Memoria sensorial

Dentro de la teoría multialmacén de la memoria, el tipo de memoria que recibe la información del entorno a través de nuestros sentidos y la procesa durante un breve espacio de tiempo es la denominada memoria sensorial. Esta información somato sensorial posteriormente será desechada o se transmitirá a otros almacenes de memoria de mayor duración para almacenar aquellos datos significativos para el sujeto y a través de los cuales se podrá operar sobre los estímulos inmediatos.

En 1958, Donald Eric Broadbent propuso la existencia de un sistema perceptual por el que pasarían todos los estímulos sensoriales antes de llegar a la memoria a corto plazo y ser filtrados para el procesamiento consciente de los ítems más relevantes. Sin embargo, el concepto “memoria sensorial” fue acuñado por Ulric Gustav Neisser en 1967. Su modelo estaba basado en la investigación básica y definía la memoria sensorial como un registro de corta duración, de capacidad ilimitada y precategorial, es decir, anterior al procesamiento cognitivo de la información y en consecuencia ajeno al control consciente. Esto es, los datos con los que este almacén trabaja, según Neisser, son simples señales sin una significación para el sujeto.

En su formulación original Neisser consideraba que hay dos tipos de memoria sensorial: la icónica, que procesa la información visual, y la ecoica, basada en estímulos auditivos y verbales. Posteriormente se han encontrado pruebas sólidas a favor de la existencia de la memoria háptica, relacionada con el tacto y la propiocepción.

Memoria icónica

La memoria icónica es el tipo de memoria sensorial más estudiado a lo largo del tiempo. Este tipo de memoria registra la información visual proveniente del sentido de la vista. Las aportaciones más relevantes en torno a este fenómeno las realizó George Sperling en los años 50 y 60, aunque pensadores como Neisser, Sakkit y Breitmeyer han actualizado la concepción de la memoria icónica.

A través de sus estudios pioneros con taquistoscopio (aparato que sirve para presentar visualmente letras, números o figuras en una fracción de segundo o de forma muy breve), Sperling concluyó que las personas tenemos la capacidad de retener simultáneamente 4 o 5 ítems después de fijar la mirada durante un instante en un conjunto estimular amplio. Estudios posteriores ponen de manifiesto que la duración de la huella icónica en nuestra memoria sensorial persiste durante unos 250 milisegundos aunque puede retener una gran cantidad de elementos. Su velocidad de procesamiento es pues muy rápida y su capacidad de trabajo muy alta.

Denominamos “icón” a la huella visual que conservamos en la memoria a corto plazo y que proviene de la huella que la memoria sensorial ha procesado y derivado al almacén de memoria de trabajo. La memoria icónica se encarga pues de proporcionar un flujo de información visual al cerebro, el cual puede ser recogido y sostenido en el tiempo. Uno de los papeles más importantes de la memoria icónica es su implicación en la detección de cambios en el ambiente visual destacando en su funcionamiento los siguientes elementos:

  1. Integración temporal: la memoria icónica activa la integración de la información visual y proporciona un flujo constante de imágenes en la corteza visual primaria del cerebro.

  2. Ceguera al cambio: varias investigaciones ponen de manifiesto que la breve representación de la memoria icónica resulta especialmente relevante a la hora de detectar modificaciones en el entorno visual.

  3. Movimientos oculares sacádicos: las investigaciones más recientes sugieren que la memoria icónica se encarga de proporcionar continuidad a la experiencia durante los movimientos oculares sacádicos siendo estos los movimientos rápidos y simultáneos que realizan ambos ojos cuando están observando hacia un punto en la misma dirección y que podrían suponer una ruptura en la continuidad perceptiva.

En los siguientes videos puedes realizar dos test relacionados con la memoria sensorial. En el primero de ellos se presenta una prueba de ceguera al cambio mientras que el segundo está centrado en el test de Sperling sobre capacidades de la memoria sensorial.

Memoria ecoica.

La memoria ecoica actúa de forma similar a la memoria icónica, de forma precognitiva, trabajando con la información recibida por nuestros órganos sensoriales que reciben información sonora del entorno. Es igualmente de corta duración y con una capacidad muy elevada. La memoria ecoica retiene los estímulos auditivos durante al menos 100 milisegundos, permitiendo que discriminemos y reconozcamos los sonidos de todo tipo, incluyendo los que componen el habla, que pueden mantenerse hasta 2 segundos; por tanto, la memoria ecoica es fundamental en la comprensión del lenguaje.

Se entiende que este tipo de memoria registra la información auditiva en forma de secuencia, centrándose por tanto en sus propiedades temporales. En parte, el tiempo que se retiene la huella ecoica depende de propiedades del estímulo como la complejidad, la intensidad y el tono.

Un fenómeno destacable en relación a la memoria ecoica es el efecto de recencia, que es específico de este tipo de memoria. Consiste en el hecho de que recordamos mejor el último estímulo (o ítem) que hemos procesado que otros que han sido presentados de forma inmediatamente previa.

La memoria ecoica se ha relacionado con el hipocampo y con distintas áreas de la corteza cerebral: la premotora, la prefrontal ventrolateral posterior izquierda y la parietal posterior izquierda. Las lesiones en estas regiones provocan déficits en la percepción de estímulos visuales y en la velocidad de reacción a estos.

Memoria háptica

Este concepto se utiliza para designar el almacén de memoria que trabaja con información de tipo táctil, y por tanto con sensaciones como el dolor, el calor, el picor, el cosquilleo, la presión o la vibración.

La memoria háptica tiene una capacidad de 4 o 5 ítems, como la icónica, si bien la huella se mantiene durante más tiempo, unos 8 segundos en este caso. Este tipo de memoria sensorial nos permite examinar objetos mediante el tacto e interactuar con ellos, por ejemplo para cogerlos o moverlos adecuadamente.

Se cree que hay dos subsistemas que componen la memoria háptica. Por una parte encontramos el sistema cutáneo, que detecta la estimulación de la piel, y por otro el propioceptivo o cinestésico, relacionado con los músculos, los tendones y las articulaciones. Conviene distinguir la propiocepción de la interocepción, que implica a los órganos internos.

La memoria háptica ha sido definida de forma más reciente que la icónica y la ecoica, de modo que las evidencias científicas disponibles en torno a este tipo de memoria sensorial son más limitadas que las que existen sobre los otros dos tipos de memoria sensorial.

Depende de la corteza somatosensorial, especialmente de regiones localizadas en el lóbulo parietal superior, que almacenan la información táctil. Asimismo el córtex prefrontal, fundamental para la planificación del movimiento, también parece implicado en esta función.