La teoría del reforzamiento

La teoría del aprendizaje elaborada y generalizada de la mano del psicólogo norteamericano B. F. Skinner conocida como condicionamiento operante o condicionamiento instrumental y que veremos en otro apartado, parte de la base de que las conductas y/o las respuestas que los organismos ofrecen ante un estímulo determinado pueden ser modificadas por medio de refuerzos.

Skinner, como hemos señalado, parte del hecho de que la aparición de un estímulo desencadena una respuesta en el sujeto. Si esta respuesta es condicionada utilizando reforzadores se podrá ejercer una influencia en dicha reacción para que la respuesta pueda potenciarse o inhibirse. Como consecuencia, tanto el comportamiento humano como el animal pueden ser condicionados o modificados utilizando una serie de estímulos que el sujeto puede considerar satisfactorios o no. Estos elementos son los que conocemos como reforzadores o refuerzos.

Explicado de una manera más sencilla, la Teoría del reforzamiento hace hincapié en que una sujeto tiene más probabilidades de repetir una conducta que es reforzada de manera que el sujeto obtiene algo que le es deseable, así como será más probable que extinga o inhiba aquellas que estén asociadas a estímulos o refuerzos desagradables.

Tipos de refuerzos.

Skinner diferenciaba entre dos tipos de reforzadores fundamentales: los reforzadores positivos y los reforzadores negativos.

Llamamos reforzadores (o refuerzos) positivos a todos los elementos o consecuencias que aparecen tras una conducta y que la persona considera satisfactorias o beneficiosas. Esto es, elementos, ya sean de tipo material o afectivo, que son entendidos por el sujeto como deseables y satisfactorias. De forma sencilla, entendemos pues por refuerzo positivo el hecho u objeto que sigue a una conducta y que es entendido por el sujeto que realiza la acción como un premio.

Mediante los refuerzos positivos, se busca afianzar la respuesta que el organismo desarrolla ante un estímulo determinado, es decir, que aumente la probabilidad de que el sujeto va a realizar o repetir una acción concreta. Así, los actos que son reforzados de manera positiva tendrán más probabilidades de repetirse puesto que van seguidos gratificaciones, premios o recompensas percibidas como positivas por el que realiza la acción.

Aunque lo que puede considerarse como agradable o satisfactorio puede variar de un sujeto a otro, existen dos tipos de reforzadores positivos clasificados en dos grandes grupos.


Al contrario de lo que popularmente se cree, los reforzadores negativos no consisten en administrar castigos o estímulos aversivos al sujeto que intentamos condicionar. Denominamos pues refuerzo negativo a todo elemento o consecuencia no deseable por el sujeto sin ceñirse, al menos de forma exclusiva, a aquellos elementos que podamos asociar a un castigo. De hecho, la eliminación del refuerzo positivo es interpretada por los sujetos como un hecho evitable y entendida pues como un refuerzo negativo.

Veremos cómo, en los procesos de condicionamiento, el refuerzo negativo se utiliza habitualmente para que el sujeto evite o desarrollar una respuesta o escape, gracias a su respuesta esperada, de una situación que no interpreta como agradable o deseable.