EL PREDICADOR POR JEM WONG

EL PREDICADOR

Una voz celestial caló en mi corazón

como una cortina de llanto al alma

el viento de dulces ensueños eternos

modelando inexistentes historias.

Sumergida en la bóveda azul del cuerpo

los aires rompieron la armonía etérea

con la tenue sonrisa del no encuentro

y la plenitud en mi piel lila desnuda.

Destino incierto, aterrizajes forzosos

banderolas que flamean sin medidas

por beber la sangre de Adán bendito

en una pasión sin candor ni finito.

Vuelan los vientos del calendario

ansiando el furtivo encuentro celeste

en una purpúrea y borrascosa noche

harta de los te amo en el silencio.

Malditos besos fornicadores, inicuos

brazos, besos, que se roban traicioneros

perversa promesa de tu vuelo hacía mí

sueño ridículo que será mí frenesí.

Ventana hecha madera incierta

que tiembla mis labios al soñar

mi boca que se quema en el infierno

en que no piensa el intelecto.

Proliferas sensaciones, torbellinos

preguntas que agobien las promesas

en torrentes de deseos enfebrecidos

que rugen en el aire de mis orbitas.

Cuando las alas se abren impacientes

y el alma desgarrada de las ausencias

te quiere, te ama, te necesita implacable

en mi cuerpo, en mi cerebro, completo.

Muerto de mi placer, entre mis brazos

tu nave anclada en el cuerpo del mar

apartando las olas del viento desolado

que me corroe el pensamiento nocturno.

Deleite intenso enfundando la tibieza

de mi ser cándido entregado a tu deseo

mis húmedos pétalos rosadostuyos

secados con tus labios de terciopelo.

Y cada lágrima derramándose sola

como perla bañada en ardiente plata

y ciegos sin pensar en las orillas

morir en la arena en el brazo del placer.

Deleite intenso de mis flores en llama

secados por la lágrima de tus labios.

Y en la voz del silencio de la entraña

ir recibiendo tu brillante tallo de jade

Pronunciar tu nombre de poesía loca

como un peso dulce dentro del cuerpo

y un millón de te amo entre los brazos

de los sueños reales y tan lejanos.

Bocas de fuego que arden y se inflaman

cuerpo que recibe al lanzón de roca

tragado completo sin tregua ni mentira

sembrado en la húmeda tierra rosada.

Apodérate santurrón de cada parcela

con absoluta rigidez, que harte de dolor

que me acaricia el corazón sin miedos

cerrando los vacíos con fiebre salvaje.

Mata mis miedos sacristán de mi sueño

con la pepa ardiente que saboreo

en el oscuro precipicio de la santidad

embarrada en el crudo y humano deseo.

Ansias secretas que me hacen tan tuya

en los surcos milenarios de la lujuria

que tú atesores para siempre el placer

que acallan tus tristes y nulas reflexiones.

Sin remordimientos haz el amor mil rezos

haz de hoy las sombras de los recuerdos,

un espejismo, un milagro bébete las gotas

sediento de mi amor borrate los rezos.

Arco de carne sagrada fueron los montes

y tú el varón que los bañaba loco todas

la eternidad con la sangre de las entrañas.

Trágate la oblea de entre las blancas alas.

JEM WONG.

19.02.2005