Así sucede en todas las criaturas. Es mi costumbre pedir pequeños sacrificiosVol. 22-18 Agosto 15, 1927
"Para poderme también yo unir a aquellos actos perfectos que hizo en el principio de la Creación, y después pasé a unirme con el heroísmo de Abraham"
(3) Después continuaba mi giro en el Querer Supremo, y como primero había ofrecido los primeros actos de Adán cuando poseía la unidad con el Querer Supremo, para poderme también yo unir a aquellos actos perfectos que hizo en el principio de la Creación, y después pasé a unirme con el heroísmo de Abraham,
...pensaba entre mí: “¡Qué sabiduría Divina! De Adán se dice sólo que fue el primer hombre creado por Dios, que pecó y arrojó a la familia humana en el laberinto de todos los males, y después en tantos años que vivió no se dice nada más de él, ¿no podía Nuestro Señor volver a hacerle alguna otra prueba y pedirle algún otro sacrificio para probar su fidelidad? Y mientras Adán es puesto en el olvido, llama a Abraham, y poniéndolo a prueba y encontrándolo fiel, lo pone a la vista, lo hace cabeza de las generaciones y se habla de él con tanta gloria y honor”. Ahora, mientras esto pensaba, mi dulce Jesús se ha movido en mi interior y me ha dicho:
(4) “Hija mía, son las disposiciones de mi Sabiduría infinita, y es mi costumbre que cuando pido a la criatura un pequeño sacrificio por su bien, y ella ingrata me lo rechaza, no quiero más fiarme de ella, interrumpo mis designios de elevarla a cosas grandes y la dejo como criatura olvidada y que ninguno la señala ni por obras grandes, ni por heroísmo, ni para Dios, ni para sí, ni para los pueblos. Además tú debes distinguir lo que quise de Adán, el pequeño sacrificio de privarse de un fruto y no me fue concedido, ¿cómo podía fiarme de él y pedirle un sacrificio más grande? En cambio a Abraham no le pedí un fruto por sacrificio, sino que primero le pedí que fuera a tierra extraña donde no había nacido, y pronto me obedeció. Después quise fiarme más de él, lo abundé de Gracia y le pedí el sacrificio de su único hijo, al que amaba más que a sí mismo, y él pronto me lo sacrificó. En esto lo conocí, por medio de la prueba, que podía fiarme de él, que podía todo a él confiar. Se puede decir que fue el primer reparador al cual venía confiado el cetro del futuro Mesías y por eso lo elevé a cabeza de las generaciones con gran honor de Dios, de sí mismo y de los pueblos.
(5) Así sucede en todas las criaturas. Es mi costumbre pedir pequeños sacrificios: El privarse de un placer, de un deseo, de un pequeño interés, de una vanidad, el desapegarse de una cosa que le parezca que no le pueda hacer daño. Estas pequeñas pruebas sirven como pequeños apoyos para poner el gran capital de mi Gracia, para disponerlas a aceptar sacrificios mayores. Y cuando el alma me es fiel en las pequeñas pruebas, entonces Yo la abundo en mi Gracia y pido sacrificios mayores para poder abundar más en el dar, y en ella hago los portentos de santidad. Cuántas santidades tienen principio por un pequeño sacrificio, y cuántas con haberme rechazado un pequeño sacrificio, pareciendo a ellas que fuera cosa de nada, han permanecido raquíticas en el bien, cretinas en el comprenderlo, débiles en caminar el camino que conduce al Cielo. Pobrecitas, se ven arrastrar y lamer la tierra de dar piedad; por eso hija mía se necesita más atención a los pequeños sacrificios que a los grandes, porque los pequeños son la fuerza de los grandes, disponen a Dios a dar la Gracia y al alma a recibirla”.