “Te amo’.

Para decirte “Te amo , cuida,

limpia, levanta,

defiende

nuestro amor, alma mía.

Yo te lo dejo como si dejara

Un puñado de tierra con semillas.

De nuestro amor nacerán vidas.

En nuestro amor beberán agua.

Tal vez llegará un día

en que un hombre

y una mujer, iguales

a nosotros,

tocarán este amor y aún tendrá fuerza

para quemar las manos que lo toquen.

Quiénes fuimos? Qué importa?

Tocarán este fuego

y el fuego, dulce mía, dirá tu simple nombre

y el mío, el nombre

que tú sola supiste porque tú sola

sobre la tierra sabes

quién soy, y porque nadie me conoció como una,

como una sola de tus manos,

porque nadie

supo cómo, ni cuándo

mi corazón estuvo ardiendo:

tan sólo

tus grandes ojos pardos lo supieron,

tu ancha boca,

tu piel, tus pechos,

tu vientre, tus entrañas

y el alma tuya que yo desperté

para que se quedara

cantando hasta el fin de la vida.

Amor, te espero.

Adiós, amor, te espero.

Amor, amor, te espero.

Y así esta carta se termina

sin ninguna tristeza:

están firmes mis pies sobre la tierra,

mi mano escribe esta carta en el camino,

y en medio de la vida estaré

siempre

junto al amigo, frente al enemigo,

con tu nombre en la boca

y un beso que jamás

se apartó de la tuya.

FIN