Wisława Szymborska
Lectura
Musa, no ser un púgil es como no ser nadie.
Nos escamoteaste un público vocinglero.
En la sala hay una docena de personas,
es hora de comenzar.
La mitad vino por que llueve,
los demás son parientes. Musa.
Las mujeres están prestas a desmayarse en esta tarde de otoño,
y lo harán pero sólo en el combate de boxeo.
Sólo allí habrá escenas dantescas.
Y un tomar los cielos. Musa.
No ser un púgil, ser un poeta
con un veredicto condenado a duros Norwid*
y a falta de músculos enseñar al mundo
-en el mejor de los casos-
una futura lección escolar.
Oh Musa, Oh Pegasa,
ángel ecuestre.
En la primera fila un viejecito dulcemente sueña
que su difunta mujer salió de la tumba
para prepararle una tarta de ciruelas.
Con este fuego -poco, para que la tarta no se queme-
comenzamos la lectura. Musa.
*Por Cyprian Norwind, poeta finisecular polaco,
típico ejemplo del autor más valorado
por la crítica posterior que por el público de su tiempo.