Wisława Szymborska
En la Torre de Babel
-¿Qué hora es? -Sí, soy feliz,
y sólo me falta una campanilla al cuello
que suene encima de ti cuando estés dormido.
-¿Entonces, no has oído la tormenta? El viento ha sacudido el
muro;
la torre ha bostezado, como un león, con su gran puerta
de goznes chirriantes - ¿Cómo? ¿Lo has olvidado?
Yo llevaba un sencillo vestido gris
abrochado en el hombro. -E inmediatamente después
el cielo se rompió en mil destellos. -Cómo iba a centrar,
si no estabas solo. -Vi de repente
los colores anteriores a la existencia de la vista. -Lástima
que no me lo puedes jurar. -Tienes razón,
probablemente fue un sueño. -¿Por qué mientes,
por qué me llamas con su nombre,
la amas todavía? -Oh sí, me gustaría
que te quedarás conmigo -No siento rencor,
tendría que haberlo imaginado. -¿Sigues pensando en él? -No, no estoy llorando.
-¿Y eso es todo? -A nadie como a ti.
-Por lo menos eres sincera. - Puedes estar tranquilo,
me iré de esta ciudad. -Puedes estar tranquila,
me iré de esta ciudad. -Tienes unas manos tan hermosas…
-Es una vieja historia, el filo pasó
sin lesionar el hueso. -No hay de qué,
querido, no hay de qué. No sé,
ni quiero saber, qué hora es.