Wisława Szymborska
La paz

Precederá los comunicados la sirena alegre de los corazones.

Más veloz que la luz es esa nueva,

más veloz que esa nueva, la esperanza.


En gritos, cantos, peroratas,

salvo una, por fin,

dejarán de funcionar ya las palabras.

Las noches de las ciudades, ciegas

hasta entonces, lanzarán señales a los cielos

por el camino de las estrellas.

Los transeúntes pisotearán

el luto arrancado a las ventanas

conformando sus pasos en hileras.

Otros saldrán frente a las casas

para en el breve intercambio de unas manos,

con los suyos, con todos los extraños,

ofrecer la verdad como un objeto:


que las gentes han traído al mundo

la paz, no el hierro.


Hubo un tiempo en que conocíamos el mundo al dedillo:

era tan pequeño que cabía en el cuenco de unas manos,

tan simple que era posible describirlo con una sonrisa,

tan corriente como el eco de viejas verdades en una oración.


La historia llegó sin trompetas victoriosas:

nos arrojó tierra sucia a los ojos.

Nos esperaban lejanos caminos sin salida,

pozos envenenados, pan amargo.


Nuestro botín de guerra es el conocimiento del mundo:

es tan grande que cabe en el cuenco de unas manos,

tan complejo que es posible describirlo con una sonrisa,

tan extraño como el eco de viejas verdades en una oración.


Wisława Szymborska de Canción negra (1944-1948) [1914]

Trad. Abel Murcia y Katarzyna Mołoniewicz