Memoria a largo plazo

La memoria a largo plazo (MLP), también llamada memoria inactiva o memoria secundaria, es un tipo de memoria que almacena recuerdos por un plazo de tiempo superior al de la memoria corto plazo sin que se le presuponga límite alguno de capacidad o duración.​ Los datos alojados en la memoria a corto plazo puede llegar a convertirse en datos de nuestro almacén de memoria a largo plazo mediante un proceso de repetición y asociación significativa, aunque otros factores como el interés despertado por el dato, el aprendizaje condicionado, etc. son también importantes dentro del proceso.

Los mecanismos fisiológicos que determinan la fijación de los recuerdos no están claramente determinados, pero el cambio físico en la estructura de las conexiones neuronales ha sido propuesto como el mecanismo que con mayor probabilidad cumple la función de trasladar los recuerdos temporales al almacén de recuerdos a largo plazo.​

Debido al hecho de que los recuerdos almacenados en la MLP son susceptibles de desvanecerse dentro del proceso natural del olvido, el mantenimiento de los recuerdos durante un periodo de tiempo prolongado depende del grado de profundidad con que se haya procesado la información, así como de las repetidas recuperaciones que se hagan periódicamente de los contenidos almacenados. Estas recuperaciones individuales pueden tener lugar en intervalos crecientes, de acuerdo con el principio de repetición espaciada. Esto puede suceder de forma natural, o mediante las evocaciones deliberadas (también conocidas como "recapitulaciones"), dependiendo a menudo de la importancia percibida del material a recordar.

Dentro del almacén de memoria a largo plazo se establecen dos tipos fundamentales de memoria que, a su vez, se subdividen en otros tipos en función de su especificidad o modo de fijación de los recuerdos o habilidades. Así, podemos encontrar en este tipo de memoria:

  • La memoria implícita: En ella los datos se almacenan de manera inconsciente. Está implicada en el aprendizaje de diversas habilidades y se activa de modo automático. Montar en bicicleta o conducir un automóvil, no sería posible sin este tipo de memoria.

  • Memoria explícita: Está asociada al hecho consciente del procesamiento de la información o, al menos, a la percepción consciente de los datos guardados. Incluye el conocimiento objetivo de las personas, los lugares y las cosas y lo que ello significa. Dentro de este tipo de memoria encontramos dos tipos: la memoria semántica y la episódica.

La memoria implícita.

Es aquella memoria a largo plazo que no requiere la recuperación intencional de la experiencia adquirida previamente. En ella encontramos guardados cierto tipo de datos episódicos de manera implícita para facilitar situaciones en el futuro próximo así como destrezas y habilidades que han sido aprendidas por repetición y procesos de condicionamiento con lo que su ejecución o respuesta se produce de forma automática e inconsciente, facilitando así que la atención pueda focalizarse en otros elementos del entorno. Además, como dato curioso, este tipo de memoria se conserva a la perfección en los pacientes amnésicos.

Dentro de este tipo de memoria encontramos la llamada Memoria procedimental. En ella se almacena la información relacionada con procedimientos y/o estrategias que nos permiten interactuar con el medio ambiente. Se trata de un sistema de ejecución en el que se encuentran las habilidades motoras que hemos aprendido. Por ejemplo, escribir, conducir, montar en bicicleta, ducharse, abrocharse los botones, etc. Son procesos que una vez aprendidos no suelen olvidarse. Permanecen en nuestra memoria de forma indefinida sin necesidad de refrescar dichos conocimientos a través del recuerdo o el repaso. La memoria procedimental se activa de forma automática e inconsciente y también se encuentran involucradas estrategias cognitivas. Su verbalización o transformación en imágenes es casi imposible.

Este tipo de memoria nos es de gran utilidad, ya que cuando una habilidad se se automatiza deja libre una gran cantidad de recursos de la memoria de trabajo. Así, por ejemplo, en lugar de estar pensando en qué tengo que hacer para mantener el equilibrio en la bici, puedo destinar recursos a prestar atención a las indicaciones para ir a un lugar concreto.

Dentro de la memoria implícita encontramos también los recuerdos relacionados con el aprendizaje asociativo. Este tipo de recuerdos y asociaciones están íntimamente relacionados con las estrategias de condicionamiento o aprendizaje pero, en definitiva, son recuerdos creados a partir de una asociación de hechos. Si a un determinado estímulo le sigue inmediatamente un tipo de respuesta esta se fija en nuestros almacenes de memoria de forma implícita. Así, cuando ese estímulo aparezca, realizaremos de forma automatizada esa respuesta asociada. Un claro ejemplo de ello es el aprendizaje condicionado del asco. Si un determinado alimento nos produce una sensación desagradable o dañina es posible que la presencia de dicho alimento desencadene en nuestro organismo una reacción estomacal que impida que lo volvamos a ingerir para evitar el daño.


Memoria explícita.

La memoria explícita, también conocida como memoria declarativa, tiene la función de rememorar de forma consciente nuestros recuerdos, es decir, aquella información retenida en la memoria y que la persona evoca de forma voluntaria cuando le es necesario. Este tipo de memoria nos permite recordar experiencias pasadas, reconocer acontecimientos históricos, poder nombrar objetos, relatar una sucesión de hechos, etc. La memoria declarativa o memoria explícita comprende todos los elementos que pueden ser recordados en palabras y está formada principalmente por proposiciones o imágenes mentales. . Este tipo de memoria puede dividirse dos subtipos:

  • Memoria semántica: Este tipo de memoria explícita o declarativa contiene toda la información relativa a los conceptos gracias a los cuales comprendemos el mundo y a nosotros mismos. Es decir, es algo así como el almacén de conceptos acerca de todo lo que sabemos: el nombre de los lugares, las características de las corrientes artísticas, la historia de nuestro país, etc. Así, la memoria semántica hace posible que entendamos el entorno en el que nos encontramos y, también, a nosotros mismos, ya que nos permite reflexionar acerca de las características del ambiente así como sobre nuestras características personales.

Aunque la memoria semántica es un tipo de memoria declarativa, y por ello está compuesta por conceptos lingüísticos, a diferencia de la memoria episódica, esta no sigue una progresión narrativa. El hecho de que el elefante sea un mamífero, el conocimiento de este dato no tiene nada que ver con una experiencia vinculada con elefantes donde podemos encontrar una secuencia narrativa con un inicio, desarrollo y desenlace. Nos basta con conocer el término "elefante" y vincularlo a una tipología o clasificación animal que hemos podido aprender o ver en un esquema sin configurarse como parte de un hecho vivencial.

La información que contiene la memoria semántica puede ser entendida como una pirámide de conceptos; algunos de ellos son muy generales y están compuestos por otros conceptos, los cuales a su vez están formados por otros, hasta llegar a unidades de información muy básica y poco significativa por ser demasiado específica. Así pues, se trata de una capacidad mental que se expresa de forma consciente y muchas veces de manera voluntaria, por ejemplo, cuando necesitamos acceder a una información relevante para contestar correctamente a una pregunta o un requerimiento.


  • Memoria episódica: Este es un tipo de memoria declarativa encargado de procesar y almacenar la información autobiográfica de cada uno y, en concreto, aquella faceta de las propias vivencias que puede ser expresada en palabras o en imágenes. Dicho de otro modo, es el conjunto de procesos psicológicos superiores que crea recuerdos narrativos acerca de la propia vida, aquello por lo que se ha pasado. Los recuerdos de la infancia son el ejemplo típico de memoria declarativa, ya que están compuestos por pequeñas historias, anécdotas que uno mismo ha vivido en primera persona y están vinculadas a información sobre contextos por los que uno ha pasado.

Así, la memoria episódica está compuesta por datos relativos a un lugar y a un momento situado en algún punto de nuestro pasado, independientemente de si estos recuerdos son más precisos o más desdibujados. A diferencia de la memoria semántica, estos recuerdos se integran en un contexto narrativo y conforman una "historia".

Hay que precisar que, a pesar de la implicación emocional que muchos de los recuerdos de este tipo poseen, no podemos denominar a esta memoria como emocional ya que el procesamiento de las emociones no posee un carácter lingüístico, declarativo, como el que posee la memoria episódica.

Las áreas implicadas en la codificación y almacenaje de estos datos están localizadas en la corteza prefrontal del hemisferio izquierdo y, especialmente, en el hipocampo. Aunque los investigadores no se ponen de acuerdo al respecto de cuánto tiempo permanecen los recuerdos almacenados en el hipocampo, algunos opinan que esta estructura almacena permanentemente los recuerdos episódicos, y otros argumentan que el hipocampo sólo almacena estos recuerdos durante un breve periodo de tiempo, tras el cual los recuerdos son consolidados definitivamente en el neocórtex. En cualquier caso, la función del hipocampo dentro de la generación de nuevos recuerdos es fundamental.