Ilusiones ópticas

Una ilusión óptica es cualquier ilusión del sentido de la visión que nos lleva a percibir la realidad de formas distorsionadas o ilusorias. Puede ser de carácter fisiológico, asociada a los efectos de una estimulación excesiva en los ojos o en las áreas cerebrales que procesan la información (brillo, color, movimiento, etc.) o de carácter cognitivo, en las que interviene nuestro conocimiento del mundo (como el jarrón de Rubin en el que percibimos dos caras o un jarrón indistintamente).

Las ilusiones cognitivas se dividen habitualmente en ilusiones de ambigüedad, ilusiones de distorsión, ilusiones paradójicas e ilusiones ficticias (alucinaciones) donde las imágenes no son perceptibles con claridad por el ojo humano, ya que nuestro cerebro solo puede asimilar una imagen a la vez. En conclusión, el cerebro humano solo puede concentrarse en un objeto, por lo que, cuando se presentan dos formas en una sola imagen, se ocasiona confusión y el cerebro entra en desorden, con lo cual este lleva a percibir la imagen de forma ilusoria.

Las ilusiones ópticas no están sometidas a la voluntad y pueden variar entre una persona y otra dependiendo de factores como la agudeza visual, la campimetría, el daltonismo, el astigmatismo, entre otros. En cualquier caso, entender estos fenómenos es útil para comprender las limitaciones del sentido visual del ser humano y la posibilidad de distorsión en lo relativo a la forma, el color, la dimensión y la perspectiva de lo observado.

Ilusiones visuales físicas.

Este tipo de ilusiones, se producen normalmente por la refracción de la luz en diferentes fluidos o en diferentes capas de la atmósfera que poseen distinta densidad por los cambios de temperatura del aire. Uno de los ejemplos típicos de este tipo de ilusiones es el que se produce cuando percibimos parte de un palo como doblado al estar sumergido en agua.

No es extraño encontrar este tipo de ilusiones en superficies con una temperatura del aire muy alta con respecto a otras capas. Así, en el asfalto recalentado de las carreteras tendemos a ver "agua" y, en la superficie del mar o en la arena de un desierto, podemos percibir elementos que en realidad no están presentes. Este tipo de ilusiones son las que conocemos habitualmente como "espejismos".

Ilusiones visuales cognitivas.

Las ilusiones cognitivas surgen por una interacción provocada entre el objeto percibido y nuestra estructura mental o perceptiva. En este tipo de ilusiones, nuestro sistema perceptivo acaba interpretando elementos que no están presentes en el objeto. No obstante, el estudio de las leyes de la percepción y de nuestra fisiología perceptiva ha implementado ciertos estudios donde se pone de manifiesto que, la fatiga mental, la descoordinación forzada de las áreas o hemisferios cerebrales, etc. pueden acabar por producir este tipo de ilusiones.

De forma general, podemos dividir las ilusiones cognitivas en cuatro tipos fundamentales.

  • Ilusiones de ambigüedad: En ellas encontramos figuras que presentan dos alternativas de percepción no simultáneas.

  • Ilusiones de distorsión: Se fuerza el error de percepción del tamaño, longitud, curvatura, ángulos o cualquier propiedad geométrica.

  • Las ilusiones paradójicas: Se producen al presentar al observador objetos imposibles.

  • Ilusiones ficticias: Se presentan objetos que fuerzan a percibir imágenes que en realidad no existen.

Veamos algunos ejemplos.

Movimiento ilusorio.

Aunque sea una de las ilusiones más básicas, los científicos aun no tienen claro qué la produce. Unos sugieren que los pequeños movimientos que hacemos con la cabeza para fijar la vista en un punto hacen que los objetos contiguos parezcan moverse.

Otros, que al pasear la vista por la imagen, los detectores de movimiento de nuestro cerebro se confunden por tantos cambios bruscos de forma y color y detectan movimiento donde no o hay.

Líneas paralelas.

Las líneas horizontales en esta ilustración, ¿están rectas o están curvadas? Tu cerebro se empeña en lo segundo, pero te está engañando: están perfectamente rectas y paralelas.

Nos confundimos porque nuestro aparato perceptivo se empeña en ordenar los cuadrados blancos y negros en columnas rectas, y con el esfuerzo se pierde el formato de las líneas horizontales.


Movimiento cambiante.

Al concentrarnos en la imagen, la sucesión de movimientos saturan nuestra capacidad perceptiva y, nuestro cerebro, varía la dirección del tren ya que no existen referencias que le hagan estar seguro si este sale o entra del túnel.

Como efecto, vemos la dirección del tren alternarse entre entrada y salida en el momento en el que focalizamos la atención.

Falsas espirales.

En esta imagen no hay ninguna espiral sino que en realidad son círculos concéntricos.

La confusión del cerebro en este caso viene de su intento por extraer conclusiones sobre qué regiones de la imagen forman parte del mismo objeto, algo especialmente complejo aquí por la cantidad de información que se superpone, y aun más en las regiones periféricas donde las formas no están completas.

Variaciones de tono.

Las casillas A y B son del mismo color (se puede ver en el gif inferior) pero nuestro cerebro se empeña en que no es así, en que la A es más oscura que la B. Hay varios motivos combinados para esta confusión.

Por un lado, por contraste, una casilla rodeada de casillas más claras nos parece más oscura que otra rodeada de casillas oscuras, que nos parece más clara.

La sombra que proyecta la torre verde contribuye al despiste de nuestro cerebro a la hora de identificar los claridad los distintos colores: hace parecer los colores de alrededor de la casilla B más oscuros, de forma que nuestro cerebro entiende que esta debería ser más clara

Por último, nuestro cerebro trata de echarnos una mano con el trabajo de identificar la realidad y llega a cometer errores. En este caso, nuestro cerebro ya conoce la disposición habitual de un tablero de este tipo, y simplemente está rellenando la información que ya cree conocer.

La ilusión de Hering.

El efecto de esta ilusión es el mismo si se sitúa en vertical o en horizontal: las líneas rojas, a pesar de ser de nuevo perfectamente rectas y paralelas, nos parecen curvadas hacia fuera como resultado de la aparente perspectiva que aportan las radiales negras sobre las que se encuentran.

La explicación tiene que ver con la labor que hace nuestro cerebro de predecir el futuro inmediato (y que tan oportuna es cuando un objeto viene hacia nosotros y nuestro cerebro predice qué trayectoria llevará y, ah, sí, apártate que te va a dar en la cabeza).

Puesto que hay un brevísimo lapso de tiempo entre el momento en el que la luz alcanza la retina y el cerebro percibe esa luz, el sistema visual humano ha evolucionado para compensar ese desajuste generando imágenes que ocurrirán una décima de segundo más tarde y que, en este caso, confunden la percepción al mezclarse con las líneas diagonales que implican una dirección oblicua que confunde la percepción de las líneas rectas.


Escher y las figuras imposibles.

El arquitecto holandés Maurits Cornelis Escher (1898-1972) en realidad nunca destacó por sus aportes a la construcción de edificios pero sí lo hizo en el arte. Dentro de su producción encontramos innumerables grabados en los que Escher juega con la percepción hasta el punto de poner de manifiesto cómo nuestro cerebro ordena la percepción para hacerla comprensible.

Fruto de ello tenemos múltiples obras donde se exploran los límites perceptivos con construcciones imposibles de las que aquí tienes dos de las más famosas.


La rejilla centelleante.

En esta imagen deberías poder ver cualquier punto que mires directamente, los puntos que están vinculados a la visión periférica parecen aparecer y desaparecer continuamente.

Esta ilusión juega además con el contraste de luminosidad simultánea. Los puntos a veces se experimentan como negros cuando en realidad son blancos. Además de los problemas de la visión periférica ya reseñados, se cree que el efecto se debe a procesos inhibitorios en las células ganglionares de la retina, las neuronas que transmiten señales del ojo al cerebro.